Somalia: Urnas y kalashnikovs

17/11/2016
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kalashnikov
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El próximo 30 de noviembre, según se espera, se realizaran elecciones presidenciales en Somalia, mientras que desde el 23 de octubre al 10 de noviembre se desarrollaron las elecciones parlamentarias, de las que todavía se desconoce el resultado final.

 

De los 10 millones y medio de somalíes, solo votaran 13750 representantes, que a su vez fueron elegidos por un consejo de 135 líderes tribales o bokors. A su vez el presidente del Parlamento y la Cámara Alta del legislativo serán elegidos recién el próximo 23 de noviembre.

 

Todo el proceso electoral debería haber finalizado el 30 de octubre, pero el gobierno decidió postergarlo, excusándose fundamentalmente en el alambicado sistema de reparto de poder y cargos entre los seis clanes mayoritarios del país, que a la vez se subdividen en múltiples ramas.

 

Aunque sin duda la verdadera razón o la razón de mayor peso, es la inseguridad que asola a la nación africana desde hace más de 25 años, donde distintos señores de la guerra y subsidiarias de al-Qaeda y el Daesh, disputan entre si y con las fuerzas federales acompañadas por las tropas de la AMISOM (compuestas de efectivos de diez países de la Unión Africana: Kenya, Yibuti, Uganda, entre otras)  y dos pequeñas milicias el Movimiento Ras-kamboni y el grupo Ahlu Sunna Waljama´a, que intentan con poco éxito, controlar los avances de las fuerzas salafistas.

 

Queda claro, entonces, que nada puede ser más difícil que organizar elecciones en un país que no existe, donde un estado anémico en una sociedad anárquica, con millones de desplazados, que sufre periódicas hambrunas y sumergido en sucesivos conflictos armados desde 1991 hasta la actualidad, que han convertido a Somalia en el epitome del Estado Fallido.

 

En agosto último, el Foro Nacional de Líderes (NFL) había anunciado la creación de un sistema de partidos, con el fin de agilizar las cuestiones políticas, aunque concretar el nuevo sistema llevaría por los menos dos años.

 

La precaria situación política somalí actúa como reactivo para que principalmente organizaciones fundamentalistas, si bien con avances y retrocesos, sean lo suficientemente poderosas para desorganizar cualquier intento por normalizar, aunque sea burocráticamente, el país.

 

El actual presidente, Hassan Sheikh Mohamud, elegido en 2012 por un número todavía menor de electores no ha logrado extender su poder real, que apenas alcanza a unos pocos cientos de metros de la sede de gobierno en la capital, Mogadiscio.

 

A pesar de que las autoridades somalíes han reclamado la colaboración de naciones vecinas para contener el accionar de los fundamentalistas poco y nada se ha logrado.

 

El miércoles 16 de noviembre, un líder tribal, que trabajaba en un colegio electoral de la localidad de Adadio en el centro del país, fue asesinado por miembros de las fuerzas de seguridad de la región semiautónoma de Galmudug, lo que permite entrever otro de los graves problemas del país que es la disgregación, como ya ha sucedido con Somalilandia, independizado de Mogadiscio desde 1991, aunque sin reconocimiento oficial, y Puntland, autoproclamado estado independiente desde 1998.

 

Si bien Somalia carece de todo y es un estado inviable, por el que Occidente y en particular las políticas norteamericanas respecto al Cuerno de África, no han provocado más que caos, el verdadero gran problema son los grupos fundamentalistas que emergieron de la Unión de Cortes Islámicas, una organización surgida en 2000 tras la guerra civil.

 

El Corán por la Constitución  

 

El grupo salafista más activo y conocido de Somalia es Harakat al-Shabaab al-Muyahidin, perteneciente a la red global de al-Qaeda, protagonista de innumerables atentados no solo en Somalia sino también en Kenia y Etiopia. Opuestos a cualquier tipo solución “democrática” pugna por la creación de un estado islámico regido por el la sharía o ley coránica.

 

Desde el anunció de las elecciones en Somalia al-Shabaab, se ha lanzado a tratar de impedir su concreción.

 

A finales de octubre realizó ataques tanto en Kenia como en Somalia. El primero se produjo contra el hotel Bisharo de la localidad keniata de Mandera, próxima a la frontera con Somalia. Los salafistas hicieron estallar bombas caseras, para abrir las puertas del edificio, para enseguida, muy al estilo de al-Shabbab, avanzar hacia el interior asesinando a todo quien se le cruce. Entre los restos del hotel se encontraron los cuerpos de una docena de huéspedes. 

 

 Otro comando, en este caso suicida, hizo volar un camión cargado de explosivos, en una base de las fuerzas de Yibuti pertenecientes a AMISOM, en Beledweyne, capital de la provincia de Hiran, 300 kilómetros al norte de Mogadiscio.

 

Tras la explosión, una decena de combatientes se enfrentó con los soldados de la base, produciéndoles cerca de 10 bajas.

 

La misión de la AMISON, comunicó que todos los terroristas habían muerto, al tiempo que Abdiasis Abu Musab, el portavoz para las operaciones militares de al-Shababb, adjudicaba los atentados a la organización salafista y también comunicaba el asesinato, el lunes anterior, de un miembro de la inteligencia somalí.

 

El grupo al-Shababb ha sido responsable en septiembre de 2013 del ataque contra el centro comercial Westgate en Nairobi (Kenia) que dejó 67 muertos; un centenar de muertos en julio de 2014 en diferentes localidades veraniegas de Mpeketoni, sur de Kenia, y en abril de 2015, el ataque contra la universidad de Garissa, en el este de Kenia, sin duda el golpe más letal de la organización somalí en el país vecino dejando 148 estudiantes muertos y otro centenar de heridos.

 

Por su parte, una facción del Daesh recientemente escindida de al-Shababb tomó la ciudad portuaria norteña de Qandala después de enfrentarse con fuerzas de Puntland el 26 de octubre pasado.

 

Este es el primer golpe importante dado por el Daesh en el cuerno africano, desde su formación en octubre de 2015. El grupo esta dirigido por un ex capitán de al-Shababb Abdulqadr Mumin.

 

Cuando se conoció la deserción de Mumin, se informó que solo lo habían seguido 20 de sus 300 hombres a cargo en Puntland, aunque ahora se cree que el número pudo haber sido mayor o que ya estén recibiendo combatientes exteriores particularmente fugitivos de Irak y Siria, donde las fuerzas de Estado Islámico, están viviendo su peor momento.

 

Estado Islámico se ha adjudicado más de una docena de ataques, incluso en la capital somalí, lo que,  de comprobarse,  determinaría que las autoridades centrales tendrían dos grupos terroristas, por el norte Daesh y el sur al-Shabbab, en condición de movilizarse y golpear de manera contundente.

 

Las presencia de las dos organizaciones fundamentalistas en el país es el anunció de una posible guerra entre ellos, como se ha dado ya en Siria y de alguna manera también en Afganistán donde milicianos del Califa Ibrahim, han tenido la osadía de enfrentar al Talibán.

 

Estado Islámico, desde hace casi dos años, intentaba establecer una base en Somalia, y seducir a combatientes al-Shabaab. Por lo que el líder de al-Shababb, el emir Ahmad Umar (o Abu Ubaidah) amenazó con ejecutar a todos los traidores.

 

Tras el anuncio, la organización se ha lanzado a una cacería interna, motorizado por su activo y eficiente servicio de inteligencia Amniyat, que se ha encargado de detectar y eliminar a posibles traidores o desertores.

 

 En diciembre último, Amniyat ejecutó al veterano combatiente de al-Shababb,  Mohammed Makkawi Ibrahim, responsable del atentado contra el diplomático norteamericano John Granville, miembro de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional y su chofer en Jartum, Sudán, en enero de 2008.

 

El 7 de diciembre de 2015 Bashir Abu Numan, otro antiguo comandante de al-Shabaab, que había emigrado al Daesh, fue detectado y ejecutado por el temible Amniyat.

 

Somalia, desde hace décadas se ha convertido en un país que solo genera guerras y refugiados, por lo que la puja entre las urnas y las kalashnikov, es muy factible que ganen los últimos.

 

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.

 

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