Yasuní - ITT

27/08/2013
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Amazonía ecuatoriana. Foto: Eduardo Tamayo G.
La noche en que el presidente anunció el fin del proyecto de preservación de la reserva Yasuní, la gente esperaba con expectativa su discurso, pero la primera imagen que apareció en la pantalla bastó para advertir lo que se venía. De la multitud congregada frente a Carondelet, una parte respondía a la convocatoria de Alianza País y llegó enarbolando banderas verdes sujetas a maderos amenazantes. El otro sector se había agrupado de manera espontánea y no portaba insignias, aunque sí pancarta de protesta.
 
El discurso no fue convincente. La pesadumbre del orador resultaba impostada, lo mismo que el énfasis con que mencionaba y reiteraba cifras ya conocidas. La teatralidad con que sentenció que el mundo había fallado al no contribuir con el proyecto no consiguió el efecto esperado porque  él también fallaba al terminar con el proyecto. Sostuvo que la lógica que prevalece es la del poder, pero él actúa bajo la misma lógica. Apoyó su retórica citando a Miguel de Escoto, intelectual y diplomático nicaragüense de valía que, sin embargo, no tiene por qué conocer todo lo que rodea al proyecto Yasuní.
 
El discurso estuvo dirigido a los jóvenes ante todo quizás porque eran jóvenes la mayoría de quienes enviaron incontables mensajes pidiéndole en todos los tonos que no se explote la zona intangible del Yasuní, declarada tal por las Naciones Unidas para tratar de preservarla. Pero apelar con tanta insistencia resultó contraproducente porque los aludidos diferencian muy bien el país real del país del discurso oficial. El Yasuní más que en las palabras y los mapas está en la realidad objetiva y en la conciencia de la gente. Así las cosas, ahora nuestros jóvenes se van convirtiendo en nuestros “indignados”.
 
A la reunión de las organizaciones inconformes con el trágico desenlace acudieron muchos jóvenes. Una muchacha dijo en su intervención: Cuánta vida hay en el Yasuní, en el aire, la tierra y el agua. Flores, frutos, aves, peces, mariposas, monos, árboles…y no pudo continuar porque se echó a llorar. Otro chico entonó a ritmo de rap una canción improvisada: “La Amazonia es sagrada, es la riqueza verdadera, la vida no es petróleo, queremos mantener la selva intocada, el planeta no resiste más agresiones, no resiste más contaminaciones; usted no decide señor presidente, usted no decide señora presidenta; es el pueblo el que decide.” 
 
En una revista dedicada a los niños hay la fotografía de un muchachito indígena que bebe agua de un río del Yasuní; es un agua tan límpida que su rostro y el reflejo son idénticos. Los estudiantes de Comunicación Social han filmado una escena desgarradora: en un sitio del parque, donde se ha hecho la prospección petrolera, las monas, despavoridas por los ruidos, huyen abandonando a sus crías, que mueren en pocas horas. ¿No es la imagen de la amenaza y la muerte? Una mujer waorani aparece en TV increpando al gobierno: -Respeta mi casa, aquí vivo con mis hijos y mis hermanos… Ella habla también en nombre de los tagaeri y los taromenani. ¿Por qué han de huir y renunciar a sus territorios?
 
Ileana Almeida es antropóloga y profesora universitaria ecuatoriana.
 
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