Escuelas de tiburones

06/04/2016
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Primero se construyeron viviendas a gran escala creándose enormes burbujas a un ritmo de 800.000 viviendas por año, cuando la demanda en el estado español rondaba  las 350.000. Como había que venderlas se diseñó un plan agresivo de concesión de créditos. Los que decidieron el plan sabían que corrían el riesgo de que muchos de esos créditos no podrían ser devueltos (al menos un 20%), sencillamente porque estaban bien informados de la crisis que estaba por llegar. Una lectura más amable dice que sencillamente hubo una incorrecta valoración de los riesgos. En todo caso, los créditos otorgados a particulares y a promotores de la construcción iban en aumento. Los bancos españoles no cubrían las demandas inducidas de crédito y se endeudaron con bancos de la eurozona, particularmente alemanes y franceses, para de este modo ampliar el campo del crédito. Todo un riesgo.

 

Pero los bancos jugaban con la ventaja de que llegado el caso, si la morosidad se disparaba afectándoles gravemente, serían rescatados. El gran negocio contemplaba recuperar viviendas por impagos mediante desahucios, sin finiquitar las hipotecas que las familias deberían seguir pagando. Ganaban de todos modos. Puede decirse que se trata de un robo masivo planificado y elaborado por depredadores sociales movidos por una ambición económica infinita. No hay que olvidar el principio de que en los mercados financieros siempre se actúa en base a lo que se espera que va a pasar, antes de que pase.

 

Unos decidieron y elaboraron el plan, otros lo ejecutan. Estos ejecutivos o ejecutores financieros se crean en escuelas selectas, con matrículas de decenas de miles de euros, que a golpe de másteres fabrican seres ambiciosos capaces de todo para hacerse ricos. En estas escuelas que sólo se pueden permitir hijos e hijas de familias adineradas, se estudia pero sobre todo se cultivan entornos de confianza, una especie de clubes relacionados entre sí que son los que garantizan al alumnado un trabajo de ejecutivo dos años después y hasta en un 90% de las y los matriculados. Es decir los ricos se encuentran entre ellos. En Madrid, la CUNEF, es el Colegio Universitario para Estudios Financieros. En Barcelona está ESADE, donde hizo un máster Iñaki Urdangarin. Pero la mejor escuela europea se encuentra en  Rotterdan.

 

No cabe duda que el capitalismo se está mutando a nivel global, dejando atrás el paisaje de fábricas productivas de altas chimeneas. De hecho, la actividad económica real, las empresas y empresarios dedicados a la producción efectiva de bienes y servicios, conforman un anillo marginal respecto de la inversión financiera. Sólo las grandes multinacionales juegan en la liga superior de la economía. Por lo demás se impone una actividad en la que cada vez más el dinero circula a gran velocidad buscando rentabilidad inmediata en mercados especulativos, dinero produce dinero sin pasar por crear empleo (las operaciones financieras se realizan a escala internacional y la mayoría de ellas pasando por paraísos fiscales que se encuentran estratégicamente situados en todos los usos horarios del planeta con el fin de que no quede ni un solo minuto del día sin posibilidad de ser utilizado para realizar transacciones). Atrás se va quedando la imagen del típico empresario que invierte y corre riesgos, llevado por una vocación de hacer negocio a la vez que  crea empleo y favorece un entorno social de progreso. Los tiburones del nuevo capitalismo se mofan del empresario tradicional, lo ven como una antigualla. Razón de más para proteger al empresario que arriesga y contribuye a hacer sociedad.

 

En América Latina, por ejemplo, entran y salen inversores a la misma velocidad que logran grandes beneficios. No se quedan en el país. Permanecen lo justo para obtener buenos beneficios. A continuación se van. Así funciona el modelo neoliberal también en Europa. Las fábricas de chimeneas se despliegan en países emergentes que venden acero o lo que haga falta a precios bajos. Este capitalismo de siempre se contrae mientras que el nuevo capitalismo financiero se extiende y conquista nuevos espacios y no tiene una localización precisa. Este capital es el que manda.

 

La concentración de poder en manos de la banca y de grandes corporaciones se sirve de un ejército de mercenarios salidos de las escuelas de tiburones financieros.  Son los que ejecutan los planes que responden a los intereses de los dueños del dinero, convirtiendo la economía en un casino especulativo. Ellos son los que implementan un terrorismo financiero que doblega a gobiernos y retuerce democracias, dejando desprotegida a la gente. En este casino lo que se compra y se vende son medios de pago, títulos financieros, papel por papel, una economía financiarizada.

 

Los tiburones, en un escenario de opacidad, dedican su esfuerzo a lograr máximos beneficios en el marco de crisis avivadas y consentidas por los bancos centrales. La crisis tiene paganos pero tiene también grandes beneficiados. Los que controlan el capital siempre ganan, como la banca en los casinos. Los efectos de la crisis hipotecaria, de la crisis financiera real, se traducen en una mayor rentabilidad  y en la acumulación de mayor poder de grandes inversores. La crisis convertida en negocio, para serlo, necesita de la complicidad de autoridades políticas y económicas, haciendo o no haciendo, o dejando hacer. Los bancos españoles han cerrado 2015 con grandes beneficios, particularmente Santander y BBVA.

 

Al parecer, los tiburones más grandes y agresivos se encuentran en Wall Street. Son ejecutivos que de una tacada pueden embolsarse primas de más de cuatro millones de euros, salario aparte. Conforman el universo descrito por Tom Wolfe en “La hoguera de las vanidades”. En Europa también los tenemos. Juegan el juego con las mismas cualidades: ambición sin límites, liderazgo,  capacidad de innovación, buen análisis de números, saber ocupar roles distintos, manejo de tecnologías, aislarse de toda sensibilidad social, desconsideración de la ética como pauta de comportamiento, en resumen estar movido por el deseo de ganar dinero. Vean la película “La gran apuesta”.

 

Naturalmente, no reflexiono aquí sobre ejecutivos de empresas en general, que los hay muy buena gente. Ni sobre escuelas de negocios que acogen a personas que han hecho empresariales y buscan una formación complementaria. De lo que escribo es del ejecutivo-tiburón financiero, ese leal servidor del gran capital que nada en aguas sucias. Escribo de esos ejecutivos cuyo perfil responde a los que dejaron caer Lehman Brothers.

 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/176551

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