Antielogio de la Literatura

20/12/2010
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Pero la vida es ruptura, herejía,

derogación de las reglas de la materia.[1]

“Nuestro escritor más universal”; “la mayor gloria literaria en vida”; “el mundo lo declara universal”; “nuestra pluma”; “es un sabio”; y otras frases grandilocuentes, son una pequeña muestra de los innumerables elogios que el escritor/narrador de cuentos y ficciones literarias, Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), recibió en los medios de comunicación peruanos e internacionales; frases con las que –al mismo tiempo que la apropiación del personaje por los poderes mediáticos- se buscaba insuflar “patriotismo” y “orgullo nacional” antes, durante y después de la obtención del Premio Nobel de Literatura 2010 que le otorgó la Academia Sueca de Ciencias.

En la personalidad de Mario vargas Llosa (MVLL) se funden el “novelista genial”, a quien seguramente fueron dirigidas las frases grandilocuentes de la incorregible e insanable sobonería limeña, y el “funcionario intelectual de la derecha con sede en Washington y Bruselas”.[2] Es una aberración sostener –como se hace creer entre la opinión común— de que hay dos Vargas Llosa. A la manera de la distinción weberiana entre el político y el científico (o viceversa) dicha opinión, que se halla muy extendida, separa al novelista y literato del intelectual que alguna vez fungió de líder político y quiso ser presidente, pero que profesa una filosofía política bien definida desde que renunció al “marxismo” como él mismo ha confesado, defendiendo dicha filosofía a los cuatro vientos y allende los mares. Como veremos en este artículo, en Mario Vargas Llosa la literatura y la política están una al servicio de la otra, mutuamente imbricadas.

El Premio Nobel a MVLL lo ha convertido en un personaje reverenciado e idolatrado, en un país con una larga tradición de culto en los ámbitos religioso (creencias, mitos, milagros); político (líderes, caudillos); militar (símbolos y héroes); hasta en lo deportivo (futbolistas “exitosos” que meten goles en Europa a cambio de fortunas de dinero). En el antiguo espacio conformado desde el sur del Ecuador hasta el norte de Chile se veneraba al sol, la luna, la tierra: eran los “dioses” del mundo andino, porque a ellos se remitían en última instancia –para ese mundo— las fuerzas de la naturaleza (clima, vientos, agua), así como la producción material y su sistema de creencias. Existía, pues, una convivencia armónica y un “sistema” que descansaba en la relación simbiótica entre Hombre y Naturaleza, regulando asimismo esta relación (el antiguo mundo andino fue una sociedad “sustentable”), retroalimentado incluso mitos y leyendas. Después de la llegada de los españoles, con la conquista, el coloniaje y la “extirpación de idolatrías” para imponer el cristianismo y la evangelización junto con la economía de rapiña y el saqueo de riquezas, fue que se instaló en nuestros países y otras partes de la América latina, indígena y afrodescendiente, la colonialidad del poder, desde el cual se genera-propaga-promueve el culto a ídolos y fanfarrones que se ufanan de modernos, democráticos y defensores de la “libertad”.

¿Qué es lo que conecta al novelista y narrador de cuentos con el “intelectual ultraderechista” que es MVLL? La atenta lectura de su discurso, al recibir el Premio Nobel de Literatura 2010, permite detectar un concepto clave para la explicación. Veamos:[3]

«Algunas veces me pregunté si en países como el mío, con escasos lectores y tantos pobres, analfabetos e injusticias, donde la cultura era privilegio de tan pocos, escribir no era un lujo solipsista. Pero estas dudas nunca asfixiaron mi vocación y seguí siempre escribiendo, incluso en aquellos períodos en que los trabajos alimenticios absorbían casi todo mi tiempo. Creo que hice lo justo, pues, si para que la literatura florezca en una sociedad fuera requisito alcanzar primero la alta cultura, la libertad, la prosperidad y la justicia, ella no hubiera existido nunca. Por el contrario, gracias a la literatura, a las conciencias que formó, a los deseos y anhelos que inspiró, al desencanto de lo real con que volvemos del viaje a una bella fantasía, la civilización es ahora menos cruel que cuando los contadores de cuentos comenzaron a humanizar la vida con sus fábulas. Seríamos peores de lo que somos sin los buenos libros que leímos, más conformistas, menos inquietos e insumisos y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría. Igual que escribir, leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola.

«Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión. Quienes dudan de que la literatura, además de sumirnos en el sueño de la belleza y la felicidad, nos alerta contra toda forma de opresión, pregúntense por qué todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos de la cuna a la tumba, la temen tanto que establecen sistemas de censura para reprimirla y vigilan con tanta suspicacia a los escritores independientes. Lo hacen porque saben el riesgo que corren dejando que la imaginación discurra por los libros, lo sediciosas que se vuelven las ficciones cuando el lector coteja la libertad que las hace posibles y que en ellas se ejerce, con el oscurantismo y el miedo que lo acechan en el mundo real. Lo quieran o no, lo sepan o no, los fabuladores, al inventar historias, propagan la insatisfacción, mostrando que el mundo está mal hecho, que la vida de la fantasía es más rica que la de la rutina cotidiana. Esa comprobación, si echa raíces en la sensibilidad y la conciencia, vuelve a los ciudadanos más difíciles de manipular, de aceptar las mentiras de quienes quisieran hacerles creer que, entre barrotes, inquisidores y carceleros viven más seguros y mejor.»

Los dos párrafos precedentes son centrales en la construcción hermenéutica del discurso vargasllosiano, proporcionando el fundamento para el desarrollo de las ideas, experiencias y vivencias que completan su discurso. Contiene lo central de su pensamiento en torno a la literatura, y a través de esta la actitud ontológica del personaje galardonado frente al “mundo real”.

Una primera idea que extraemos es la relación entre ficción y vida: esta última es concebida como insuficiente (“las insuficiencias de la vida”) o incompleta (“la vida tal como es no nos basta”), mientras que la ficción es un producto mental, más específicamente, de los “contadores de cuentos” y “fabuladores” como él. Estos son los verdaderos “escritores independientes” (poetas, novelistas, dramaturgos, ensayistas), no los sociólogos, ni historiadores ni economistas así sean críticos. MVLL lo aclaró después (15 de diciembre), en su discurso de agradecimiento, hablando sobre “el Perú de los soñadores”, al recibir del presidente Alan García –convertido en su admirador Nº 1— la Orden de las Artes y las Letras en la Casa de la Literatura. Si las ciencias sociales de hoy –según la opinión de MVLL— son incompetentes para “soñar” (utopías, se entiende) veamos de qué manera nos ayudan a desentrañar el pensamiento conservador del Nobel que se parapeta detrás de sus elogios a la lectura y la ficción a través de la literatura.[4]

Para MVLL la ficción posibilita una existencia más llevadera –por no decir “plena”— porque nos hace soñar con lo que no poseemos ni somos. La premisa subyacente es que tanto el hombre como la mujer, individualmente considerados, son seres incompletos, permeables y vulnerables. Además, no son los individuos por si mismos quienes sueñan, pues la capacidad de soñar es producida por intelectuales “independientes”.

Sin embargo, tanto la ficción como la vida, así como la actividad de esos intelectuales elogiados por MVLL, tienen lugar en -o toman como referencia, necesariamente— el “mundo real”. Concibe este mundo en forma maniquea, dividido en dos polaridades políticas, mutuamente excluyentes:[5] de un lado, “todos los regímenes empeñados en controlar la conducta de los ciudadanos”, donde entran la desaparecida URSS y los países que pertenecieron a su zona de influencia; los países que siguen siendo gobernados por burocracias “comunistas” (China, Vietnam del Norte, Cuba); hasta las “seudo democracias populistas y payasas” (mencionó a Bolivia, Nicaragua, Venezuela) en América Latina. En el otro polo ubica a la “democracia liberal” cuyo paradigma –nos imaginamos— son los Estados Unidos y Europa Occidental, democracia que MVLL convoca a defender en toda su pureza. El mensaje implícito es claro: solamente bajo la democracia liberal, reconociendo él mismo sus limitaciones, es posible producir ficciones y soñar. Solamente bajo esa democracia y ninguna otra los “escritores independientes” pueden escribir sus “buenos libros” que nos hacen “vivir las muchas vidas que quisiéramos tener”, es decir, “la hermosa y perfecta vida que finge la literatura”.

Pongamos las cosas en estos términos: ¿quiénes están en condiciones de inventar, escribir o leer ficciones? ¿Los trabajadores?, ¿acaso los obreros, campesinos, soldados sin rango (la mayoría de estos, hijos de trabajadores y/o de familias pobres)?, ¿los mismos “pobres”? MVLL habla de ciudadanos en general, en el contexto de un discurso en que su autor pretende situarse por encima y por fuera del mundo terrenal, sin importarle que en toda democracia liberal la ciudadanía está desigualmente distribuida (tomemos solamente en cuenta, p. ej., la capacidad adquisitiva para comprar libros entre las “clases”). La mente de MVLL deja fuera de toda consideración que los trabajadores y el “pueblo” produzcan sus propios sueños de libertad, justicia y otros valores elevados; valores por los que han luchado poniendo su sello de clase, sin necesidad de leer los libros de los contadores de cuentos como él. Las revoluciones democrático-populares de 1848 en Europa; la Comuna de París de 1871; las dos revoluciones rusas en las primeras décadas del siglo XX (1905 y 1917); las infructuosas revoluciones alemanas, de noviembre 1918 a enero 1919, y luego la de marzo de 1923; los igualmente sofocados intentos revolucionarios en los países de la “órbita soviética”, reprimidas en los años 60 y 70 (Checoslovaquia, Hungría, Polonia); el mayo 68 francés con repercusiones en toda la Europa occidental; la Revolución Cultural China (1966-1976) uno de cuyos momentos iniciales más críticos fue la Comuna de Shangai, de cortísima duración (5 al 24 de febrero de 1967)[6], pero cuya suerte decidió el destino de China (el retorno al capitalismo); la masacre de jóvenes y trabajadores con tanques y metralla, perpetrada por el PC Chino en la Plaza de Tiananmen (4 de junio 1989); etc., todas esas revoluciones o intentos revolucionarios de los proletarios y las masas populares, incluso en la América latina, indígena y afrodescendiente (el Abya Yala) tuvieron sus propios ideales de libertad y emancipación humanas para hacerlo o participar en ellas. No estaban guiados ni motivados por mitos ni por ninguna noción abstracta de “libertad”. Era un horizonte de futuro o un imaginario histórico lo que las empujaba y animaba, a pesar de cada paso en falso, de los errores, fracasos y derrotas de sus líderes y direcciones. Pero como reclamaba Rosa Luxemburg, antes de caer bestialmente abatida por policías berlineses, tenemos que aprender incluso de todas las derrotas.[7]

Aquí insertamos una segunda idea: la relación entre ficción y libertad. En cualquier  democracia liberal los trabajadores comunes y corrientes, el “pueblo” en general, carecen de libertad para soñar en ficciones producidas por literatos, tampoco pueden echar a andar su imaginación soñando “las muchas vidas que quisieran ellos y ellas tener”, porque sencillamente su tiempo pertenece a otros que se han apropiado de sus vidas y los expolian extrayéndoles tiempo de trabajo. La “libertad” de la que habla el laureado escritor, en este caso la libertad para leer y gozar de las fábulas de los cuentistas como él, es aquella que pueden ejercer los poseedores de recursos y medios, dinero y bienes, riqueza material, poder económico, y de todo aquello en lo que se plasma la apropiación y explotación de trabajo ajeno. Y este es el verdadero “mundo real” de la democracia liberal, que los liberales como MVLL siempre buscan ocultar con bellas palabras, abstracciones vacías de contenido y cánticos a “la hermosa y perfecta vida que finge la literatura”. El mundo real de la democracia liberal descansa en el capital, cuyo régimen económico y político se conoce como capitalismo, un sistema histórico perecible como todo lo que la humanidad ha creado.

El capitalismo en cualquier parte y a escala planetaria necesita perpetuar, ampliar y profundizar la desigualdad, para poder seguir existiendo; la democracia liberal –en palabras del Nobel de Literatura 2010— significa “el pluralismo político, la convivencia, la tolerancia, los derechos humanos, el respeto a la crítica, la legalidad, las elecciones libres, la alternancia en el poder”. En la concepción que el celebrado escritor maneja de la democracia liberal, la esfera económica está ausente, y el poder económico de quienes son los dueños del tiempo (libre o no) de los simples ciudadanos no se discute.[8] Proclamar o reconocer “derechos” en las relaciones económicas es para los cavernarios políticos absurdo e intolerable; lo mismo ocurre con otros derechos que se intente sean reconocidos en esas mismas relaciones u otras (p. ej. los derechos de los pueblos indígenas; los “derechos de la naturaleza”; los derechos de las mujeres; de las minorías por su diferente opción sexual). Por tanto, ni la economía (sistema o modelo) ni el poder económico están en cuestión, pues su discurso es consecuente con el hecho de la separación entre lo “económico” y lo “político”, que produjo el capitalismo desde que surgió. Como sostuvo Ellen Meiksins Wood:

«[...] la llamada economía ha cobrado vida propia, completamente fuera del ámbito de la ciudadanía, la libertad política o la responsabilidad democrática. La esencia de la “democracia” moderna no es tanto que haya abolido el privilegio, o que por el contrario haya extendido los privilegios tradicionales a la multitud, sino que ha tomado un concepto de libertad diseñado para un mundo en el que el privilegio era la categoría relevante y que se aplicaba a un mundo en donde el privilegio no es el problema. En un mundo [ARR: como el de hoy] en el que el estatus jurídico o político no es el principal determinante de nuestras oportunidades de vida, en el que nuestras actividades y experiencias se encuentran en gran medida fuera del alcance de nuestra identidad legal o política, la libertad definida en estos términos deja mucho sin considerar.

«Hay aquí una paradoja. El liberalismo es una idea moderna basada en las formas de poder premodernas y precapitalistas. Al mismo tiempo, si los principios básicos del liberalismo son anteriores al capitalismo, lo que hace posible identificar a la democracia con el liberalismo es el capitalismo mismo. La idea de la “democracia liberal” fue concebible... sólo con el surgimiento de las relaciones de propiedad social del capitalismo. El capitalismo hizo posible la redefinición de la democracia, su reducción al liberalismo. Por un lado, ahora había una esfera política independiente, en la que el estatus “extraeconómico” –político, jurídico o militar—  no tenía implicaciones directas para el poder económico, el poder de apropiación, explotación y distribución. Por otro lado, ahora existía una esfera económica con sus propias relaciones de poder que no dependía del privilegio jurídico o político.»[9]

Ese es el contexto de fondo donde tenemos que apreciar en su real dimensión el uso que hace MVLL de categorías como “libertad” y “democracia liberal”. Pero esto no es todo, porque –como ya dijimos— mientras el capitalismo requiere que haya desigualdad para existir, al mismo tiempo que la produce y reproduce, socava los fundamentos de la democracia (liberal o no).[10]

Si contrastáramos la visión de la vida que proyecta el Nobel de Literatura 2010, contenido especialmente en el primero de los dos párrafos antes citados de su discurso, con el enunciado –corto pero contundente— del filósofo rumano Cioran que preside el artículo, nos daremos cuenta que MVLL nos pide aceptar la vida “tal como es”, sobre todo si nos referimos a la vida que es socialmente construida; nos pide que seamos seres resignados ante la realidad dada del capitalismo, invitándonos a compensar nuestras insatisfacciones o inconformidades mediante los múltiples canales de la ficción literaria. Para qué molestarse con cambiar el estado de cosas existente, que él además considera inamovible, inmutable e imperturbable, si la democracia liberal es lo último que ha producido “la larga hazaña de la civilización” y allí debemos quedarnos per sécula seculórum; para qué, si además podemos dedicarnos tranquila y placenteramente a la lectura de buenos libros literarios. Mientras el capital goza de “libertad” en todas sus manifestaciones,  la única libertad que van dejando los dominadores a los ciudadanos consiste en fantasear como queramos gracias a los “fabuladores”.[11] ¡Que viva “la vida de la fantasía” porque “es más rica que la de la rutina cotidiana”! ¡Fantasear siempre en democracia! Sobrellevad los sufrimientos y miserias que produce el capitalismo, compensadlo con fantasías. Esta es, pues, la magnifica utopía de sociedad que nos ofrece MVLL. Un consuelo de tontos.

Ese mundo de alucinados que viven y se consuelan fantaseando ya existe, y no necesariamente en función de la literatura “culta”, como MVLL quisiera. Es la fantasía que viene empaquetada en las cosas, objetos, bienes y mercancías que las agresivas y delirantes campañas publicitarias nos impelen a consumir cotidianamente, en un permanente bombardeo de imágenes y mensajes sutilmente elaborados, por medios escritos, visuales, hablados y simbólicos. Cualquiera puede comprobarlo, simplemente encendiendo la radio, ojeando el periódico, viendo la televisión local, navegando por Internet, cuando vamos al supermercado, al cine, o cuando vemos los grandes paneles publicitarios colocados en toda la ciudad que buscan atraer nuestra imaginación; cualquier celebración (como ahora con la navidad y el cambio de año que se aproximan) es aprovechada con el máximo de eficiencia. Las fantasías que hacen soñar con la posesión de cosas forman parte de toda estrategia comercial en la que participan fabricantes, distribuidores, publicistas. Hacernos fantasear con la posesión de un vehículo, la computadora, el celular o cualquier producto digital de última generación, un viaje, un sorteo, premios en cosas o dinero, una cena con el/la artista que se admira, boletos a un concierto del ídolo, etc., etc. Nos hacen fantasear mediante “bailes de ensueño”, novelerías y realities shows.[12]

El capitalismo está en todas partes y en todas las manifestaciones de nuestra existencia, regimentando el trabajo, acompasando nuestro tiempo “libre”, manipulando a su antojo el subconsciente colectivo. Para decirlo en sentido figurado, tenemos capitalismo hasta en la cocina.[13] ¿De qué “libertad” estamos hablando entonces? Por eso, recuperamos la actualidad de las palabras de José Aricó con relación a las reflexiones de Trotsky en sus Problemas de la vida cotidiana (1923): “[...] tematizar la vida cotidiana, cuestionarla, era [ARR: sigue siendo] una tarea extremadamente urgente y necesaria [...].”[14]

La “vida cotidiana” en el capitalismo se resume en una palabra: consumir, que viene a ser el acto final de una cadena de procesos que se inicia y termina con la afectación de la naturaleza –en el Perú y cualquier parte del mundo—; procesos que para poderse renovar como un carrusel interminable (pues aparentemente nunca termina de dar vueltas) el capital requiere tanto de los trabajadores enajenados como de los consumidores (no ciudadanos) idiotizados y siempre insaciables. Por eso los capitalistas, sus ideólogos neoliberales del momento, las celebridades literarias como Mario Vargas Llosa, los paladines de la prístina e inmaculada democracia y del modo de vida burgués, creen ciegamente que la “democracia liberal” y el “mercado libre” representan la culminación de la historia... ¡Fanfarronadas (neo)liberales! (Liberal Springen Sie), ironizaría Marx.

Lima, 18 de diciembre 2010



[1] Emil Mihai Cioran (Rumania, 1911-1995) citado por Ricardo Rodríguez Morales, «El sentido de la Utopía». Prólogo al libro de Tomás Moro, Utopía, Bogotá, Panamericana Editorial, 2002, p. 15.

[2] César Hildebrandt, “Comandante a la deriva”. La Primera, Lima, 24 de julio 2009.

[3] Hemos obtenido el discurso de MVLL en Internet, de uno de los muchos sitios que lo han divulgado.

[4] Mario Vargas Llosa, «Elogio de la Lectura y la Ficción», discurso pronunciado en la ceremonia de entrega del Nobel de Literatura 2010. Estocolmo, 10 de diciembre 2010.

[5] Entre quienes influenciaron en la formación de su pensamiento social y político, MVLL mencionó sobre todo a Raymond Aron, Jean-François Rével, Isaiah Berlin y Karl Popper. En una lista completa de sus influencias debiera figurar también –lo suponemos— el austriaco Friedrich von Hayek, de cuyo pensamiento conservador Javier Iguíñiz comentó: «El conservatismo de Hayek no reside en su señalamiento de que las sociedades en la historia han seguido cursos que escaparon al diseño de los actores involucrados en el cambio social. Lo que resulta conservador es que renuncie a combatir esa situación, que sacralice la vulnerabilidad del ser humano frente a su contexto social, que proponga que la subordinación y la adaptación al medio social son más convenientes y eficientes que su dominio y regulación [por los propios “actores involucrados en el cambio social” añadimos nosotros].» J. Iguíñiz, “El conservatismo medular de F.H. Hayek”, en: A propósito de Economía de Mercado y Democracia (José María Caballero; Efraín Gonzales; Miguel Gómez; Javier Iguíñiz; Héctor Maletta; Jürgen Schuldt). Lima: Ediciones Actualidad Económica, Nº 1, noviembre 1979, p. 7-8. Hayek y Rével estuvieron entre las personalidades internacionales que fueron invitadas a exponer en el Simposio Democracia y Economía de Mercado, evento realizado en noviembre de 1979 y que fue organizado por un connotado grupo de liberales peruanos encabezados por Hernando de Soto, quienes meses después de dicho evento fundaron (mayo 1980) el Instituto Libertad y Democracia, siendo Mario Vargas Llosa uno de los fundadores.

[6] Shangai fue una importante ciudad industrial y –según Bettelheim— “el centro obrero más avanzado de la nación”, en la China de los años 70. Charles Bettelheim, China después de las muerte de Mao-Tse-Tung, México, Siglo XXI, 1979, p. 102.

[7] «¿Qué nos enseña toda la historia de las revoluciones modernas y del socialismo? La primera llamarada de la lucha de clases en Europa, el levantamiento de los tejedores de seda de Lyon en 1831, acabó con una severa derrota. El movimiento cartista en Inglaterra también acabó con una derrota. La insurrección del proletariado de París, en los días de junio de 1848, finalizó con una derrota asoladora. La Comuna de París se cerró con una terrible derrota. Todo el camino que conduce al socialismo –si se consideran las luchas revolucionarias— está sembrado de grandes derrotas.

«Y, sin embargo, ¡ese mismo camino conduce, paso a paso, ineluctablemente, a la victoria final! ¡Dónde estaríamos nosotros hoy sin esas “derrotas”, de las que hemos sacado conocimiento, fuerza, idealismo! Hoy [...] nos apoyamos directamente en esas derrotas y no podemos renunciar ni a una sola de ellas, todas forman parte de nuestra fuerza y nuestra claridad en cuanto a las metas a alcanzar.» Rosa Luxemburg, «El orden reina en Berlín» [escrito el 14 de enero de 1919, días antes de ser asesinada]. En Escritos políticos, Barcelona, Grijalbo, 1977, p. 452-453.

[8] Según David Rothkopf en su libro El Club de los Elegidos, el 0.0001% de la población mundial controla la vida y el destino de 6,000 millones de seres humanos que pueblan actualmente nuestro planeta. Manu Gonzalez, “Los dueños del mundo. Quiénes son, dónde están”. Momentos, revista dominical de La Primera, Lima, 19 de diciembre 2010, p. 14.

[9] Ellen Meiksins Wood, Democracia contra Capitalismo. La renovación del materialismo histórico. México: Siglo XXI-CIICH-UNAM, 2000, p. 271-272.

[10] “La democracia ha sido siempre un  bien escaso, y acceder a su uso y a su ejercicio ha sido siempre muy costoso, subjetiva y materialmente. Y la colonialidad del patrón actual de poder se convirtió en el obstáculo central, inclusive para el limitado ejercicio posible que este poder admite. Pero el poder actual no solamente mantiene su escasez, sino que lo está poniendo en peligro definitivo. Lo que fue una de las conquistas de la modernidad que se inició con América, está hoy acosada, en la dimensión subjetiva de nuestra existencia social, por fundamentalismos de todo linaje, algunos de los más influyentes de ellos producidos y cultivados en el «centro» mismo del capitalismo, y cuya agresividad y violencia son alimentadas precisamente por la crisis de este poder y de su «globalización». Y en la dimensión material, está bajo el asedio violento de los intereses sociales más predatorios del capitalismo actual.” Aníbal Quijano, «El nuevo imaginario anticapitalista», en Repensar la política desde América Latina. Cultura, Estado y movimientos sociales (Raphael Hoetmer, coord.). Lima: UNMSM-PDTG, 2009, p. 71-72. Disponible en www.democraciaglobal.org/facipub/upload/publicaciones/1/634/files/repensar.pdf

[11] “Lo único libre son los precios. En nuestras tierras, Adam Smith necesita a Mussolini. Libertad de inversiones, libertad de precios, libertad de cambios: cuanto más libres andan los negocios, más presa está la gente.” Eduardo Galeano citado por Miguel Gómez, «Adam Smith necesita a Mussolini», en A propósito de Economía de Mercado y Democracia, op. cit., p. 10.

[12] Contra lo que creen los partidarios de la “sociedad del futuro”, la “sociedad del conocimiento” o la “sociedad de la información”, y los entusiastas seguidores de las “TICs” (tecnologías de la información y comunicación), las sociedades “libres” del poscapitalismo descansarán sutilmente en el poder de los medios y la influencia de los multimedia. Estos, desde ya y por si mismos, constituyen un “sistema” que  sustentará la nueva arquitectura de dominación; imperceptible ante la mirada superficial; relativamente autónomo del poder político (al que se exige garantizar la “libertad de expresión”), pero en íntima simbiosis con el poder económico (los une la “libertad de empresa”). Al respecto, sobre el poder mediático de la televisión, véase Frei Betto, «Miro a quien me mira», ALAI, América Latina en Movimiento, 2010-05-17 (http://alainet.org/active/38243); Sylvain Timsit, «Las diez estrategias de manipulación mediática», Pressenza, November 21, 2010 (www.pressenza.com); Fernando Buen Abad Domínguez, «Narcisismo televisivo para educar nihilismos», ALAI, América Latina en Movimiento, 2010-12-16 (http://alainet.org/active/43048&lang=es). De allí es de donde saldrá un mundo poblado de “zombies”, mientras que la “excesiva especialización de la enseñanza” producirá “autómatas”. (Cf. las recientes declaraciones de MVLL en Santiago de Chile, recogidas en La República, 18/12/2010, p. 32).

[13] Nos vino a la memoria el artículo de José María Caballero, «El capitalismo se cuela en la cocina», La Revista Nº 2, Lima, julio 1980.

[14] José Aricó, Advertencia a la edición latinoamericana de El Nuevo Curso. Problemas de la vida cotidiana, de León Trotsky. México: Cuadernos de Pasado y Presente, 3ª ed., 1978, p. 14.

https://www.alainet.org/es/active/43132
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