La historia en tiempos de la Asamblea Constituyente

04/05/2017
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Para Simón Rodríguez un verdadero congreso revolucionario tiene que ser una Asamblea Constituyente. Sobre esto escribió varias páginas con las que formó políticamente al pueblo a través de la educación popular. Él sabía que muchos con quienes luchó Bolívar no querían eliminar al enemigo sino sustituirlo. Para Rodríguez liberarnos de España no significaba independencia porque la lucha es de clases. Su obra la escribe en la postguerra americana, en pleno parto de las nuevas repúblicas. Con éstas nacen los congresos donde las oligarquías criollas protegen sus privilegios y enfrentan al presidente Simón Bolívar. Les molesta que el Libertador del mediodía de América promulgue leyes del pueblo. En el pródromo de Sociedades Americanas en 1828 es categórico: “El Poder de los Congresos está en razón del Saber de los pueblos. Por muy bien que desempeñen sus funciones los Representantes de una Nación de poco o nada sirve lo que hacen, si la Nación no los entiende. En la América del Sur las Repúblicas están Establecidas pero no Fundadas. Es un deber de todo ciudadano instruido el contribuir con sus luces a fundar el Estado, como con su persona y bienes a sostenerlo”.

 

El presidente Nicolás Maduro, ante esta guerra terrorista, mediática, psicológica, fronteriza, económica, cultural y mediática, tenía dos opciones para la defensa integral de la Patria: suspender las garantías constitucionales o “convocar una Asamblea Nacional Constituyente con el objeto de transformar el Estado”, tal como reza el artículo 347 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. La primera opción significaba una respuesta inmediata a los crímenes, asesinatos y hechos vandálicos propinados por mercenarios que tienen la orden de incendiar el país. Era una respuesta a una problemática interna. Pero la guerra es dirigida desde Washington y la actual Colombia es su reducto al cual Estados Unidos ha sembrado de paramilitarismo y de bases militares. La Revolución Bolivariana significa una amenaza al Estado Liberal Burgués que domina al mundo desde la Revolución Industrial.

 

Las riquezas de nuestro subsuelo son para la mayor suma de felicidad posible. La tabla periódica de los elementos está en esta tierra de gracia. Tenemos petróleo, gas, oro, diamantes y coltán en cantidades apetecibles para el imperialismo. La espada que desenvaina Nicolás Maduro es la Carta Magna de 1999 la cual en su artículo 348 lo faculta a tomar “la iniciativa de convocatoria a la Asamblea Nacional Constituyente”. También la pudieron haber tomado “la Asamblea Nacional, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes; los Consejos Municipales en cabildo, mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos; o el quince por ciento de los electores inscritos y electoras inscritas en el registro civil y electoral”, pero no lo hicieron.

 

Vivimos un momento en el que el pueblo asume su papel más significativo, protagónico y participativo. Es hora de recordar al máximo constituyente venezolano, como llamara Adolfo Rodríguez a Juan Germán Roscio. Razones sobran: fue, además del principal propagandista de la revolución americana, el redactor protagónico del Acta de la Independencia en julio de 1811 y la Constitución de Venezuela del 21 de diciembre del mismo año; fue el Secretario de Relaciones Exteriores de la Junta de Gobierno de Caracas en la primera República; participa junto a Simón Bolívar en la reconstitución de la República de Venezuela y la inmediata creación de la República de Colombia, germen de la integración latinoamericana y caribeña; combatió todas las formas de corrupción; promovió la eficiencia y la virtud entre los funcionarios públicos; propuso un plan revolucionario de lectura con la creación de bibliotecas republicanas, la edición de catecismos difusores de las ideas de libertad e independencia y de cancioneros patriotas; fue un promotor cultural porque entendía que una revolución para que sea irreversible debe ser cultural, por lo cual crea los “instrumentos de persuasión”, es decir, el montaje de obras de teatro, la organización de tertulias literarias y de círculos de estudio revolucionarios. José Rafael Revenga (1786-1852) le escribió una carta al Libertador en 1820 en la  que dice: “El Sr. Roscio se adhiere a la ley, y parece no tener ni parientes ni amigos. Disgusta por consiguiente a todos los empleados, a quienes de continuo predica el cumplimiento de su obligación. En consecuencia, se resienten los que estaban acostumbrados al despilfarro de los recursos del gobierno”. Roscio muere el 10 de marzo de 1821, el mismo día que nace su hija Carmen Roscio Cuevas. El presidente Libertador Simón Bolívar decretó veinte días de luto. Su admiración la refleja en el Correo del Orinoco del 21 de abril de 1821: “El más acerbo dolor nos recuerda la pérdida de un sabio ilustre, de un magistrado íntegro, de un patriota eminente y de un virtuoso ciudadano” a quien “mil graves y difíciles empleos ocuparon de tal suerte su vida, que puede decirse con verdad que ni un momento respiró sino al servicio de la patria. Su constancia en la adversidad excede a todo encarecimiento: ni las cadenas y mazmorras, ni las miserias y trabajos llegaron a abatir jamás su impávida firmeza o a desviarle un punto de la senda del honor; y aun los déspotas mismos que le oprimían, se vieron obligados a admirar la grandeza de su alma, y la superioridad de su virtud. Aunque ya no existe entre nosotros, su memoria vivirá eternamente; y sus escritos elocuentes, en que confundió e hizo temblar a los tiranos, defendió la causa de la libertad y sostuvo los derechos de la humanidad, serán siempre leídos con placer y entusiasmo por nuestras más distantes generaciones”.

 

Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Ezequiel Zamora, sinónimo de unidad cívico militar. Se celebra igualmente el bicentenario de la Ley de Repartición de Bienes Nacionales decretada por Bolívar el 10 de octubre de 1817, pionera de la organización comunal, en la que dice en su artículo 7: “el Gobierno cuidará de que las particiones se hagan del modo más conforme a los intereses de todos, para lo cual podrán acomunarse o acompañarse muchos”. También se celebra el bicentenario de la publicación en Filadelfia del libro El Triunfo de la libertad sobre el despotismo, escrito dos años antes en prisión por Juan Germán Roscio. En esta obra el guariqueño inmortal hace de la dignidad y libertad armas fundamentales para la independencia del pueblo.

 

La oligarquía le teme al artículo 184 de la Carta Magna porque crea “mecanismos abiertos y flexibles para que los estados y los municipios descentralicen y transfieran a las comunidades y grupos vecinales organizados los servicios que éstos gestionen previa demostración de su capacidad para prestarlos, promoviendo” en particular “la creación de organizaciones, cooperativas y empresas comunales de servicios, como fuentes generadoras de empleo y de bienestar social, propendiendo a su permanencia mediante el diseño de políticas en las cuales aquellas tengan participación”.

 

También le teme al artículo 5: “La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo” y esto significa la organización de las y los constituyentes, no sólo territorialmente o en las toparquías de las que hablaba Rodríguez, sino sectorialmente, entiéndase, en colectivos comunales, estudiantiles, campesinos, docentes, obreros, originarios, artesanales, intelectuales, pescadores, feministas, afrodescendientes, diversosexuales, empresariales, etc. porque como señala José Gregorio Linares: “el Poder Popular constituyente integra todos los poderes y los dinamiza. Ejerce funciones legislativas, ejecutivas, judiciales, electorales, militares, educativas y culturales. En la praxis del Poder Popular nada permanece intacto, salvo lo que beneficia al pueblo. Todo cambia, menos la conciencia del enorme poder que resulta de unir nuestras manos y acercar nuestros corazones”.

 

En este año 2017, nuestra constitución celebra sus 18 años, edad de desarrollo, de crecimiento, de ampliación. La Asamblea Nacional Constituyente implica la ordenación jurídica de las misiones sociales y la inclusión de la juventud en diálogo suprapartidista que garantice vivir en paz. El pueblo, consciente del peso político de Simón Rodríguez, conoce a quienes adversan el poder constituyente: son “los realistas en entera libertad disfrutando de sus caudales, injiriéndose en los negocios públicos, optando a la representación nacional y muchos ocupando puestos importantes en la administración o sillas en los congresos”. ¡Comuna o nada! ¡Vivan los poderes creadores del pueblo! ¡Adelante Asamblea Constituyente!

 

 

 

 

 

 

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