La Argentina zombi (I)

El no-convenio con el Club de París

09/06/2014
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La clave del convenio con el Club de Paris, es paradojalmente que no hay ningún convenio, si se entiende por ello una refinanciación o reestructuración de deuda acordada puntillosamente entre las partes. Solo existiría, tal como lo da a entender el Club en su comunicado, que lleva por título “El Club de París y la República Argentina acuerdan la reanudación de los pagos y liquidación de todos los atrasos”, una propuesta por parte de Argentina a esos efectos, reconociendo a la par un total de deuda de u$s 9.700 millones a causa de ellos. Que tendrá comienzo cuando Argentina como muestra de buena voluntad, efectúe un pago de u$s 600 millones en julio próximo.

El comunicado expresa que el “esquema”, no el acuerdo, “ofrece un marco para una solución sostenible y definitiva a la cuestión de los atrasos debidos por la República Argentina a los acreedores del Club de París”… Proporciona una estructura flexible para la cancelación dentro de los cinco años de los atrasos, incluyendo un mínimo de u$s 1.150 millones a ser pagados en mayo 2015, siendo el pago posterior en mayo de 2016”. Dejando ambiguamente en duda si este pago será por u$s 1.150 millones, o el total hasta esa fecha. Y finalmente sin compromiso alguno, agrega que las agencias de crédito para la exportación de los países miembros del Club de París, a voluntad de ellas podrían reabrir sus operaciones con Argentina.

Los desafortunados resultados financieros del no-convenio con el Club de Paris

Al no haber ninguna reestructuración ni refinanciación de deuda, como acostumbra el Club, Argentina tuvo que aceptar cargar con todos los recargos y punitorios por mora antes pactados. Y así más que se duplicó una deuda que al declararse el default a fines del 2001 era de u$s 4.476 millones (u$s 1.879 millones con el Club de Paris, y u$s 2.597 millones como deudas bilaterales con los países que lo integran) con un plazo de pago hasta el año 2026, y una previsión de pago de intereses por u$s 840 millones, o sea una deuda total de u$s 5.317 millones.

La cual pasó a ser actualmente una deuda reconocida por u$s 9.700 millones, más una carga de nuevos intereses de u$s 987 millones, o sea un total de u$s 10.687 millones, con pagos hasta el año 2019, o como máximo hasta el 2021. Y en este caso su monto total treparía a u$s 11.243 millones. Parte del aumento es producto de las diferencias de cambio existentes desde el 2001 a la fecha, con la caída del dólar frente otras monedas que componen la deuda. Lo que deparó un aumento promedio de un 15 % del capital de ella en dólares (21 % del Club de Paris, y 11 % Bilaterales) que debería haber sido neutralizado por las bajísimas tasas de interés que actualmente tienen todas ellas.

En consecuencia se registró un sustancial aumento en los intereses en dólares originalmente pactados, que pasaron de un promedio del 4,5 % anual (5,6 % con el Club de Paris y 3,6 % las bilaterales) a alrededor del 6 % anual. Tasa que es actualmente 40 veces superior a la del Banco Central Europeo, y 24 veces superior a la de la Reserva Federal de Estados Unidos. Y el doble de la tasa de crecimiento promedio que registró nuestro país en los últimos 20 años, del orden del 3 % anual. Al respecto un libro de reciente aparición del economista francés Thomas Piketty (El capital en el siglo XXI) ha conmovido a la visión de la economía, al sostener que la desigualdad y la falta de crecimiento, se produce porque la tasa de la renta del capital supera la del crecimiento. Agravado en este caso porque la renta se escapa íntegramente al exterior.

Esas tasas reportan un aumento en el Valor Presente Neto de la deuda con el Club de París y Bilaterales, considerándolas al año 2001, de entre un 21 % (u$s 5.403 millones) y un 26 % (u$s 5.627 millones) según se pague en cinco o siete años. O sea un aumento neto de ellas de entre u$s 926 y u$s 1.151 millones, que equivalen a la mitad de lo que destina en un año a la AUH (Asignación Universal por Hijo). Si se toma la tasa de interés promedio de la deuda bilateral (3,6 %) el incremento a Valor Presente Neto de la deuda treparía a entre 38 % (u$s 6.164 millones) y 44 % (u$s 6.430 millones). O sea un incremento de entre u$s 1.687 millones y u$s 1.954 millones, que equivaldría ya casi a un año de la AUH.

La vuelta a la solución “clásica” de la deuda: patearla para el que viene después

Queda patente así que el gobierno se olvidó enteramente del discurso épico del arreglo de la deuda del 2005, en el que esgrimió dos años de gracia en el pago de intereses, y una supuesta quita de capital, que en realidad fue compensada generosamente con los cupones Ligados al PBI. En este caso por contrario se trata de un suculento ponga, con el aumento del capital de la deuda, y el aumento de sus intereses.



Cuya dimensión se puede visualizar en el gráfico adjunto, con la aparición de un inusitado frente de pagos, que pondrá en serios apuros al futuro gobierno. Al tener que desembolsar alrededor de u$s. 3.000 millones a anuales solo para hacer frente a la indemnización a REPSOL y los pagos al Club de Paris, que como presentes griegos les dejará el gobierno actual. No entendiéndose por lo tanto los cálidos aplausos lindantes con el panfilismo, que brindaron a ambos arreglos los políticos de la oposición que aspiran a reemplazarlo.

Con el agravante de que las deudas del Club de Paris no solo correspondían al gobierno militar, sino que además corresponden a la Rondas IV y V de los años 1991 y 19912. En las que Argentina se vio obligada a aceptar deudas que antes había rechazado por anómalas o fraudulentas, para poder ingresar al Plan Brady. Que era diligenciado por entonces por el subsecretario del Tesoro de Estados Unidos David Mulford, quién casualmente acaba de ser sobreseído por prescripción por la justicia argentina, en la causa por el megacanje del año 2001. Por eso figuran en esas rondas deudas como la de Cogasco y la de Siemens Atucha II, que 30 años después sigue sin funcionar, pese la enormidad de dineros hundidos en ella, razón por la que Alemania y Holanda encabezan la nómina de la última ronda.

Los acuerdos clásicos con el Club de Paris reportan generalmente quita de punitorios, y refinanciaciones de deuda de hasta 15 años, con cinco de gracia, como se obtuvo en las rondas mencionadas. Que en este caso el gobierno no parece ni haber intentado conseguir, al haberse allanado ante la cuenta extendida por los acreedores, como lo hace un comerciante a punto de quebrar. Prometiendo un pronto pago de ella, que patea para adelante para que los abaraje como pueda el próximo gobierno.

¿Evitar las condicionalidades del FMI, o la auditoria del FMI?

La excusa para esa absurda postura, impropia de un buen administrador, es que no acepta las condicionalidades del FMI, y por lo tanto ese soberano mal arreglo, sería un mal arreglo soberano. Prima facies eso parecería ser consecuencia de una administración zaparrastrosa e improvisada, desesperada por la penuria de divisas. Que parece estar atrapada por la tensión existente entre la dura realidad que la golpea, y el relato que hace para la tribuna. Y de esa manera se quedaría a mitad de camino en las soluciones, con estos parches que son pan para hoy y hambre para mañana, y empeoran aún más la realidad que aqueja.

Pero eso es solo pura apariencia, en la cual el gobierno capciosamente confunde el rol del FMI como prestamista de última instancia, que impone regresivas condicionalidades, como ya las ha soportado Argentina demasiadas veces. Con su rol de auditor de la economía de los países miembros, a la que Argentina está obligada conforme el artículo IV de sus estatutos.

Siendo esta en definitiva, la razón de esa barrabasada de seudo acuerdo. Porque lo concreto es que Argentina no resiste una auditoría del FMI, porque tanto sus estadísticas como los “fundamentals” de su economía están destruidos. Las primeras no son creíbles, y los segundos están desquiciados por la inflación; el atraso cambiario; un enorme desbarajuste en los precios relativos; insuficiencia de reservas tras la fuga de u$S 90 mil millones y deuda por importaciones atrasadas; déficit fiscal; y déficit energético, que ha hecho colapsar el superávit de la balanza de pagos. A lo que se agrega que la gestión de la deuda pública pende de un hilo, por la demanda de los fondos buitres radicada en la Corte Suprema de Estados Unidos.

Al no poder obtener el certificado del auditor de la capacidad de cumplimiento de sus obligaciones, el actual gobierno como es su costumbre, hace del vicio virtud. Y dice para la tribuna que no acepta las condicionalidades del FMI, cuando en realidad lo que no resiste es una auditoría del FMI, ni de ningún otro auditor que ande suelto por ahí. Si contara con el dictamen de un auditor respecto la capacidad de pago de Argentina, podría haber obtenido como mínimo rebaja de tasas, quita de punitorios, y largas refinanciaciones como acostumbra el Club. Máxime en estos momentos en que imperan bajísimas tasas de interés, y los países europeos están desesperados para concretar exportaciones para enfrentar la recesión que en ellos reina.

Ante la ausencia de un dictamen de auditoría, el Club de Paris se refirió al respecto en su comunicado, diciendo con un dejo de ironía que “durante la reunión, la delegación de la República Argentina proporcionó una descripción de la situación económica y financiera de país, y presentó las medidas aplicadas por el Gobierno argentino destinadas a mejorar el crecimiento inclusivo y el fortalecimiento a la resistencia a los choques externos.” Debiendo interpretarse esta última frase como “muchachos no se hagan rogar, necesitamos urgente unos verdes”.

De la épica del pago cash al Club de Paris, al pagá como puedas

Incluso Argentina podría haber obtenido mucho más, si prudentemente hubiese planteado años atrás, después de la declaración del default, la reestructuración de la deuda con el Club de Paris. En lugar de hacer balandronadas de que la iba a pagar cash, con las reservas del Banco Central. Tal como ordenó ilegalmente la actual Presidenta con un decreto ordinario en el año 2008, que lleva también la firma de Sergio Massa (1394/08) quién hoy se propone para reemplazarla en su puesto.

El que seguidamente se perdió en un vergonzoso olvido, tras una denuncia penal que hicimos contra sus firmantes junto con el diputado Mario Cafiero Mandato (bien) Cumplido, con el patrocinio del abogado Ricardo Monner Sanz. Al haber desconocido ambos que el Club de Paris, no es un “organismo multilateral de crédito”, sino solo “un grupo informal de acreedores oficiales”, según se describe a sí mismo. Siendo a los primeros los únicos que la ley vigente entonces, permitía efectuar el pago con reservas. Y ello sin tener en cuenta el despilfarro de divisas que ello reportaba, a las que el gobierno dejó ir a la marchanta, y ahora pena desesperado por obtenerlas.

Esta improvisación y desaliño, lindante con el infantilismo por parte del actual gobierno, y de alguien que se propone para reemplazarlo, parece ser la tónica que prima no solo con la cuestión del Club de Paris, sino lamentablemente como gestión de gobierno por parte de nuestra elite política. Que lamentablemente cada vez parece tener menos de ambas cosas, según la acepción genuina de esos términos, y así hoy estamos como estamos.

En el principio era la deuda, y al final aparece nuevamente ella

El des-arreglo arribado con el Club de Paris y el actual descalabro económico, tiene como su principal causa el mal arreglo de la deuda que el presidente Néstor Kirchner junto el ministro Roberto Lavagna hicieron en el 2005, cabiendo por ello parafrasear el dicho bíblico “en el principio era el Verbo”. En la que se simuló una quita, compensada subrepticiamente con los cupones ligados al PBI, que seguidamente tuvieron un pago acelerado, como consecuencia del crecimiento del PBI deliberadamente inflado por el relato oficial. Y donde se preveía la vuelta al mercado internacional, para poder sustentar sus pagos. Lógica en función del relato K, que parte de los acreedores no entendió, o rechazó, como hicieron los fondos buitres, y por eso Argentina aun prosigue en default parcial, lo que impidió su vuelta al mercado internacional.

En consecuencia, para poder ir atendiendo los pagos con recursos propios, el gobierno primero intervino el INDEC, para dibujar sus estadísticas y moderar el ajuste por CER. Simulando a la par colocaciones de deuda mediante triangular las reservas, y a través de Venezuela. Hasta que esta variante se agotó por sus altísimas tasas de interés, semejantes a las del megacanje del 2001. Entonces en el 2008 a pedido de las exportadoras de granos, que lucraron ese año descontando retenciones nuevas y pagando retenciones viejas, tal como lo reconoció luego él gobierno, emitió la famosa resolución 125. Con la que procuró quedarse con la renta de la soja para poder afrontar los pagos de la deuda, y lo llevó a su gran derrota política.

Ante ese fracaso, como variante propuesta por Amado Boudou y Massa, el gobierno se abalanzó sobre las AFJP, para quedarse con los cupones ligados al PBI, que estas en gran parte detentaban. Y convertir a la ANSES en una cueva financiera, para simular cumplir con las obligaciones de recompra de deuda pactadas en el arreglo de la deuda. Estatización que fue sugerida por el banquero Jorge Brito, que veía venir abajo el negocio de las AFJP, al tener que hacer frente a las falsas jubilaciones que habían prometido, después de haberse quedado con un tercio de los aportes. Y gracias a esa escapatoria, Boudou se ganó los galones primero de ministro, y luego de vicepresidente. Y esta captura de las AFJP para fines indirectos, tiene mucho de parecido con la captura de Ciccone, que aqueja judicialmente al vicepresidente.

Parte de la deuda externa se convirtió así en deuda interna con los jubilados, cuyos juicios se ventilan hoy a mansalva en los tribunales. Seguidamente el gobierno se abalanzó sobre el Banco Nación y cuanta caja oficial encontró a mano, comenzando con las ferroviarias, contribuyendo así a la decrepitud de estos. Y finalmente optó desesperadamente por meter la mano en las reservas del Banco Central, para poder cumplir religiosamente como “pagador serial de la deuda”, descalabrando así el valor de nuestra moneda.

Y ahora ante el agotamiento de ellas, olvidando enteramente le épica del desendeudamiento, la salida desesperada que intenta es volver desprolijamente a los empujones al mercado de la deuda. Entregando a cambio lo que sea, incluyendo Vaca Muerta, el pago de las sentencias del CIADI, indemnizando a REPSOL de cualquier manera, e incluso dando marcha atrás con el tratado con Irán. Por ello el FMI en su comunicado expresa que “acogen con beneplácito los progresos realizados por Argentina hacia la normalización de las relaciones con los acreedores, la comunidad internacional y las instituciones financieras, consecuencia de la crisis de 2001”. A la par que el periodista de CLARIN Marcelo Bonelli se mofa en sus columnas de que el gobierno está siguiendo puntillosamente la hoja de ruta, no marcada por Boudou ni por el FMI, sino por Estados Unidos. Mientras que la Presidenta y su ministro Kicillof declaman en las tribunas que no aceptan las condicionalidades del Fondo, pero siguen a fondo las de Estados Unidos.

Se habla ahora de un fin de ciclo o fin de una época, que poco va a cambiar si no se erradica la impostura a la que los políticos argentinos se han acostumbrado, transformando la realidad en un relato. Donde los que se cuchichea y hace en los despachos del poder, nada tiene que ver con lo que le dicen a la gente por si, o a través de sus agencias de marketing. Y que prefieren lo estentóreo y espectacular, a lo eficaz y solvente. Actitud que no abandonan ni ante la dura realidad que los golpea, hasta que esta se encarga de demoler el relato, como parece suceder actualmente.
 
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