Quince consideraciones sobre el racismo en Cuba

28/08/2011
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1. Después de la invasión de Europa en 1492, el racismo de los colonialistas españoles trajo tres variantes a América: la aplicación de la “limpieza de sangre” para los súbditos de la Corona, la discusión de si los indígenas americanos poseían o no alma y una oprobiosa discriminación racial hacia los esclavos africanos. El sistema de castas impuesto garantizaba el poder a una aristocracia peninsular y, posteriormente, a la criolla con vínculos con la metrópoli; las encomiendas de indios establecieron un sistema de servidumbre que en Cuba duró poco, pues los arahuacos, acostumbrados a un arcadismo insular antes de la llegada de los invasores, no resistieron los abusos y maltratos, las enfermedades y el régimen de trabajo impuesto; el esclavo africano, que ya se había utilizado en Portugal y en España, fue víctima de la más vergonzosa discriminación en América, especialmente en el Caribe, una de las más brutales e inhumanas de todas las prácticas discriminatorias que se hayan emprendido contra la especie en cualquier tiempo.
 
2. Los peninsulares, que ya traían prejuicios arraigados contra moros y judíos, evidenciaron igualmente con los criollos cubanos una discriminación mantenida durante siglos por las diferencias entre la “sangre pura” y el mestizaje americano de sangre muy mezclada; esta pugna propició una colosal hipocresía social para ocultar la descendencia o cambiar el linaje, especialmente a partir del siglo XVIII cuando a los criollos de la Isla comenzaron a otorgárseles con frecuencia títulos nobiliarios.
 
Los esclavos sufrían el peor de todos los racismos y el oprobioso reglamento de rigurosos castigos que se le aplicaba fue “la gran pena del mundo”. El racismo contra el esclavo no solo resultaba inaceptable e inmoral, sino despiadado, cruel y repugnantemente injusto. Las rebeliones y el cimarronaje de los palenques inauguraron en Cuba la cultura de la resistencia y antecedieron las revoluciones encaminadas no solo a liquidar la sociedad esclavista, sino también la dependencia de la metrópoli. El racismo colonialista tenía dos dimensiones, pero el ejercido contra los criollos no podía ser comparado con el aplicado a los esclavos, que también procedía de la propia sociedad criolla.
 
3. Dos formas diferentes de rebelarse se gestaron en 1811: una conspiración liderada por los abogados blancos Román de la Luz y José Joaquín Infante, y otra protagonizada por el negro libre, carpintero y tallador José Antonio Aponte, de gran prestigio entre los negros y mulatos habaneros de su condición. En el primer caso, el referente era Europa y el enfrentamiento a España se traducía en la aspiración de promulgar la Constitución de Infante; en el segundo, el ejemplo fue Haití, y este intento de rebelión exigía abolir la esclavitud y suprimir la trata, y se proponía derrocar el colonialismo español y crear una sociedad libre de discriminación, había sido la primera en lograr un alcance nacional, pues tuvo vínculos con conspiradores de Remedios, Puerto Príncipe y Bayamo. En la primera, Infante escapó; en la segunda, Aponte fue ahorcado en 1812 y su cabeza se exhibió en una jaula de hierro en La Habana. Aún en la primera mitad del siglo xix se mantenía el terror de la sociedad colonial esclavista cubana a sucesos como los ocurridos en Haití en 1791, y se recrudecieron las injusticias contra la población esclava en la Isla. 4. La opresión a las clases criollas continuó ?baste recordar los destierros de Félix Varela, José Antonio Saco, Domingo del Monte…?, y esa forma del racismo hispánico contra la colonia, una de las expresiones del sustrato económico y político de la confrontación, acompañó a la represión de los esclavos; numerosas sublevaciones fueron ahogadas en sangre como la famosa Conspiración de la Escalera ?el poeta mulato Gabriel de la Concepción Valdés, Plácido, fue una de las numerosas víctimas del colonialismo y del racismo.
 
Sin embargo, en 1868 los caminos para la independencia y la libertad ?separatismo y abolicionismo? se unieron en la luz de Yara; en diez años de contienda contra la metrópoli, ricos blancos terratenientes habían compartido las penurias de la manigua con exesclavos; los blancos dejaron de ser dueños de esclavos y se unieron a otros blancos pobres, mientras los negros dejaron de ser extranjeros y se convirtieron en ciudadanos; sobresalieron como jefes militares los blancos Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramonte, el dominicano-cubano Máximo Gómez, Calixto García, Vicente García… y negros de la talla de Antonio y José Maceo, Flor Crombet, Guillermón Moncada y Quintín Bandera, entre otros. Después de sentir a Cuba desde lo más profundo del sentimiento y la emoción, entre todos comenzaron a pensarla como una nación independiente y libre de opresiones coloniales y raciales. 5. Otras ideologías racistas continuaron llegando a la Isla desde Europa y Estados Unidos en el siglo XIX: una de ellas el racismo religioso, desarrollado en la culta Europa bajo una interpretación racista de la Biblia cristiana para justificar el colonialismo y la discriminación a la “raza maldita” de los negros. Se desempolvaron las maldiciones de Canaán, presentes desde la Edad Media, que afirmaban que de las tres razas humanas, descendientes de los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet, la del negro Cam había sido maldecida por el propio Dios, quien dispuso la servidumbre de sus hermanos; la afirmación de que los negros estaban condenados a servir a los blancos por mandato divino, fue repetida por las autoridades de las iglesias y los misioneros católicos y protestantes en la primera mitad del siglo XIX en todas las colonias. Otras variantes racistas que influyeron en el pensamiento de la intelectualidad ilustrada cubana finisecular fueron el racismo biológico seudo científico de Joseph Arthur Gobineau, y a finales del XIX la voluntad de poder del superhombre de Friedrich Nietzsche y las falsas interpretaciones de la teoría evolutiva de selección natural de las especies de Charles Darwin, el llamado darwinismo social.
 
6. Diez años después de la abolición de la esclavitud y todavía cuando España estaba perdiendo la guerra iniciada en 1895, Antonio Cánovas del Castillo, quien había sido presidente del gobierno español en reiteradas ocasiones y artífice de la Restauración, aseguraba en una entrevista publicada en el periódico francés Le Journal en noviembre de 1896: “Los negros en Cuba son libres; pueden contratar compromisos, trabajar o no trabajar… y creo que la esclavitud era para ellos mucho mejor que esta libertad que solo han aprovechado para no hacer nada y formar masas de desocupados. Todos los que conocen a los negros os dirán que en Madagascar, en el Congo, como en Cuba son perezosos, salvajes, inclinados a actuar mal, y que es preciso conducirlos con autoridad y firmeza para obtener algo de ellos. Estos salvajes no tienen otro dueño que sus propios instintos, sus apetitos primitivos”. Estas posiciones cavernarias del racismo colonial ya derrotado en América daba “el pataleo de los ahorcados” con figuras como Marcelino Menéndez y Pelayo, y Miguel de Unamuno, entre otros, con la reafirmación de la “raza hispánica”. Aunque parezca increíble, todavía estos ecos se escuchan.
 
7. El Apóstol de la independencia y la libertad de Cuba, José Martí, con su coherente y totalizador pensamiento, en varios discursos, ensayos y cartas, había dejado expresado su concepto de raza. Desde los primeros años de la década de los 80 en los Estados Unidos, cuando ya el mundo usaba el vocablo raza casi siempre de manera racista, el Apóstol se aproximaba a un uso poco frecuente, apto para identificar la condición humana y no las características biológicas; la aceptación o rechazo hacia el empleo del término se centraba en la calidad de los individuos, en su generosidad o en su egoísmo; el referente se centraba en la exaltación de la grandeza humana por el desinterés personal en aras de un ideal patriótico o de beneficio social, o para evidenciar la miseria espiritual encarnada en las bajas pasiones del individualismo; lo único que podía dividir al ser humano era su sentido de la justicia.
 
En 1891, en el ensayo “Nuestra América”, afirmaba: “No hay odio de razas, porque no hay razas. […] Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de las razas”. Y argumentaba en 1894 en su discurso en honor a Fermín Valdés Domínguez: “El egoísmo es la mancha del mundo, y el desinterés su sol. En este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan, antes que todo, su propio interés, bien sea el de su vanidad o el de su soberbia o el de su peculio: ?ni hay más que una raza superior: la de los que consultan, antes que todo, el interés humano”. Sus sueños de independencia y libertad del pueblo cubano en la república que se fundaría después de la guerra, quedarían sintetizados en el artículo “Mi raza”, de 1893: “Esa de racista está siendo una palabra confusa, y hay que ponerla en claro. El hombre no tiene ningún derecho especial porque pertenezca a una raza u otra; dígase hombre, y ya se dicen todos los derechos […]. Hombre es más que blanco, más que mulato, más que negro. Cubano es más que blanco, más que mulato, más que negro”.
 
8. A los prejuicios racistas tradicionales de España introducidos en la sociedad cubana, se les sumó el racismo implantado con fuerza directa por la intervención de los Estados Unidos en la Isla: padecimos el cambio del racismo colonial español ?éramos mestizos y negros? al racismo neocolonial e imperial norteamericano ?éramos latinos y negros. En textos como los de Thomas Dixon ?El hombre del clan, 1900? y películas como las de David Wark Griffith ?El nacimiento de una nación, 1915?, se glorificó al Ku Klux Klan y en los primeros años de siglo se cometieron crímenes monstruosos en la nación norteamericana. En los desarrollados Estados Unidos de aquellos años el racismo fue tan despiadado que en 1906 fue expuesto en un zoológico del Bronx, junto a un orangután, un pigmeo llamado Ota Benga, apresado dos años antes en el Congo; se quemaron negros en público ?e incluso fueron filmados?, solamente por sospechas derivadas de la acusación de un blanco, y los perros se entrenaban para mantener alejados a los negros de las propiedades de los blancos. El sistema segregacionista norteamericano impuso normas bárbaras y humillantes de exclusión y negó casi todos los derechos civiles de los negros; tales reglas se intentaron llevar a la subdesarrollada Cuba sin mucho éxito, aunque dejaron algunas secuelas espantosas.
 
9. En la naciente república, el racismo no podía ser igual que en los Estados Unidos a pesar de su visible dependencia en casi todo: mientras que los norteamericanos se liberaron de Inglaterra en el siglo XVIII sin proclamar la abolición de la esclavitud y desarrollaron una sociedad segregada bajo graves conflictos raciales durante el XIX, en la Isla, desde la primera república en armas, cuando ni siquiera se había obtenido la independencia de España, la abolición formaba parte del ideario fundamental de la revolución, incluido, por supuesto, el de sus principales líderes y de los gloriosos guerreros negros alistados en el ejército mambí, además de figurar como principio en las diferentes constituciones promulgadas durante la república en armas. Sin embargo, la puja por la supremacía blanca norteamericana influyó en el ambiente social cubano de los años de intervención y primeras experiencias en la vida republicana dependiente.
 
El sueño de José Martí de una república de blancos y negros fue traicionado a pesar de los esfuerzos de luchadores cultos y persistentes de la estatura de Juan Gualberto Gómez, uno de los más grandes amigos del Apóstol y de los más perseverantes opositores a la discriminación racial, desde antes de la constitución de la república de 1901; tampoco influyeron las constantes evidencias y declaraciones en la prensa ni las revelaciones de Ricardo Batrell Oviedo, que en 1903 denunciaba con rigor y claridad la crítica situación del negro y la ausencia de sus derechos civiles. En esos primeros años de república se produjeron crímenes como el monstruoso asesinato a machetazos del general Quintín Bandera después de ser humillado con un puesto de cartero concedido por el presidente de la república.
 
El genocidio mayor ocurrido en la historia de Cuba no lo cometieron ni el colonialismo español ni el norteamericano: en 1912, a un siglo del asesinato de Aponte, después de desatarse una aterradora campaña en la opinión pública contra el Partido de los Independientes de Color que dirigía Evaristo Estenoz ?con unos setenta mil miembros, cifra respetable para la población de la época? y especialmente contra los negros que protagonizaron la rebelión, se tejieron leyendas de violación de mujeres blancas y de asesinatos a ciudadanos blancos, y el ejército protagonizó una de las más bochornosas y sangrientas páginas de la historia de Cuba: el asesinato de más de tres mil personas en dos semanas, un suceso incalificable e insólito en la sociedad cubana, peor, por su intensidad, que la reconcentración ordenada por Valeriano Weyler. Fue una señal inequívoca de la peligrosidad de un enfrentamiento racial. 10. Este despiadado racismo de los primeros años de la república se disimuló con prejuicios ocultos e hipócritas, después de la condena expresada por parte de la mayoría de la sociedad civil a los sucesos de 1912, y ante la falta de legitimación científica y el descrédito del racismo biológico, lo cual contribuyó a un acercamiento al tema racial desde la cultura. Ello no excluyó la existencia de posiciones divergentes entre intelectuales cubanos sobre la inclusión o no del negro en la cultura del país, entre las cuales sobresalieron las de Alejo Carpentier y Eduardo Sánchez de Fuentes, que partían de los análisis musicales. Los colosales estudios multidisciplinarios de Don Fernando Ortiz demostraron la importancia de la impronta africana en la construcción de la cultura cubana, sin desconocer, bajo un punto de vista integral la significativa huella española en esa edificación.
 
Para probar la transculturación y la integración de estas dos raíces en la cultura cubana, Ortiz ahondó en la economía, la jurisprudencia, la etnografía, la etnología, la antropología, la arqueología, la sociología, la psicología, la filología, la lexicografía, la filosofía, la musicología, la religión, la religiosidad, el folclor… o en aspectos tan diversos como la gestualidad, las comidas, las costumbres... Poetas como Nicolás Guillén, músicos como Amadeo Roldán y Alejandro García Caturla, o investigadores como Lydia Cabrera y Rómulo Lachatañeré, sintetizaron en su obra estas razones. Sin embargo, una parte de la sociedad blanca cubana continuó su discriminación racial, con formas de opresión, exclusión o desconocimiento a los aportes de los negros de manera disimulada e hipócritamente excluyente.
 
11. La crispación derivada de esta sistemática discriminación bajo los diferentes gobiernos republicanos, produjo una reacción lógica pero no menos injusta: el racismo de los negros. El tema del color de la piel se puso por encima de cualquier condición, tal y como hicieran los primeros racistas, incluso por encima de una nacionalidad que habían ganado con parejo sacrificio, blancos y negros. Las tesis fundamentales que argumentaban esta postura se manifestaban de diversas maneras, no estudiadas con suficiente profundidad ni en su época ni posteriormente. Uno de sus textos fundamentales fue el de Juan René Betancourt, El negro, ciudadano del futuro, de 1959, en cuyas consideraciones se potenciaba un segregacionismo artificial para la sociedad cubana y se evaluaba injustamente la perspectiva cultural de Juan Gualberto Gómez, un patriota culto y equilibrado, de altísimo civismo y con tal altura de estadista que pudiera haber sido el primer presidente de la república, si no hubiera existido el cáncer del racismo blanco.
 
Quizás esta manera de rechazar la integración y pronunciarse por la negritud, tuvo mayor sintonía con las razones esgrimidas por los negros norteamericanos para reclamar sus derechos en una sociedad rígidamente segregada, resultado del surgimiento como nación después de una guerra civil en la que la racialidad tuvo importancia decisiva en la composición de las fuerzas contendientes y en los resultados del enfrentamiento. En el mismo año 1959 en que Betancourt publicaba su libro, se hicieron notables las manifestaciones en los Estados Unidos por una parte de la sociedad blanca que exigía una cavernícola segregación racial en las escuelas y lugares públicos; tal situación provocó un movimiento antisegregacionista que desembocó en una enorme violencia en la década del 60; posteriormente a la lucha por los derechos civiles de los negros en los Estados Unidos y del asesinato del reverendo Martin Luther King, surgió la llamada “Acción Afirmativa”, es decir, la consideración de la categoría racial para otorgar algunas ventajas a los negros, un paliativo que en algunos casos mejoró la situación de pobreza de ciertos sectores pero abrió paso de manera muy visible a la división entre negros ricos y negros pobres. Evidentemente, un modelo poco aconsejable para hallar soluciones a la discriminación racial en Cuba. 12. En el mismo año de la publicación del libro de Betancourt triunfaba la Revolución cubana que desde sus inicios se propuso liquidar muchas formas de discriminación predominantes en la república, entre ellas la racial; tales acciones formaban parte de un amplio proyecto de justicia social dentro del programa revolucionario. La lucha por la integración racial planteada por la Revolución, enfrentaba la oposición de algunos racistas blancos y negros, así como la resistencia de conservadores y tradicionalistas, no pocas veces saturados de prejuicios e ignorancia, que no entendían por qué un blanco y un negro podían ir a las mismas sociedades a bailar y a divertirse, o a las mismas playas a bañarse juntos, o por qué blancos y negros formaban familia y deberían tener idénticos derechos y reconocimiento escolar, laboral, social, político…
 
La discriminación racial en Cuba fue fuertemente criticada por Fidel, Raúl, el Che, entre otros dirigentes, en varias comparecencias públicas; se trabajó fuertemente por una educación civil antirracista que eliminara ese flagelo de la sociedad cubana, y se concebía como parte de la estratégica lucha revolucionaria por alcanzar la justicia social la abolición de todo vestigio jurídico que lo admitiera; se combatió cualquier disposición escolar o laboral que restringiera los derechos de los negros y fue erradicándose la discriminación desde el punto de vista institucional con no pocas resistencias a lo largo de la década del 60, aunque se mantuvieron muchos prejuicios sociales enmascarados y reservas personales.
 
Sin embargo, bajo el influjo del idealismo y el voluntarismo, se proclamó, con un triunfalismo engañoso y arrollador, que en Cuba se había liquidado la discriminación racial. El racismo oculto crecía agazapado junto a otras maneras del pensamiento conservador que nunca podrían ser combatidas si no se desenmascaraban constantemente a la luz pública, y constituyó una enfermedad silenciosa que socavaba la igualdad sin que nuestra monacal prensa se hiciera eco de ello. Solo a finales de los años 80 se retomó el asunto, especialmente en las diversas manifestaciones de la cultura.
 
13. El pánico que ocasionó en la sociedad norteamericana la rebelión antisegregacionista de los 60, hizo que se adoptaran soluciones particularizadas y personalizadas, muy bien estudiadas desde todos los ángulos, especialmente en los años 70 y 80, y todavía con mayor cautela y exquisitez a finales del siglo anterior y principios de la presente centuria, cuando se perfeccionó el método para tornarse en fortaleza lo que históricamente había sido una debilidad del sistema.
 
Aumentaron considerablemente los negros conservadores, sobre todo a partir del mandato de Ronald Reagan, y los líderes más rebeldes desaparecieron por diversas causas; otros fueron silenciados o acomodados por diferentes procedimientos; se estableció un régimen que, aunque no eliminó la disfuncionalidad social generalizada, ofreció ventajas económicas y sociales a los negros y un monitoreo constante sobre su situación mediante las reclamaciones jurídicas; se aprovechó la imagen fílmica y televisiva, con la presencia de héroes y protagonistas negros, que en los años 60 solamente habían alcanzado cierto liderazgo en los deportes y en la música. En Cuba, como el problema de la discriminación racial supuestamente estaba resuelto, salvo casos aislados no hubo una sistemática atención a este asunto.
 
Los negros no subieron mucho su estándar de vida en relación con los blancos, y a pesar de que se comenzaron a tomar algunas medidas en los 80 para equilibrar esas diferencias, como se encaminaron solo a la representatividad en las instituciones políticas y sociales bajo una forzada proporción numérica, tal medida aislada, como era de esperarse, no resolvió el complejísimo entramado de la discriminación racial, que responde a causas económicas profundas y supone una complejidad social que debe tratarse en su multilateralidad. A finales de la década de los 80 y principios de los 90, las autoridades tomaron real conciencia de este grave problema, a pesar de las deficiencias y deformaciones que han padecido históricamente las estadísticas en el país.
 
Por otra parte, se hicieron visibles o más conscientes en una parte de la intelectualidad cubana, algunos factores como: la falta de imagen del negro en los medios televisivos y en la prensa; el escaso abordaje de estos temas en el medio académico y mucho menos en el escolar; la tendencia a politizar el asunto, tanto por casi toda la contrarrevolución miamense como por la actitud defensiva de una buena parte de las autoridades revolucionarias; la ausencia de debate conceptual e integral, es decir, de estudios multilaterales que profundicen en sus causas y dimensiones, y aporten soluciones reales a corto, mediano y largo plazo. No había razones para no hacerlo, pues se partía de una Revolución que siempre tuvo la voluntad de eliminar cualquier forma de injusticia social, y de una nación que posee una historia híbrida desde su nacimiento, y que adoptó la integración, no solo de las racialidades, sino de casi todo lo humano, para fundar, sobrevivir y triunfar. 14. En la actualidad, aún son pocas las investigaciones de fondo sobre racialidad en Cuba, a pesar de que se trata de un tema de sumo interés para la sociedad civil y para la proyección política del país; pero lo mismo puede decirse de la situación de otros sectores vulnerables. En una buena parte de los llamados sectores emergentes (turismo, corporaciones y firmas extranjeras) hay mayoría blanca, realidad condicionada fundamentalmente porque históricamente los blancos han disfrutado de más oportunidades y ventajas para llegar hasta allí, por causas que van desde la historia familiar y las condiciones económicas para estudiar, hasta el sistema de relaciones interpersonales laborales, pero también por el racismo oculto ante la alternativa de optar por un blanco y eliminar al negro, en actitud discriminatoria justificada por una inadmisible “cuestión de imagen”, determinada por estereotipos “occidentales” reproducidos consciente o inconscientemente.
 
Tales esquemas, muchos de ellos anquilosados o contrarios a la filosofía revolucionaria, han impedido abordar con objetividad el fondo de la cuestión, sin que sean solo privativos del análisis de la racialidad, sino aplicables asimismo a otros temas, por lo que no considero que sea solo discriminación racial, sino falta de voluntad para actuar ante un conjunto de causas culturales, entre las cuales se encuentra el racismo. Si bien es cierto que las deficientes estadísticas cubanas ocultan o enmascaran los datos para la investigación de estos asuntos, sucede igual con otros tópicos, como los relacionados con la economía, que tienen una implicación directa en la distorsión de planes y cumplimientos; por otra parte, la falta de sistematicidad es un mal frecuente que afecta a esta y a otras muchas esferas.
 
La demanda de que las autoridades policiales suelen mantener un trato diferenciado y discriminatorio con los negros es cierta, como también los es que en ocasiones su falta de pericia afecta a otras cuestiones relacionadas con su trabajo: se trata de prejuicios discriminatorios, pero, además, y sobre todo, de falta de profesionalidad. Es igualmente cierto que muchos relacionan de manera directa y prejuiciosa a la delincuencia con los negros y mestizos, sobre la base estadística de la población penal; sin embargo, poco se indaga sobre las causas últimas que generan los ingresos a prisión, y no se ha establecido un programa general para resolver esta situación. Hay poca conciencia racial y poca visibilidad en los medios de estos problemas; no hay una percepción sobre la gravedad del problema, que casi siempre se atribuye, por el desconocimiento de su dimensión, a demandas de un sector. 15. El racismo es una vergüenza del género humano, inaceptable éticamente, y sus presupuestos son falsos desde cualquier punto de vista; resulta injustificable porque los argumentos suelen basarse en la seudociencia biológica o la manipulación religiosa, social y política; formula un conjunto de propuestas arbitrarias que parten de sentimientos primitivos, como el miedo al diferente, la intolerancia al otro y el odio inculcado; mantiene la creencia de una absurda división de los seres humanos entre razas superiores e inferiores que los diferencia y separa para someter a unos y a otros con prácticas humillantes. La alternativa al racismo no puede sustentarse en un programa de venganzas sociales ni en un proyecto que diferencie y segregue.
 
La discriminación racial crea modelos culturales bajo infundadas creencias de una supuesta eficacia o desarrollo de una sociedad sobre otra, y es caldo de cultivo para el aprovechamiento de conflictos políticos y religiosos sostenidos por perversas campañas publicitarias que apelan a los instintos más oscuros, cebándose en la desinformación, la ignorancia o en factores especulativos saturados de prejuicios, xenofobias y complejos de superioridad-inferioridad. El odio racial provocó el holocausto y los más grandes genocidios que ha conocido la humanidad; se erige en pecado y ofensa a Dios, según Juan Pablo II, y en enfermedad de la mente y el alma que deshumaniza a cualquiera que lo toca, según Nelson Mandela, uno de los líderes políticos más importantes del siglo XX porque luchó contra el racismo de los blancos hacia los negros y viceversa; ha servido para alimentar ideológicamente los procesos más dolorosos que conoce el ser humano, como el esclavismo, el colonialismo y el neocolonialismo, y puede generar una violencia incontrolable en cualquier contexto.
 
Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y descienden del mismo tronco, que según las últimas evidencias nació en África, por lo que en última instancias, todos los humanos seríamos “afrodescendientes”; todas las divisiones de la especie son convencionales, arbitrarias y externas; los potenciales biológicos de los humanos para alcanzar cualquier nivel o posición en los sistemas económicos y sociales que organizan son equivalentes, y las diferencias étnicas y culturales del planeta deberían propiciar una educación y una cultura antidiscriminatoria, antirracista, y no solo multicultural, sino intercultural.
 
Hoy el presidente de la primera potencia del mundo es negro; Barack Obama ha reconocido que “el dolor de la discriminación todavía se siente en Estados Unidos”; sin embargo, también les ha pedido a los negros que “¡dejen de decirles a sus hijos que, porque son de cierta raza, hay cosas que siempre les estarán limitadas!”, y añadía: “Quiero que aspiren a ser científicos e ingenieros, doctores y maestros, no sólo jugadores de baloncesto o raperos”, aunque sus políticas no parezcan precisamente encaminadas a ello.
 
En Cuba urge establecer normas más eficaces para garantizar y nivelar la igualdad entre todos, así como una estrecha vigilancia sobre quienes aún padecen desventajas y evidentes asimetrías, pues deben ser los más favorecidos por los programas sociales; dentro del proyecto de la Revolución, un especial significado tiene la igualdad de los negros en relación con el resto de la población, que incluye factores económicos y culturales; sin asociar el color de la piel a ninguna categoría de privilegio, la racialidad requiere de un proyecto específico que borre el dolor ancestral sufrido, atienda reclamos postergados de sus dificultades para la igualdad, programe acciones reales y efectivas basadas en nuestra historia, y se propicie una educación integradora en la que los blancos sepan más de la historia y la cultura de los negros, y estos no se limiten solo a sus temas. Las soluciones hay que buscarlas para el futuro y en cualquier parte, pero debemos evitar dar pasos hacia atrás o tratar de copiar miméticamente otras realidades. La batalla por la igualdad social en Cuba debe tener en cuenta todas estas cuestiones y aún otras coordenadas que están por gestarse dentro de la transculturación, porque ese proceso, aquí, nunca termina.
 
- Juan Nicolás Padrón es filólogo, poeta, ensayista. Labora en Casa de las Américas. Este artículo está publicado en el foro El engaño de las razas ( www.foroscubarte.cult.cu) organizado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Cubarte.
 
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