Chiapas: cuando La Madre Tierra no alimenta

30/06/2013
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Por casi todo el siglo XX los Hombres Murciélago,indios de tsotsiles y tseltales de Los Altos de Chiapas, obtuvieron la mayoría de sus medios de sobrevivencia como trabajadores asalariados en las fincas capitalistas de tierra caliente cosechando café, cacao, frutas tropicales, en el corte de caña de azúcar o como aparceros en los campos de maíz y frijol. Motivos: poca e improductiva tierra. El trabajo fuera de su territorio dotaba a las familias indígenas del 50 al 90 por ciento del alimento anual. Para obtenerlo los indios trabajaban más de 6 meses lejos de sus lugares de origen. Así lo cuentan Diana y Jan Rus en la introducción de su artículo: El impacto de la migración indocumentada a Estados Unidos en una comunidad tsotsil de Los Altos de Chiapas, 2002-2012.Los estudios realizado por la pareja Rus durante cuatro décadas en un paraje chamula rebautizado paradójicamente como Ch’ul Osil (Tierra Sagrada), les ha permitido ver y seguir el proceso continuo de cambios y deterioro de la “comunidad”  inventada por los antropólogos. Cambios que se agudizaron con las crisis económicas en los últimos 40 años, es decir, de 1970 a 2008.
 
A decir de Diana y Jan, la ubicación de Ch’ul Osil en una vieja ruta comercial de los pueblos de Los Altos, le permitió a sus pobladores una movilidad social particular. Desde mediados del siglo XIX se desplazaron dentro y fuera de la región alteña para desempeñarse como arrieros, cargadores o trabajadores migratorios. Los estudios de los Rus, en la década de 1970, hicieron evidente que su sobrevivencia dependía del trabajo asalariado o aparcero: 
 
“Según la encuesta económica de 1974, sólo un 5% del maíz y granos consumidos anualmente por los 138 hogares de Ch’ul Osil se cultivaban en sus propias tierras. Mientras tanto, más del 85% de los hombres adultos trabajaban como jornaleros agrícolas migrantes.”
 
La estabilidad que ofreció a los tsotsiles y tseltales el trabajo en las plantaciones capitalistas permitió mantener otro mito de los antropólogos: el de la milenaria cultura indígena que se había detenido en el tiempo y en el espacio. Para algunos de los antropólogos esas “comunidades” se habían mantenido inalterables desde el siglo X. (Viqueira, 2002). Con la crisis de finales de la década de 1970 el modelo de las fincas capitalistas que ocupaban la fuerza de trabajo de los indios se derrumbó. Sin embargo, la población indígena siguió creciendo. De 1974 a 1998, la población de Ch’ul Osil (residentes y migrantes) aumentó de 600 a 1,765, es decir, se había triplicado. La tierra… no. En 1974 el promedio de terrenos cultivados de maíz en esa comunidad tenían, en promedio, .32 hectáreas; en 1988, .40 hectáreas y en 1988, .25 hectáreas (Jan Rus, 2012).  Más de un tercio de la población había abandonado el paraje. Los indios habían migrado temporalmente hasta 1987 y era definitiva en 1996:
 
“Según nuestros datos, narran Diana y Jan, no eran sólo los jóvenes quienes se iban sino linajes enteros, desde niños hasta ancianos, mudándose a hacer vida fuera de sus tierras ancestrales en Chamula.”
 
Un 30% se asentaron en las márgenes de la zona urbana de San Cristóbal de Las Casas y el 70% a zonas rurales de los Valles Centrales donde trabajaban como jornaleros o aparceros de los nuevos ejidatarios que se hicieron de tierras gracias a la rebelión zapatista de 1994.
 
A finales de la década de 1990, los ingresos de las familias indígenas de Ch’ul Osil nunca habían sido tan inseguros y precarios:
 
“En términos de dólares, en 1998 sólo el 3.4% de los hogares obtuvo más de $1.00 dólar por persona al día en efectivo y bienes. Del resto, aproximadamente la mitad ganó de $0.20 a $1.00 dólar por persona al día en efectivo y bienes, mientras que la otra mitad ganó entre $0.14 a $0.20 dólares por persona al día, apenas suficiente para comprar maíz y frijoles. Los más pobres dependían de la generosidad de sus parientes y vecinos para sobrevivir.   
En cuanto al empleo, para1998, más del 25% de los hombres que aún mantenían casas en Ch’ul Osil trabajaban casi todo el año como vendedores ambulantes o haciendo trabajos ocasionales en ciudades del sureste mexicano. Del restante 75%, dos tercios, casi la mitad de todos los hombres de la aldea, intentaban sobrevivir vendiendo las flores y verduras que cultivaban en sus parcelas marginales. Finalmente, el 25% restante continuaba dependiendo de una combinación de empleo como jornaleros agrícolas y aparceros. Esta última actividad también proporcionaba trabajo ocasional de medio tiempo para muchos de los vendedores ambulantes y horticultores.”
 
Esa precaria situación económica obligó a las mujeres indígenas a incorporarse al trabajo asalariado del que no habían participado hasta antes de la década de 1970:
 
“En 1998, 30% de todas las mujeres recibían ingresos como jornaleras, trabajando para vecinos de la aldea que cultivaban flores y hortalizas. Por lo general recibían la mitad del dinero otorgado a los hombres—aproximadamente $1.50 dólares por 8 horas de trabajo. (…) 44% de ellas producía artículos textiles para el mercado turístico (a menudo simplemente bordando productos creados por mestizos o exportadores extranjeros), ganando aproximadamente $1.50 dólares por 12 horas de trabajo.”
 
(Quiero comentar que el trato laboral - salarial que recibieron las mujeres chamulas de parte de sus vecinos fue el mismo que recibieron los indios refugiados guatemaltecos de parte de los indios chamulas que fundaron el ejido San Mateo el Zapotal en el municipio fronterizo de Las Margaritas. El mismo que daba un indio tsotsil de Huixtán en su finca de café – ubicada en la Sierra de Chiapas-, a las y los jornaleros indígenas guatemaltecos en 1994.)
 
Esos cambios van a impactar en la organización de la estructura familiar: los hombres tuvieron que vivir en los centros urbanos y “sus visitas al hogar se hicieron menos frecuentes y predecibles”. Las mujeres quedaron atadas a “trabajos tediosos y mal pagados”. Para una mujer indígena “se había roto el mundo” – “sokem li balamile”.           
 
En el 2000, los pobladores de Ch’ul Osil se enteraron que muchos de sus paisanos estaban en los Estados Unidos. Un descubrimiento que se había extendió por todas las regiones de Chiapas de 1998 al 2001. En número de migrantes aumento: en 2002 ocupó en sexto lugar nacional; el cuarto en 2004 y “en 2006 Chiapas se había convertido en el principal emisor, una posición que mantuvo en 2007 con aproximadamente 120, 000 migrantes, 15% del total anual nacional”.  Porcentaje que sorprendió a expertos y observadores del fenómeno migratorio: “coinciden en que nunca ha habido un éxodo masivo tan precipitado en ningún otro estado mexicano.” También el monto de las remesas creció: en 1997 Chiapas ocupaba el 27 lugar en envío de remesas, en 2003 el 12 y en 2005 el lugar 11.  
 
Conforme creció el número de migrantes (2000 y 2005), los Hombres Murciélago - tsotsiles y tzeltales - en los Estados Unidos empezaron a llamar “Bik’it Chamu” – “Pequeña Chamula”, al lugar donde se congregaban muchos de sus familiares. Sin embargo, la caída en la industria de la construcción en los E. U. a mediados de 2006 - preludio de la crisis de 2008 -, impactó en el empleo y contrajo sustantivamente el flujo migratorio. Para el 2007 había prácticamente desaparecido: “los migrantes comenzaron a volver a casa”.
 
Cuentan Diana y Jan Rus que los primeros migrantes de Ch'ul Osil,  “a los Estados” fueron los jóvenes más educados, más experimentados y tenían “más tierras” y “mayores ingresos” que la mayoría de sus vecinos:
 
“En general, los migrantes solían provenir de los sectores económicos medios y superiores de la aldea. De veintitantos años, con sólido conocimiento del castellano y años de experiencia trabajando fuera de la comunidad, siguieron a sus colegas urbanos hacia el norte.”    
 
A un par de migrantes de Ch’ul Osil, les fue bien. Los nuevos ingresos se reflejaron en la construcción de “nuevas y grandes casas con varios aditamentos modernos”. (Amigos de mis hijos con negocios en San Cristóbal de Las Casas comentaron que en San Juan Chamula “habían equipado casas nuevas con baños jacuzzi y alfombradas totalmente”.)  Esos frutos tangibles provocaron un “boom migratorio”.  En 2009, el 7% de la población (108 indígenas)  de Ch’ul Osil habían pasado algún tiempo en el “norte” y pertenecían a 90 de las 350 familias de esa aldea.
 
Algunas de las afirmaciones más radicales que he utilizado es: Los indios pobres en Chiapas, lo que menos quieren es seguir siendo indios. Porque ser indio pobre es de la… de lo peor. La situación de las mujeres es más complicada. En ese sentido, el estudio de Diana y Jan es revelador. Veamos.
 
Resulta que  en ese flujo migratorio son las mujeres chamulas las menos propensas en regresar:
 
“Finalmente, la mayor propensión a permanecer en el extranjero se encontró entre las mujeres migrantes: de 12 que alguna vez cruzaron la frontera, siete todavía estaban allá en 2011. Todas estaban casadas, cinco con hombres que conocieron en el norte, la mayoría de ellos ajenos a la aldea, y algunos de los cuales ni siquiera hablaban tsotsil.” 
 
El ciclo de la pobreza-usura-deudas-pobreza son un fuerte motivo para ir y permanecer una larga temporada en los Estados Unidos. A las deudas contraídas en su lugar de origen se van a sumar la que adquieren para financiar su viaje y dejar algo de dinero a sus familias:
 
“La primera son las deudas. La mayor parte de los migrantes se marchó en 2004-2006 y pidió prestado alrededor de $20,000 pesos antes de salir de casa, tanto para pagar el viaje como para dejar algo a las familias. Con el 10% de interés habitualmente cobrado por prestamistas locales (es decir, otros chamulas), los migrantes tenían que pagar $2,000 pesos al mes solamente en intereses y continuarían pagando 10% mensual sobre el saldo pendiente hasta que la deuda fuera cubierta. Para la mayoría saldar la deuda tomaba al menos un año, (…)
 
Además, si regresaban y no habían pagado su debe, perderían sus bienes, prendas del préstamo:
 
“La segunda razón para permanecer en Estados Unidos es que, si regresaban a la aldea, perderían la garantía del préstamo - generalmente la casa familiar o tierra -. La regla en Chamula es que los prestamistas no pueden confiscar bienes siempre y cuando el deudor esté trabajando fuera, tratando de pagar. Las familias pueden continuar viviendo en sus casas y usando sus tierras. Cuando el deudor regresa, sin embargo, la deuda debe pagarse; de no ser así o si no se puede elaborar un calendario de pago, los prestamistas se apropian los bienes. Hay los que regresaron temprano, perdieron sus casas y se vieron obligados a trasladarse a la ciudad o a vivir con familiares.”
 
Otra razones para permanecer en “los Estados” son el creciente costo del viaje y la presencia del crimen organizado que se incrementaron a partir de 2006: “volver a casa dada la disminución de perspectivas de empleo con la esperanza de quizá volver más tarde no era una opción para la mayoría. Esperar en Estados Unidos a que pasara la crisis parecía una mejor idea en 2006-08.” Esa decisión fue el origen de las remesas de… ¡¡¡Ch’ul Osil a los Estados Unidos!!! Los dineros enviados por las mujeres chamulas a la nación más poderosa del mundo “para que sus hijos y maridos pudieran comer o viajar a nuevos lugares de trabajo”, provenían del programa Oportunidades. ¡¡¡Joder!!! Como sabemos, son los dineros que el gobierno federal entrega a las madres con hijos en edad escolar. (Nos han informado que en Chamula algunas familias pueden recibir hasta 5 mil pesos mensuales y que en Ocosingo llegan a recibir hasta 10 mil pesos mensuales de los programas de asistencia del gobierno federal.)
 
Como quiera, las cosas también empeoraban en casa, en Ch’ul Osil, en Chamula, en Chiapas: “En 2006-07, la economía local de Chiapas no estaba mejor que cuando los migrantes habían partido al norte y, en 2008-2010, con la caída del turismo en la región de San Cristóbal, muchas familias Ch’ul Osil opinaron que estaba aún en peor estado.” El retorno no se pudo posponer más: los que habían logrado ahorrar algo compraron coches para ponerse a trabajar como taxistas. Otros compraron motosierras, se hicieron talamontes y se dedicaron a vender madera ilegal. Algunos que se quedaron en “los Estados” fueron capturados por “la migra” y deportados, los demás se “dieron por vencidos” y regresaron. Unos “endeudados” y otros con “algunos ahorros”. 
 
Actualmente algunas de las nuevas y grandes casas construidas por los migrantes están abandonadas, (¿confiscadas?),  los nuevos taxistas no ganan lo suficiente y otros han abandonado esa actividad, otros más que lograron comprar tierras pasaron a manos de un prestamista local en prenda por una deuda no cubierta.
 
Sin embargo, no a todos les fue mal. Diana y Jan Rus nos narran que: “aquellos migrantes que fueron capaces de ahorrar algunos dólares y construir casas o iniciar pequeñas empresas se hicieron más ricos que algunos vecinos que no podían migrar”. Los meros ganones fueron los usureros en Ch’ul Osil:
 
“Más aún, los prestamistas locales o “ak’ takin” y los polleros recibieron sustanciales ganancias durante los mejores años del flujo migratorio. No sólo podían llegar a cosechar una tasa de interés del 120% de su préstamo cada año, sino que a menudo fueron capaces de apoderarse de tierras y otros bienes de migrantes deudores. (…) Los prestamistas se han enriquecido con las remesas enviadas a Chiapas mientras que muchas familias migrantes se encuentran cada vez más endeudadas. La división entre los “ricos” y “pobres” es cada vez más pronunciada y varios de los “pobres” se han visto obligados a abandonar la aldea.” 
 
Como suele suceder, las mujeres son el eslabón más débil de la cadena: “hay un número desproporcionado de mujeres, solteras y casadas, que se han quedado en casa”, y se quedaron con todas las tareas de los “maridos, hermanos o padres”: se ocuparon de las labores agrícolas, en la producción y venta de artesanías o leña, abriendo pequeñas tiendas o trabajaron como jornaleras en tierras de sus vecinos. También se hicieron cargo de los servicios comunitarios que habían contraído sus familiares: “las mujeres o niños deben realizar los deberes.”
 
Más aun, con la migración se recuperó el costumbre de los “matrimonios múltiples”:
“La ausencia de un gran grupo de hombres jóvenes por períodos de varios años deja a las mujeres jóvenes sin poder casarse y formar familias. Según la tradición local, las jóvenes solteras de Chamula deben permanecer cerca de su casa. A pesar de que muchas actualmente completan el sexto grado de primaria, generalmente no se encuentran cómodas hablando el español, lo cual limita aún más sus posibilidades de casarse o trabajar fuera de la comunidad. La falta de hombres jóvenes está obligando a muchas jóvenes a permanecer solteras o, siguiendo una costumbre que había disminuido en generaciones recientes, contraer matrimonio plural con un hombre mayor establecido. Actualmente hay 17 hogares plurales en Ch’ul Osil con un total de 43 esposas, 26 de ellas adolescentes.”
 
Los niños se han quedado en las aldeas sin el cuidado de las madres o padres migrantes o dejan de ir a la escuela para irse de “vendedores ambulantes” con su padre o madre a una “ciudad turística”, otros no han podido matricularse por falta de actas de nacimiento o han sido otros familiares, y no el padre, el que ha firmado el documento. Como los niños tienen derechos a los dineros del programa Oportunidades, sus madres padecen los chequeos médicos obligatorios y la cantidad de tiempo que se les obliga a pasar en las reuniones del programa: “la mayoría siente que no puede permitirse rechazar la ayuda financiera del gobierno”.  Los ingresos seguros de ese programa gubernamental facilitó la decisión de los hombres a migrar a los E. U.    
 
Los matrimonios se hicieron más inestables: “48% de todos los hombres y 88% de las mujeres casados cesaron sus matrimonios.” Algunas mujeres de Ch’ul Osil tuvieron a sus hijos en los E. U. y se registraron casos de drogadicción, prostitución y suicidio:
 
“Algunos de los migrantes tienen la reputación de haberse ‘arruinado’ en los Estados Unidos porque ahora son drogadictos. Esto se mencionó específicamente en el caso de aquellos que se convirtieron en polleros. Dos esposas abandonadas por migrantes supuestamente se convirtieron en prostitutas en su ausencia, y una mujer (la segunda esposa de un contrabandista) cometió suicidio.”
 
P.D. Parece que el patrón San Juan ha abandonado a los más pequeños de sus hijos en Chamula. La Madre Tierra ya no da. En contraste, los ricos de Chamula – más ricos que los ricos coletos de Las Casas –, concentran más riqueza y poder. Cuentan que en la pasada fiesta de San Juan los chamulas ricos llegaron en modernas camionetas con los cristales polarizados luciendo elegantes jerkailes ceñidos a la cintura por un cinturón con enormes hebillas y con botas con un corte largo y puntiagudo. San Juan y su veranito están de su parte. Esos días no llueve. Los Tigres del Norte, Los depredadores de Nuevo León y Los Cadetes de Linares fueron contratados para festejar el día del Santo Patrón. El presupuesto de 2013 para San Cristóbal de Las Casas con una población de 185,917 habitantes es de: 155 millones 544 mil 34 pesos con 63 centavos, mientras que el presupuesto para San Juan Chamula con una población de 76,941 habitantes es de: 249 millones 432 mil 194 pesos con 16 centavos. ¡¡¡Arrooooooz!!!  Sin duda, San Juan Chamula es el modelo neoliberal conservador más acabado en la región indígena de Los Altos de Chiapas.
 
P.D. El impacto de la migración indocumentada a Estados Unidos en una comunidad tsotsil de Los Altos de Chiapas, 2002-2012, fue preparado como un artículo para el próximo Anuario de Investigación CESMECA, UNICACH, San Cristóbal de Las Casas. Para la utilización y plagio de su contenido que aparece en mi artículo: Chiapas: cuando La Madre Tierra no alimenta, conté con la autorización de sus autores. Espero que el Consejo Editorial del Anuario del CESMECA no vete el artículo de Diana y Jan Rus.
https://www.alainet.org/es/active/65220
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