El acto de la Presidenta de la nación por Papel Prensa

25/08/2010
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Reflexiones de un televidente que miraba el acto del Salón de los Patriotas
 
Si la oposición aguardaba que el 24 de agosto fuera recordado como el día que cayeron las facultades delegadas, perdió. Fue el día que la presidenta habló de Papel Prensa. Algunas reflexiones al pie del televisor.
 
El martes me dispuse a ver por TV el acto donde se presentaría el informe “Papel Prensa, la Verdad”. Era obvio que resultaría un tema político importante. La pava y el mate, un cuaderno y una birome, para tomar algunos apuntes.
 
Cuando comenzó a hablar González Arzac, un peronista con fama de peronista histórico y defender causas nacionales sin ser muy progresista que digamos, eran las 18 y 30. Curioso, quise saber qué haría Todo Negativo e hice zapping. Seguía con su programación habitual, como se suele decir. Caí en la cuenta que el mal trago para Clarín recién sería cuando hablara la presidenta. Hasta ese momento podían seguir con sus programas de tantísimos méritos culturales…
 
Volví al canal que transmitía, Crónica. Había otros, pero lo dejé allí, gustoso de no tener que sufrir allí con Tinta Roja y los crímenes, ni con los shows chongos –ahora le dicen bizarros- de la platinada Anabella.
 
El paneo del Salón de los Patriotas Latinoamericanos mostraba un gran retrato del general Perón y uno muy chiquito, al lado, del general Augusto César Sandino, padre de la liberación nicaragüense. No me gustó el contraste de tamaños. Pero me emocionó otra toma, cuando se vio la tradicional foto de Ernesto Che Guevara, seguramente aportada por el morocho vicepresidente cubano Esteban Lazo cuando vino a los festejos del Bicentenario.
 
Entre tanto González Arzac avanzaba en su presentación del informe. No había grandes novedades respecto a los anticipos conocidos.
 
La cámara mostraba varias pilas de papeles, dicen que 22.000 fojas, de la investigación, amontonadas en un escritorio. Era como decir a la audiencia: acá están las pruebas de lo que estamos diciendo. Esas pilas suponían pruebas, cargos, datos, actas, etc. Podían beneficiar a futuras causas judiciales, como las que luego fueron anunciadas por Cristina Fernández. En ese momento los únicos perjudicados eran los funcionarios que quedaban atrás de los expedientes; no podían robar cámara ni ser vistos.
 
Al centro de la primera fila estaba Néstor Kirchner, flanqueado por Osvaldo Papaleo (una cara reconocida desde sus concurrencias a 678) y del otro lado por Lidia Papaleo de Graiver y un hombre anciano, Rafael Iannover, uno de los integrantes del grupo represaliado por la dictadura. Me llamó la atención que se lo nombrara como “el testaferro” de David Graiver y el viejito ni se inmutara. Supuestamente ese rótulo es una mala palabra. Se ve que ahora no: varios hablaron de “testaferro” y a nadie se le movió un pelo. Don Iannover seguía sonriente y aplaudía de vez en cuando, como cuando tomó el micrófono Beatriz Pagliari, ex Indec y actual representante del Estado en Papel Prensa. Venía de la peluquería; sus rulos tenían consistencia y sus palabras también. El jefe Guillermo Moreno la aplaudía y luego la felicitó.
 
 
 
Cátedra de Cristina
 
A las 19 horas empezó a hablar la presidenta. Volví a chequear al canal de Clarín y ahora sí, resignado, había acatado la cadena nacional. Cómo habrán sufrido sus directivos y muchos de sus periodistas, que piensan como aquéllos pero cobran como empleados. ¡Qué lástima no poder ver las caras a Héctor Magnetto y “Bartolo” Mitre! Igual, uno se las imaginaba: caras de culo.
 
Lo de la presidenta me pareció brillante, como exposición de algo complejo e intrincado para la masa de televidentes y, por elevación, para la población. Y por la trascendencia política del asunto, visto que el monopolio asediado y su corte de políticos opositores que comen de su mano estaban aguardando, como fieras, cualquier resbalón para caerle encima.
 
La oradora había estudiado la minuta de 300 páginas y preparado sus conclusiones. Aunque invocó por allí su condición de abogada, en realidad su preparación política y cultural es lo que más la favorece en estas lides. La oía y pensaba en Mauricio Macri diciendo que había leído las inexistentes novelas de José Luis Borges, y el gran burro de Anillaco presumiendo de su lectura de libros que nunca se publicaron de Sócrates. Cristina sí había leído el expediente.
 
Una de mis dudas era ver cómo refutaba el comunicado de Clarín-La Nación, de que habían adquirido la empresa varios meses antes del secuestro de los Graiver. Su explicación me resultó sólida: esos familiares habían sufrido hostigamiento de la dictadura y apenas gozaban de “libertad ambulatoria”. En ese interín fueron presionados para que vendan. Después vinieron los secuestros, torturas y violaciones. Si los papeles de venta se hubieran firmado en Puesto Vasco o en el Pozo de Banfield, ex centros clandestinos de detención de ese tiempo nefasto, tal operación no habría tenido validez. O, lo que vendría a ser casi lo mismo desde el punto del traspaso, la imposibilidad habría venido por el lado de la Conarepa (Comisión de reparación patrimonial) de la dictadura, que hubiera interdictado esos bienes. Es lo que sucedió a dirigentes justicialistas de ese tiempo, como Carlos Menem, Lorenzo Miguel y otros.
 
El joven Juan Manuel Abal Medina asentía desde la primera fila, indicando que a su familia le pasó eso. Cerca de él escuchaba Hugo Moyano, recién ungido como presidente del PJ de Buenos Aires. Aún los más críticos del gobierno deberían reconocerle este mérito a los Kirchner: haber sentado a Moyano a escuchar sobre derechos humanos. El camionero, desde sus tiempos mozos en la Juventud Sindical Peronista de Mar del Plata, no se caracterizaba precisamente por defender esos derechos.
 
Interés por la política
 
La presidenta siguió haciendo polvo los argumentos del Clarinete en el asunto papel. Pero también, más en general, su rol de cómplice del terrorismo de Estado. Sus palabras eran acompañadas en algunos casos con imágenes de artículos, editoriales y tapas del “gran diario argentino”. Ernestina de Noble elogiaba a los dictadores Alejandro A. Lanusse y Videla, sin mezquinar piropos a los demás integrantes de la Junta Militar. Aunque no recuerdo que la oradora haya hecho referencia a la adopción irregular de los hijos de Noble, el fantasma de esa causa sobrevoló el Salón de los Patriotas.
 
La señora Herrera de Noble y Magnetto han quedado fulminados como empresarios que pueden haber cometido delito en la apropiación de Papel Prensa. Pero, sobre todo, fueron desenmascarados como sostenes de la dictadura militar-cívica, aspecto en que no han intentado defenderse.
 
Canal 7 seguía paneando y mostraba a Gastón Pauls y Andrea del Boca. Me pregunté qué estarían haciendo en ese momento Ricardo Fort, Susana Giménez y Mirtha Legrand. La partición de la farándula en dos sectores es uno de los mejores frutos de la ley de medios.
 
Hablando de diarios, me pareció desafortunada la mención positiva que hizo la jefa de Estado a Julio Ramos y Ámbito Financiero.
 
Después, en su parte final, la oí informar que pondría el informe en manos de la justicia. El procurador Joaquín Da Rocha y el secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde promoverían las denuncias penales correspondientes. Cristina prometió un proyecto de ley para declarar a la producción y comercialización del papel como asunto de interés público, con control estatal. Me pareció bien, aunque no era contradictorio con que el Estado interviniera la cuestionada empresa, atento a la cantidad y gravedad de las ilegalidades en que incurrieron sus dueños privados.
 
La oradora agradeció a varios funcionarios, omitiendo a Guillermo Moreno. No me simpatiza mucho el secretario de Comercio pero la omisión fue injusta. Aún con cascos y guantes de boxeo, es Ceferino Namuncurá en comparación con los amigos de Magnetto, como le retrucó Aníbal Fernández a Magdalena Ruiz Guiñazú.
 
Hubo un llamado a la reflexión de los empresarios, un recurso político que desde hace años viene mostrando su inutilidad. Solo se atrevió a concurrir Osvaldo Cornide, de CAME, mientras unos pocos dirigentes de la UIA se escondían al fondo. El grueso de los empresarios adulados por el gobierno, de UIA y AEA, decidió no ir, igual que la embajadora de EE UU. Ellos le creen y protegen a Magnetto.
 
Cuando la presidenta terminó de hablar, miré el reloj. Había hablado casi una hora y cuarto, más la media hora de González Arzac y Paglieri. Era un buen dato de la situación política: hay interés, debate y muchas cosas pendientes, para que la audiencia se mantenga tanto tiempo.
 
Último zapping: Todo Negativo mostraba sus dos conductores desorientados al finalizar la cadena nacional. Ya les bajarían más línea para que defendieran al pulpo. Oscar Aguad, Felipe Solá, Elisa Carrió y Federico Pinedo corrían a una oficina para armonizar sus bloques con la “master voice”.
 
 
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