La lucha que sigue en América Latina: ¡nuestros cuerpos, nuestros territorios!

¡Berta Cáceres vive!

16/06/2016
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 berta caceres
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¡Despertemos, despertemos humanidad! Ya no hay tiempo, nuestras conciencias serán sacudidas por el hecho de estar sólo contemplando la autodestrucción, basada en la depredación capitalista, racista y patriarcal. La Madre Tierra militarizada, cercada, envenenada, donde se violan sistemáticamente los derechos elementales, nos exige actuar.”

 

Construyamos entonces, sociedades capaces de coexistir de manera justa, digna y por la vida. Juntémonos y sigamos con esperanza defendiendo y cuidando la sangre de la tierra y los espíritus" Berta Cáceres [1]

 

En la víspera al 8 de marzo, día internacional de lucha de las mujeres, nos encontramos con la terrible noticia del asesinato de Berta Cáceres Flores, en Honduras. Bertita, como era llamada por las/os compañeras/os, era una líder indígena, feminista, defensora de la tierra, el agua y de los derechos de los pueblos. Parte fundamental en la resistencia al golpe de Estado, sufrido por el ex-presidente Manuel Zelaya, en 2009, denunció la mano imperialista de Estados Unidos (en la figura de la entonces secretaria de Estado, Hilary Clinton, hoy en día candidata a la presidencia de aquel país) y el avance de sus bases militares en la región.

 

Militante de los derechos humanos, Berta, especialmente en el contexto posterior al golpe, hizo denuncias sistemáticas sobre las diversas violaciones a derechos vividas en Honduras, sobre la criminalización de los movimientos populares como el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (COPINH) [2], del que era coordinadora; y de manera trágica, del exterminio creciente de líderes de su pueblo Lenca por fuerzas armadas paraestatales, como las que se sospecha, la victimaron.

 

El llamado de las aguas fue sentido por Berta y por su pueblo que continúa la valiosa resistencia contra el avance de los grandes proyectos mineros e hidroeléctricos en sus territorios, especialmente en la defensa del Río Gualcarque, objeto de ambición desmedida por parte de la empresa energética DESA-Sinohydro y del Estado hondureño.

 

Berta vivía y denunciaba los retrocesos en la garantía de derechos frente al avance de la derecha y de sus proyectos de muerte en América Latina. Grandes corporaciones transnacionales adentrándose cada día en este suelo sagrado, con anuencia de los Estados, expropiando vidas y sueños. Con coraje, denunció a los cuatro vientos, la relación entre la ofensiva extractivista con la creciente militarización de los territorios en Abya Yala. Lo hacía siempre resaltando que la violencia inherente a estos procesos es también sexista y racista. Cada pedazo de tierra, cada pedazo de suelo. Más, en estos casos, los impactos sobre las vidas de las mujeres permanecen todavía silenciados. El protagonismo femenino en los frentes de lucha, también ¿Cuántas mujeres resisten a los grandes proyectos de muerte que avanzan día tras día en América Latina y en la periferia global? Luchadoras incansables, invisibilizadas, pues se movilizan en las dificultades y en lo subterráneo de la disputa por el control de sus territorios.

 

Cotidianidad de lucha

 

Para que veamos estos impactos necesitamos mirar también. Precisamos comprender una dimensión de todo lo que envuelve las vidas en lo cotidiano. La conformación de las condiciones de vida cotidianas de quienes habitan en los territorios. Cotidiano es lo que hacemos todos los días para vivir y sobrevivir: es lo que comemos, el agua que bebemos, el trabajo en la casa y en la calle, las niñas y niños que cuidamos, la huerta que plantamos, la casa en donde moramos, los trayectos que hacemos, las relaciones sociales en que nos insertamos. Cotidiano es el Río Gualcarque que quieren destruir en Honduras, es el Río Madeira en Rondonia, es la Bahía Sepetiba en Río de Janeiro. Es el lugar donde se come, de donde se saca el sustento. Es el transporte para la casa, el matrimonio, es el amor, es el sexo. Cotidiano es donde nos situamos, en cuanto sujetas de cuerpo, mente y espíritu. Socialmente las mujeres son responsabilizadas de los cuidados, protagonizando la cotidiana garantía de producción de la vida. No es gratuito que estén en la línea de frente de estas batallas.

 

Berta Cáceres era y es, todas nosotras. Como dijo de manera reciente su compañera de lucha Miriam Miranda, Berta vive en todos los espacios de lucha, son millares de Bertas ahí, para luchar. Bertita era una gran líder, reconocida internacionalmente, protegida por una serie de organizaciones de derechos humanos. Aun así, ella no fue asesinada en un mitin o en una marcha, como tantas otras figuras públicas, masculinas, en la historia. Berta fue asesinada en su casa, en su cama. Lugar donde tantas otras Bertas son violentadas y asesinadas todos los días. Hay un elemento muy fuerte incorporado en su asesinato, que es directo y que entendemos desde nuestro sentir feminista. La violencia contra nuestros territorios es una expresión de violencia más contra nuestros cuerpos. La violencia contra nosotras, mujeres, es resultado de la correlación de fuerzas en el marco de disputas por el control territorial. ¡No retrocederemos! ¡Continuaremos luchando y exponiendo que la violencia que nos afecta es instrumental para el avance del capital patriarcal, racista y colonial!

 

A fines de 2015, Francisca das Chagas Silva, mujer negra, quilombola, luchadora del campo e integrante del Sindicato de Trabajadores Rurales de Miranda del Norte, en Maranhao, fue brutalmente asesinada con señales que dejaban claro, a nosotras, mujeres, un mensaje de subyugación sexual. Un mes antes de ser asesinada Francisca Margarita, marchaba por las calles de Brasilia al igual que otras tantas flores, trabajadoras del campo, los bosques y las aguas, además de las trabajadoras de las ciudades, que ocupaban las calles demandando un proceso de desarrollo democrático, con garantía de igualdad, libertad, autonomía y justicia. Nilce de Souza Magalhães, Nilcinha, era pescadora, ribereña, militante del Movimiento de Afectadas/os por Represas (MAB) en Rondonia y desapareció semanas después del asesinato de Francisca Margarita. Desapareció de su casa, cuando cocinaba el almuerzo y lavaba la ropa. Nilcinha era una líder local contra las Hidroeléctricas de San Antonio y Jirau en defensa de la vida, del río y del bosque, vivía en la vera del Río Madeira, donde luchaba para jamás tener que salir.

 

Dos asesinatos ocurridos en territorios disputados por el capital, expresado en minería, siderúrgicas e hidroeléctricas en Brasil. Al final, Honduras es aquí. Proyectos absolutamente fálicos por el simbolismo masculino que moviliza su grandiosidad y en la finalidad de sus actividades. Gran parte de los productos resultantes de la actividad minera y siderúrgica, por ejemplo, son destinados a alimentar la guerra contra los pueblos que resisten, como el arma que mató a Berta. Tales actividades implican impactos concretos en las vidas de las personas en los territorios usurpados-fortaleciendo las redes de explotación sexual e infantil, el tráfico de mujeres, la ruptura del tejido social cotidianamente costurado por las mujeres, expropiación de tierra y saberes, precarización y destrucción de formas alternativas de producción de vida, entre otros. Su instalación se da en territorios que presentan altísimos índices de violencia urbana y aquella que de manera específica se dirige contra las mujeres. Grandes proyectos que componen marcos de violencia estructural exacerbada, sea en el contexto de la superexplotación de trabajadores que luego se revierte también en la necesidad de afirmación de su poder sobre cuerpos femeninos y feminizados, sea en la relación que establecen con corporaciones armadas estatales y paraestatales que se benefician de nuevas economías informales, actuando como importante fuerza social disciplinadora, reproduciendo la normativa conservadora propia de la formación militarista.

 

Estos son sólo algunos ejemplos de cómo un gran proyecto de desarrollo “feminiza” el territorio para su control, subyugando todas las fuerzas y expresiones históricas que lo conformaban y generando un efecto en cadena de subordinaciones. Los cuerpos de las mujeres y otros cuerpos feminizados están implicados, estos cuerpos van siendo marcados. No se trata aquí, de llevar acabo un ejercicio de pensamiento abstracto, se trata de la vivencia y de las amenazas que se imponen cuando la violencia sobre los cuerpos es expresiva de las dinámicas de la batalla, cuando el control sobre estos cuerpos es extensivo al control sobre el territorio, aun de manera informal y silenciada, obstaculizando la reproducción de otros proyectos de vida, individuales y colectivos.

 

¿Qué decir de las mujeres en las favelas y en las periferias de las grandes ciudades que sufren el control disciplinador, todos los días, por fuerzas militares, estatales y paraestatales? Hace dos años Claudia Silva Ferreira fue asesinada por el Estado, por la policía militar de Río de Janeiro, en la calle en que vivía en Madureira cuando iba a comprar el pan y el café para el desayuno de su familia. Fue arrastrada, todavía con vida, por un auto de la policía por las calles de la Ciudad Olímpica. La ciudad nada maravillosa que cada día es fraccionada, reforzando el apartheid social existente y que asume la guerra como forma de vida. La guerra contra el pueblo trabajador, negro, que insiste en respirar y subvertir las favelas y periferias de la ciudad. Verdaderos quilombos que no difieren de la resistencia del pueblo Garífuna en Honduras, al avance del proyecto de la Ciudad Global que expropia sus territorios para la construcción de grandes complejos hoteleros. No se disocia tampoco de la lucha histórica del pueblo haitiano, ahora laboratorio de preparación de las fuerzas armadas brasileñas para la ocupación militar de “pacificación” que se inició en Río de Janeiro.

 

América Central: espejo de lo que puede venir

 

América Central es un termómetro para nuestras luchas en América Latina. Ahí, la ofensiva sobre los pueblos no se reviste siquiera de la hipocresía dominante por estos lados. Consideremos esto. América Central somos nosotros todos los días y somos ellas y ellos también.

Y son las batallas del día a día, más comunes, inaudibles muchas veces, invisibilizadas por la historia, los espacios mismos de aquellas luchadoras que logran resonar sus voces en otras escalas, son calladas, silenciadas, recordándonos a todas nosotras el lugar al que fuimos destinadas. El capitalismo avanza cada día en la tierra que pisamos. El poder del gran capital se materializa, se enraíza y nos muestra su expresión fálica, racista y terriblemente violenta en los intersticios de la vida. Un horizonte difícil se muestra al final del día.

 

Es preciso mirar lo cotidiano, aprendemos ahí potencialidades de ruptura frente a la repetición, lo sistemático. Aprendemos con aquellas que encuentran brechas y juntas, rechazan la subordinación. Excavadoras incansables, crean túneles y se movilizan en esta tierra. Esta creación política que, de suelo en suelo, construye territorios colectivos insurgentes; abre y sustenta posibilidades de co-inspiración. Berta Cáceres, Francisca das Chagas Silva, Nilce de Souza Magalhães, Claudia Silva Ferreira, tantas otras que alzaron el vuelo, por aquellas que siguen marcando caminos. Sus luchas, nuestras luchas, no serán en vano. Cargamos en la sangre la urgencia. Una urgencia histórica. La sociedad nos impone ser las guardianas de la tierra y de la vida- todos los días luchando para alimentar a su gente, tener un techo bajo el cual dormir, garantizar su salud, su bienestar, agua para beber y bañarse- no imaginaba la radicalidad que esto nos imponía, necesariamente. Radical y raíz, la que sustenta tallos y troncos, al mismo tiempo que es invisibilizada. Las raíces son fundamentales en la definición de los sentidos en que crecen las hojas y las copas de los árboles, sustentan también su milenaria resistencia. Es necesario apropiarnos de esa fuerza para avanzar.

 

El día 08 de marzo de 1917 las mujeres rusas salieron a las calles exigiendo pan, condiciones de vida dignas y marcaron el inicio de una revolución. Es preciso leer este momento a partir de nuestras trayectorias. Rescatemos, rememoremos, imaginemos, en la difícil coyuntura del 08 de marzo de 2016, nuestra historia de luchas populares en América Latina. Proyectemos los tantos protagonismos femeninos enraizados en las luchas de base. Tenemos algo que nos es propio. Raíces, agua, tierra y saberes. O, en palabras de la propia Berta Cáceres: “En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz”. Mujeres, como Berta, que nos inspiran todos los días a la construcción histórica y ancestral de nuestra fuerza colectiva e insurgente. Pase lo que pase, valdrá la pena.

 

¡Berta Cáceres, presente!

¡Francisca das Chagas Silva, presente!

¡Nilce de Souza Magalhães, presente!

¡Claudia Silva Ferreira, presente!

¡Ahora y siempre! ¡Ahora y siempre!

¡La lucha sigue!

 

Notas

 

[1] En abril de 2015, Berta Cáceres recibió el premio Goldman, uno de los más reconocidos en el mundo sobre temáticas ambientales, debido a su actuación en la defensa del territorio de su pueblo, en el enfrentamiento al Proyecto Hidroeléctrico de la transnacional china SINOHYDRO en conjunto con la empresa hondureña DESA (Desarrollo Energético-Sociedad Anónima). Desde hace años la población Lenca ya denunciaba la vulnerabilidad de los derechos al agua como fuente de vida y de la cultura frente al avance de las empresas, paramilitares y del gobierno. Fuente: http://goo.gl/wvpKBj

 

[2] La propia Berta había sido encarcelada por el gobierno autoritario de Honduras en el contexto posterior al golpe.

 

Rio de Janeiro, junio de 2016

 

Instituto Políticas Alternativas para el Cono Sur (Pacs)

https://www.alainet.org/es/articulo/178174
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