Violencia y desplazamiento forzado
11/02/1998
- Opinión
Los campesinos colombianos son los más afectados por la violencia política. La guerra de guerrillas y
su contrapartida la guerra contrainsurgente del Ejército y los paramilitares se adelanta principalmente
en el campo. Son también campesinos humildes los que tradicionalmente han sufrido el reclutamiento
forzado para prestar el servicio militar en las Fuerzas Armadas.
De otra parte los campesinos son las principales víctimas de la exclusión y la violencia social. El índice
de desnutrición de la población campesina adulta ascendió en un 119% entre 1978 y 1988, la
mortalidad infantil es del 80 por mil, el 84% de la población rural no dispone de acueducto y el 31% de
las mujeres entre 15 y 49 años de edad no han asistido nunca a la escuela. El 64% de la población
campesina vive en estado de pobreza, y un 37% de ellos sobrevive en condiciones de miseria.
Por otro lado hay más de un millón de familias campesinas sin tierra. La tendencia ha sido la del
despojo y la concentración de la propiedad en pocas manos: en 1960, el 67% de los campesinos
poseían en parcelas de menos de cinco hectáreas el 6% de la tierra y los grandes latifundistas
controlaban el 46% en haciendas de más de 200 hectáreas. Para 1992 el 55% de los campesinos
propietarios no tenían más que el 2.8% de la tierra, mientras que menos del 0.5% poseía el 35% de la
tierra; en el mismo año, el 7% de los propietarios controlaban las tres cuartas partes de las tierras.
Consecuencias de la violencia
Las estadísticas refieren una violencia más que secular en el campo, la contrarreforma agraria sigue
incrementándose con el trinomio ganaderos, gamonales y narcotraficantes.
Esto ha originado que en las últimas tres décadas se haya invertido la tasa de población en Colombia:
en los años sesenta el 70% de la población vivía en las áreas rurales, y el 30% en pueblos y ciudades,
hoy ese porcentaje no solamente se ha invertido sino que tiende a agravarse.
En el último lustro cerca de un millón de personas han sido obligadas a dejar sus tierras producto de la
violencia política, concentrándose la mayoría de ellas en los tugurios periféricos de las grandes urbes.
Sólo durante 1996 fueron desplazadas por la violencia un total de 36.202 familias según el Fondo de
las Naciones Unidas y el Sistema de Información sobre Desplazamiento y Derechos Humanos: De
acuerdo con esas estadísticas, cada hora, dentro del territorio nacional, se desplazan por causa de la
violencia cuatro hogares (El Colombiano 11-3-97).
Uno de cada 36 colombianos ha sido víctima del desplazamiento forzado, la mayoría mujeres viudas y
niños huérfanos provenientes de zonas rurales del país.
La política estatal
El Estado colombiano ha estado ausente tradicionalmente de las necesidades de la población
campesina, representando sobre todo los intereses de la clase terrateniente. Los esfuerzos progresistas
de algunos gobiernos liberales no han llegado a fructificar aunque se hayan traducido en leyes. Tal es el
caso del gobierno de Alfonso López Pumarejo, llamado de la Revolución en Marcha, quien en 1936
hizo aprobar en el Congreso la llamada Ley 200 o de Tierras, al tiempo que se reformó la Constitución
estableciendo que la propiedad debía cumplir una función social.
La Ley de Tierras fue un intento para neutralizar las protestas rurales que se iniciaron en los años veinte
en las que se desarrollaron: "...conflictos de una intensidad y una organización sin precedentes en los
que la unión de colonos y aparceros adoptó un sesgo ofensivo a partir de 1926... Se constituyen ligas
campesinas y sindicatos agrarios y se generalizan los movimientos sociales para obligar al Gobierno a
intervenir para dividir algunas de las grandes propiedades cafetaleras", según señala el investigador
agrario Pécaut Daniel.
Con dicha ley se pretendía, como escribe Silvia Rivera Cusicanqui, "dar un impulso sustancial a la
utilización económica del suelo, clarificar los derechos de propiedad y posesión sobre baldíos, y
encuadrar los conflictos agrarios a un nuevo orden jurídico, a través del arbitraje del Estado".
Los intentos reformistas y de modernización del Estado de la Revolución en Marcha quedaron sólo en
eso, en intenciones, por la oposición de la élite a la que López Pumarejo pertenecía: La herencia
colonial, los comportamientos de casta, la conformación elitista del poder político, las jerarquías del
prestigio y del abolengo habían contribuido a reforzar un sentido de pertenencia adscriptiva al círculo
de los poderosos, una suerte de "manejo en familia" de los asuntos nacionales, que bloqueaba la
emergencia de sectores de la burguesía capaces de encarnar un programa de modernización capitalista
con contenidos antioligárquicos..
Las iniciativas reformistas de López fueron asumidas en un lenguaje más radical de naturaleza populista
en la persona de Jorge Eliécer Gaitán quien se avizoraba como presidente indiscutible como principal
figura del Partido Liberal, discurso que incomodaba a las élites tradicionales de su partido y del Partido
Conservador. Gaitán fue asesinado el 9 de abril de 1948 en un momento en que las clases dominantes:
"...se daban a la tarea -señala Silvia Rivera Cusicanqui- de reforzar la confrontación interpartidista
como modalidad de bloqueo a la autonomía popular, y como forma de captación de los sentimientos y
lealtades políticas habituales. La lucha interpartidista se constituía así, paradójicamente, en un
complemento eficaz de la acrecentada cohesión de las clases dominantes, de la disolución de las
fronteras ideológicas entre ambos partidos y del creciente peso de los gremios empresariales en las
estructuras de poder".
La lucha interpartidista se trasladó a las masas campesinas movilizándolas hacia la agresión y
destrucción del "adversario" en torno al sectarismo y el odio. Con el asesinato de Gaitán se desató la
más cruenta guerra civil del siglo, que de 1946 a 1954 costó la vida de 300 mil colombianos, la mayoría
campesinos; a esta confrontación se le ha denominado como La Violencia.
La Violencia conllevó a una inmensa desorganización social cuyos aspectos más notorios fueron las
migraciones, el terror, el bandolerismo y, por otra parte la consolidación de redes de influencia
política...dejó también focos de tensión extremadamente agudos. El objetivo prioritario del programa
de reforma agraria iniciado en 1961 con la fundación del INCORA (Instituto Colombiano de Reforma
Agraria) fue atenuar dichos focos, aunque era difícil olvidar el traumatismo. En los años 60 había
muchas regiones donde la situación agraria continuaba siendo explosiva.
De "hijos predilectos" a perturbadores
En 1967 fue creada la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos -ANUC- por el Gobierno de
Carlos Lleras Restrepo con el propósito de neutralizar los peligros de una creciente polarización
política del campesinado ...que en la década del 60 comenzaba a dar muestras de creciente iniciativa
política a través de organizaciones gremiales, movilizaciones espontáneas por la tierra y apoyo directo
o indirecto a la guerrilla...-en el que la ANUC serviría- para integrar las demandas y reivindicaciones
campesinas en el esquema de las mediaciones estatales necesarias para la "Transformación Nacional"
...sostenido por la ilusión de que los evidentes síntomas de malestar rural permitirían superar la "funesta
ceguera" que había distinguido la actitud de las clases propietarias frente al movimiento campesino.
La "funesta ceguera" se mantuvo y lo que pudo ser la canalización institucional del conflicto agrario se
desbordó ante la insatisfacción de los reclamos campesinos. Al comenzar la década del setenta la
ANUC congregaba 800 mil campesinos, que procedieron en varias regiones, sobre todo en la Costa
Atlántica, a invasiones de tierras sin precedentes en la historia del país; las marchas, los paros, la
ocupación de edificios públicos y la politización revolucionaria de gran parte de los líderes campesinos
molestó a las clases dirigentes que optaron por la división del movimiento, la represión y la eliminación
legal de las alternativas reformistas: Para 1972, la cifra de detenciones a campesinos se eleva a dos mil
ochenta y cuatro casos, que contrasta con los ochocientos cuarenta y cinco registrados en el año
anterior. La intervención policial es sustituida y/o reforzada por la creciente militarización de los
conflictos desatados por la invasión de tierras y las movilizaciones gremiales. Los campesinos de la
ANUC, otrora "hijos predilectos" del régimen, pasan a engrosar las filas de los antisociales y
perturbadores del orden público.
La lucha gremial de los campesinos fue debilitándose al punto de que la lucha central por la tierra cedió
ante otras prioridades impuestas por la guerra sucia, entendida como el asesinato de dirigentes
populares y de izquierda por fuerzas militares o paramilitares desde la segunda mitad de los ochenta...A
las luchas tradicionales por la tierra y la política agraria se han unido en estos últimos años protestas
por derechos humanos y necesidades básicas (infraestructura y servicios). Estas últimas integran
crecientemente a los campesinos en el torrente de las luchas cívicas : 27 de las 158 luchas agrarias
durante los últimos cuatro años fueron paros cívicos con participación campesina; 82 fueron
movilizaciones y 43, tomas de entidades.
Movilizaciones recientes
Durante 1996 las luchas más representativas de los campesinos, se expresaron, de una parte en la
resistencia pacífica de 170 familias desplazadas de sus tierras, en los límites de la hacienda Bellacruz en
el sur del César, por grupos paramilitares al servicio de una familia terrateniente; y por otra en las más
grandes movilizaciones campesinas de las últimas décadas en diferentes regiones del país que
congregaron alrededor de 300 mil campesinos que buscaban una política de sustitución de cultivos de
las plantaciones de coca, en cambio de las políticas represivas del Estado a través de fumigaciones
indiscriminadas y la militarización de sus tierras. /1
Los campesinos desplazados de Bellacruz se tomaron las instalaciones del INCORA en tres
oportunidades y la Defensoría del Pueblo en otra; pese a sus reclamos pacíficos y a la legitimidad de la
posesión de sus tierras, el Estado no sólo que no les garantizó el retorno a sus predios sino que toleró
que el grupo paramilitar continuara actuando impúnemente cobrando la vida, a febrero de 1997, de 35
personas de la comunidad campesina. Por la presión de la comunidad internacional el Gobierno se vió
obligado a dialogar con los campesinos y a buscar una salida negociada.
El Gobierno tuvo además que solicitar la dimisión de su embajador, Carlos Arturo Marulanda, ante la
Unión Europea y los gobiernos de Bélgica y Luxemburgo, por ser uno de los dueños de la Hacienda
Bellacruz, y señalado por los campesinos de haber promovido contra ellos diferentes crímenes.
De otro lado el gobierno no ha cumplido los acuerdos con los campesinos cocaleros para la sustitución
de cultivos. Por el contrario, los dirigentes agrarios han ido siendo asesinados uno a uno, sólo en el
departamento de Caquetá : De los 27 delegados de los campesinos cocaleros que conformaban la mesa
departamental de trabajo, apenas quedan 4 (El Tiempo, 8-3-97).
Los dirigentes campesinos fueron acusados por las Fuerzas Armadas de ser voceros de la guerrilla.
Uno de los interlocutores de la movilización campesina, Víctor Julio Garzón Hernández, dirigente
nacional agrario fue asesinado el 7 de marzo de 1997 en su oficina en la ciudad de Bogotá, él era
Secretario General de la Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria (FENSUAGRO).
Los incumplimientos gubernamentales y la represión contra los dirigentes campesinos contribuyen a la
perpetuación de la violencia política : Es como si nuestra clase dirigente hubiera quedado para siempre
con el vicio de quienes pactaron con los Comuneros hace doscientos años: primero negarse a negociar,
luego incumplir lo pactado y finalmente reprimir.
Superar la guerra, establecer un tejido social solidario tanto en el campo como en la ciudad, en últimas,
construir la paz en Colombia pasa necesariamente por una verdadera reforma política y agraria que
entusiasme la vida y la producción en el campo. Hoy esa posibilidad es más cercana con la
promulgación el 19 de diciembre de 1996 de la ley 333 o ley de extinción del derecho de dominio sobre
bienes adquiridos en forma ilícita que permitirían distribuir, para comenzar, entre los campesinos
marginados e indígenas los 4 ó 5 millones de hectáreas de las mejores tierras del país que hoy se
encuentran en poder de los narcotraficantes. /2
Notas
1. En los meses de julio, agosto y septiembre de 1996 más de doscientos mil campesinos recolectores
de hoja de coca se movilizaron en los departamentos de Guaviare, Putumayo, Meta, Caquetá, Guainía,
Cauca, Bolívar y Santander para protestar contra las fumigaciones de glifosato que destruyen no
solamente las hojas de coca, sino los cultivos de pan coger, envenenan las aguas, deterioran la tierra,
enferman a los habitantes y los dejan sin oportunidades de subsistencia. Producto de la represión del
ejército perdieron la vida 18 labriegos, doscientos más resultaron heridos, centenares resultaron
encarcelados y un número indeterminado fueron desaparecidos. El Gobierno luego de darle un
tratamiento militar a las protestas optó por negociar con los campesinos un programa de sustitución de
cultivos. En Colombia hay 300 mil hectáreas de tierra sembradas de coca, lo que ocupa 250 mil
personas en el trabajo de siembra y recolección beneficiando indirectamente a más de medio millón de
personas que sobreviven de esta economía.
2. Según un informe elaborado por la Dirección Nacional de Estupefacientes, DNE, los
narcotraficantes poseen tierras en 409 municipios del país, es decir, en el 42% de los 1.039 municipios
analizados en 28 departamentos... según expertos agrarios, dicha extensión fluctúa entre tres y cinco
millones de hectáreas, que constituyen una inmensa fortuna, dado que en ellas están las mejores tierras
del país, la inmensa mayoría de ellas dedicadas a la ganadería extensiva, poco tecnificada y que
prácticamente no generan empleo. El Ministerio de Agricultura estima que este año podría decretarse
tal extinción por lo menos sobre un millón de hectáreas. El País, 2 de enero de 1997.
https://www.alainet.org/es/active/171
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