¿Por qué es necesaria una nueva izquierda en el Ecuador?

23/12/2014
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Tres razones explican esta necesidad:
 
1.La izquierda en el Ecuador ha fracasado sistemáticamente
2.Correa enterró a “esa izquierda”
3.Es necesaria una nueva teoría para soñar una nueva realidad.
 
Analicemos cada uno de ellos.  
 
1.    LA IZQUIERDA EN EL ECUADOR HA FRACASADO SISTEMÁTICAMENTE.
 
Hace ochenta y ocho años se fundó el Partido Socialista Ecuatoriano (PSE). En ella convergieron intelectuales de prestigio, sectores medios y de trabajadores. Los que tomaron las riendas de la dirección política e ideológica del nuevo partido fueron los intelectuales. El primer documento programático aprobado en la jornada fundacional dejó sin definición categórica el importante tema de la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, pese a haberse definido marxista.
 
            Intelectuales como Jorge Carrera Andrade, terratenientes como el coronel Juan Manuel Lasso o miembros de la bancocracia como Luis Napoleón Dillon mal podían entender el marxismo como una guía para la acción revolucionaria, apenas lo entendieron como una doctrina ética que debía disputar, en el marco de la legalidad, el favor de los sectores populares emergentes. Este pecado original la izquierda ecuatoriana (PSE y PC) lo arrastró hasta el advenimiento del régimen reformista de Rafael Correa, como veremos.
 
            Después de su fundación el PSE se enfrascó más en la disputa interna con la corriente comunista que en la reflexión y elaboración de planteamientos programáticos verdaderamente creadores que lo distinguieran de la izquierda mundial y latinoamericana, en un momento en que Mariátegui, en el Perú, comenzaba a pensar con cabeza propia. Se ha dicho que la razón principal de la división del PSE fue la existencia de un ala filo comunista; cierto que esto influyó, pero este enfoque desmerece la existencia de un sector de raigambre nacional que trataba de afianzarse en la identificación y solución de nuestros problemas. Ese socialismo nacional y revolucionario ha sido, desde entonces, atacado por el comunismo y ahogado, sin contemplaciones, por todos los matices del socialismo “patiamarillo” surgidos en los últimos ochenta y ocho años.
 
            La izquierda ecuatoriana, desde la década de los años treinta, viene participando en los procesos electorales. En cerca de un siglo nunca puso en peligro la legalidad burguesa, jamás triunfó electoralmente. Sí fue objeto mostrenco en regímenes oligárquicos como el de Galo Plaza Lasso y el del mismo Velasco Ibarra y, como negarlo, tuvo destacada participación parlamentaria en varios períodos, así como figuras individuales del arte y la cultura que le dieron lustre; pero la lucha política por el poder, siempre la perdió.
 
La disputa electoral por el apoyo popular nunca la ganó, jamás descifró con éxito su rivalidad con el caudillismo velasquista, por ejemplo. Las masas que apoyaron el velasquismo fueron consideradas, por esa izquierda, de segundo orden, casi un subproducto del capitalismo dependiente, en la errónea idea de que en países como el nuestro el sujeto revolucionario era el proletariado. Sentados a la vera del camino vociferaban contra el sistema, sin darse cuenta que la “chusma” velasquista estaba siendo manipulada por la oligarquía para reafirmar su dominación.
 
Esa izquierda era experta en justificar “teóricamente” su fracaso. Plagada de figuras notables, intelectuales destacados, doctores y sabelotodo, copaba el escenario intelectual y político y relegaba, a planos secundarios, las posiciones de raigambre nacional y revolucionaria que en él existían. El estalinismo absorbente, pese a que actuaba sobre las estructuras comunistas, terminó contaminando también al socialismo ecuatoriano, con lo cual, casi se anularon en sus filas los arrestos “heroicos y creadores” de esa mínima fracción nacionalista.
 
¿Por qué la izquierda ecuatoriana actuaba de esa manera? La extracción clasista de sus dirigentes es una de las principales razones, el doctrinarismo rampante es otra y como consecuencia la incapacidad crónica de elaborar un programa representativo de los intereses del pueblo. Esa izquierda se conformó con adscribirse a las posiciones “progresistas” más avanzadas, nunca de definir una posición programática anticapitalista y revolucionaria, como le correspondía. Fue una izquierda conceptualmente reformista cuyo accionar se circunscribía a un nivel ético-político, confrontativo en el discurso con las distintas fracciones de la derecha oligárquica. Nunca sus propuestas pusieron en peligro el poder de las clases dominantes y, cuando el pueblo presionó para hacerlo, no supo responder con eficacia revolucionaria, como sucedió en la llamada “revolución gloriosa” del 44, o en el período de la “partidocracia” o de la Revolución Ciudadana.
 
En lo que al PSE se refiere, en la década de los años sesenta (1963), se fundó el Partido Socialista Revolucionario, de la mano del doctor Manuel Agustín Aguirre. Treinta y siete años después de su fundación, el ala del socialismo nacional y revolucionario se constituía orgánica y políticamente como un partido diferenciado de la corriente electoralista y legal. Se definió como marxista-leninista, de profunda raíz nacional y opuesto a la concepción comunista de la revolución democrático-burguesa. Sostuvo que la revolución en el Ecuador tenía que ser socialista o no había revolución.
 
Soplaban los vientos de la revolución cubana y el pensamiento de Fidel Castro y el Che Guevara caía en la tierra fértil del pueblo explotado. “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución” decían los barbudos guerrilleros de Sierra Maestra. El SRE trató de estar a la altura de las circunstancias histórica, pero, a pesar de sus heroicos esfuerzos, nada concreto pudo hacer.
 
En 1978 el PSRE se integró al FADI en un esfuerzo desesperado por salir del aislamiento político en el que había caído. En el FADI el Socialismo Revolucionario hacía esfuerzos para coexistir con el comunismo reformista, pero nunca se consolidó esa alianza. Dentro de la izquierda era una unión contra natura que sólo llegaría a hacerse realidad años más tarde, cuando la fracción reformista del partido socialista liquidó, textualmente, al socialismo revolucionario. Entonces se planteó, no sólo una unidad, sino la fusión de las estructuras.
 
La participación electoral de la “izquierda unida” en el FADI volvió a fracasar. El regreso a la democracia fue consolidando las posiciones reformistas al interior de la izquierda ecuatoriana que ahora, libre de las dictaduras militares de la década de los setenta, consideraba en serio su participación electoral en la política nacional.
 
El FADI, por su cuenta, y el PSE, ya legalizado, participaron en las elecciones de 1984. El PSE candidatizó a Manuel Salgado Tamayo. El resultado fue un nuevo fracaso electoral que la veta reformista y electoralista -que ya actuaba nuevamente al interior del PSE- hace ver a Enrique Ayala con marcado entusiasmo. “Desde entonces” –dice- “quedó planteada la alternativa...” (electoral. J.O.R) Dos años después llevó ocho legisladores al parlamento. La corriente reformista no cabía de dicha, como el mismo Ayala lo demuestra: “este es, sin duda” –dice- “un triunfo electoral enorme y significativo.”[1]
 
Prevalidos de que la contienda electoral lo era todo en el accionar político de la izquierda, en 1988 el PSE hizo un pacto con el APRE para candidatizar a Frank Vargas Pasos en binomio con Enrique Ayala Mora. Los resultados fueron, una vez más, catastróficos; pero en estos antecedentes están las raíces del liquidacionismo impulsado por esos dirigentes socialistas. Ellos resumirán, en sus posiciones, todo el acumulado histórico del amarillismo socialista al haber liquidado, orgánica e ideológicamente, al socialismo revolucionario.[2] 
 
En 1988 el electoralismo “patiamarillo” dentro del PSE y de la izquierda ecuatoriana en general, ignoraba la presión que un pequeño grupo de socialistas revolucionarios hacía en su interior para recordar cuales eran las tesis originarias del socialismo nacional y revolucionario (aguirrista) que no apostaba todo a la carta electoral, sino que planteaba la necesidad de construir un partido ideológico, semi clandestino y revolucionario que se fuera adaptando orgánica y políticamente a las exigencias de la lucha social. Eran tesis válidas para toda la izquierda frente a la concepción del “partido de masas” y al desbordante entusiasmo electoral que le había inundado.[3]
 
En 1990 la izquierda vuelve al Congreso nacional, esta vez el PSE con seis diputados provinciales. No es cierto que el “éxito” se fundamentaba en una reconstitución orgánica del PSE, como dice el “historiador” ad hoc de la corriente amarilla Germán Rodas Chávez, sino en el prestigio personal de figuras locales que aprovecharon el evidente descontento popular que había en el país por el alto grado de descomposición ética y política. Toda la izquierda parlamentaria, incluido el MPD, durante los años noventa, fue parte de la más profunda corrupción alcanzada por el parlamento burgués en toda su historia. Tan radical había sido el cambio de mentalidad en las filas de la izquierda ecuatoriana que hasta hoy, figuras como las de Ayala Mora o Salgado Tamayo, incluyen, con orgullo, en sus currículos, las dignidades que ocuparon en las cloacas del poder burgués. En manos de esos dirigentes socialistas estaba la conducción del partido y la formación ideológica de su militancia.
 
El electoralismo “izquierdoso” en 1992 se presentó por separado a las elecciones presidenciales. Dentro del PSE la corriente liquidacionista y electorera encabezada por Granda y Ayala -que hacían mayoría en el seno del Comité Ejecutivo-, impuso la candidatura de León Roldós Aguilera, pese a que para entonces había sido nombrado secretario General del Partido Diego Delgado Jara que siempre defendió su condición de socialista revolucionario.[4] Los resultados volvieron a ser decepcionantes.
 
Fracaso tras fracaso, desde los años treinta, nunca un performance peligroso para los poderes establecidos. Hasta la candidatura del seudo socialista León Roldós Aguilera, la izquierda ecuatoriana seguía siendo víctima de su pecado original: tendencia legal-electoralista y ausencia de un programa de raigambre nacional y revolucionario.
 
La búsqueda de instancias competitivas en el tinglado electoral ecuatoriano llevó a la corriente reformista de la izquierda a la fusión orgánico-política del PSE con el PC. “Dicha fusión constituyó el reencuentro de las raíces históricas de la izquierda…” anota Rodas.[5] Claro, el reencuentro histórico de la corriente electoralista que había prevalecido desde el surgimiento de la izquierda en 1926, de espaldas a la izquierda nacional, revolucionaria y socialista, añado yo.
 
En el gobierno de Mahuad se produjo el feriado bancario. La corrupción institucional se desbordaba por todo lado, la partidocracia se repartía la nación a su antojo, teniendo en sus manos el férreo control de todas las funciones del Estado. Con la caída de Mahuad se inicia en el Ecuador uno de los períodos de mayor inestabilidad política de su Historia y se precipita la más profunda crisis institucional jamás conocida. El país fue víctima de las políticas de reajuste estructural dictadas por los organismos internacionales de crédito en contubernio con la partidocracia nacional.
 
En medio de esta crisis generalizada y con la presión de un pueblo que estaba dispuesto a luchar hasta las últimas consecuencias por sus derechos, la izquierda reformista y electorera, en lugar de tomar la iniciativa y proponer soluciones políticas y económicas inspiradas en las necesidades transformadoras del pueblo, se sentó en la orilla del camino a esperar que llegara el Mesías prometido y, como era de suponer, la Divina Providencia les envió el Redentor en la persona de Rafael Correa Delgado.
 
La izquierda ecuatoriana, sin excepción, se embarcó en la nave del nuevo timonel. Así es como la izquierda volvió a poner su “granito de arena” para que se consumara el acto más importante de todo proceso político, cual es, el triunfo electoral y la posesión del Estado, acto que se llevó a cabo el 10 de Agosto de 2007, teniendo a Correa como el Rey de esta creación de la, desde entonces, “izquierda boba” más oportunista del continente. Por primera vez la izquierda en el Ecuador, unida al proyecto reformista de Correa, triunfaba apoteósicamente en una contienda electoral. Había “jugado como nunca, pero perdido como siempre”.
 
 
2. ¿POR QUÉ RAFAEL CORREA SEPULTÓ DEFINITIVAMENTE A “ESA IZQUIERDA”?
 
 
La primera campaña electoral de Rafael Correa puso en movimiento a todas las fuerzas de la izquierda ecuatoriana. Un joven economista, profesor de una de las universidades más elitistas del Ecuador, se proyectaba como un líder moderno con interesantes planteamientos. Una breve experiencia como Ministro de Economía en el gobierno de Alfredo Palacio le había dado, desde adentro, la perspectiva de los principales problemas del Ecuador. Educado en un colegio guayaquileño de clase media dice haberse formado en la Teología de la Liberación y la Doctrina Social de la Iglesia.[6] En más de una ocasión ha evidenciado cuanto han influido en él los ideales del escultismo, de cuyas filas fue partícipe en su adolescencia. Su estadía en Quito le permitió participar de algunos círculos de intelectuales y analistas económicos progresistas como el del Foro Ecuador en el que se discutía la problemática nacional. Integrantes de Jubileo 2000, una ONG dedicada a estudiar la problemática de la deuda externa, acudían a esos debates, entre los cuales cabe mencionar a Ricardo Patiño, que, en sus primeros pasos por la política, estuvo cerca del socialismo ecuatoriano.
 
Después de su experiencia en el Ministerio de Economía a Rafael Correa le quedó claro que debía encontrar la forma de ser candidato a la presidencia de la república. Le faltaba el instrumento. Los acontecimientos políticos suscitados en Quito durante el año 2005 dieron lugar al surgimiento del Movimiento PAÍS. Figuras tangenciales pero cercanas a la izquierda interpretaron creativamente el momento político e iniciaron un proceso de concentración del movimiento ciudadano que había protagonizado la caída de Gutiérrez y, anteriormente, de Mahuad y Bucaram.
 
La izquierda tradicional era incapaz de tomar ninguna iniciativa. Carente de base orgánica y planteamientos programáticos propios, reclamaba para si la representación popular en un momento en que el pueblo rebasaba todo esquema. La convulsión política de ese momento convocaba a la imaginación, a la creatividad, a la audacia y al heroísmo. Ninguna de estas virtudes exhibía la izquierda tradicional que estaba paralizada, como una estatua de sal, sin saber qué hacer. Cuando Correa apareció como integrante de PAIS, (Patria Altiva i Soberana) se les prendió el foco del oportunismo y acudieron a la convocatoria de este nuevo grupo que surgía con la fuerza renovada de lo novedoso y creativo. Acudió toda la izquierda, sin excepción.[7]
 
LAS TESIS “REVOLUCIONARIAS” DEL MOVIMIENTO PAIS
 
Vale la pena recordar las tesis iniciales de PAIS porque sobre ellas se construyó el fatal experimento político que ahora comienza a hacer agua por los cuatro costados. Fue a esas tesis que la izquierda ecuatoriana plegó de forma acrítica, sin beneficio de inventario, permitiendo que se cumpliera, en la práctica, ese “pequeñísimo detalle” que en política es el triunfo electoral. Esa izquierda todavía no sale de su asombro. Busca explicaciones en tesis peregrinas como la “traición” de Rafael Correa, con el único pretexto de seguir ocultando su incapacidad rayana en la bobería.
 
“Las tesis de Movimiento PAIS se pueden resumir en tres ideas centrales” -dice Gustavo Larrea-: “todos y todas, como ciudadanos, tienen la responsabilidad de revolucionar su país; todos los ciudadanos y las ciudadanas deben luchar por una patria solidaria… y, la ciudadanía es y debe ser el actor del cambio en el Ecuador.”[8] “Frente a la deslegitimación de la clase política –que no representaba a nadie excepto a si misma-, decidimos ponerle el nombre de Revolución Ciudadana, de ciudadanos indignados.”[9] “…la “Revolución Ciudadana” no es únicamente un lema de campaña electoral, sino una concepción política que se fue forjando desde tiempos atrás, como ruptura con las tesis tradicionales de la izquierda.”, sostiene Larrea.[10] “El Movimiento PAIS recoge la esencia del movimiento forajido: no más engaños, no más los mismos de siempre, no más pactos ocultos.”[11] “Al entender a la ciudadanía como actor, se reconoce la diversidad de representantes sociales y se permite a todos y todas ser partícipes del proceso de transformación social,económica, políticay cultural. El objetivo trazado fue constituir a Movimiento PAIS como actor político, con opción real de poder, con una candidatura viable.[12]
 
 No era la izquierda ecuatoriana la que recogía la siembra del movimiento popular, el “acumulado histórico” de la protesta, era una instancia política creada por un grupo de intelectuales, tecnócratas, dirigentes de clase media, algunos dirigentes políticos de centro izquierda que captaban con mayor lucidez el momento político que vivía el país. Ninguno de ellos había militado jamás en la izquierda revolucionaria y, apenas tenían al marxismo como parte de su cultura, jamás como una doctrina rectora de su conducta política.[13]
 
Fue esta plana mayor la que tomó la iniciativa de llamar a las fuerzas de izquierda constituidas, a los movimientos sociales y a los intelectuales no orgánicos de izquierda para “marchar hacia el poder”. Como hemos dicho, la respuesta fue inmediata: la “izquierda histórica”, encabezada por el PSE-Frente-Amplio, asistió; los grupos más radicales encabezados por AVC, también y, los intelectuales de izquierda simbolizados en Xavier Ponce, igual.
 
Cuando en el 2006 se inició la campaña electoral el entusiasmo triunfalista de este grupo propuso a la nación un documento al que titularon Los Cinco Ejes Programáticos de Alianza País. Un escueto documento que parecía haber sido hecho para competir por un gobierno municipal. El márquetin comenzó a elevar la figura de Rafael Correa a posiciones estelares.[14] Al cabo de la contienda el triunfo fue para el nuevo líder. Y este es el punto.
 
 
LA IZQUIERDA “BOBA” SEPULTADA PARA SIEMPRE
 
¿Cómo una izquierda de tanta trayectoria histórica, de “ideología marxista” y no sé cuántos títulos más, plegó sin condiciones a un Movimiento nuevo, con nada que se parezca a un programa y sin fundamentos ideológicos? ¿Cómo los ex guerrilleros del AVC, cuya sangre derramada les convertía en el más alto ejemplo de lucha social en el Ecuador, cayeron desmayados en brazos de este casi improvisado Movimiento? ¿Cómo intelectuales que siempre escribieron con la mano izquierda, lo dejaron todo y se fueron tras Rafael Correa? ¿Cómo los Movimientos sociales, encabezados por la CONAIE, lo hicieron?[15]
 
La izquierda ecuatoriana en su conjunto, intelectuales orgánicos o no, junto a los movimientos sociales dirigidos o influenciados por ella, no tuvieron que hacer muchas consideraciones ante la propuesta de estos nuevos salvadores de la Patria, porque coincidían con su visión y concepciones; coincidían, incluso, en su falta de concepciones; era la izquierda reformista que, durante décadas, había estado esperando la llegada de su salvador.
 
Esa izquierda histórica, seudo marxista, seudo socialista, seudo comunista, seudo revolucionaria y colosalmente oportunista es la que le dio fibra y músculo a la candidatura de Rafael Correa; ella permitió que su nuevo “líder” se apropiara de su discurso y hasta de sus símbolos, aceptando implícita y explícitamente que sus tesis estaban equivocadas, como dice Larrea. Los dirigentes de PAIS y sus aliados saben que el concepto de “ciudadanía”, sin los referentes de las tesis de izquierda, sin su utopía, sin sus sueños, sin sus símbolos, sin sus ideólogos, inclusive, no es una categoría real, apenas una entelequia vacía que no puede ir más allá de la indignación. A esa categoría vacía, la Revolución Ciudadana le llenó con las ideas de la izquierda.
 
Así, pues, la campaña electoral del 2006 se hizo con las tesis de la izquierda, el acumulado histórico de la lucha de los movimientos sociales y el liderazgo de Rafael Correa, contra una “partidocracia” que había saqueado la nación y engordado en la corrupción. Esa izquierda, la izquierda histórica reformista, se embarcó en la propuesta electoral de Alianza PAIS, aceptando todas sus condiciones. Ochenta años demoró en encontrar su molde definitivo, con la molesta sensación de que, a pesar de su abolengo, sus títulos y trayectoria, se veía obligada a ceder la iniciativa a estos improvisados del Movimiento PAIS y su líder Rafael Correa.
 
PERO “ESA IZQUIERDA” TENIA UN AS BAJO LA MANGA
 
Pero ella tenía un as bajo la manga. Su esencia electoralista le hacía pensar que lo importante era ganar las elecciones. Por eso lo apostaron todo a Correa y su proyecto. Si llegamos, desde adentro podremos disputar el gobierno, nosotros tenemos la ideología, los cuadros y, también, la organización -pensaban. Al pensar de esa manera, esa izquierda estaba cavando su propia tumba. La táctica del camuflaje le había dado éxitos parciales a lo largo de su historia, pero ahora se trataba del poder político. Los intereses en este nivel son tan concretos como una roca basáltica, nada de espejismos. Pronto se dieron cuenta que Rafael Correa era suave por fuera y duro por dentro.
 
Se bajaron de esa nube cuando en el 2007, al inaugurar la Asamblea Constituyente, Correa lo dijo claramente: “los que vinieron con agendas propias se equivocaron.” Ya era demasiado tarde. Habían contribuido, con todo su entusiasmo, sus recursos ideológicos y su discurso al triunfo electoral del más hábil líder reformista de todos los tiempos, y, pronto entendieron que la teoría del “gobierno en disputa” era tan falsa como el cuento de Caperucita Roja. No era esta la primera vez que le pasaba lo mismo a la vieja izquierda reformista, de ahí que se justifica su marbete de “boba”.[16]
 
Pero, ¿para qué la “izquierda boba” quería disputar el poder a los correistas?, ¿para radicalizar la revolución ciudadana?, ¿para dinamitar el Estado burgués?, ¿para construir otra democracia? Nada de eso, para hacer lo mismo que Correa, pero con otro “estilo”.
 
No toda la “izquierda boba”, seamos precisos, ahora los comunistas y los socialistas renegados, los ex miristas y los ex guerrilleros y toda esa fauna oportunista aceptan su destino y se han quedado adentro para empujar el proyecto demo-burgués de Correa; los socialistas “patiamarillos” han abandonado el barco y ahora se dicen Socialistas Revolucionarios, lo que sólo nos puede causar risa. Los “resentidos”, con Alberto Acosta a la cabeza, sostienen que Correa les traicionó y no les dejó hacer el “país que querían” y al stalinismo emepedista Correa lo descuartizó sin compasión. A todos les invitó, primero, a ser parte de su proyecto. A los que se negaron, después de haber comido en su mesa, los desenmascaró y los enterró para siempre. Dentro o fuera, esa izquierda ya no existe, porque su proyecto es ahora propiedad de la Revolución Ciudadana. La que no está muerta, está agonizando.
 
LA IZQUIERDA REVOLUCIONARIA 
 
Este análisis puede hacernos pensar que no había en el Ecuador una verdadera izquierda revolucionaria. Nada puede ser más equivocado.
 
El germen primigenio de las concepciones nacionales y revolucionarias nació con la izquierda en el acto fundacional del PSE, en 1926. Esa semilla ha ido eclosionando progresivamente, desde entonces. 
 
Dijo presente, por primera vez, al saldar cuentas con la corriente comunista en 1931 y negarse, ideológica y políticamente, a convertirse en un partido consular del PC ruso. Leonardo Muñoz dice que quienes formaban esa fracción querían que se aplicara el marxismo a la realidad ecuatoriana.[17] Nombres como el de Leonardo Muñoz, Enrique Terán o José Alfredo Llerena enarbolaron, en su momento, el estandarte del socialismo nacional y revolucionario. Sin embargo, durante la década de los años treinta, muchas de estas figuras sirvieron como soporte electoral del PSE.[18] Una vez más las tareas ideológicas de pensar la realidad nacional se vieron superadas por los intereses electoreros y parlamentarios. No es que no existía un pensamiento nacional y revolucionario en el seno de la izquierda ecuatoriana, sólo que cedía a una dirección reformista y volvía a replegarse para defenderse y seguir madurando.
 
La inestabilidad política en el Ecuador de los años treinta culminó con la fraudulenta elección de Carlos Alberto Arroyo del Rio en 1940. Rodas dice que la lucha de la izquierda en estos años giró alrededor de dos ejes: “mayor democratización del país…y búsqueda de una mejor distribución de los ingresos.”[19] Ese socialismo oficial hacía esfuerzos para competir con las tesis de los partidos de la oligarquía, proponiendo a la nación un listado de medidas coyunturales y no un alcance programático proyectivo que delinease un nuevo tipo de sociedad, discutiera el tema del poder y tomara posición sobre la naturaleza del Estado, como era de esperarse de un partido de izquierda. Que no haya existido una clase obrera numerosa y definida, no justifica que la izquierda en el Ecuador no haya tenido un pensamiento revolucionario porque en eso consistía, precisamente, la aplicación creadora de la teoría política marxista alejada de las tesis oficiales del pensamiento comunista internacional. El reformismo de hoy trata de justificar el reformismo de ayer. El peso de la clase media en las filas de la izquierda, en cambio, si explica que la casi totalidad de sus dirigentes hayan provenido de este sector, así como el legalismo de su accionar y el arribismo medular que la caracterizó.
 
En 1941 el Perú invade nuestro territorio y se nos obliga a los ecuatorianos a firmar el Protocolo de Rio de Janeiro. Arroyo del Rio maneja con mano dura la nación en un momento en que crece la visibilización de los trabajadores y su protesta ante la crisis general que reina en la nación. En 1942 surgió la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador, en 1943 se convocó un Congreso Obrero, en el 44 se fundó la CTE, surgieron frentes antifascistas y, en el sector indígena, se fundó la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI). En la sociedad crecía el descontento contra Arroyo del Río y, cada vez se hacía más claro que debía dejar el poder. La oposición era total, pero quienes más activaban en contra del mandatario liberal eran las fuerzas de izquierda, PSE y PC.
 
Si bien es cierto que la efervescencia popular estaba agitada por la izquierda no se puede decir que tenía una deriva de izquierda, era el velasquismo y su líder el polo imantado que atraía las fuerzas de la oposición a Arroyo del Rio. Acción Democrática Ecuatoriana, ADE, se conformó con fuerzas políticas de todo signo: liberales, conservadores, independientes, socialistas, comunistas, bonifacistas y, sobre todo, partidarios del “Gran Ausente”, que, desde Colombia, esperaba los acontecimientos.
 
Una insurrección militar en el puerto principal dio al traste con la dictadura liberal de Arroyo, después de lo cual, en el seno de ADE, los terratenientes serranos, con el apoyo de socialistas y comunistas, propusieron el nombre de Velasco Ibarra. El líder, que sentía “latir su corazón a la izquierda”, cuando llegó, conformó un gobierno de derecha y, como premio consuelo, integró a algunos militantes de la izquierda a su gobierno. Toda la acción heroica de las masas a nivel nacional terminó en manos de la oligarquía que vio en Velasco el caudillo preciso para neutralizarlas.
 
La Constitución de 1945 fue el premio mayor de la “revolución gloriosa” del 44. Había fervor popular, el pueblo estaba movilizado, las fuerzas políticas tradicionales cuestionadas y asustadas por el despertar de las masas. Precisamente por la presión popular que comenzaba a desbordarse Velasco se proclamó dictador y entregó la revolución a la oligarquía. La más progresista Constitución del Ecuador duró apenas un año, después de la cual vino la “restauración conservadora” expresada en la Constitución de 1946, la represión velasquista y la frustración popular.
 
Esa izquierda no supo canalizar adecuadamente la lucha del pueblo. Todos los errores cometidos pueden ser atribuidos a las debilidades ideológicas de una dirección de clase media con pujos aristocráticos que no tenía visión de poder, que carecía de líderes populares, que repetía una doctrina y no era capaz de pensar su realidad; una dirección que se dejaba someter por la Historia y que no era capaz de corregirla. Con cierto pudor Rodas dice que después de la Gloriosa, socialistas y comunistas se volvieron “espectadores del reordenamiento del poder”[20] … conservador.
 
Pero las jornadas de lucha popular de la “revolución gloriosa” de 1944 calaron hondo en la conciencia popular. La intelectualidad más lúcida de la izquierda asimiló la experiencia y siguió su incansable búsqueda. Los sectores electoreros y tradicionales de la izquierda se acomodaron bajo la sombra del gamonal pro norteamericano Galo Plaza Lasso. Alejandro Moreano[21] dice que, a partir de la “gloriosa”, la izquierda del Partido Socialista comenzó a plantear la tesis de la revolución socialista. A raíz de esas jornadas de lucha la búsqueda heroica de nuevas tesis enraizadas en nuestra realidad, comenzaban a cuajar en una teoría diferenciada de las concepciones oficiales del estalinismo internacional.
 
América Latina y el mundo fueron sorprendidos al finalizar la década de los años cincuenta con el triunfo de la Revolución Cubana. Ninguna de las fuerzas de la izquierda tradicional tuvieron nada que ver con este hecho histórico, por el contrario, la revolución cubana se hizo a pesar de lo que decían los cánones internacionales del pensamiento comunista. Una “revolución dentro de la revolución” se dijo, para contrastar las tesis oficiales de los Frentes populares, las alianzas de clase y las tareas “demo-burguesas” de la izquierda. América Latina y el Ecuador, dentro de ella, vivían una profundización cruel de la crisis general del capitalismo dependiente.
 
Esas luces nuevas del pensamiento revolucionario que emanaban del triunfo cubano, captaban, como en una antena, lo mejor del pensamiento de la izquierda anterior al mismo. La corriente nacional, revolucionaria y creadora del socialismo ecuatoriano, se sintonizó de inmediato con ellas. Junto a la experiencia cercana de la “gloriosa” constituyeron la materia prima histórica inmediata con la cual, en 1963, se fundó el Partido Socialista Revolucionario Ecuatoriano. No por casualidad la intelectualidad comprometida con la lucha popular del 44 -a cuya cabeza se encontraba Manuel Agustín Aguirre-, concurrió a su fundación.
 
Ese Socialismo Revolucionario, después de casi dos décadas de lucha, llegó debilitado orgánicamente a su XXXV Congreso (1981), en el cual, la fracción electoralista vuelve a tomar las riendas del, hasta entonces, Partido Socialista Revolucionario. A nombre de la “restauración socialista”, la dirección de Víctor Granda, Enrique Ayala, Manuel Salgado, Hernán Rivadeneira, Germán Rodas y otros fueron asfixiando sistemáticamente al Socialismo Revolucionario y sustituyendo sus tesis orgánico-políticas por las del reformismo socialista que terminó, como hemos visto en líneas anteriores, en brazos de Rafael Correa Delgado. Es un cuento mañoso sostener que el SR se tomó el PSE. La tesis del “partido de masas” les pinta de cuerpo entero.
 
En el 44 Congreso del PSE, al cabo de la Dirección de Diego Delgado, esa corriente revolucionaria perdió las elecciones para la Secretaria General por apenas 46 votos.[22] Desde entonces, el electoralismo copó la acción del partido y la corriente revolucionaria, alejada de las estructuras partidarias, dispersa también, se ha dedicado a seguir reflexionando sobre nuestra realidad, sobre nuestros problemas, rescatando el espíritu de sus orígenes.
 
Ese pensamiento hoy cree que es necesario una nueva teoría para seguir soñando con una nueva realidad. Veamos.
 
 
3. ES NECESARIA UNA NUEVA TEORÍA PARA SOÑAR UNA NUEVA REALIDAD.
 
¿CUAL ES LA VERDADERA IZQUIERDA EN EL ECUADOR?
 
Después del colapso del llamado “socialismo real” una parte de la humanidad se quedó sin voz. Las fuerzas de la izquierda mundial perdieron credibilidad, no ante los representantes del capital, sino ante los humildes, los desheredados de la tierra. Ninguna experiencia de construcción del socialismo había tenido éxito, ni tan siquiera aquellas que fueron capaces de tomar distancia del modelo soviético. Los países de detrás de “la cortina de hierro” se derrumbaron junto a la ex Unión Soviética. China y Viet Nam tuvieron que ceder a la arremetida del capitalismo mundial para preservar las bases de sus sistemas conquistados a sangre y fuego.
 
En América Latina, Cuba siguió siendo la reserva moral de los revolucionarios, pero desde la caída de la URSS pocos apostaban a su modelo. Los pobres de la tierra tenían la sensación de estar a la deriva, en espera de algo que pudiera rescatarlos.
 
Hugo Chávez, después de pasar dos años en prisión, en 1998 ganó holgadamente las elecciones presidenciales en Venezuela. Siete años más tarde, en la tribuna del V Foro Social Mundial, anunciaba al mundo su intención de pasar a construir en Venezuela lo que él llamó el “socialismo del siglo XXI”. Su trayectoria en el poder, su victoria (2002), sobre los golpistas manejados por la CIA, su cercanía con la ya mítica figura de Fidel Castro, le convirtieron, paulatinamente, en la nueva imagen de la revolución latinoamericana. Esa parte de la humanidad que se había quedado sin voz, comenzaba a recuperarla. Chávez se fue convirtiendo en su portaestandarte.
 
            La experiencia fallida del socialismo real dejó huellas en un amplio sector de la población soviética que siempre creyó que el socialismo se pudo construir de otra manera. Alexander Buzgalin era un profesor ruso que así pensaba. Vinculado a la academia, en Cuba publicó un libro al que tituló El Socialismo del Futuro. En él están los gérmenes de lo que Chávez definió como el Socialismo del siglo XXI.
 
Más tarde, otro profesor, esta vez un alemán, Heinz Dieterich, definió los principales pilares del llamado socialismo del siglo XXI.[23] La reflexión de mayores alcances sobre el tema se debe al profesor canadiense Michael Lobowitz[24] y así, sucesivamente, se fueron publicando y publicitando obras sobre el nuevo socialismo. Atilio Boron, viejo comunista argentino, publicó en el 2008 Socialismo del siglo XXI.¿Hay vida después del neoliberalismo.[25]
 
¿Cómo definen todos estos autores al socialismo del siglo XXI? Están de acuerdo en algunos puntos, pero no en todos, lo que convierte a la nueva “teoría” en un laberinto con entrada y sin salida. El punto de coincidencia más sobresaliente es quizás su crítica al socialismo del siglo XX, sobre el cual existe el consenso de enterrarlo para siempre. Los otros puntos de coincidencia se derivan de éste y tienen que ver con los errores cometidos en el proceso de construcción del socialismo: el Estado faraónico, la falta de transparencia en la información, la democracia encapsulada, la economía centralmente planificada, el unipartidismo, la burocracia y etc., etc., etc.
 
Sectorizando el análisis al socialismo latinoamericano, basándose en la experiencia cubana, Dieterich, por ejemplo, sostiene que una de las causas más importantes de la caída del socialismo del siglo XX fue “la romántica noción del hombre nuevo”, o la “antinomia entre servicios públicos y consumo privado” o la “ahistórica idea de sustituir las libertades individuales por derechos de seguridad social”, con lo cual dibujan un mapa aproximado de lo que no debería ser el socialismo del siglo XXI.[26]
 
Estos novedosos planteamientos críticos a la experiencia histórica mundial del fracaso del proceso de construcción de la sociedad socialista real, fueron tomando cuerpo político desde mediados de la primera década del siglo XXI. En Brasil, en Argentina, en Chile, en Uruguay triunfaron gobiernos “progresistas” que volvieron a dar voz a esa parte de la humanidad que había quedado desamparada después del fracaso del “socialismo real”.
 
Para los ecuatorianos, la primera década del siglo XXI fue de capital importancia. Más de treinta años de dominio neoliberal habían convertido a la “partidocracia” en un desprestigiado y gastado engranaje que ya no tenía aliento para sostenerse. La reacción popular crecía en las calles y se hacía cada vez más necesaria una salida política a la situación. Como hemos explicado en líneas anteriores, la izquierda tradicional carecía de imaginación para montarse en la cresta de la ola y canalizar hacia la izquierda la protesta. Carente de planteamientos programáticos, sin líderes de alcance nacional y nulo andamiaje orgánico, tuvo que plegar a una figura joven que prometía una salida en el marco de la nueva corriente política que despuntaba en América Latina. Con el discurso de la izquierda y, con el empuje de la protesta popular, Rafael Correa triunfó en las elecciones presidenciales de 2007.
 
Al triunfo político de Rafael Correa le vino como anillo al dedo la nueva “teoría” del socialismo del siglo XXI. Después de haber subsumido en su proyecto a la izquierda histórica y liquidado prácticamente a la oposición de derecha, Correa se cubrió con el manto de la nueva teoría para irradiar hacia el exterior una imagen progresista e, incluso, revolucionaria. La crítica a los errores del socialismo del siglo XX es lo que crea esa ilusión.
 
Pero es una crítica carente de propuesta revolucionaria, lo que no es privativo de Correa, sino de toda la tendencia a nivel latinoamericano. Se trata de una crítica escatológica, que se ocupa de los residuos de un sistema muerto y con el cual ahora nadie se quiere identificar, que no llega a ser una autocrítica constructiva cuyo alcance histórico sea la superación de los errores. Es una crítica desde afuera que todo lo demuele y pretende arrancar desde cero, negando el acumulado histórico de la corriente revolucionaria mundial. Líderes como Correa se apropian de la ética socialista y niegan sus fundamentos teóricos, al decir que son partidarios de un socialismo católico para el cual no existe ni el materialismo histórico, ni el dialéctico, ni la lucha de clases, ni la violencia revolucionaria. Una versión del socialismo que se sustenta en el prestigio personal de sus líderes y no en la tendencia histórica de los pueblos.
 
Las consecuencias prácticas de semejantes concepciones inciden en el reforzamiento del capitalismo como sistema, nunca en su debilitamiento ni en el avance de la tendencia histórica transformadora de la civilización del capital, convirtiendo al llamado socialismo del siglo XXI en una teoría reaccionaria cuyo objetivo final es retrasar el cambio revolucionario y mantener la inequitativa sociedad capitalista.
 
¿Puede, en estas circunstancias, la “izquierda correista” ser la auténtica izquierda en el Ecuador? No, por supuesto. Tampoco la izquierda tradicional porque aceptó ser furgón de cola del correismo y no cuenta y, la izquierda estalinista, no supera las viejas tesis que hicieron fracasar el socialismo del siglo XX.
 
Frente a esta ofensiva generalizada de las fuerzas camufladas de la reacción es que el pensamiento revolucionario tiene que fortalecerse. Si estamos comprobando que el capitalismo agoniza globalmente, nuestra conciencia revolucionaria nos dice que tenemos que ayudarle a morir, no suministrarle oxígeno. Esa es la diferencia entre el socialismo del siglo XXI y el Sumak Kawsay Revolucionario, la nueva teoría de la revolución popular.
 
UNA NUEVA TEORIA PARA SEGUIR SOÑANDO CON UNA NUEVA REALIDAD
 
Crisis es la palabra que mejor define la situación del mundo actual. No es una crisis cíclica, esta está incluida en la crisis general de la civilización capitalista. Esa civilización que Marx pronosticó con pasmosa claridad a mediados del siglo XIX: “Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes…”[27] Durante tres siglos puso a anidar sus huevos a lo largo y ancho del planeta y ha llegado a uniformar, no sólo la economía, sino la forma de vida de toda la humanidad, borrando las diferencias vitales entre los pueblos y dentro de los pueblos. Esa civilización es la que está en crisis, una crisis total e irreversible.[28]
 
A estas alturas es evidente que el liberalismo y todas sus variantes no han podido resolver con éxito, no sólo los temas del desarrollo, sino los asuntos atinentes a otra forma de vida. El individualismo y el lucro son los pilares que sostienen al régimen actual y, ningún revolucionario, puede desviar la vista de estos problemas si tiene la honesta convicción de transformar el mundo de raíz. Los líderes reformistas de la corriente “progresista” actúan para mejorar el mundo capitalista, no para cambiarlo, ignorando conscientemente que paliar los males del capitalismo, es profundizar las lacras de la actual civilización.
 
Una “izquierda reflexiva” es ahora imprescindible si no queremos marchar sobre el mismo terreno y permitir que el enemigo avance en su demencial propósito de seguir alimentando la voraz criatura del capitalismo. “En los últimos cincuenta años, las izquierdas (todas) han contribuido a que la democracia liberal disponga de una cierta credibilidad entre las clases populares y a que los conflictos sociales se puedan resolver en paz. Como a la derecha solo le interesa la democracia en la medida en que sirve a sus intereses, las izquierdas son hoy garantía de su rescate. ¿Estarán a la altura del reto? ¿Tendrán el coraje de refundar la democracia más allá del liberalismo?[29] ¿Defenderán una democracia sólida contra la antidemocracia, que combine la democracia representativa con la democracia participativa y la directa? ¿Abogarán por una democracia anticapitalista frente a un capitalismo cada vez más antidemocrático?” increpa y pregunta el profesor brasileño Boaventura de Sousa Santos.[30]
 
Es en este espíritu que hemos enfocado críticamente el papel de la izquierda en el Ecuador desde su fundación hasta nuestros días, rescatando esa línea imperceptible que, a pesar de su debilidad, estuvo siempre presente y jamás se rompió, esa línea que apostaba por un socialismo nacional, heroico y creador, pensado con cabeza propia, pero receptivo de lo mejor del pensamiento revolucionario mundial. Esa línea es la que ahora se fortalece en las concepciones del Sumak Kawsay Revolucionario y en la plataforma programática de Ñucanchi Socialismo.
 
MARXISMO Y PENSAMIENTO ANCESTRAL, LAS DOS PARTES INTEGRADAS DE UNA MISMA TEORIA REVOLUCIONARIA: EL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO (SKR).
 
Cuando digo que la crítica al socialismo del siglo XX se la hace desde afuera, me refiero a ese sentimiento vergonzante que le quedó a la izquierda mundial después de la debacle del socialismo real. Nadie quiso cargar con el muerto. Inclusive el trotskismo, al que la historia terminó dándole razón, perdió la perspectiva de la crítica. La reacción mundial aprovechó el fracaso del socialismo real para condenar, junto a los crasos errores cometidos en el proceso mismo de la construcción del socialismo, el acto revolucionario válido de la toma del poder por parte del pueblo, con lo cual se pretende arrojar el agua sucia junto con la criatura. No es así. Lo realmente válido de la teoría marxista radica en su crítica demoledora del capitalismo, incluida la teoría del poder, no en los métodos o fórmulas de construcción del socialismo, sobre lo cual, en estricto sentido, nada, o muy poco, nos dejaron los autores clásicos. Si se ignora uno de estos dos aspectos (crítica del capitalismo o teoría del poder), nada se está haciendo por la transformación verdadera de la sociedad capitalista. Este es el caso de la seudo “teoría” del llamado “socialismo del siglo XXI”. 
 
Una autocrítica honesta del socialismo del siglo XX tiene que excluir el acto mismo de la toma del poder por parte de los explotados y la inmediata expropiación de los expropiadores, porque en eso consiste la esencia de toda revolución auténtica, no sólo la socialista.[31] Sin la violencia jacobina en la revolución francesa nunca se habría derrotado a la monarquía feudal, ni habrían triunfado los soviets, ni Mao, ni Fidel Castro.[32] La habilidad de los líderes “progresistas” de nuestra época radica en que, a pretexto de condenar los métodos de construcción de la nueva sociedad -en lo cual si tienen razón-, han satanizado la violencia revolucionaria, sin la cual no existe revolución verdadera. Hay que parar el tren de la Historia, como aconsejaba Walter Benjamin, si no queremos ir gradualmente al desastre.
 
A partir de este postulado teórico marxista de validez universal comienzan las coincidencias con el pensamiento ancestral andino, principalmente
 
LA PIEDRA ANGULAR DEL PENSAMIENTO ANCESTRAL
 
La versión light del Sumak Kawsay (Buen Vivir lo denomina el régimen correista) hace de la armonía del ser humano con la naturaleza el centro de sus concepciones. Esto no es exactamente así. La piedra angular de las concepciones ancestrales está en la noción de equilibrio: equilibrio en la producción, en la distribución, en el consumo, en la relación del ser con la naturaleza. La falta de equilibrio altera el flujo normal de energías entre los múltiples sistemas que conforman el sistema general de la vida. Un sistema social pierde el equilibrio cuando se ha permitido la acumulación de la riqueza social en pocas manos. Eso es justamente lo que sucedió en América después de la llegada de los europeos. La solución es volver al equilibrio.
 
Pero esa situación anormal puede eternizarse si no interviene la voluntad consiente del ser humano que sufre las consecuencias negativas del desequilibrio, intervención que implica el uso de la fuerza. La fuerza pone en su sitio las cosas, siempre y cuando el ciclo del desequilibrio haya llegado a su fin. De no ser así, esa fuerza no se justifica, es una fuerza destructiva. La fuerza restauradora es una fuerza necesaria. Restaurado el equilibrio la sociedad comienza a vivir en un nivel superior al anterior en un proceso cíclico eterno que va siempre de menos a más.
 
Esa “fuerza restauradora” del pensamiento ancestral andino coincide con la noción de “violencia revolucionaria” de Marx, porque es ella la que se encarga de volver a causes equilibrados los excesos de la acumulación, con lo que se demuestra que la dialéctica de la historia existe independientemente de la voluntad de los hombres y que éstos, igual como sucede con las leyes naturales, no pueden sino valerse de ellas para alcanzar sus metas trascendentes.[33]
 
Por eso sostenemos que el acto fundacional de una nueva civilización será un acto revolucionario de restauración del equilibrio perdido hace más de quinientos años.[34] Sólo a partir de aquí adquiere sentido imaginar las fórmulas o métodos, reglas o normas que el proceso de construcción de una nueva sociedad tendrá. En esto radica el desafío intelectual y teórico mayor para los revolucionarios actuales. La teoría de la democracia burguesa se gestó durante un siglo y ninguno de esos teóricos detalló las formas de construcción de la nueva sociedad, si así hubiera sido, no se habría dado el 18 Brumario.
 
De igual manera, en este cambio de época, muy poco es lo que tenemos establecido para la construcción de lo que será la antípoda de la sociedad capitalista, apenas unos cuantos alcances de Marx, el estudio inteligente de los errores del fracasado “socialismo real” y lo que el pensamiento ancestral aporta desde la historia, dándonos luces para acertar ahora y no repetir los errores del pasado.
 
Si la toma del poder y la restauración del equilibrio es el primer punto de coincidencia entre el marxismo y el pensamiento ancestral, el segundo es el régimen de propiedad.
 
UN NUEVO RÉGIMEN DE PROPIEDAD ES NECESARIO
 
 
            Las sociedades americanas pre colombinas se edificaron sobre un régimen de propiedad comunitaria. Ninguna parcialidad indígena, no importa si llegó a constituirse como un imperio o no, conocieron alguna forma de propiedad privada. La tierra era un bien común, de igual forma como es ahora el aire que respiramos. Sin esclavitud individual ni propiedad privada construyeron imperios como el del Tahuantinsuyo o el azteca. La civilización americana pre colombina sorprendió a los europeos por la perfección de sus obras materiales y, para ellos, lo insólito de su sistema productivo.
 
La sevicia europea no pudo destruir la obra material, pero fueron prolijos en destruir el sistema productivo            y satanizar sus creencias y su sabiduría, con lo cual condenaron a la esclavitud y la servidumbre a los pueblos americanos. Toda esa grandiosidad civilizatoria se hizo en base a la propiedad comunitaria de la tierra.
 
Estudiando el régimen capitalista Marx llegó a la conclusión de que se debía abolir la propiedad privada sobre los medios de producción, incluida la gran propiedad territorial. En un sentido traslaticio Marx entendió que la humanidad debía volver al régimen de propiedad comunitaria en un momento superior del desarrollo de las fuerzas productivas, lo que engarza dialécticamente con los fundamentos civilizatorios de las sociedades del Sumak Kawsay Revolucionario.
 
He aquí, entonces, los puntos principales de fusión del pensamiento ancestral con el marxismo revolucionario: fuerza restauradora e inmediata abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción, incluida la tierra. Este acto revolucionario trae como consecuencia un período de transición durante el cual se irá restableciendo el equilibrio de todos los elementos que constituyen la base real de la nueva civilización.
 
No es necesario insistir en que la abolición de la propiedad privada sobre los medios de producción no significa la abolición de la propiedad individual, ni tan siquiera de la pequeña y mediana propiedad, cosa que jamás se le ocurrió a Marx y que no está en los fundamentos del pensamiento ancestral andino, para el cual, la circulación de la riqueza social garantiza el equilibrio. El equilibrio preserva la libertad individual porque exige de cada individuo la competencia leal con sus iguales. No hay competencia cuando unos tienen inconmensurablemente más que otros, lo que determina, en la práctica, la subordinación.
 
La noción de transición se la entiende a partir de la restauración revolucionaria, no antes, porque eso nos lleva al absurdo de pensar una transición dentro del desequilibrio, lo que sólo significa ahondarlo; la transición es pos restauración, lo que permitirá el flujo armónico de los elementos. No hay, desde esta perspectiva, sociedad pos neoliberal, como sostiene el régimen correista, peor socialismo de mercado y más absurdo biosocialismo, todo lo cual se convierte en discurso vano, en una nueva forma de consolidar la dominación de las actuales fuerzas del desequilibrio.[35] La sociedad del Sumak Kawsay Revolucionario sentará, en la etapa de transición, las bases sólidas de la nueva civilización a partir de un nuevo régimen de propiedad. A eso le llamamos Ñucanchi Socialismo, Nuestro Socialismo, pensado con nuestra cabeza e insertado en el mundo.
 
LAS LINEAS TEORICAS A DESARROLLAR: TAREA IDEOLÓGICA DE LOS ACTUALES REVOLUCIONARIOS
 
Nunca un carpintero podrá hacer una mesa sin antes haberla imaginado en su cabeza, lo que no quiere decir que la saca de ella, sino que la imagina en base a su experiencia práctica y a los elementos que surgen de la realidad circundante, porque el camino de la dialéctica siempre va de la práctica a la teoría y vuelve a la práctica. Igual, toda teoría revolucionaria surge de la realidad, de ella se nutre y a ella la modifica.
 
De la teoría revolucionaria del siglo veinte, quedan sus principios esenciales, así como de la física newtoniana también quedan sus principios. Así como la cuántica no puede prescindir de la física mecánica, la nueva teoría revolucionaria no puede prescindir del marxismo. Los socialdemócratas camuflados de revolucionarios, no pueden entender esto. Usan y abusan de viejas teorías que ya no dan cuenta de la realidad.
 
Otro peligro que últimamente ha surgido es el de los chamanes “pachamamistas” que ahora pretenden pontificar el pensamiento ancestral, sin darse cuenta que no puede existir si no se abre a lo mejor del pensamiento revolucionario de occidente, que en este caso, es el marxismo. Esta nueva teoría está en proceso de surgimiento y parte, como hemos visto, de asimilar la herencia válida del marxismo revolucionario y del pensamiento ancestral andino, de donde creemos es urgente teorizar sobre aspectos fundamentales de la Nueva Civilización del Sumak Kawsay Revolucionario, como el régimen de propiedad, el dinero, el mercado, el consumo, la familia, la religión y muchos otros aspectos sobre los cuales el ser humano debe tener una posición.
 
El sujeto histórico de estos cambios radicales no será ni el proletariado, ni el campesinado, ni los sectores medios, ni las minorías, serán todos los que acepten la idea revolucionaria de que la sociedad capitalista, de seguir desarrollándose, nos precipitará en el abismo. No el ciudadano amorfo, puntal electoral de cualquier aventurero, sino el ciudadano consiente que acepte la idea básica de la necesidad de la transformación revolucionaria, de su papel personal en esa transformación y de su compromiso en las tareas de construcción de una nueva sociedad y de una nueva civilización.
 
NUEVE PREMISAS PARA CONSTRUIR LA SOCIEDAD DEL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO
 
1. Volver al equilibrio por medio de la fuerza restauradora significa estar en contra de las bases civilizatorias del Buen Vivir: el industrialismo, el extractivismo, el desarrollismo, la quema de combustibles fósiles y todas sus consecuencias. Al rescatar esta premisa de las sociedades ancestrales hacemos de ella el punto de partida de la nueva civilización del Sumak Kawsay Revolucionario.
 
2. Respetar al individuo como portador de su libertad que se convierte en libertad colectiva cuando el individuo toma conciencia de los objetivos que la sociedad persigue. El colectivismo sólo es real cuando se anula, no al individuo, sino al individualismo. La libertad individual, que está en la base de las sociedades occidentales, tiene que ser respetada.
 
3. Cambiar las bases gnoseológicas del conocimiento. El método cartesiano se ha vuelto obsoleto, tiene que ser sustituido por otro. Las nociones ancestrales del conocimiento integran la unidad, no la desintegran. Es un sistema de sistemas, en el que uno existe en función de otro y así sucesivamente hasta el infinito. Dañar uno, significa afectar el todo. Si el sistema educativo no prepara al ser en estas concepciones, no hay esperanza. La nueva civilización tiene que acercar al ser humano a la naturaleza. Los niños tienen que volver a recordar que la leche viene de la vaca y no de la funda.
 
4. La civilización del Sumak Kawsay Revolucionario debe sustentarse en la agricultura. Los bienes industriales, en última instancia, son prescindibles; los que nos da la tierra, no. La lucha por la seguridad alimentaria a nivel mundial se sustenta en esta premisa. La humanidad tiene que recuperar la memoria de que su esencia es la tierra, el agua, el viento y el fuego. Para un ciudadano de Nueva York, o de Hong Kong, será difícil aceptarlo, pero al fin, la realidad les impondrá esta verdad.
 
5. La lucha más efectiva contra el capital es controlarlo desde el Estado, lo que no quiere decir eliminarlo. Si no es posible eliminar al individuo, tampoco es posible eliminar la iniciativa individual. El emprendimiento no puede desaparecer, pero debe dar para vivir. Dar calidad, bienes perdurables. La plusvalía de su producción debe tener un límite, cuyo estándar debe ser la dignidad humana, tanto para el capitalista, como para el trabajador, así como para la naturaleza y el medio ambiente
 
6. Reducción de la plusvalía. La reducción de la plusvalía crea más oportunidades para todos los individuos, porque evita la mega concentración de la riqueza. Esto hace posible el equilibrio ancestral, superando el error del socialismo del siglo XX de la igualdad absoluta entre los seres humanos y del antagonismo irreconciliable de las clases sociales. Hoy sí existen clases diferenciadas, como una muestra monstruosa de la inequidad. Debido a la concentración de la riqueza los seres humanos han perdido hasta la esperanza. El SKR estimula la superación individual porque el ser humano recupera la confianza en su esfuerzo. El trabajo deja de ser una esclavitud, pasa a ser la base de la libertad en el marco de una competencia creadora y estimulante.
 
7. Un Estado popular que lleve adelante el SKR es necesario, pero para hacerlo tiene que estar en manos de quienes así piensan. En este nivel de desarrollo de la sociedad humana, sin ser la única, la forma más adecuada de disputar el poder es la participación política en el sistema vigente, sin descartar cualquier forma de lucha, que se adoptará cuando sea necesario. Las concepciones del SKR, donde mejor se pueden concretar, son en una estructura partidaria. De su ideología surgirá su organicidad.
 
8. Todos podremos participar de esta cruzada civilizatoria, menos los que defienden y representan el viejo capitalismo. El nuevo amanecer es obra de todos. La nave en que viajamos siete mil millones de seres humanos, más todas las especies animales y vegetales y todos los recursos naturales que tenemos para sobrevivir, no puede seguir en manos de pequeñas minorías voraces a las que poco importa la suerte de las mayorías.
 
9. Dar por superada la discusión al interior de la izquierda como requisito para avanzar en la lucha por una nueva civilización. La izquierda correista no es sino la derecha reencauchada y la izquierda estalinista, en todas sus variantes, es un lastre que impide el avance. El SKR es otra izquierda, la Nueva Izquierda que comienza a construirse sin los vicios de la vieja.[36]
 
Quito, diciembre, 2014
 
Notas
 [1] Ayala Mora, Enrique: El Partido Socialista Ecuatoriano en la Historia, Ediciones La Tierra, Quito, 1988, pg.23.
 
[2] Enrique Ayala Mora fue, después de las elecciones presidenciales de 1992, el principal impulsor de una fusión orgánica y política con el APRE de Vargas Passos. La militancia revolucionaria se opuso. En el siguiente documento, que tiene mi firma y otros, se expresan las ideas y el sentimiento de esa militancia: ¡Defendamos nuestro partido! ¡Digámosle no a la fusión!, mimeo interno, 1995, Quito.
 
[3] Sólo como una pequeña muestra de que en medio de la fiesta electoral un sector luchaba denodadamente por corregir la marcha del PSE, hago públicos los siguientes documentos: Nuestro Partido de masas es nuestro partido de cuadros, mimeo interno, 1987; Carta a La Juventud Socialista ecuatoriana, mimeo interno, 1992; Mensaje a la Juventud Socialista Revolucionaria ecuatoriana, mimeo, interno, 1993. Todos de mi autoría
 
[4] Germán Rodas sostiene que Delgado se apropió de las siglas PSRE después de que el SRE se había insertado orgánica y políticamente al SE en la década de los ochenta. Nunca sucedió tal cosa. La corriente revolucionaria fue minimizada, ignorada y combatida por el eje reformista de Ayala, Granda y el mismo Rodas. Véase: Rodas Chávez, Germán: La izquierda ecuatoriana en el siglo XX, Abya Yala, Quito, 2000, nota, pg. 162. Véase también el siguiente documento de mi autoría: Carta a Diego Delgado Jara, Secretario General del PSE, mimeo, Quito, 17 de febrero de 1992.
 
[5] Rodas Chávez, Germán: La izquierda ecuatoriana en el siglo XX, Abya Yala, Quito, 2000, pg. 165.
[6] Véase: Estado y comunes: La vía ecuatoriana, entrevista a Rafael Correa, No. 1, Semestre 1, IAEN, Quito, 2013, pg. 193.
 
[7] Véase: Larrea, Gustavo: Revolución Ciudadana, Planeta, Ecuador, Quito, 2009, pgs. 31 y 32.
 
[8] Ibídem. Pg. 21.
 
[9] Rev. Estado y comunes: La vía ecuatoriana, entrevista a Rafael Correa, pg. 194
[10] Larrea, Gustavo: pg. 20.
 
[11] Ibídem. Pg.27
 
[12] Ibídem. Pg. 29.
 
[13] Aquí una lista de quienes dieron el primer impulso al movimiento PAIS: Fander Falconí, Ricardo Patiño, Alberto Acosta, Bety Amores, Patricio Carrión, Rafael Correa, Manuela Gallegos, Raúl Carrión, Diego Landázuri, Eduardo Paredes, Gustavo Larrea, Vinicio Alvarado, Lenin Moreno, Patricio Chávez, Juan Carlos Toledo, Maria Sol Corral.
 
A ojos vista, ninguno de ellos era “sospechoso” de ser revolucionario. De tres puedo dar testimonio por haberlos conocido personalmente: Ricardo Patiño, pésimo aprendiz de socialista; Eduardo Paredes, tartufo obediente de quiénes están en el poder; Lenin Moreno, un entusiasta demócrata, nada más.
 
[14] El mismo Gustavo Larrea lo consigna en su utilísimo libro: Revolución Ciudadana: “La Dirección Nacional y el buró de campaña estaban conscientes de la importancia que tiene en un proceso político contar con un liderazgo claro y fuerte. Resolvimos que ese liderazgo debía ser asumido por Rafael Correa…”, pg. 35. Quiere decir que ellos mismos decidieron hacer de Correa un líder “claro y fuerte.” Entonces, ¿de qué se quejan ahora?
 
[15] Pablo Dávalos enfoca este problema de otra manera: él dice que Correa se sumó al movimiento indígena, cuando en realidad el movimiento indígena respaldó la propuesta de PAIS, que no es lo mismo. El enfoque de Dávalos cierra los ojos ante los errores y justifica una conducta política equivocada; el segundo convoca a la necesaria autocrítica, único camino para crecer. Véase: Dávalos Pablo: Alianza País o la reinvención del poder, Eds. Desde Abajo, Bogotá, 2014, pg. 202 y ss.
 
[16] Germán Rodas se esfuerza por quitarle a esa izquierda arrepentida -de la que es parte-, el remoquete de “boba” acusando a los partidarios de Correa de “vivísimos”. Lo que se niega a reconocer es que “bobos” y “vivísimos” son responsables del primer triunfo electoral de Rafael Correa. Que los socialistas “amarillos” ahora estén fuera del gobierno no les exime de culpa ni les convierte en revolucionarios. Estos son los temas de la polémica que Rodas reclama “de la izquierda, para la izquierda y dentro de la izquierda.” Los Socialistas Revolucionarios auténticos hemos estado esperando ese debate toda la vida. Véase: Germán Rodas e Iván Cevallos Miranda: ¿Hay una izquierda infantil y boba? En: Revista Opción Socialista, No. 43, Quito, 2013.
 
[17] Véase: Varios autores: El 15 de Noviembre de 1922 y la fundación del socialismo relatado por sus protagonistas, Corporación Editora Nacional, Quito, 1982, T.I, pg. 115 y ss.
 
[18] En 1934 el PSE candidatizó a la Presidencia de la República al doctor Carlos Zambrano Orejuela.
 
[19] Rodas, Germán: Op.cit. pg.41.
[20] Op.cit. pg.57.
 
[21] Véase: Moreano, Alejandro: Capitalismo y lucha de clases en el Ecuador de la primera mitad del siglo XX. En: Ecuador, pasado y presente, Edit Universitaria, 1976, Quito.
 
[22] El candidato a la Secretaria General del PSE fui yo, en oposición a Víctor Granda Aguilar, y tuve que luchar a brazo partido inclusive para que la corriente electoralista reconociera mi condición de militante del PSE, porque, decían, yo era miembro del SR y no del PSE. Con delegaciones amañadas, principalmente las de Manabí, Pichincha y Esmeraldas, Víctor Granda volvió a la Secretaria General por 196 votos en contra de los 150 que yo obtuve. Por arte de birlibirloque los “amarillos” hacen desaparecer esta posición, con lo cual se engañan a sí mismos y a las actuales generaciones de socialistas.
 
[23] Véase: Dieterich, Heinz: Hugo Chávez y el socialismo del siglo XXI, 2005.
 
[24] Michael Lobowitz: ¿Qué es el socialismo del siglo XXI?, 2006.
 
[25] Isabel Rauber y Martha Harnecker, que alcanzaron notoriedad defendiendo la línea fidelista de la revolución cubana, han publicado libros en los que ahora descubren sus fallas y apuestan por el nuevo socialismo. Véase: Rauber, Isabel: Poder y socialismo en el siglo XXI y Harnecker, Martha: Un mundo a construir. Nuevos caminos y otros, siempre en la línea de explicar qué es el socialismo del siglo XXI.
[26] Véase: Dieterich, Heinz: Tres ilusiones antropológicas fatales del socialismo del siglo XX, Rebelión, 2005¿?
[27] Marx y Engels: Manifiesto del partido Comunista, Edit. Progreso, Moscú, 1975.
[28] Véase: Diereckxsens, Win (Editor): Siglo XXI: Crisis de una civilización, IAEN, Imprenta Mariscal, 2011.
 
[29] Oviedo Rueda, Jorge: Caracterización del proyecto correista y análisis de coyuntura. Véase versión electrónica:
 
 
[30] Ver: De Sousa Santos, Boaventura: ¿Reinventar las izquierdas? En : Coraggio, José Luis (compilador): Reinventar la izquierda en el siglo XXI, hacia un diálogo Norte-Sur, pg. 160, IAEN, Quito, 2014.
[31] Líderes como Rafael Correa no pueden distinguir estos dos momentos. Su corte epistemológico los ancla al liberalismo burgués, para el cual todo es posible si no se amenaza la estructura del poder. Estos “líderes” ocultan sus limitaciones proclamando a los cuatro vientos que están pensando con “cabeza propia”. Sólo es una cortina de humo. La verdad, monda y lironda, es que sin violencia revolucionaria no hay revolución verdadera. Y eso, siendo un principio universal, no nos impide pensar con cabeza propia.
 
[32] Una auténtica posición revolucionaria se identifica con la validez de todos los métodos para la toma del poder, método que define la organización revolucionaria de acuerdo con las circunstancias históricas que le toca vivir.  Los métodos de construcción de la nueva sociedad, son otra cosa.
[33] ¿Determinismo histórico? Si, en tanto no interviene la voluntad humana; pero si ella está de por medio, se trata de un acto inteligente del ser humano en busca de su destino, aprovechando el curso inexorable de las leyes de la Historia.
 
[36] Oviedo Rueda, Jorge: El Sumak Kawsay revolucionario (SKR), el Estado liberal burgués y la plurinacionalidad. Véase versión electrónica: http://forosocialistaecuador.com/index.php?option=com_content&view=article&id=143:algunas-reflexiones-sobre-el-sumak-kawsay-y-el-socialismo&catid=9:nuestra-america-mestiza&Itemid=16
 
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