Mucho ayuda el que no estorba

01/09/2017
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Hablo con el menor del clan integrado por una decena de hermanos, mi querido Alberto, un obrero electricista, y reconfirma que por primera vez desde el viernes pasado, Houston y su zona metropolitana que alberga a más de 6 millones de habitantes, amaneció con un sol radiante, “como si no hubiera pasado nada, hermano”.

 

Paulatinamente, la cuarta ciudad más poblada de Estados Unidos vuelve a una normalidad que nunca será igual que antes de Harvey, un fenómeno que como apunta el doctor Américo Saldívar, es “una contundente respuesta y una bofetada a las supinas afirmaciones del presidente Trump de que el cambio climático sólo existe en las mentes afiebradas y constituye un invento de los chinos para seguir inundando el planeta con sus productos. Resultado de ello fue su decisión de retirar a Estados Unidos de los ya de por sí tibios Acuerdos de París para limitar a 2 grados centígrados el aumento de la temperatura global”.

 

Harvey azotó con tal fuerza las costas de Texas y ahora las de Luisiana que en tres días arrojó un volumen de agua equivalente al de ocho meses de lluvia o, de acuerdo con el ingeniero militar Edmond Russo: “Es un caudal que sólo se vería una vez en 1,000 años”.

 

Palabras mayores, pues, como incuantificables hasta el momento son los daños humanos y materiales, y ante los cuales el magnate inmobiliario que despacha en la Oficina Oval, sólo atinó a perjurar en un tuit: “¡Mis sentimientos están con el gran pueblo de Texas!”, a pesar de que vio escasos daños a su paso en limusina por Corpus Christi y a la megalópolis texana la observó en videos.

 

Pero eso sí, a 48 kilómetros de donde Harvey impactó a Corpus Christi, Donald Trump exclamó eufórico en un acto que le organizaron frente a la estación de Bomberos: “¡Qué multitud! ¡Qué gran concurrencia!” Y omitió mencionar a los muertos, heridos, desplazados, damnificados. Por ello, Ari Fleischer, quien fue secretario de prensa de George W. Bush, dijo que a Trump “le faltó empatía hacia quienes están sufriendo”. El plutócrata neoyorquino satisfizo su hambre de popularidad, de promoción personal y punto. Como Melania, su esposa, usó zapatos con tacones de aguja, propios de una pasarela de modelos.

 

Nunca simpaticé con la muy extendida práctica de que los presidentes de cualquier país usen y manipulen, como es habitual, todo tipo de tragedias para hacer acto de presencia y “lucrar” –como exigía Ernesto Zedillo a la oposición no hacerlo con el asesinato de Luis Donaldo Colosio, aunque el expresidente lucra y mucho con Unión Pacific y Procter & Gamble–, como de manera bastante primitiva lo hizo Donaldo Juan Trump ante los sufridos y lastimados texanos, entre los que por fortuna no se encuentran Maximiana, Arturo, Tania, Osvaldo, Martín y sus descendientes.

 

En primer lugar porque es un asunto de ética pública no sacar provecho, ventaja política y/o politiquera a costa del dolor humano. Y en segundo término mucho ayuda el presidente que no estorba, como se llame, del país que sea y con la ideología que promueva.

 

Si algo es indispensable en medio de las tragedias son los recursos humanos y materiales que tienen que destinarse principalmente a salvar y proteger a los damnificados. La presencia del jefe de Estado distrae valiosos recursos para cuidarlo y promoverlo, tanto a él como a su séquito.

 

Y como bien mostró Donald John lo muy poco que hizo en las dos ciudades texanas lo pudo realizar desde la Casa Blanca, excepto el mitin de apoyo y promoción a su muy cuestionada figura autoritaria, xenófoba y frívola.

 

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