Foro Social Mundial, Capítulo Argentino

La fiesta de la esperanza

25/08/2002
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Allí están los idealistas, los que luchan, los que esperan, los que reclaman, los que creen… allí están, unidos en una fiesta de ideas, en un reconocimiento de esfuerzos mutuos para hacer de éste un mundo para todos. Allí están, en una celebración para el cuerpo y para el alma.
"Y así será de igual a igual
Y así será de igual a igual." (León Gieco)
"Que retro, querida!! lo de Uds es pura concepción romántica moderna." – me dijo una mujer mirándome de arriba abajo- No lo crea señora -le sonreí- Ud. habla del pasado, yo estoy construyendo el futuro. "¿De qué se quejan estos?" –preguntó el del kiosco mientras prendía un pucho- ¿¡todavía no te enteraste que al mundo lo hacemos vos y yo!?, le contestó uno que pasaba manifestando. "¿Y acá que regalan?" me preguntó un profesor universitario señalando a la columna que avanzaba sobre Córdoba. "Ideas", le respondí. Hoy, cuatro días después, agregaría muchas cosas a aquellas respuestas. ¿Qué aprendimos en estos días? Aprendimos a escuchar, aprendimos a respetar, aprendimos a reconocernos, aprendimos a ser más fuertes. En el Foro nos encontrarnos con personas necesitadas de la utopia, y comprendimos que esa necesidad debe estar siempre acompañada de militancia solidaria. Aprendimos que las palabras pueden ser sostenidas por acciones, que las ideas pueden cristalizarse en Constituciones Nacionales, en cartas orgánicas y en grupos de resistencia pasiva. Aprendimos que, a veces, los "de abajo" pueden aspirar a llegar al poder, no porque lo deseen, sino porque así lo exige su pueblo. Concienciamos que a lo largo y a lo ancho de este planeta, llamado Tierra, hay gente que piensa como nosotros. Que en Asia, en África, en Europa y en América un lazo invisible zurce la labor de los pequeños y grandes grupos que se ejercitan en la práctica cotidiana de la solidaridad, la cooperación, el diálogo, la tolerancia, la resistencia… y que siempre esas acciones están embebidas en amor al projimo, a la tierra, a la cultura, y a las pequeñas idiosincracias, esas que pretende erradicar el fantasma de la homogenización. Aprendimos que para alcanzar un objetivo común, nadie debe estar por sobre otro porque, como dijo en una oportunidad el subcomandante Marcos, "esta red intercontinental de comunicación alternativa no es una estructura organizativa, no tiene centro rector ni decisorio, no tiene mando central, ni jerarquías. La red somos todos los que nos hablamos y nos escuchamos". No obstante, el Foro Social Mundial no fue sólo hablar y escuchar. Entrar al ámbito del foro fue como entrar a otro país, un país de esperanzas, reivindicaciones de luchas populares, alegría, proyectos; entrar al ámbito del foro fue ver a miles de personas manifestando sus convicciones, festejando las diferencias, aprendiendo del otro. Mirá, si lo pienso ahora y se me pianta un lagrimón. ¿Te das cuenta? A los multimedios no les importó, al gobierno no le importó, a los dormidos no les importó… pero la gente fue igual. Los salones estaban desbordados, había personas paradas, sentadas en el piso, en la escalera, en la tarima de los oradores… así fue, y el que estuvo allí no me deja mentir, sólo sobraba espacio para las palabras y el aplauso. En las calles la fiesta continuaba, aquí la gente bailaba al compás de los tambores y las quenas, allí otro grupo reunido bajo las estrellas debatía sobre la necesidad de la unión… allá una pareja charlaba sobre la urgencia de volver al origen, y más allá unos jovenes coreaban el tema del foro "Yo traigo en mi mundo todos los mundos/ mi mundo no siembra miedos ni soledad/ mi mundo nace del hombre/para que el hombre no muera/mi mundo es una bandera de dignidad". Todos los que estuvimos en aquella fiesta, fuimos convocados por un anhelo, y ese anhelo se respiraba en el aire; creemos que un mundo justo es posible, pero para ello es fundamental un esfuerzo colectivo. Queremos un mundo de colores, donde quepa todo el mundo. Un mundo limpio -de contaminación y de conciencias-. Un mundo en el que uno vale por lo que es, y no por lo que tiene. Un mundo para ser vivido; lejos de las guerras, las discriminaciones, las violencias y las injusticias. ¿Qué aprendimos? Que no estamos solos. La lucha de los movimientos populares es una realidad que ningún gobierno, ideología o dictadura militar, social o económica podrá acallar; comprendimos además, que la resistencia es nuestra arma más poderosa. Ellos tienen el dinero, nosotros tenemos voluntad; ellos tienen poder, nosotros dignidad; ellos poseen riquezas materiales, nosotros nos poseemos a nosotros mismos. Hoy te digo, después de haber compartido esta experiencia enriquecedora y vivificante, que me guardo una porción de certeza acá en el corazón: más allá del dolor, las crueldades, las incomprensiones y las tiranías nuestra bandera seguirá flamenado incorruptible y voraz, con esas ansias que sólo los que buscan pueden comprender. "Construir un mundo donde quepan todos los mundos" es posible, y hacia allí están dirigidos todos nuestros esfuerzos. La lucha está instaurada, ahora te toca a vos.
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