Fidel

28/11/2016
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fidel castro ruz
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Así nada más, sin que fuera necesario el apellido para saber de quien se trataba, dieron los diarios de todo el mundo la noticia de la muerte del líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz, ocurrida la noche de este pasado 25 de noviembre.

 

La tarde de otro noviembre 45 años antes, se abría en el aeropuerto de Santiago de Chile la puerta del avión Illiushin que lo había transportado y aparecía Fidel, imponente y guapísimo en informe verde olivo, para empezar una visita de 23 días a Chile que cubrí para Telesistema Mexicano; en cuyos programas 24 Horas y Hoy Domingo yo trabajaba.

 

Y mientras bajaba la escalerita, porque entonces los aeropuertos no tenían mangas ni tubos, y el presidente Salvador Allende -que iniciaba un gobierno socialista con sabor a empanada y vino tinto- le daba la bienvenida, se oían los himnos de los dos países y los sonoros cargos que Fidel ostentaba: miembro del Buró Político, y secretario general del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

 

Por galantería de Allende, que además de ser gentil conmigo conocía perfectamente la importancia de Telesistema en América Latina, se me permitió estar en las primeras filas de la recepción al Comandante; muy cerquita de Vilma Espín, la ahora fallecida esposa de Raúl Castro y principal dirigente entonces de la organización de mujeres cubanas.

 

Me tocó por eso, que Allende me lo presentara y me saludara de mano; lo que se habría de repetir en los días siguientes en los que lo entrevisté y platicamos informalmente varias veces, porque era muy preguntón y quería saber todo.

 

“Mexicana, dime tú: ¿Cuánto cuesta ahora un kilo de tortilla y uno de chiles serranos y cuanto el salario mínimo?” me preguntaba, agarrándome en curva porque ni idea tenía.

 

Se repitieron también cientos de veces, los entusiastas gritos de las multitudes que coreaban: ¡Fidel, Fidel que tiene Fidel que los americanos no pueden con él…!

 

Y jamás pudieron; porque a pesar de los más de 650 intentos para asesinarlo, murió a los 90, y en su cama; y por fortuna, sin tener que sufrir a Trump.

 

Me impactó de Fidel en ese recorrido por la geografía chilena, su cordialidad; su interés por saber todo lo relativo a la extracción del cobre y la fabricación de vinos; su afán por reunirse con obreros, campesinos, mujeres y estudiantes, en actos pequeños o mítines de miles, sin jamás mostrar cansancio pese a la fuerte gripa que tenía; y que en ocasiones lo veía yo apretarse las manos, como si estuviera tenso.

 

Ya dije que Fidel era muy preguntón y quería estar al tanto de todo; especialmente si tenía que ver con México, país al que es por todos sabido tenía especial aprecio, y de donde salió en el yate Granma para iniciar su revolución.

 

Recuerdo ahora, una original participación de Fidel en un viaje “cultural” chistosísimo, que hizo por el Caribe en dos barcos cargados de reporteros, funcionarios, gimnastas, charros, caballos y hasta voladores de Papantla, Esther Zuno de Echeverría cuando su esposo era presidente.

 

Resulta que un día muy temprano, llegué a una playa justo cuando los voladores protestaban porque para presentar su espectáculo de esa tarde, habían pedido se enterrara “una gallina blanca y señorita” a suficiente profundidad, para poner encima el palo que los sostendría.

 

Pero al no encontrar en La Habana gallina con esas características, a los funcionarios mexicanos, que tal como hoy eran duchos en el engaño, les pareció fácil pintarle las plumas a una y enterrarla antes que los voladores se dieran cuenta.

 

Sería por el calor o por estar mal teñida, a la gallina le salió lo rojo; y al advertirlo, los indígenas gritaban que no darían la función, porque uno de ellos podría caerse.

 

Los funcionarios entre que se reían y se enojaban; pero Delfín Sánchez Juárez que estaba al mando de charros y caballos sin nada que ver en el asunto de la gallina, decidió tomar las cosas por su cuenta, vociferando a los voladores que se dejaran de esas crédulas pendejadas.

 

En fin, era un caos…

 

Y en eso, como dice la canción, llegó Fidel… con varios asistentes y tres gallinas blancas de verdad, para que los voladores eligieran la más conveniente; y todo volvió a la normalidad.

 

Tiempo después en otra visita de trabajo a Cuba, muy tempranito tocaron en la puerta de mi cuarto del Hotel Habana Libre, y deslizaron por debajo de la puerta “un regalito del Comandante”.

 

Era el periódico Granma del día, que en su primera página y muy grande traía una fotografía de Fidel en la que yo aparecía y aún conservo.

 

Por supuesto que no todo fue grandioso, amable o pintoresco en la vida y acciones de Fidel Castro.

 

Sin duda lo más condenable, es su falta de respeto a los derechos humanos, la persecución a los disidentes y el encarcelamiento a los opositores.

 

Tiene a su favor entre otras cosas, el haber llevado salud, deporte y educación a toda la isla y la ayuda brindada a otros pueblos.

 

Pero sobre todo, haberse enfrentado durante cincuenta años con una dignidad que pocos tienen, al país más poderoso del mundo y cambiado la correlación de fuerzas mundial al poner a su islita, en el centro de las discusiones.

 

Que descanse en paz.

 

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/182004
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