La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular

El Papa Francisco apuntala el alcance universal del aporte de Tatik Samuel

29/02/2016
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A propósito de la estancia del Papa Francisco en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.

 

Sabemos de muy buenas fuentes que el Estado mexicano hizo todo lo posible porque el Papa Francisco en su estancia en México no fuese a San Cristóbal de Las Casas, en el estado de Chiapas, y ¡menos aun a la tumba del exobispo Samuel Ruiz García!, el defensor de las causas indígenas, promotor de la inculturación del Evangelio, sucesor del insigne Fray Bartolomé de Las Casas primer obispo de esta misma diócesis y considerado como protector universal de todos los indígenas. No querían pues lo consideraban –y aún lo consideran– enemigo del Estado. ¡Nótese!, por defender a pobres e indígenas resulta adversario del Estado. Más claro, ni el agua.

 

Pues el Papa sí fue a San Cristóbal de Las Casas y celebró ante las alrededor de cien mil personas que lograron entrar al recinto –pues miles y miles de personas aún con boleto en mano, viniendo de cañadas en la selva y montañas chiapanecas, no pudimos entrar por las actitudes de dilación y saboteadoras de los agentes de “seguridad”. El máximo jerarca católico mantuvo una actitud discreta durante toda la misa, presidiendo con conciencia y convicción la ceremonia, pero a la vez concediendo –hasta donde no alcanzaban a meterse los monaguillos vaticanos– la conducción de la ceremonia a hombres ¡y mujeres!, de los pueblos indígenas que intervinieron a lo largo de toda la ceremonia. Esto es importante, pues es claro que sus pasos, mayormente en sus viajes apostólicos, son seguidos por millones de personas de todas las latitudes.

 

Bueno, pues voy a lo esencial, pues anécdotas hay muchas. En dicha misa fueron las hermanas y los hermanos indígenas las y los concelebrantes, a su estilo, a su ritmo, con el entramado ritual de sus culturas, con sus elementos simbólicos, como el incensario de barro en manos de las mujeres para la purificación y la elevación de las plegarias.

 

El Papa Francisco comenzó su homilía con una expresión en tsotsil: Li smantal Kajvaltike toj lek (La ley del Señor es perfecta del todo y reconforta el alma).

 

De inmediato pasa a Moisés y al éxodo, refiriéndose a esa ley que haría vivir al pueblo en libertad, que sería luz para sus pasos y para acompañar el peregrinar –caminar– de su Pueblo, que había experimentado la esclavitud hasta el ¡ya basta!, el ¡no más!, de Dios.

 

Luego remite a la sabiduría acuñada en el Popol Vuh, diciendo que en él hay un anhelo que tiene sabor a tierra prometida, diciendo que en la memoria de muchos de nuestros pueblos está inscrito el anhelo de una tierra y un tiempo donde la desvalorización es superada por la fraternidad, la injusticia vencida por la solidaridad y la violencia callada por la paz.

 

El romano pontífice dijo, incluyéndose, que de muchas maneras han intentado anestesiarnos el alma y callar este anhelo, además de que, en adición, experimentamos una de las mayores crisis ambientales de la historia. Les dijo, entonces, a los pueblos: ustedes tienen mucho que enseñar a la humanidad. Hay quienes les discriminan y los despojan, continuó, pero fue entonces que tras la recomendación de aprender a decir: “¡Perdón!, él les dijo: perdón hermanos.

 

Expresándoles que el mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte –y dentro del que la Iglesia no es ajena–, los necesita a ustedes y encargándoles a los jóvenes que no se pierda la sabiduría de sus ancianos, concluyó invitando a celebrar la certeza que el Creador [y Formador] no nos abandona.

 

En este mismo marco eucarístico, se oró en tsotsil, con su propia sonoridad melancólica, resonó el canto de las caracolas y se danzó para elevar la plegaria. Y fue así como transcurrió esta celebración universal, que había sido antecedida por la autorización papal a las misas en idiomas indígenas y que como epílogo tuvo la entrega de un ejemplar de la Biblia en tseltal.

 

Concluida la celebración y después de departir con ocho hermanas y hermanos indígenas en la Curia durante la comida, se dirigió el Papa a la catedral haciendo una visita a la tumba del mediador por la paz en Chiapas, no sólo de dos minutos como le quiso imponer en su agenda el Estado mexicano después de defender su deseo de hacer esta visita, sino de más de cinco, permaneciendo en silencio orante y reverencial y llevándole flores a nuestro entrañable Tatik Samuel.

 

De esta manera, sin pronunciamientos ni aspavientos, sino con el cuerpo y la palabra, el romano pontífice concluía la estancia en la que “la piedra que desecharon los constructores pasaba a ser ahora piedra angular” de la Iglesia Universal (en alusión a aquella frase usada por Tatik en 1994 refiriéndose a los pueblos indígenas).

 

Todos los elementos simbólicos de la misa presidida por el Papa, lanzaron a Tatik a escala universal: el Papa habló en tsotsil reivindicando sus lenguas; se remitió al Éxodo, libro básico para la catequesis liberadora de nuestra Diócesis en tiempos del biblista obispo conciliar; empleó la alegoría del caminar, que fue la consigna básica del Caminante (el apelativo de uno de aquellos obispos firmantes del Pacto de las Catacumbas); hizo referencia al Ya basta liberador de Dios, que es el mismo expresado por los indígenas zapatistas aquel primero de enero del 94 que tanto incomodó a los soberbios y poderosos y que desde antes había clamado nuestro querido pastor y profeta; se refirió al texto del Popol Vuh, como una forma de reconocimiento a la “teología india” tan defendida por el obispo de los pobres e indígenas y al anhelo por la tierra prometida de los pueblos que tanto defendiese el varias veces candidato al Nobel de la Paz.

 

Igualmente el Papa Francisco hizo alusión a las tres principales características de la obra de Tatik Samuel: el entablar y consolidar una relación de hermanos con la gente de los pueblos despreciados y desvalorizados, el encumbramiento de la solidaridad a través de su proclama de la opción preferencial por los pobres de la Diócesis como forma de vencimiento a la injusticia y el poner la vida como prenda por el acallamiento de la violencia y a favor de la paz con justicia y dignidad.

 

Desde esta plataforma el jerarca católico consignó que la iglesia tiene que estar entre los pueblos “que tienen mucho que enseñarnos”, certeza por la que nuestro Tatik fuera señalado y segregado entre sus propios hermanos y por la que recibiera todo tipo de denostaciones de parte de los ricos y encumbrados; y allí mismo reconoció la validez de las misas en los idiomas que tanto apuntaló el obispo de más larga estadía en su obispado en la historia de nuestro país.

 

Toda esta pléyade de expresiones se coronaron con las flores y el silencio orante ante quien desde las cimientes de las columnas del altar mayor de la Catedral de la Paz sigue interviniendo por la paz y por la justicia, enalteciendo el legado de los pueblos indígenas. ¿Más claro?

 

Fernando Limón Aguirre

Sociólogo. flimon@ecosur.mx

 

https://www.alainet.org/es/articulo/175683
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