Lenguaje discriminatorio y racista

25/11/2011
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Sobre un supuesto insulto en un partido de fútbol que desató la polémica a nivel mundial, acerca de si Uruguay es un país racista. Pienso que tal circunstancia debe ser aprovechada para revisar actitudes instauradas no consientes, tácitamente refrendadas por el uso y abuso -mala costumbre- arbitrariamente naturalizadas y sumadas al mito de que valen o no como ofensa según el tono o el contexto en que las decimos, sin darnos chance de análisis.
 
También deberíamos examinar otras formas de expresarnos agresivamente en hechos y vocablos en distintos ámbitos: deportes, tránsito vehicular, espectáculos públicos, en casa y en todo momento, porque la violencia de las palabras es violencia moral y antesala de acciones violentas, lamentablemente tantas veces irreversibles en sus consecuencias dramáticas.
 
El hecho tiene la virtud de oficiar como disparador de un tema que tenemos absolutamente pendiente en la sociedad uruguaya y es el racismo de las palabras o el racismo verbal. Debemos reconocer con dolor, que tenemos una cultura de uso del lenguaje discriminatorio. Sucede cuando decimos negra, gorda, mongólico, marica, lenteja, tuerto, rengo, etc. y una condición personal deviene ofensa.
 
Entre las pésimas señales que da el imaginario popular o inconsciente colectivo en este sentido es “me guío por tu aspecto exterior”, hay superficialidad en los criterios y afirmación de estereotipos.
 
Predicamos racismo desde las palabras.
 
Falsa teoría decir “negrito” “de cariño”. Usar el diminutivo no “achica”, minimiza o hace desaparecer la reprobable conducta. Si negreamos; negreamos. Lo absurdo de esto aparece inmediatamente si decimos “blanquito” porque no lo decimos, no tiene “gracia”. Si transformamos un adjetivo en sustantivo, lo usamos peyorativa o despreciativamente rebajando o queriendo hacerlo, al poseedor de los rasgos resaltados. No hay dos interpretaciones y la intención puede estar o no, el hecho es dañino en sí mismo.
 
Valgan todas las medidas, normativas y planes antiracistas que existan o incluso se puedan inventar. Si no erradicamos estas leyes no escritas, continuarán flotando los fantasmas sobre la negritud asociada a lo peor: “me fue mal tuve un día negro” en contraposición a “blanco pureza y bondad”. Imprescindible tratar estos temas en programas educativos y hacer campañas de concientización.
 
Al menos de esto se habla tras tanto tiempo de soportar “bromitas” o denominaciones tan “simpáticas” como abominables; ni negro de porquería ni “morenita” linda; soy persona y tengo nombre.
 
Afrodescendientes y originarios venimos de una historia de exclusión forjada en el colonialismo europeo y actualmente somos parte de un proceso de crecimiento hacia la igualdad de derechos y oportunidades.
 
El cambio debería producirse de adentro hacia afuera, si no llego a aprehender que no hay culturas superiores o inferiores sea cual sea su origen étnico o apariencia física, continuaremos viendo “lo negro” como defecto o desventaja desde mentalidades colonizadas y colonizadoras.
 
Poniendo sobre la mesa estas cuestiones polémicas, se ayudará a pensar entre todos los ciudadanos cuáles son las mejores armas pacíficas para enfrentar y vencer la inequidad.
 
"Lo más emocionante del futuro es que podemos inventarlo". Dijo Eric Höffer y aunque no cambiemos todo, estaremos sembrando algo.
 
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