Ni tanquetas ni rebelión en La Habana

30/11/2016
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Uno esperaría ver las tanquetas en las calles o al pueblo protestando, dijo palabras más, palabras menos, la más joven de las estrellas en la conducción noticiosa en Canal 2, Carlos Loret de Mola –el nieto de mi editor en los años 80– a la inteligente Denise Maerker que no acaba de asentarse en su nueva responsabilidad periodística, en la Plaza de la Revolución de La Habana, el lunes 28, minutos antes de concluir la enorme fila de visitantes adoloridos para despedir las cenizas de Fidel Alejandro Castro Ruz.

 

Adoloridos digo yo, si me atengo a lo que es posible observar en las pantallas del todavía duopolio televisivo, con todo e Imagen Televisión y Ciro Gómez, sólo que para Leyva y el encargado del despacho de Relaciones Exteriores, indebidamente llamado canciller –en México ni ministros hay– del lenguaraz y muy enriquecido presidente Vicente Fox, es el “aparato de la dictadura” el que organiza todo.

 

Y el problema es precisamente el que bien pintó Loret en un arrebato de franqueza “al aire”. La apuesta ideológica y política de la llamada comentocracia mexicana, por lo menos de su parte más leída y escuchada, que no necesariamente significa más influyente en términos de opinión pública y publicada, es tan vieja a favor de que la muerte del líder cubano desataría la rebelión popular, que cuando la terca realidad no se corresponde con sus maniqueos esquemas muy interesados y, por tanto sesgados, se dan de topes con la realidad.

 

Pareciera que tienen como máxima intelectual aquello de que “Si la realidad no se somete, o no se ajusta a nuestros esquemas, entonces pobre realidad”.

 

El único pero es que estos analistas y conductores, a los que escucho y veo con atención, cobran y les pagan bien o muy bien en el oligopolio mediático, justamente para informar e ilustrar a las audiencias sobre los temas que se dicen “expertos”, pero en realidad no lo son, porque como buena parte de los políticos profesionales mexicanos son practicantes activos de la todología. Y hasta aspiran a cargos de elección popular, para lo que se travisten en independientes, ciudadanos, como Jorge Castañeda y el muy corrupto Pedro Ferriz.

 

Es imposible no recordar a Erika Bexler, el 18 de enero de 1991, cuando desde un refugio antiatómico en Tel Aviv le aseguraba a Zabludovsky, conductor eterno del desinformativo 24 Horas: “Nuclear, Jacobo, nuclear”, sobre los viejos mísiles que Irak disparaba a territorio de su adversario. La reportera se intoxicó tanto con el discurso antiárabe y pro gobierno de Israel que construyó, que terminó presa de sus mentiras. Y se acabó su carrera, por lo menos en la Televisa del sátrapa Emilio Azcárraga Milmo.

 

El hecho es que Fidel tuvo que morir para que la mediocracia se ocupara de él con una muy amplia cobertura informativa, desinformativa y de opinión, en la que destacó Forotv, pero que le regatearon en forma miserable desde enero de 1959 hasta la víspera de su apacible fallecimiento la noche del viernes.

 

En forma muy lenta y también tortuosa, los magnates del periodismo impreso, electrónico y digital, sus directivos y conductores, asimilan que la información y la opinión también son un excelente negocio por sí mismos, que no requieren usarlos y, por ello, mediatizarlos, pervertirlos, para obtener espléndidas pautas publicitarias, concesiones y otras canonjías de los gobernantes; también de los hombres y mujeres de los poderes fácticos, de los que Televisa, Televisión Azteca e Imagen Televisión, sus dueños y accionistas, forman parte destacada.

 

 

 

 

 

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