Un desafío llamado Fidel

28/11/2016
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Fidel nos une más allá de su vida, símbolo del antiimperialismo y del proceso revolucionario sin cuadraturas. Ya las derechas del mundo adelantan posiciones, cegadas por su prerrogativa de despellejar infinitamente a la humanidad, incapaces de ver que Fidel y el heroico pueblo cubano además de trascender con su ejemplo; les han propinado derrota tras derrota en varios campos de la vida social.

 

Jaurías mediáticas, sectores embrutecidos por las fantasías del capitalismo, sectores retrógradas y hasta el nuevo César gringo celebran la muerte del líder revolucionario y auguran tormentas; pero como bien dicen por ahí, deseos no preñan. Parece que se flagelan, lo que celebran es su propia derrota, celebran el fallecimiento de Fidel que les dijo en su cara sus verdades y además les doblegó en sus intentonas de acabar con la revolución cubana. En realidad nos hacen un bien, acaban de una vez por todas con cualquier voto de confianza que se pudiera depositar en el próximo gobernante imperialista; todos sus ultrajes nos unen contra ellos. Ahora son los pueblos quienes sí pueden estar seguros por el gran ejemplo de dignidad a caudales de Fidel cuya leyenda se pasea como ya lo venía haciendo la del Che.

 

No borrarán la memoria ni los hechos del héroe de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Es más, en estos días de aullidos imperiales, entre los que se lamentan por la muerte de quien no pudieron matar, y los que se alegran del deceso del “dictador”; podemos decir que con sus expresiones, ayudan a unirnos contra ellos: así Fidel Castro sigue en su labor, mostrándonos la importancia de combatir al capitalismo. Tan aterrados están que creían que Fidel viviría cien años y seguiría anticipándose a sus torpes jugarretas; para eso los pueblos le rinden homenajes, se renuevan y encuentran como éste revolucionario, la salida firme frente a toda adversidad.

 

Sentido del momento histórico

 

Primero fue un hijo del pueblo, desde muy joven se entregó en cuerpo y alma a la libertad, al sueño de Bolívar y Martí, a los anhelos de justicia y revolución de Nuestra América, al tiempo que nos lo contemporizó y abundó para las nuevas generaciones. Bebió de la tragedia de nuestros pueblos sojuzgados por el capitalismo imperialista y comenzó sus primeros días de combate, en las aulas, en el asalto al cuartel, en la cárcel, en la emigración.

 

Cuba con respecto al resto de América sufrió un gran retraso en el desarrollo de su conciencia nacional y su carácter de nación debido fundamentalmente a condiciones especiales por su ubicación estratégica en el atlántico a la entrada de Latinoamérica, como último bastión del colonialismo español, también a problemas de constante emigración e inmigración, el racismo y las ataduras económicas vitales para la incipiente burguesía y los terratenientes con respecto a la metrópoli. Pero desde este retraso, en a mediados del siglo XX daría el más grande salto en las revoluciones de nuestro subcontinente.

 

Aún antes de nacer como país independiente padeció la frustrante situación de ser botín de transferencia después de 30 años de lucha independentista contra la corona española, quedando a principios del siglo XX a merced del imperialismo norteamericano en complicidad con las clases poseedoras (latifundistas, industriales, grandes comerciantes, azucareros y ganaderos). Tal sería el contexto de la infancia y primera juventud de Fidel Castro Ruz que nació en 1926.

 

El imperialismo norteamericano penetró profundamente en la economía del país, convirtiéndolo en abastecedor de materias primas y terreno fértil para la exportación de capitales, mantuvo bajo su férula a la oligarquía nativa, controló sus importaciones y exportaciones, impidió el desarrollo económico en general de la isla, controló su política interior y exterior, e impulsó normas jurídicas para la invasión en caso de que sus intereses lo requirieran. Pronto el país-colonia se vio envuelto en las redes estranguladoras del imperialismo y la oligarquía nativa que se dedicaron a saquear sus riquezas y hundir a las masas en la ruina. Con un desempleo del 25%, la economía cubana languideció y sufrió los estragos del neocolonialismo en las condiciones de país fundamentalmente agrícola y mono-productor de caña de azúcar.

 

Permanentemente el imperialismo sostuvo como única alternativa política las dictaduras más feroces para reprimir a las masas descontentas, que se agruparon alrededor de distintas organizaciones que sucesivamente fueron creándose.

 

Esta situación marcaría una constante lucha por conquistar la liberación nacional, puesta en el centro por la acción del pueblo cubano que fueron derribando dictadura tras dictadura: El gobierno conservador de Tomás Estrada Palma terminó con una insurrección de la burguesía y pequeña burguesía liberal en 1906, a éste gobierno le siguió la intervención yanqui, luego entre 1909 y 1913 padeció un gobierno liberal, de 1913 hasta 1921 se suceden gobiernos oligárquicos, después (1921-1925) un gobierno liberal empantanado en corrupciones, al que le relevará la sangrienta dictadura de Machado que cayó estrepitosamente en 1933 con un poderoso movimiento nacional desaprovechado por las dos organizaciones con más posibilidades de canalizar la lucha de ese momento (el viejo Partido Comunista y Joven Cuba).

 

Entonces dieron inicio gobiernos controlados por las jerarquías militares abanderadas por Batista, hasta que éste sin más fue electo gobernante en 1940, habiendo contado con el apoyo del viejo PC que para entonces navegaba en el democratismo, al gobierno de Batista siguieron en 1944 otros dos gobiernos corruptos sin escrúpulos, que defraudaron al pueblo; desplazados finalmente por un nuevo golpe de estado de Batista en 1952 derribado por los barbudos del pueblo en 1959 cuando ya Fidel era el inspirador de la resistencia popular y la victoria revolucionaria.

 

Sin embargo era claro que todas estas luchas de liberación nacional y progreso industrial, en lo que respecta al Partido Comunista de entonces, iban convirtiéndose en lo fundamental de su estrategia, al grado de fundirse con el Partido Unión Revolucionaria con el argumento de alcanzar la unidad sindical que desencadenaría el gran movimiento de unidad sindical y fundar la Confederación de Trabajadores de Cuba. Confundiendo de ésta forma entre lo que debe ser la vanguardia clasista y el papel y alcances de la unidad con las fuerzas dispuestas a ello pero que no propugnan los principios revolucionarios. Posteriormente en 1940 participan en el proceso que dio paso a la Constitución y que consolidó el gobierno de Batista; más adelante, en 1945, ya como Partido Socialista Popular de lleno en el contagio colaboracionista se dedicaron a desarrollar una línea de “colaboración entre los patrones y los obreros”; a continuación apoyaron con votos la candidatura de Grau San Martín, que una vez en el poder, continuó la represión y la corrupción; después el PSP se consagró a fortalecer su alianza con el partido democrático-burgués de Eduardo Chibás, el Partido del Pueblo Cubano conocido como la Ortodoxia, partido que por su escrupuloso legalismo burgués desaprovechó las expectativas generadas y las enormes simpatías de las masas en el año de 1952, posibilitando el golpe de estado de Fulgencio Batista. “Errores” de línea que décadas después para justificarles se diría que fueron “efectos detonantes de la frustración democrática.”

 

Ante la crisis económica y política del régimen, en los años 40s y 50s se desarrolló ampliamente el movimiento de las masas en acciones de sabotaje, huelgas políticas y protestas estudiantiles, obreras, campesinas, de militares patriotas y de empleados, que pese al anticomunismo rampante y a la represión en general (20,000 muertos entre 1952-1958) mantuvieron su combatividad y progresaron en su unidad y organización, aunque en lo ideológico sufrieron la influencia del reformismo soviético (en particular el PC que adoptó sus tesis), que no les permitió ver el desarrollo de las condiciones que generarían una situación revolucionaria, al igual que las ataduras legal burguesas de la Ortodoxia.

 

Para los años 50s las principales organizaciones en lucha con un programa nacionalista, democrático y revolucionario, bajo un accionar radical a tono con las condiciones de la lucha de clases, fueron las que surgen en esta década: el Directorio Revolucionario y el Movimiento 26 de Julio (M26-7), y el Partido Socialista Popular, aunque este último con una tendencia moderada respecto de las otras, y un apego más riguroso a las banderas de la revolución democrática nacional.

 

Con el golpe de Estado en marzo de 1952 Batista disuelve el Parlamento, depone a las autoridades menores y rompe la legalidad democrático-burguesa para afirmar el poder militar conservador de la oligarquía nativa y del imperialismo. Esta situación pone en marcha al movimiento de masas por todo el país, en 1952, el pueblo repudia el golpe militar y sus intentos por encubrirse de “legalidad”. A partir de éste momento, el descontento y acción de las masas será el pan de cada día.

 

Al siguiente año el 26 de julio se produce el mítico asalto al cuartel Moncada, por los revolucionarios cubanos, punto de referencia para crear una concepción sobre la lucha revolucionaria. Esta acción pese a que inmediatamente fue sofocada, generó expectativas de lucha entre las masas y sus dirigentes, aunque no determinó el rumbo inmediato de la revolución como se proponían Fidel Castro y sus seguidores en la idea de tomar armas y pasarlas al pueblo; la experiencia les enseñaron y dotó de condiciones políticas y morales mucho más amplias. Permitió la multiplicación de grupos de revolucionarios patriotas que más adelante se fundieron en el Movimiento 26 de julio dispuestos a enfrentar a la dictadura dentro de su visión militarista. Cabe destacar que a pesar de ésta desviación y de que los fidelistas nunca dejaron de acentuar el papel de la guerrilla rural en las condiciones de Cuba, sus fuerzas políticas estuvieron en las ciudades de Santiago y La Habana.

 

El programa que Fidel Castro desarrolla en su defensa ante el tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba el 26 de octubre de 1953, plantea en principio un contenido nacionalista, democrático y revolucionario que recupere la constitucionalidad y ponga en pie algunas reforma que activen el crecimiento económico y fortalezcan a las industrias afectadas por el neocolonialismo, haciendo énfasis en el mercado interno. La historia le seguirá absolviendo por su entrada en escena, por la generación de un enorme movimiento a partir de esos hechos.

 

Entre 1954 y 1955 el movimiento obrero salió a la lucha con renovada energía pese al oportunismo y la traición de sus burocracias sindicales, agudizando las dificultades del régimen para sostenerse, con ello, las protestas de la población se expandieron. El régimen a la par de ejercer la cruel represión, trató de corromper a las masas, desorientarlas por medio de los politiqueros, pero a pesar de ello en la atmósfera prevalecía el deseo de luchar, la confianza en el nuevo líder revolucionario.

 

Para quienes también tuvo influencia inmediata el 26 de julio fue para la juventud y los estudiantes que en el combate contra el régimen desde 1954, avanzando en 1955 a la formación del Directorio Revolucionario que se proclama por la liberación, la justicia y la república nueva; y hasta el triunfo de la revolución, emprenderán acciones formidables, convirtiéndose en un bastión de la lucha de masas. Igualmente en 1955 otro grupo juvenil atacó el cuartel Goicuría en Matanzas, quedando completamente exterminado. Todo ello sería constituiría la propaganda más eficaz contra la propia dictadura.

 

En tanto para 1955 se crea el Movimiento 26 de Julio, y en 1956, a un año de sufrir la expatriación retornan en el mes de diciembre como tripulantes del Granma, a la par se activa el movimiento de respaldo a los guerrilleros. La guerrilla obtuvo sus primeras victorias en 1957, en los momentos en que el movimiento de masas se iba extendiendo en las ciudades. En este mismo año el 13 de marzo se produjo el intento de ajusticiamiento a Batista por parte del Directorio Revolucionario, y otro grupo tomaba la radio para hacer llamados a la población a sumarse al movimiento.

 

El 5 de septiembre de 1957 miembros de la marina de guerra se apoderaron de la base naval de Cienfuegos y junto con los del 26 de Julio tomaron la ciudad librando batalla desigual contra las fuerzas del régimen batistiano.

 

Al tiempo que la guerrilla se expandía en el país con unos cuantos miles, en abril de 1958 se desata una huelga general a la cual le faltó desarrollarse por completo, por falta de empreño en su organización, propagandización y a la visión reformista; pero con todo, influyó en todo el país para incrementar la decisión de luchar en el resto de la población.

 

Por ese periodo también se destacó la aparición de núcleos guerrilleros en Las Villas y Pinar del Río, que trasladaban la guerra de guerrillas al centro y occidente de Cuba e influían dando nuevos incentivos a la lucha general.

 

En estas circunstancias Cuba había pasado a ser un eslabón crítico de la cadena imperialista, y lo inimaginable, a unas cuantas millas del corazón de la bestia. Entonces de último momento el régimen maniobró convocando a elecciones, pero fue infructuoso, el pueblo no atendió las argucias de sacar a Batista y mantener la dictadura. Batista perdió el apoyo de la burguesía cubana, y los imperialistas le impusieron un embargo de armas, apostando a pactar con los nuevos gobernantes que pudiesen llegar. El ejército (50,000 hombres) corroído por la desmoralización en sus filas se replegó a posiciones defensivas en las ciudades y los cuarteles. La firme postura de Fidel, las y los revolucionarios, los explotados y oprimidos de Cuba, habían llegado al fruto maduro de la revolución, “revolución es sentido del momento histórico, es cambiar todo lo que debe ser cambiado”.

 

Con las acciones de 1958 y la profundización de la crisis político-económica del régimen, se llegó al punto de génesis de una situación revolucionaria con sus rasgos concretos:

 

  • Los explotados y oprimidos adquieren conciencia de su enemigo de clase y lo combaten.

 

  • El régimen ya no puede sostenerse como hasta entonces lo ha venido haciendo, ni las masas están dispuestas a someterse.

 

  • La burguesía, al depender exclusivamente de la dictadura y contar con organizaciones en crisis y sin arraigo entre las masas, se tornó extremadamente débil. Apostó todo a Batista.

 

  • La burguesía cubana no supo ni quiso comprometerse en un proceso de democratización de sus instituciones y de la vida social, dada incluso sus formas de propiedad y de acumulación que no estuvo dispuesta a readecuar y/o desarrollar. Por eso, desde Miami seguirá frustrada.

 

  • La crisis económica y la política represiva del régimen no hizo más que acentuar el odio de las masas contra el Estado y las clases poseedoras.

 

  • La influencia de la combatividad de los destacamentos obreros avanzados, campesinos, pequeña burguesía urbana, estudiantiles y guerrilleros impregnó la conciencia de las más amplias capas populares.

 

  • La determinación revolucionaria se afianzó en el núcleo dirigente y le permitió llevar adelante la consecuente victoria desafiando tradiciones, esquemas y formas.

 

En diciembre se desata la ofensiva de los frentes guerrilleros con el apoyo decisivo de la población y su aclamación entusiasta, entrando el año de 1959, ese primero de enero, con la caída de Santiago de Cuba y Santa Clara. Batista huye con sus principales hombres, e inmediatamente la burguesía trata de crear un “gobierno constitucional”, a lo que el mando central guerrillero y del movimiento de masas que ya detenta Fidel y su equipo lanzan dos llamados de trascendental importancia: la huelga general y la marcha de los guerrilleros sobre La Habana, ambas son emprendidas con vigor y consolidan el triunfo revolucionario sobre la dictadura.

 

Los mitos del papel central del grupo guerrillero como piedra nodal de la teoría del “foco” definitivamente no corresponden al desarrollo de la revolución cubana, aunque han sido el núcleo fundamental que empujó sus procesos. En principio de cuenta fue la lucha de las masas al propagarse por todas partes lo que derrumbó al régimen, más que una guerrilla, sin denostar su clarísima importancia en el centro del proceso revolucionario y su sine qua non. De los muertos que ocasionó la dictadura, 19,000 correspondieron a la ciudad y 1000 al campo, esto debemos de verlo como una enorme contribución al proceso. La guerrilla enfrenta al régimen hiriéndole política, militar y moralmente, el pueblo le hería con la paralización de sus centros fabriles, sus ciudades y sus centrales azucareras, ambos elementos del todo, del proceso de la revolución cubana se apoyan y combaten al régimen. Fidel manifestó en algún momento que la relación entre la guerrilla y el ejército regular era de 1 a 500, llegando a ser “invencible” debido a la intensidad de la lucha de las masas sin fusil.

 

Es desafiar poderosas fuerzas dominantes

 

Con el ascenso de la lucha de clases de las masas del campo y la ciudad, surgió entre las organizaciones combatientes, la necesidad de cimentar su unidad para dirigir al pueblo en torno a un programa común y asegurar las victorias obtenidas.

 

En dicho proceso, se notaron sustanciales desacuerdos consistentes en varios aspectos como: ¿quién debía ejercer la dirección?, ¿dónde se encontraba la vanguardia?, ¿cómo se debía desplegar la lucha?, ¿cuál era el factor fundamental en la revolución?, ¿cuál sería el programa revolucionario?

 

En las condiciones de descabezamiento de los mejores representantes del Partido Comunista por parte de la dictadura Batistiana y de su descomposición política esto era indispensable, y no importa que solo hasta ese periodo fuera a darse tal paso, la cuestión que verdaderamente interesa para el curso de toda revolución es cómo finalmente se solucionan estos problemas, pues fácilmente podía ocurrir lo de siempre, alguna fracción oligárquica aprovecharía la confusión de los revolucionarios para hacerse del poder tal cual se encuentra constituido, sin crear un nuevo contrapoder revolucionario.

 

Para el Movimiento 26 de Julio se trataba de crear una “fuerza móvil estratégica” que conduciría desde el campo la lucha revolucionaria, consagrándose todo su trabajo a tender hilos entre todas sus organizaciones y el resto, para que se les canalizaran recursos y se aceptara su mando, para las fuerzas de la ciudad, se trataba en ese momento de desarrollar la huelga general como preámbulo a la lucha armada general dirigida desde la ciudad al frente del Directorio, del PSP y de las propias y mayoritarias fuerzas urbanas del M26-7. En todo esto las organizaciones desarrollaron sus argumentos en torno a la conveniencia política, al desgaste del régimen la represión en las ciudades, etc. que posteriormente servirían de base a los grupos guerrilleros por toda América Latina.

 

La cuestión de la dirección se resolvió en torno a la huelga general de abril de 1958. Las circunstancias en que tuvo lugar la huelga general de 1958, considerada por el protagonismo guerrillero como un fracaso, denunciando además haber sido víctimas del subjetivismo “de los civiles” de la ciudad que “engañaron a Fidel” con respecto a las posibilidades de éxito; el M26-7 canalizó estos hechos y sus recientes éxitos en la guerra de guerrillas para implantar la reestructuración de la dirección y romper las trabas a que la guerrilla (ya denominada como el Ejército Rebelde) pasara a ser el dirigente nacional en contraposición con lo que esperaban las otras organizaciones.

 

Tal era la visión, la crítica al elemento pequeño burgués de la ciudad, un rompimiento respecto de los reformismos y una perspectiva de éxito inmediato en la apuesta fidelista en tanto visión estratégica ya prefigurada. Tal era un cambio político táctico-estratégico del castroguevarismo que previo a la huelga general, en una carta a Nasin, Fidel comenta al respecto: “Si logra (Batista) aplastar la huelga, no resolvería nada; nosotros seguiríamos luchando, y dentro de seis meses, su situación será peor.”

 

Aunque en los años posteriores Fidel y el Che se retractaran de haber impulsado la huelga general, al “no haber interpretado correctamente la realidad”, puesto que además, según sus opiniones, el “llano” sigue siendo pequeño burgués y a que ellos (los guerrilleros) no eran partidarios de la lucha armada general (Che Guevara, prólogo al libro El partido marxista-leninista). El hecho es que el 12 de marzo de 1958 en un manifiesto público, redactado por Fidel, el M26-7, reconocía que: “La estrategia del golpe decisivo se basa en la huelga general revolucionaria, secundada por la acción armada... La acción revolucionaria debe irse intensificando progresivamente a partir de este instante, hasta desembocar en la huelga, que será ordenada en el momento culminante... La huelga general y la lucha armada proseguirán resueltamente si una junta militar intentase apoderarse del gobierno...”, más la vida enseña a superar algunas creencias arraigadas en la tradición de los procesos de lucha inculcados allende los mares, a continuación pasaba a la distribución de tareas a cada organización.

 

Tras la consigna de “salvar a la revolución del llano”, el M26-7 impuso la visión de dar una salida de dirección político-militar de cerco a las ciudades y supeditación del movimiento de masas, bajo el precepto de que “la guerrilla es la vanguardia armada” (Che Guevara). Finalmente en el proceso la guerrilla no fue lo definitivo para el triunfo de la revolución como posteriormente en algunos momentos se reconoció sin dejar de apuntalar en el enfoque del “motor pequeño que enciende al motor grande.” La dirección castroguevarista revolucionaria estuvo en condiciones de ejercer un papel dirigente.

 

El programa de los revolucionarios cubanos fue madurando y robusteciéndose, al tiempo que abandonaba sus primeras tibiezas de antaño, a consecuencia de la envergadura que cobró la lucha de las masas, trastocándose en patriotismo revolucionario. La orientación de clase de los revolucionarios cubanos, pronto abarcó a todo el pueblo en términos de garantizar una vida democrática, pero al principio errando en algunas prácticas en términos de la definición de las acciones a emprender una vez tomado el poder fueron en pro del desarrollo de la pequeña burguesía y la burguesía industrial en su concepción del bloque nacionalista criollo, como tuvieron que reconocer en distintos momentos.

 

Las luchas de las masas contra la dictadura, con todo su heroísmo, y el carácter de clase revolucionario pequeño burgués de su dirección política fueron definiendo e imponiendo las banderas del movimiento. El programa de los revolucionarios cubanos se configuró un ideario revolucionario, martiano, latinoamericano, antiimperialista y socialista.

 

 

Cambiar todo lo que debe ser cambiado

 

Fidel Castro se encargó de ir delineando el programa de la revolución, en distintos momentos del proceso, sin embargo aparecen ya expresados en el Manifiesto de la Sierra del 12 de junio de 1957.

 

Sus las líneas fundamentales de dicho programa son:

 

  1. Formación de un frente cívico-revolucionario con una estrategia común de lucha.

 

  1. Designar desde ahora una figura llamada a presidir el gobierno provisional, cuya elección en prenda de desinterés por parte de los líderes oposicionistas y de imparcialidad por el que resulte señalado, quede a cargo del conjunto de instituciones cívicas.

 

  1. Declarar al país que, dada la gravedad de los acontecimientos, no hay otra solución posible que la renuncia del dictador y entrega del poder a la figura que cuente con la confianza y el respaldo mayoritario de la nación, expresado a través de sus organizaciones representativas.

 

  1. Declarar que el frente cívico-revolucionario no invoca ni acepta la mediación o intervención alguna de otra nación en los asuntos internos de Cuba. Que, en cambio, respalda las denuncias que por violación de derechos humanos han hecho los emigrados cubanos ante los organismos internacionales y pide al gobierno de los Estados Unidos que en tanto persista el actual régimen de terror y dictadura, suspenda todos los envíos de armas a Cuba.

 

  1. Declarar que el frente cívico-revolucionario, por tradición republicana e independentista, no aceptaría que gobernara provisionalmente la república ningún tipo de junta militar.

 

  1. Declarar que el frente cívico-revolucionario alberga el propósito de apartar al ejército de la política y garantizar la intangibilidad de los institutos armados. Que los militares nada tienen que temer del pueblo cubano y sí de la camarilla corrompida que los envía a la muerte en una lucha fratricida.

 

  1. Declarar bajo formal promesa que el gobierno provisional celebrará elecciones generales para todos los cargos del Estado, las provincias y los municipios en el término de un año bajo las normas de la Constitución del 40 y el Código Electoral del 43 y entregará el poder inmediatamente al candidato que resulte electo.

 

  1. Declarar que el gobierno provisional deberá ajustar su misión al siguiente programa: Libertad inmediata para todos los presos políticos. civiles y militares. Garantía absoluta a la libertad de información, a la prensa radial y escrita y de todos los derechos individuales y políticos garantizados por la Constitución. Designación de alcaldes provisionales en todos los municipios. previa consulta con las instituciones cívicas de la localidad. Supresión del peculado en todas sus formas y adopción de medidas que tiendan a incrementar la eficiencia de todos los organismos del Estado. Establecimiento de la carrera administrativa. Democratización de la política sindical promoviendo elecciones libres en todos los sindicatos y federaciones de industrias. Inicio inmediato de una intensa campaña contra el analfabetismo y de educación cívica, exaltando los deberes y derechos que tiene el ciudadano con la sociedad y con la patria. Sentar las bases para una reforma agraria que tienda a la distribución de las tierras baldías y a convertir en propietarios a todos los colonos, aparceros, arrendatarios y precaristas que posean pequeñas parcelas de tierra, bien sean propiedad del Estado o particulares. Previa indemnización a los anteriores propietarios. Adopción de una política financiera sana que resguarde la estabilidad de nuestra moneda y tienda a utilizar el crédito de la nación en obras reproductivas. Aceleración del proceso de industrialización y creación de nuevos empleos.”

 

 

Sobre este programa, en el marco del desarrollo exponencial de los objetivos de la revolución, posteriormente se esclareció que no importaban sino los resultados de detentar el poder, sin darle motivo al imperialismo de que pudiese atacar de inmediato un programa abiertamente comunista, sin embargo, en los primeros dos años la revolución se consolidó en los aspectos de ese programa, defendido a toda costa.

 

En este programa, queda claro que:

 

  1. El poder no se transfiere a una clase social distinta, sino a figuras de oposición o dignas de mantener los cargos.

 

  1. Genera la expectativa de que si el pueblo eliminaba a Batista, apartaba a los militares y detenía su política represiva, podría buscarse otras soluciones.

 

  1. Queda muy explícito su apego a la constitución democrático burguesa de 1940.

 

  1. La propiedad privada y en especial la monopolista queda incólume, solo se toca tangencialmente la propiedad agraria en desuso, quedando pendiente la reivindicación campesina y obrera sobre los medios de producción.

 

 

Pero la revolución es también una escuela de enseñanzas, no es una tabla rígida que no pueda ampliarse gracias a sus necesidades y renovadas experiencias, por ello también Fidel pasaría de líder de una revolución a comandante de la historia, corrigiendo rumbo y adecuándose a las circunstancias de la Cuba que en adelante permanecería como una fortaleza asediada.

 

Con el triunfo de la revolución el 1 de enero de 1959, Cuba tomó vida democrática como república, de entrada se liquidaron los instrumentos represivos, y la marcha comenzó en aparente confluencia de intereses entre capitalistas internacionales, burgueses nacionalistas, pequeña burguesía y proletariado. El Gobierno Provisional parecía estar ligado a intereses burgueses y pequeños burgueses, pero también los de las clases explotadas; lo que entrañaba contradicciones e inmediatas colusiones.

 

Con vigor se hizo hincapié en la educación política de las masas, la organización de los campesinos, la gran misión alfabetizadora, la necesidad de implementar un proceso de industrialización, el aumento a los salarios, una política fiscal estricta y la reducción del costo de la vida, lo cual, a pesar de ser conquistas serias, no cubría las expectativas generadas.

 

Bajo estas condiciones, con la creciente exigencia de las masas y de algunos destacados dirigentes (Che Guevara), se prepararon los pasos para la reforma agraria, iniciándose por la “concientización” de la sociedad, los obreros, los industriales, y los ciudadanos en general, pero de hecho se intentaba pactar con todas las clases, y fue uno de los primeros problemas serios por los que se atravesó, al evidenciarse la resistencia de la gran burguesía, el imperialismo y algunos colados en el poder.

 

La acción movilizadora del pueblo cubano no decayó y al contrario fue creciendo. Para el 1° de mayo en el primer año de la revolución se vio su combatividad y decisión en el desfile de las milicias populares y su respaldo, de tal manera que al acentuar su accionar político se pudo lograr que se promulgara la ley de reforma agraria que rebasaba la anterior consigna de nacionalizar las tierras baldías. Pero no dejaba de estar aún en un plano insatisfactorio el día 17 de mayo de 1959, asestando un duro golpe a las empresas extranjeras y a los grandes terratenientes (no así a la burguesía y mediana burguesía en el campo), lo que fue un nuevo elemento para agudizar las contradicciones en el campo.

 

La idea que se sostuvo en primer plano era garantizarle a la burguesía y pequeña burguesía el intercambio de mercancías para la realización del capital, y efectivamente eso coincidía con los intereses de la burguesía industrial de que esto fortalecería la producción y la mejoría de la industria con el crecimiento del mercado interno. Mientras la revolución se nutría de sus vertiginosas experiencias, las clases opresoras lo querían todo, y fracasaron en ello perdiéndolo todo.

 

La revolución empezó a marchar con la reforma agraria tal cual había sido planteada, sin embargo no satisfacía las necesidades de las masas, al tiempo que se hacía evidente la dimensión profunda de los problemas del país.

 

A la resistencia de los terratenientes siguió la de la prensa confiscada, y el sabotaje de los industriales y grandes comerciantes a fines de 1959, de los cuales a algunos se les confiscó también de sus bienes. Los imperialistas pasaron a sostener una política hostil contra el régimen, se le privó de combustible, y entrado el año de 1960 redujeron la cuota de importación azucarera en la idea de copar las posibilidades de la revolución y hacerla claudicar, finalmente esta visión imperialista y de la oligarquía cubana fue muy torpe, adoleció de falta de capacidad para maniobrar (algo que no aprendieron de sus padres ingleses), y adoptó una carga tremenda de soberbia.

 

Tales cuestiones generaron la iniciativa de la dirigencia cubana de aproximarse a la URSS para abrir nuevas posibilidades de avanzar, algo que no supieron prever los imperialistas, pues estaban convencidos que los cubanos no desacatarían el gran mandato americano de no establecer relaciones con otra potencia sin la venia de sus señorías, esta cuestión y las relaciones que de inmediato se pudieron establecer con los países de Europa del este, dibujó un nuevo escenario que los imperialistas no supieron evitar.

 

Pero bueno, estos factores aún no serían tan determinantes como más adelante. La revolución cubana contaba con sus reservas internas propias de su situación.

 

Los imperialistas y la oligarquía tampoco valoraron en sus justas dimensiones ni el alcance del valor del patriotismo y nacionalismo cubano arraigado en las masas, ni las complicaciones de la situación ante el creciente respaldo de los pueblos del mundo a la revolución cubana y su dirección política. De tal forma que sus “amarres” internacionales abiertamente reaccionarios e intervensionistas para bloquear económica y políticamente al país y estrangularlo, gozaron del repudio general, sin poder alcanzar sus objetivos de aislar al pueblo cubano del contexto internacional.

 

Especialmente a partir de octubre de 1960 se dio paso en mayor grado a las nacionalizaciones de empresas productivas, bienes malversados, inmobiliarias, el comercio, la banca y de enseñanza al tiempo que los revolucionarios empezaron a plantearse oficialmente la perspectiva del socialismo. Para ese momento prácticamente el núcleo fundamental de la economía cubana había sido nacionalizado.

 

Una contradicción cobraba fuerza: los imperialistas no estaban dispuestos a que se les sustrajeran las tierras sin o en uso a ningún precio, ni sus empresas, ni otros capitales; consideraban además que una reforma mínima, en las condiciones revolucionarias de Cuba podría generar reformas más profundas, como de hecho ocurrirían más adelante; la oligarquía reaccionaria cubana tampoco estaba dispuesta a ser expropiada en lo más mínimo; de igual forma la burguesía azucarera vio en la reforma agraria una política contraria a sus intereses y de peligrosa influencia; para los industriales la revolución dejó de ser atractiva; a su vez, en la cuestión de la dependencia respecto de Estados Unidos, los imperialistas consideraban necesario afirmar los pactos anteriores con el régimen de Batista, exigiendo además que en el nuevo gobierno estuvieran representadas las camarillas de la oligarquía.

 

La evidencia del traslado de poder al proceso revolucionario tampoco fue satisfactoria para las clases poseedoras, ni mucho menos la agitación reinante entre las masas; la inicial organización del Estado sufrió cambios sustanciales que incrementaban la organización del pueblo cubano, afirmaban el papel de sus organizaciones para ejercer cierto nivel de control sobre las burguesías y creaban gérmenes de instancias estatales (Instituto Nacional de la Reforma Agraria) con vigilancia de las masas, al tiempo que los revolucionarios cubanos se acuerpaban en un proceso de unidad organizativa, que culminaría más adelante con la formación del Partido Comunista Cubano.

 

En consecuencia, la contradicción se agudizó rápidamente ante la firmeza y disposición de lucha de las masas, muchas veces velada por las formas protagonistas y de la enorme figura de Fidel. Las presiones, chantajes y sabotajes del imperialismo y de la oligarquía nativa desplazada del poder se acrecentaron, su actitud provocadora y preparatoria de la contrarrevolución se fue haciendo cada vez más evidente. La reacción fue confabulándose con los imperialistas en la invasión a Playa Girón en abril de 1961, momento mismo (día 16) en que los revolucionarios cubanos identifican la revolución como “socialista y democrática.”

 

En otro plano, cabe destacar que no fue una idea guardada en secreto la que desencadenó nuevas fuerzas al seno de las masas, sino la precipitación de los acontecimientos que sin lugar a dudas Fidel Castro tuvo la visión estratégica de saber interpretar e identificar con su presencia puesta en juego.

 

Fidel como patriota revolucionario fue más realista al respecto: “...Y es lógico que cuando se es actor en una contienda, como lo es el pueblo de Cuba hoy día, el pueblo aprenda y el pueblo comprenda muchas cosas que de otra forma no habría llegado a comprender jamás. Eso tenemos que ir agradeciéndoles a los acontecimientos que se van sucediendo: que nos hayan enseñado, sobre todo, qué papel desempeña cada cual en esta lucha.” (Discurso del 16 de julio de 1960).

 

La pequeña burguesía que no podía romper con los preceptos clásicos del democratismo burgués y su confianza en el papel de la propiedad privada, definitivamente era empujada por las capas más arruinadas de su propia clase, del proletariado y del campesinado a avanzar a nuevos estrados de la lucha; y de esta manera, la dirigencia del conjunto de las fuerzas se lanzó a abanderar el despliegue de fuerzas populares.

 

Emanciparnos por nosotros mismos

 

Como quedó asentado en la historia, con la determinación del ejército cubano y la total combatividad del pueblo, Playa Girón fue un golpe contundente contra la gran oligarquía y el imperialismo en términos de que quedaron al margen del poder político y económico en la isla, con ello, se crearon condiciones nuevas y con nuevos problemas, la revolución se reconvertía velozmente.

 

Sin lugar a dudas el pueblo cubano avanzó mucho más en la satisfacción de sus necesidades que el resto de los pueblos de América Latina bajo la llamada “Alianza para el Progreso”. Las conquistas económicas del pueblo cubano fueron amplias, se dotaron de nuevas industrias, la agricultura se mecanizó en cierto grado, una nueva y más profunda reforma agraria tuvo lugar desplazando a la clase capitalista del campo, la industria se volvió propiedad del Estado, el desempleo disminuyó drásticamente, las condiciones de trabajo mejoraron, se forjaron nuevos técnicos, se abrieron escuelas por todo el país, la enseñanza se hizo pública y se masificó, el analfabetismo fue erradicado casi por completo, la asistencia médica manifestó un crecimiento sin precedentes en América y el mundo, aumentó la esperanza de vida para la población colocándose en las primeras del mundo, el producto social global creció continuamente, aumentaron las expectativas de las masas; en general, las condiciones de vida del pueblo mejoraron sustancialmente en comparación con su existencia prerrevolucionaria. Pero todos estos factores estaban encadenados a una estructura agrario-industrial dependiente que a pesar de los cambios siguió manteniendo su esencia.

 

Por ejemplo, en los mejores momentos de la etapa posrevolucionaria, las exportaciones cubanas consistieron en azúcar, tabaco, níquel, mariscos y varias otras mercancías agrícolas, 83% de las cuales se enviaban a la ex URSS y a la Europa Oriental, en tanto que de esos países Cuba importaba mercancías manufacturadas, maquinaria y alimentos, todo ello se dijo era parte de una “especialización” internacional; sobre la que ya tendrían necesidad de autocrítica cuando aquel bloque se desplomó. Sería una relación ventajosa pero que iría produciendo, a la vista de todos, una peligrosa dependencia, aun cuando el bloque soviético no se hubiese desmoronado, pues creaba a la larga, un encadenamiento al complejo industrial soviético, las relaciones de intercambio se tornaban desiguales tan solo por la simple relación del valor incorporado a los productos.

 

Con los recursos venidos de la producción material, los subsidios de los países del bloque y la URSS, el Estado cubano hizo cuantiosas inversiones en la infraestructura agrario-industrial, su adaptación a los patrones tecnológicos soviéticos y este-europeos, desarrollo de algunas otras industrias y en la solución de los problemas emergentes de las masas en estrecha relación con el crecimiento económico, la productividad y el afianzamiento de las estructuras institucionales, adquiriendo gran consenso y respaldo popular.

 

En contrapartida la revolución cubana no alcanzaría un nivel de desarrollo industrial en áreas importantes de la producción de minerales, donde contaron con importantes reservas estratégicas mundiales. En general dichos recursos tan codiciados por los imperialistas eran extraídos y exportados sin instalarse procesos de transformación sustanciales que abrieran brechas de una seria industria pesada.

 

Evidentemente, la revolución amplió su base de apoyo, desarrolló nuevas medidas de consenso de masas, los mecanismos de poder estuvieron más conectados con las organizaciones; y aun así, la revolución no cambió su carácter de clase, el socialismo que se estaba creando se condicionaba a factores internos y externos, pero ¿qué proceso de esta envergadura no ha contado con dificultades? Podrán resolverse las viejas, pero siempre se tendrán nuevas problemáticas que superar si se quiere alcanzar la emancipación del yugo capitalista.

 

Desde octubre de 1960, bajo las terribles condiciones del criminal bloqueo comercial, económico y financiero de Estados Unidos en contra de Cuba, Los mecanismos y formas como se involucraba el pueblo en tareas productivas, y otras tareas en lo administrativo y social, aseguraba a la vez el desarrollo paulatino de una nueva democracia y la conciencia de clase para la defensa de la patria y el socialismo.

 

El referente de socialismo que estaban impulsando en la isla, atravesaba por una fase de regresión e implosión no ajena a las miradas críticas. La URSS y las democracias populares de Europa del este se descomponían a poderes de dominación de manera cada vez más peligrosa para sus sociedades. Nuevamente surgían las leyes del mercado, la burocracia estatal se transformaba en los nuevos explotadores de las masas desde la administración pública, mediante un delicado proceso de apropiación de las ganancias en función a los sueldos, también su actividad económica empezaba a decrecer al convenir así a las burocracias para adquirir también nuevos fondos del Estado en el entendido de subsidiar a sus empresas, donde lo principal era mantener sus elevadas prebendas y el poder sobre las mismas, la clase obrera y el campesinado manifestaban síntomas de empobrecimiento continuo. Y en medio de todo este mundo turbulento se levantaban Cuba y Fidel como ejemplos de dignidad, de búsqueda de un camino de libertad. El gran error que hemos cometido es suponer que alguien sabía cómo se construye el socialismo.

 

No puede decirse que en todo se saliera bien librados, los aciertos y errores se hacían presentes. Igual suerte corrió la asimilación ideológica, lo que los cubanos en un tiempo debían adoptar era el sermón dogmático, pero seguían resistiendo. Fidel Castro y el Che no cuadraron en esa problemática, su pensamiento rebelde se sublevaba ante los doctrinarismos y los intentos de nuevas dependencias.

 

Llegaban a los problemas del burocratismo en la estructura política y económica, grave situación que sigue siendo un reto para los procesos de lucha contemporáneos y el surgimiento de la democracia popular. A principios de los años 70s el salario medio mensual de los obreros agrícolas oscilaba entre los 75 y los 138 pesos cubanos, el de los obreros industriales, del transporte, de la construcción y los técnicos estaba entre los 75 y los 231 pesos, el de los dirigentes y funcionarios administrativos según sus distintas categorías iba de 100 a 231 en las inferiores, y en las de alto poder de mando partía de 250 a 350 pesos, lo cual era muy representativo de la nueva dificultad política, siendo en las retribuciones salariales adicionales (llamadas “plus salarial”), las ventajas porcentuales se proyectaban con fuerza en la medida en que se ascendía en las escalas (particularmente entre administrativos y dirigentes) y aunque la mayoría de los trabajadores percibían dichos “plus”, su nivel resultaba inferior, lo que disminuía la percepción neta en el grueso de los trabajadores del campo y la ciudad, verdaderos creadores de la riqueza material, con respecto de la de los dirigentes y administradores.

 

La reforma salarial de febrero de 1980 que en el corto plazo benefició a los trabajadores con un aumento del 13.3 % a los salarios, pasando el mínimo de 75 a 85 pesos, en realidad ampliaba la brecha con respecto a los salarios máximos cuyos beneficiarios fueron los altos dirigentes, los técnicos científicos altamente calificados y los funcionarios de empresas, que pasaron a un aumento cercano al 28.6 %, pasando de 350 pesos a 450. En medio de las difíciles condiciones actuales de la economía cubana, en 1999, la correspondencia pasó a ser de 100 pesos el salario mínimo y 700 pesos el máximo. De esta forma la escala salarial entre el más alto y el más bajo cambió su relación de 1 : 4.6 (aunque las cuentas oficiales cubanas hablasen de una relación de 1 : 3.1, estas cifras han sido obtenidas de acuerdo a sus propios informes), a la de 1 : 5.3 a principios de los años 80s. A fines de los 90s la relación era ya de 1 : 7.

 

Lo que nos dice clarito, cuán corta es la brecha de ingresos en la isla. Por algo es considerada una de las sociedades menos desiguales del mundo, puesto que al mismo tiempo llevó la cultura, la salud, la seguridad y otros tantos beneficios que en la mayoría de nuestros pueblos sólo se añoran.

 

La dificultad sigue existiendo, nadie la pude negar, al pueblo cubano y sólo a él le toca seguir resolviendo sus problemas como hasta ahora, más luego de soportar en la última década del siglo XX, el llamado periodo especial no exento de proezas del pueblo y Estado cubanos, y la autocrítica de Fidel respecto de los errores incurridos en relación con la URSS y el burocratismo que privilegiaba “el nivel de responsabilidad” al nivel de productividad.

 

Las dificultades del periodo han llevado al arribo de medidas de corte mercantil en aras de resolver sus problemas urgentes. El director de empresa fue adquiriendo continuamente más facultades de poder entre ellas el “dirigir” a los trabajadores para que incrementen su productividad, designar y remover al personal dirigente, suscribir los contratos de trabajo, decidir sobre el arrendamiento de medios ociosos, abrir y cerrar cuentas bancarias de la empresa, pignorar bienes de la empresa, Sostener un organigrama administrativo de funcionamiento en cadena de mando superior a inferior, entre algunas más. El poder y facultades del Director le permiten el control de recursos y hombres para sacar partida material, aun cumpliendo las normas gubernamentales.

 

En las difíciles condiciones en los últimos años transcurridos desde la desaparición del bloque soviético, que desde un poco antes venía limitando sus “contribuciones” a Cuba, es en el pueblo en que recae con fuerza el peso de las dificultades económicas. Ante sus desventajas, enfrentó un innovador mecanismo de adquisición de combustibles con Venezuela bajo el esquema de intercambio de petróleo por médicos cubanos que ponen en alto su heroicidad y sacrificio.

 

Los cambios estructurales sobre los que ahora se asientan las condiciones y luchas de Cuba consisten en: 1.- Apertura al capital extranjero, 2.- desarrollo del turismo en la captación de divisas, 3.- descentralización del comercio exterior. Facilidades para que las empresas extranjeras realicen comercio exterior, abran oficinas bancarias y representaciones comerciales, 4.- despenalización de la tenencia de divisas, 5.- cooperativización del sector estatal agropecuario, para la capitalización de acuerdo a sus posibilidades, 6.- incremento de precios y especulación, 7.- reforzamiento del burocratismo, 8.- apertura de los mercados de productos agropecuarios, industriales y artesanales, 9.- extensión del trabajo por cuenta propia, 10.- apertura de embajadas con Estados Unidos.

 

Estos son favorables al proceso, pero también al capital y a la acumulación capitalista interna, especialmente de aquellos ligados al poder político económico, redibujando el escenario de las clases sociales en Cuba, quedando integrado por el sector estatal al mando de la burocracia, sector cooperativo en la agricultura, campesinado, trabajadores privados, capas medias, intelectuales y cultores populares, y empresas mixtas de capital extranjero. “Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades”. Entre otras cosas, sostener sistemáticamente la crítica y la autocrítica en relación con los temas los derechos sociales, el desarrollo del pensamiento revolucionario, las nuevas condiciones de lucha de clases general y sus múltiples agendas, del cuestionamiento y destrucción del burocratismo, el carácter del poder, las relaciones sociales, el sentido de la democracia y su detentación; lecciones vitales para nuestros procesos democráticos y revolucionarios pero todavía poco estimuladas en sus diversos escenarios.

 

Fidel ha dejado a Cuba posicionada de un elevado prestigio ante la mirada de los pueblos, su solidaridad no ha tenido límites, su apoyo a los procesos de lucha, sus aportes estratégicos en las luchas de otros continentes, su combate en las causas justas de la humanidad y contra los imperialistas superó todas las pruebas. Fidel hizo su labor, cumplió con su destino de consagrarse a ser este gran ejemplo, cancerbero de la revolución, amigo de los pueblos, presente de alguna forma en todas las luchas. Los imperialistas no pueden con él, se quedaron con las ganas, y los pueblos con su cariño y enseñanzas, Cuba se metió en el alma digna de los pueblos de Latinoamérica y el Caribe para quienes siempre tuvo ideas de unidad popular y revolucionaria.

 

Fidel cierra su ciclo y abre la era, pese a las dificultades del país y las posibles salidas que la reacción interna y externa tratará de dar en mejores ventajas, estamos convencidos de que la clase obrera y los pueblos de Cuba saldrán vencedores en las luchas y cambios por venir para impulsar la renovación del socialismo, cómo les quedan luchas, cómo les quedan batallas.

 

El hombre inesperado, el Maestro que propulsó una transformación revolucionaria por encima de paradigmas, dificultades y contra todo pronóstico, ha vencido al imperialismo y a todas las fuerzas retrógradas del capitalismo. Quien siempre supo rectificar errores y afianzar verdades, Fidel, es expresión de la cultura y dignidad cubana, se creció sobre la marcha de la lucha revolucionaria del pueblo, y como él lo dijo sin pensar acaso que se estaba definiendo íntegramente, es defender valores de lo que se cree, al precio de cualquier sacrificio, es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo…es luchar por nuestro sueño de justicia para Cuba y para el mundo.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/182000
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