Un terrorista financiero

04/01/2011
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Era media mañana del domingo 26 de diciembre, cuando se anunciaron nuevos precios para los carburantes con el justificativo de acercarlos a los vigentes en países vecinos y reducir el contrabando que estuvo llenando sus bolsillos con 150 millones de dólares anuales.
 
Los gobiernos neoliberales dejaron esa trampa mortal al proceso de cambio liderado por los indígenas, que por primera vez en la historia nacional, llevaron al poder a un campesino representativo de ellos mismos, a los que se sumaron sectores obreros marginados de las ciudades y partidos de izquierda que acompañan el proceso de cambio.
 
Anunciado el decreto 0748, grandes sectores ciudadanos aceptaron la norma como “necesaria” aunque dura para los menos afortunados y sectores que no tienen ingresos asegurados y tienen que dar batalla a la vida todos los días.
 
La situación creó desconcierto, aprovechado por los neoliberales que de inmediato reaparecieron supuestamente para “defender a las clases empobrecidas”. Se encontraban arropados disfrutando de lo acumulado a lo largo de veinte años de achicamiento del Estado. Salieron para ser amplificados por los medios de comunicación que mayoritariamente están en manos de sus colegas de enriquecimiento.
 
Aparecieron esos intelectuales cooptados por la ola neoliberal, quienes intentaron defender lo que hicieron Bánzer, Paz Zamora y Sánchez de Lozada. ¿Qué hicieron esos angelitos? Pues dejaron la subvención arrancada por la poderosa “pequeña burguesía” de los transportistas, que en el tiempo se tornó una incontrolable y gigantesca bola de nieve.
 
Tras la llegada al gobierno, el presidente aymara tenía que haber eliminado esa “concesión” a una clase privilegiada, pero sus ministros fuertemente ligados al neoliberalismo, prefirieron lamerle las manos y postergaron ese problema hasta que se hizo inmanejable.
 
El martes, un genuino neoliberal, lanzó un verdadero misil contra el corazón de la economía nacional. Samuel Doria Medina, comentó ante una red nacional de TV “Se dice que mañana podrían anunciar que el dólar va a bajar a 6 bolivianos”. Un comentario aparentemente sin mayor importancia. Pero no, era un misil intencionado y bien dirigido el que estaba disparando. La gente corrió despavorida a los bancos a saquear sus ahorros.
 
Doria Medina, fue Ministro de Planeamiento y Coordinación. Todo el Sistema financiero estuvo bajo sus órdenes y por lo tanto sabe muy bien lo sensible que es el sector. Conoce al dedillo la Ley de Bancos, especialmente los artículos referidos a este tipo de “terrorismo financiero” y es consciente de sus malas intenciones.
 
Doria Medina, cerró el Banco del Estado, el más grande de Bolivia y el único que tenía sucursales hasta en las provincias más alejadas. Lo hizo a una velocidad sideral. En seis meses lo liquidó, actuando como juez y parte, pues era deudor de 22 millones de dólares, que él dice haber pagado a once centavos por cada dólar, pero la verdad verdadera nunca se supo. Bancos minúsculos, siguen en liquidación veinte años después, pero el más grande fue cerrado en un santiamén.
 
Las autoridades del gobierno, dicen que más de 200 millones de dólares salieron del sistema financiero en sólo 24 horas, gracias al rumor malintencionado de Doria Medina. Algunas autoridades judiciales, ya le ofrecieron una salida facilona al “terrorista financiero”. Dicen que cometió agio. La Ley de Bancos, dice otra cosa.
 
Si Bolivia, hubiera tenido una situación financiera similar a la de tiempos neoliberales, varias entidades estarían quebradas. Muchas personas estarían lamentando haber perdido sus depósitos. Pero no ocurrió, porque el Banco Central tiene reservas por casi diez mil millones de dólares.
 
El “terrorista financiero” intentó destruir el aparato financiero de Bolivia y luego huyó a las playas de Punta del Este, donde retoza con el ombligo al sol. No surtieron sus malas intenciones, ni el gobierno de Morales cayó, empujado por las movilizaciones pagadas por sus correligionarios neoliberales de la alcaldía paceña y la gobernación cruceña.
 
Dice el “terrorista financiero” que después de tostarse adecuadamente en las playas uruguayas, volverá para asumir responsabilidad por sus declaraciones. Ojalá así ocurra. Ojalá no se declare “perseguido político” como sus compañeros neoliberales que se fueron a Estados Unidos, donde disfrutan de las ganancias del proceso de “achicamiento del Estado”.

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