2011: El año de la profecía auto cumplida

03/01/2011
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...en el Perú el presidente tiene un poder: no puede hacer presidente al que quisiera, pero sí puede evitar que sea presidente quien [él] no quiera. Yo lo he demostrado.[1]

La competencia entre los presidenciables ya inscritos y sus respectivas alianzas u organizaciones se presenta dentro de un panorama que en las últimas semanas de diciembre estuvo azuzado por las denuncias de corrupción de altos funcionarios del gobierno que está de salida; también por las pullas verbales de algunos candidatos defendiendo las “obras” de sus gobiernos (p. ej., la disputa por la paternidad de la Carretera Interoceánica entre el  ex presidente Toledo y Alan García). Es como si, antes de iniciar la maratón electoral, los contendores estuvieran ensayando expresiones y escaramuzas contra quienes consideran sus rivales directos. Se da por descontado que los “golpes bajos”, codazos y toda forma de “campaña sucia” volverán a repetirse, superando previsiblemente lo que fue la pelea por la Alcaldía de Lima Metropolitana; pero –y esto quizás sea lo más importante— ya es vox populi (por ende, dejó de ser un secreto) que el Dr. Alan García intervendrá de una u otra manera, veladamente o no, tratando de influir en la orientación del electorado sobre todo popular. Por lo pronto, ya dio muestras de sus simpatías personales hacia uno de los candidatos –motejado “el mudo”—, simpatía que nadie puede asegurar que la mantendrá o la cambiará hasta el día de las elecciones (10 de abril) para el recambio presidencial.

Los antecedentes lo confirman y las evidencias son innegables e inocultables, siendo el más sonado lo que sucedió en la guerra mediática contra Mario Vargas Llosa en las presidenciales de 1990, quien en 1987 se había revelado liderando la oposición de derecha contra la estatización de los bancos. Alan García y el APRA lograron imponer al Ing. Alberto Fujimori, el outsider de 1990 que hizo creer al atormentado pueblo peruano por la hiperinflación y la violencia política (terrorismo-contraterrorismo) la farsa de que nunca llevaría a cabo el programa de ajuste neoliberal propugnado por el FREDEMO.

17 años después Naomi Klein desnudaría las motivaciones bajo las cuales el neoliberalismo internacional se parapeta y justifica, para poderse entronizar en los asuntos internos de los países (menos EEUU y UE) a través de su esfera preferida, la economía; dando cuenta asimismo de las consecuencias desastrosas en los territorios continentales y países donde se aplicaron sus recetarios, todo lo cual ella condensó en la doctrina del shock a nivel mundial.[2]

El Dr. García Pérez no es un candidato pero está haciendo campaña... para el 2016, inaugurando obras sociales, infraestructuras, hospitales, etc. y de paso pronunciando discursos sobre la efectividad de su segundo gobierno, las metas alcanzadas en diversos campos (p. ej., reducción de la pobreza, electrificación, carreteras), el crecimiento del país, las inversiones conseguidas, los grandes proyectos, los tratados comerciales con EEUU, China, Corea del Sur, Chile.[3] En suma, un país –ahora sí— de las “mil maravillas” gracias a él y su “ego colosal”.

El ego del Sr. García Pérez está estrechamente asociado a su inestabilidad emocional (más de un periodista lo ha comentado por escrito), con un cierto estado de éxtasis para pensar y tomar decisiones políticas, entre la euforia en demasía y los arrebatos repentinos. De allí las infaltables dosis de litio, para calmar las “locuras del poder”.[4]

Sabiéndose “triunfador” y esta vez gobernante “exitoso”, está tan seguro de sí que su retiro de la Casa de Pizarro lo asume solamente como algo temporal; también sabe que lo hará por la puerta grande, y que al cruzar el umbral recibirá varias ovaciones y salvas de aplausos provenientes, más que de su partido, de la prensa y demás medios, de la embajada americana y las representaciones de los países occidentales, del FMI y el Banco Mundial, de los grandes empresarios y lobistas, ..., también del pueblo que fue favorecido con su segunda gestión gubernamental.

Alan García, un presidente todavía en ejercicio que por ley no puede competir como otro candidato más, por ética moral se supone que debería abstenerse de hacer declaraciones o pronunciamientos públicos, a favor o en contra de determinados candidatos y las opciones políticas que representan. Nada que ver, para esta coyuntura (enero-abril 2011) el Dr. García se ha posicionado previamente y “se alucina el gran elector de nuestra endeble democracia”.[5]

La parábola que tal vez permita expresar mejor ese posicionamiento de García en la coyuntura peruana que estamos empezando, sería el del coliseo romano. Aquí los protagonistas que ingresan a la arena, qua gladiadores, son los aspirantes a presidente y sus respectivas “planchas presidenciales”, habiendo varias mujeres, pero el enfrentamiento entre sí (primera vuelta) debe dejar solamente a dos contendores. Alan García sería el César que, rodeado de su séquito y teniendo al pueblo qua espectador embriagado con la lucha, decidirá quien de los dos contendores debe triunfar sobre el otro.

Esa lucha “encarnizada” se librará asimismo fuera del coliseo, en barrios populares y asentamientos humanos de las principales ciudades; en ciudades menores, lugares apartados, pueblos y caseríos, en el interior del país; estará a cargo de las militancias y sus organizaciones (partidos, alianzas, frentes). Tratándose de un país fragmentado, desigual en su desarrollo territorial, socialmente heterogéneo, los candidatos y sus estrategas están convencidos que las maquinarias electorales pueden aportar votos si saben atraer y movilizar a la gente hacia sus propuestas, estrechamente vinculadas con la imagen del candidato(a), a costa incluso de mellar el mensaje y la imagen del competidor más cercano.

Pero los reflectores, las cámaras y micrófonos estarán apuntando sobre todo a la capital, que es la plaza electoral más importante del país (concentra 1/3 del electorado nacional) y allí esta el otro “gran elector” (esta vez de carácter colectivo). La disputa, como aconteció en las elecciones presidenciales del 2006 y en las municipales del 2010 para la Alcaldía Metropolitana, la decidirán también los sectores populares, limeños en particular, cuya “soberanía” y “voluntad” es invocada solo 1 vez cada 4-5 años por los políticos, justamente para estas lides electorales. Los medios adictos a la continuidad del “modelo” y el propio gobierno saben que esos sectores populares, a quienes seguramente los postulantes engreirán con todo tipo de ofertas y compromisos, aun cuando protesten, han sido domesticados desde hace algún tiempo por los discursos del crecimiento económico. Este es considerado el discurso ganador, y para ellos no puede haber otro en una sociedad donde la voluntad de cambiar está hipotecada/encerrada en las redes del social-conformismo.[6] Lo que faltaría –según su lógica— es hacer “más obra social” y redistribuir los “frutos” del crecimiento “ininterrumpido” (con excepción del 2009 debido a la crisis financiera internacional), que ha colocado al país –según los adulones del “modelo”— en una posición “envidiable” e “inmejorable” en el contexto latinoamericano y con relación a los países vecinos.

Cambio de gobierno, no de régimen económico y político; esta es la cuestión. Simple relevo de personas, pero “modelo” y sistema quedan y se mantienen; es la consigna.

El panorama está sumamente claro entonces, sin necesidad de recurrir a los chamanes ni a las cartas del Tarot y, menos aun, acudir a ningún oráculo por muy “acertado” que sea. Carece de importancia saber quién será el ganador o ganadora, incluso los finalistas a segunda vuelta, pues el consenso en torno a la continuidad del modelo entre casi todos los aspirantes ya es un hecho. Dejando de lado la decepción ocasionada por el lado opositor (MNI, nacionalismo, “progresistas” de centro-izquierda), por la incapacidad mostrada en concretar una alianza representativa de los sectores populares, todo el espectro del centro hacia la derecha se ha dado el lujo de agruparse en 5 alianzas electorales, sabiéndose de antemano que el pueblo peruano –convertido en actor deseante— también quiere el crecimiento pero con “empleo digno”... que les han de proporcionar –es la expectativa general— los inversionistas privados (otra vez el cuento del “chorreo”).

Para los poderes fácticos –esos que, haciendo caso omiso del voto popular, cogobiernan con cada presidente elegido y hasta confabulan agazapados cuando sus intereses son afectados— el “modelo” es intocable e inalienable porque nada hay allí que cambiar; más bien se espera del próximo gobierno una gestión eficiente de ese “modelo” así como una gobernabilidad a toda prueba, que refuerce y consolide los cimientos del “sistema”. Solo bajo este marco esta permitido hacer un poco de populismo (obras sociales y programas a favor de los más necesitados) si ello no afecta los “equilibrios macroeconómicos”. Todo esto forma parte de lo que cierta literatura denomina “nuevo liberalismo social”, “nueva socialdemocracia”, “[nuevo] centro progresista”.[7] Según esta lógica de anteponer neo a todo, tendríamos que hablar de neocapitalismo así como de neoizquierda (“izquierda moderna” en el decir de Susana Villarán, lideresa de Fuerza Social). Por lo primero habría que entender un capitalismo que también se preocupa por los pobres (tiene su “corazoncito” social), mientras que lo segundo consistiría en una izquierda que se asimila al capitalismo... para gestionarlo. Cualquier otra izquierda que niegue someterse a tales designios recibirá esta condena del sistema: ¡vade retro!

Lima, 2 de enero 2011

 



[1] Presidente Alan García Pérez en reunión con banqueros peruanos y latinoamericanos (Lima, 24 de marzo 2009). Tomado del artículo de Raúl Wiener, “García y su gran poder para el veto”, La Primera, 26 de marzo 2009.

[2] El neoliberalismo surgió en el siglo XX, primero como una ideología académica, durante el periodo conocido como “guerra fría”, a la sombra de la revolución keynesiana, en universidades de Europa occidental y EEUU. Apareció principalmente desde los ámbitos de la filosofía política y la economía, siendo en esta última donde se revistió de un elevado grado de formalización. En realidad, cualquiera sea su fuente, el neoliberalismo viene a ser un refrito del pensamiento liberal del siglo XIX, especialmente del último tercio. Sus postulados, supuestos y premisas, presentados tramposamente bajo el membrete de “economía científica”, han dado lugar –en el terreno de la política— a concepciones  a-históricas sobre la libertad y la democracia, contaminadas además de economicismo, pues ambas son entendidas como entes “puros y perfectos”, es decir, una verdadera utopía arcaica y, además, colonialista. Para una discusión más amplia cf. Antonio Romero Reyes, «El fetichismo de la mercancía en el pensamiento económico. Desde la economía vulgar al dogma del crecimiento», Globalización, septiembre 2009, (www.rcci.net/globalizacion/2009/fg908.htm).

[3] Las últimas intervenciones presidenciales en público, en el 2010, han sido más o menos del siguiente tenor: “La verdadera izquierda es la que da títulos de propiedad, la que hace asfalto, la que permite vincular a todos los pueblos de la lejana serranía o de la inhóspita selva, esa es la verdadera izquierda...” (Intervención del presidente García en la celebración del 2do aniversario del programa Agua para Todos, en el distrito popular de Ate. La República, 1 de marzo 2009, p. 6). Sustituya el lector la frase “la verdadera izquierda” por “el verdadero cambio revolucionario” y obtendrá nada más que un cambio de forma, pero el mensaje sigue siendo el mismo.

[4] “La razón se vuelve loca cuando se convierte a la vez en puro instrumento del poder, de las potencias y del orden, y al mismo tiempo, en fin del poder y de las potencias; es decir, cuando la racionalización no sólo se convierte en instrumento de los procesos bárbaros de la dominación, sino cuando al mismo tiempo ella misma está consagrada a la instauración de un orden racionalizador, en lo que todo lo que perturbe este orden se convierte en demente o criminal. [...] Y la locura estalla cuando estos procesos de racionalización irracional se convierten, de manera mediata o inmediata, en procesos que conducen a la muerte.” (Edgar Morin citado por Marcos Roitman Rosenmann, El pensamiento sistémico. Los orígenes del social-conformismo. México: Siglo XXI-CIICH-UNAM, 2004, 2ª ed., p. 51).

[5] Jorge Bruce, “Hablar de más”, La República, 12/12/2010. Del mismo autor destacamos la frase: “... estas elecciones se presentan exangües en cuestión de ideas y encarnizadas en la pugna...”

[6] “Enajenar la voluntad es proponer la pérdida de centralidad del sujeto y de lo político. La voluntad del sujeto se transfiere al sistema. El individuo se despoja [es despojado] de su voluntad y se reduce a un ser deseante en el interior de un sistema ya construido donde los catalizadores son las vías de comunicación propuestas desde el sistema para el manejo de los operadores sistémicos.” (Marcos Roitman, El pensamiento sistémico, op. cit., p. 110).

[7] María del Pilar Tello, El nuevo progresismo en América Latina. Los caminos de la izquierda y la legitimidad del centro. Lima: Fondo Editorial de la Universidad San Martín de Porres, 2009. Este libro está prologado por el Dr. Alan García Pérez.

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