La trampa de la dolarización
- Opinión
Reflexiones para una discusión latinoamericana*
Alberto Acosta1
Introducción
Ecuador sorprendió al mundo en enero del 2000. Con la dolarización oficial plena de su economía fue el primer país de América Latina que sacrificó su moneda nacional e introdujo una moneda extranjera como de curso legal completo. Panamá era, hasta entonces, el único país2 que había asumido el dólar norteamericano, como resultado de una imposición externa a poco de su separación de Colombia en 1903.3 A inicios del tercer milenio, un año después que Ecuador, dos países centroamericanos -El Salvador y Guatemala, con diversos ritmos- se encaminan hacia la dolarización plena de sus economías.
En este contexto se profundiza la discusión sobre dolarizar o no las economías de América Latina. Y como van las cosas, en la mayoría de casos, "la decisión final sobre la dolarización plena no se impondrá ni se rechazará por los designios de la razón, sino que responderá a la dinámica derivada de la armazón de los intereses políticos hegemónicos y de la lógica del capital a escala internacional, respaldados por las cúpulas dominantes de los países latinoamericanos" (Schuldt). En otras palabras, la dolarización será más el resultado de decisiones y angustias políticas antes que la consecuencia de reflexiones técnicas.
Reconociendo, entonces, que la dolarización está al servicio de determinados intereses y alianzas hegemónicas dentro y fuera de cada país, y que su aplicación responde a procesos avasalladores propios de la mundialización del capitalismo, conviene hacer un análisis -sobre todo de economía política- desde varias aristas, resaltando las diversas implicaciones y las principales agendas involucradas, así como una serie de prejuicios e inercias que trascienden las racionalidades estratégicas.
2. La dolarización en el contexto de la "globalización"
La tendencia a la creciente integración global de los mercados de bienes y servicios, así como de los flujos financieros, impulsa la búsqueda de esquemas que permitan reducir los costos de transacción, las incertidumbres monetarias y los riesgos cambiarios existentes, alentando una mayor interrelación con la economía mundial. Esto conduce, de una u otra forma, a un cuestionamiento del sistema monetario internacional sustentado en la existencia de una moneda por cada país. Por lo que el mundo, se dice con frecuencia, estaría en camino hacia la constitución de pocas zonas monetarias, en el cual los actuales casos de dolarización unilateral o asimétrica serían simplemente respuestas adelantadas dentro de una corriente indetenible.
Las manifestaciones globalizantes, como es ampliamente conocido, se expresan en un constante choque de fuerzas centrípetas y centrífugas. Unas y otras, en una compleja relación dialéctica, reflejan las diversas lógicas dominantes y también aquellas estructuralmente marginadas. La "globalización", como producto propio del sistema capitalista y como tal de vieja data, es ambivalente; por un lado homogeiniza e integra, pero por otro diversifica y desintegra. Así, la apertura comercial convive con la construcción de espacios de integración regional, en los cuales se proponen esquemas de centralización monetaria.
El caso más notable es la adopción del euro como moneda de doce países de la Unión Europea.
Sin embargo, no se puede comparar para nada la dolarización unilateral de Ecuador o El Salvador con el proceso de unidad monetario europeo. En Europa, luego de un complejo y largo proceso de convergencia de sus políticas macroeconómicas a partir de criterios de concordancia fiscal, garantizando en cierta medida la movilidad y flexibilidad de los factores de producción, se decidió crear y compartir una nueva moneda común. No se resignó el señoreaje. Todos los países europeos están representados en el Banco Central Europeo, con lo cual, al ceder voluntaria y consensuadamente una parte de su soberanía nacional, ganaron (?) en términos de soberanía regional. Y esta decisión, en la mayoría de países europeos, fue adoptada democráticamente.4 Por el contrario, los países que se han dolarizado oficial y unilateralmente no deciden absolutamente nada en el manejo monetario de Washington.
Aún cuando no se puede comparar la dolarización unilateral con la constitución de una zona monetaria óptima, hay que reconocer la influencia que tiene el euro para alentar la renuncia de la moneda nacional en determinados países de América Latina. Además, algunos países actuarían de esta manera por el miedo a quedarse marginados de los cambios internacionales, pues, al renunciar a sus políticas monetarias y cambiarias, aspiran a integrarse aceleradamente a una economía más grande y exitosa, siguiendo la ilusa pretensión de acelerar la "globalización". La mezcla de estos factores, a los cuales se sumaría el efecto "demostración" a partir de los "éxitos" que se puedan registrar en esta aventura dolarizadora, podrían ampliar y acelerar las renuncias a la moneda nacional.
En el ámbito internacional, de cualquier manera, no se puede asumir como que necesariamente se llegará un momento en el cual existan solo unas pocas monedas. En el actual proceso globalizante o de triadización5, a más de las monedas nacionales, que todavía suman varias decenas, se perfilan -todavía marginalmente- muchas más monedas emitidas por gobiernos seccionales ("El patacón" en Buenos Aires, por ejemplo), así como monedas de origen social o dineros alternativos.6 De suerte que a los procesos de centralización monetaria, sobre bases supranacionales, se contraponen dialécticamente esquemas descentralizados.
Lo que sí es cierto es que, en medio de estas tendencias globalizantes, se cuestiona el sistema cambiario internacional como exigencia de las transformaciones tecnológicas y de la configuración de una nueva división de trabajo a nivel mundial. Una de cuyas manifestaciones es la polarización entre los tipos de cambio rígido -caja de conversión o dolarización-7, y los tipos de cambio flexible8, mientras que los otros regímenes cambiarios de flexibilidad controlada -minidevaluaciones o bandas cambiarias- habrían perdido terreno. No obstante, es prematuro anticipar cuál será el nuevo régimen cambiario y monetario dominante a nivel mundial como producto de los cambios en marcha.9
3. La dolarización como instrumento para una integración (norte)americana
En el caso de los países latinoamericanos, en particular, habría que ubicar la dolarización dentro de las tendencias integracionistas aceleradas con la creación del Area de Libre Comercio -ALCA-, durante la Primera Cumbre de las Américas en diciembre de 1994.
Con el ALCA, Washington quiere hacer realidad su viejo sueño de expansión económica y aún monetaria, incubado públicamente desde el siglo XIX. Desde entonces ha corrido mucha agua por el Potomac. Varios han sido los intentos hegemónicos norteamericanos para consolidar esquemas de control del resto de las economías de América.10 Todavía con cierta cautela hacia afuera, los EEUU alientan un proceso asimétrico de dolarización plena, pues, al parecer, tendrían el deseo de cristalizar una unión monetaria sin asumir costos y responsabilidades, lo cual hace de este intento algo único y no asimilable a la lógica de la Unión Europea.
La "International Monetary Stability Act" (IMSA), proyecto de ley impulsado por el senador republicano Connie Mack, sintetiza los principales argumentos de esta iniciativa. De esta manera, dicho proyecto -aún cuando no ha superado ese nivel- alimenta un ambiente propicio para que cada vez más países opten por esta decisión. Aunque cabe señalar que en realidad este proyecto es otra coartada para acelerar la dolarización, pues las posibles ventajas que ofrece el IMSA al compartir el señoreaje se harían realidad recién 10 años después de suscrito un convenio con los Estado Unidos. Y, algo más importante, la pérdida del señoreaje no es definitivamente el único, ni el principal problema que afronta una economía que se dolariza unilateralmente.
Con la incorporación unilateral al ámbito monetario de los EEUU se reducen las posibilidades para negociar una futura integración monetaria simétrica (si es que ésta fuera una opción a seguir). El país que se dolariza unilateralmente archiva, sin obtener nada a cambio, parte importante de su soberanía económica, como lo es la política monetaria y cambiaria.11
Si bien es cierto que las economías latinoamericanas dependen ya en gran medida del mercado norteamericano, con la dolarización oficial, en realidad, se inclinarán mucho más hacia los EEUU. Así, una economía oficialmente dolarizada estará mucho más vinculada a un ciclo económico diferente, sin muchas posibilidades para desarrollar políticas contracíclicas cuando sean necesarias. Recuérdese que las economías latinoamericanas no avanzan al mismo ritmo de innovación y de incremento de la productividad sistémica que el de los EEUU. Un asunto preocupante, pues la economía de los países de América Latina difiere de la norteamericana no solo en su tamaño y peso específico en el contexto mundial, sino sobre todo en su especialización y en la productividad global de sus factores.
Esta decisión hará mucho más vulnerables y dependientes de la Reserva Federal de los EEUU (FED) a las economías que opten por esta vía, sin que tengan opción alguna para influir en sus decisiones. ¿Qué pasaría si la FED sucumbe a las tentaciones de una mayor emisión monetaria, tal como ha sucedido en otras ocasiones? Si se equivoca, no habrá posibilidad alguna de exigirle alguna rendición de cuentas, menos todavía desde un país unilateralmente dolarizado. Por eso quizás es ambigua la posición del gobierno estadounidense frente a la dolarización. Por un lado comentan que no hay las premisas macroeconómicas básicas en algunos países, y por otro lado, impulsan al FMI para que ayude a la instrumentación de esta reforma monetaria; en el caso ecuatoriano a la duda inicial siguió un creciente respaldo, que ha estado presente en el caso salvadoreño desde el principio.
Con esta aparente oposición o indiferencia, Washington trataría de no exacerbar el espíritu antinorteamericano, mientras mantiene intacto o aún acrecienta su poder de negociación si se llega a la dolarización con alguno de los países mayores: Brasil, México, Argentina, Chile.12
Luego, si surte efecto alguna aventura dolarizadora, aunque sea solo en su inicial fase consumista, sacarán provecho de la misma y si fracasa, no tendrán porque asumir responsabilidad alguna.
Adicionalmente, cualquier variación en la política monetaria norteamericana impactará mucho más en una economía dolarizada que antes, sin que se pueda esperar alguna consideración para el país dolarizado. Una crisis mayor en los EEUU tendría efectos más profundos, pues no habrá la posibilidad de defensa que podría darse con una devaluación.
La respuesta de los organismos multilaterales es diversa, pero se ajusta en cierta medida a la lógica expuesta anteriormente para el gobierno de Washington, aún cuando estos organismos hacia fuera intenten aparecer como neutrales. En el FMI y en el Banco Mundial no habría una posición oficial, pero llegado el caso aceptan y apoyan la dolarización; como muestra obra impusieron la dolarización impuesta en el año 2000 a Timor Oriental13 y el apoyo al gobierno ecuatoriano para que acelere el ajuste estructural.
Al mismo tiempo la dolarización afecta la posición del país dolarizado frente a los otros bloques económicos y aún frente a sus vecinos. Esta situación debe ser motivo de especial reflexión en países que no dependen fundamentalmente de la economía norteamericana y que tienen una significativa integración económica con Europa, Asia o con sus vecinos.
Por otro lado, si un creciente número de países, sobre todo sin preparación alguna14, se suma a este esquema de dolarización, aumentarán las presiones externas sobre la FED y, en la práctica, hasta podría disminuir la actual confianza en el dólar, al tiempo que se limita la capacidad de maniobra de la política monetaria norteamericana. Este tema hay que considerarlo con seriedad, pues la economía estadounidense, la más grande y dinámica en la actualidad (en la cual se tiene fe ciega ), mantiene un elevado y crónico déficit en su Balanza de Cuenta Corriente, así como la mayor deuda externa del mundo.
Para la integración latinoamericana, andina, caribeña o a nivel del Mercosur, la adopción unilateral y sumisa del dólar como moneda nacional significa un duro golpe. Debilita la posibilidad de una unión horizontal, desde la cual podría procesarse una unidad monetaria común que permita mejores términos en una negociación internacional, hasta con los propios EEUU.
Como saldo de estas aventuras dolarizadoras los EEUU amplían su influencia en su "patio trasero". La dolarización unilateral asoma como parte de una estrategia no explicitada por Washington, que se engarza con la creciente militarización de su política de relaciones exteriores.15 Una situación crítica si se considera que las prioridades de dicha potencia no coinciden con las prioridades de América Latina; realidad que llevó a que John Maynard Keynes se oponga a la aplicación de un programa de convertibilidad en Gran Bretaña a mediados de los años 20 en el siglo XX, puesto que, según él, era "un error creer que a largo plazo los estadounidenses vayan a administrar sus negocios de acuerdo a las conveniencias inglesas".
La dolarización y sus rigideces en la gestión macroeconómica
La razón de ser de la dolarización radica fundamentalmente en el ofrecimiento de la estabilidad macroeconómica, que se conseguiría al desaparecer la emisión monetaria. Expectativa enraizada en la visión del renombrado profesor neoliberal y Premio Nobel de Economía Milton Friedman, quien asegura que "la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario". Desde esta perspectiva, el Banco Central sería el causante de todos los problemas. Eliminada esta debilidad estructural, provocada por la discrecionalidad de la política monetaria y cambiaria, la recuperación de la economía, a partir de su estabilización, estaría asegurada, dicen.
Con este ajuste monetarista se espera garantizar un manejo económico sano, o sea acorde con la racionalidad del WC, y que se reflejaría en la ansiada estabilidad de precios, el equilibrio fiscal, la reducción de las tasas de interés, la eliminación de la especulación y el establecimiento de un esquema económico que aliente el desarrollo.
- Palanca para consolidar el Washington Consensus (WC)
Para promocionar la dolarización se afirma que con ella se daría paso a un nuevo modelo económico. Se la presenta como un cambio económico general y estructural. Sin desconocer que ella es más que un simple cambio monetario, no hay como ser ingenuos como para creer que con la ella se inaugura un nuevo modelo económico.
Con la renuncia a la moneda nacional se quiere llegar a una fase superior del modelo vigente, inspirado en el WC. No cambia el rumbo, a lo sumo, anuncia el capítulo final de la larga y tortuosa marcha neoliberal (caso ecuatoriano) o pretende ser un ancla para institucionalizar los cambios socioeconómicos introducidos luego de dolorosos enfrentamientos internos (casos salvadoreño y guatemalteco). Y lo que es sugerente, su aparición coincide cuando dicho modelo da claras señales de agotamiento.16
En síntesis, aún cuando la adopción de la dolarización es producto de la incapacidad de las elites gobernantes, esta medida es promocionada por las mismas elites como una innovación y hasta como la única alternativa disponible para estabilizar la economía.
Estabilidad de precios versus estabilidad real
Sin negar el potencial estabilizador que puede tener un tipo de cambio fijo en determinadas circunstancias, aquí conviene diferenciar entre estabilidad de precios y estabilidad real. Si por estabilidad se entiende una evolución de la economía real que evite o al menos mitigue la sucesión de grandes auges y caídas, un manejo flexible del tipo de cambio es superior al sistema de cambio fijo, sobre todo si éste es extremadamente rígido: la dolarización es su máxima expresión. Con un sistema de tipo de cambio fijo, una entrada significativa de capitales tiende a aumentar el crédito y la demanda internos, alentando el consumo, lo cual no necesariamente va en beneficio de toda la población o en favor del aparato productivo (normalmente frágil), que deberá competir con crecientes importaciones.
La defensa de un tipo de cambio extremadamente rígido, ante un déficit de cuenta corriente o una salida de capitales, provocará el alza de las tasas de interés, con el objeto de contener la fuga de capitales, y la consecuente disminución de la actividad económica, a fin de reducir las importaciones; al orden del día estarán las políticas contractivas...
En el caso de impactos exógenos, sobre todo en economías pequeñas abiertas, los ajustes ya no serán por la vía inflacionaria, pues los cambios de precios serán mínimos. Serán por el lado de las cantidades: menores salarios, mayor desempleo, aumento de la capacidad ociosa o simplemente cierre de aquellas empresas que no logren incrementar su competitividad. En este punto la mano de obra asumirá parte de las funciones de la política cambiaria.
Lo que es más grave, la estabilidad de precios no abre mecánicamente la puerta al desarrollo. Argentina en los últimos años, atrapada en la convertibilidad17, con una inflación de cero y una profunda recesión ratifica esta aseveración.
Hay que tener presente también que, al tiempo que se elimina la política monetaria y cambiaria, crece la importancia de la política fiscal. Una política cuyo campo de acción resulta extremadamente limitado, sea por el peso de la deuda externa, por las mismas deficiencias del sistema tributario, por la ineficiencia en el gasto e inversiones fiscales, o por las incoherencias que generan las condicionalidades fondomonetaristas. El Presupuesto del Estado, en suma, consolida su posición como el campo de confrontación política por excelencia, con lo cual las crecientes presiones políticas podrán reflejarse en nuevos desajustes. Y su financiamiento deberá garantizarse con mayores tributos y crecientes tarifas de los servicios públicos; mientras que por el lado del gasto aumentarán las presiones para eliminar los subsidios y forzar el despido de funcionarios públicos, así como para reasignar los egresos en función del peso político que tengan los diversos grupos en la sociedad.
La misma dolarización a la postre dependerá del equilibrio fiscal, que no la produce mecánicamente. Sin él, más temprano que tarde, la dolarización no tiene muchas posibilidades de sobrevivencia debido a que un déficit fiscal provocaría distorsiones en el sistema y la consiguiente pérdida de credibilidad en el mismo, salvo que se pueda recurrir al endeudamiento externo.
Es indudable que la utilidad potencial de la dolarización radica en la posibilidad de crear un ambiente de mayor previsibilidad financiera, ante la ausencia del riesgo cambiario y también debido a la aparente irreversibilidad de la dolarización. Sin embargo, con esta sola medida no elimina el "riesgo-país", ni las incertidumbres devaluatorias frente a terceros países. El tipo de cambio real no desaparece en una economía dolarizada; y su apreciación puede darse por efecto de perturbaciones internas o externas, por ejemplo con el incremento de los costos de producción o por el deterioro de los términos de intercambio, así como por una sobrevaluación del dólar.
Es cierto que con la dolarización no habría más presiones especulativas sobre el tipo de cambio existente entre la moneda nacional y el dólar, pues ya no hay moneda nacional. Pero de allí a esperar que la especulación en general sea erradicada, es una equivocación. Esta no es producto exclusivo del manejo económico de un país aislado y tampoco se produce solo en los mercados cambiarios. La especulación se nutre a gran escala en el mercado financiero internacional; y, en muchos países de América Latina y del mundo empobrecido, como se ve a diario, se reproduce en forma de caricatura. Con la dolarización tampoco desaparecerá el riesgo de corridas bancarias, tal como se ha visto en el caso panameño.
- Riesgos para la competitividad
Como se ha registrado muchas veces en economías que entraron en esquemas cambiarios rígidos, lo que se produce es un proceso de apreciación relativa de bienes y servicios nacionales. Lo cual tendrá, como es obvio, un impacto sobre el aparato productivo, en la medida que se producirá una indudable pérdida de competitividad y aumentarán las dislocaciones en la estructura económica.
La pérdida de competitividad relativa de las exportaciones resulta preocupante en un mundo imperfectamente competitivo, dominado todavía por tasas de cambio variables. De no existir la suficiente flexibilidad laboral el resultado sería más desempleo, menor utilización de la capacidad instalada y aún una significativa quiebra de empresas. Así, las exportaciones se verían obligadas a mejorar su competitividad despidiendo personal o reduciendo los salarios, así como forzando a cualquier costo la renta de la naturaleza.
Un país dolarizado, sin el potencial de respuesta adecuado, podría sufrir traumáticas repercusiones frente a una devaluación de sus vecinos. Ellos serán beneficiarios al encontrar una enorme ventaja comercial en la rigidez cambiaria, pues un país dolarizado, asumiendo costos en términos de producción y de empleo, exportaría "su" estabilidad. Los productos del país que devalúa se abaratarían, con el consiguiente encarecimiento de los bienes del país dolarizado: ventaja para sus consumidores con capacidad de compra, pero con el consiguiente deterioro de la competitividad de su aparato productivo. Esto se registra entre Argentina y Brasil, país que saca una importante ventaja en su lucha contra la inflación de la oferta de bienes primarios procedente de su vecino del sur, el cual, además, ha cedido importantes espacios a favor de los productos industrializados provenientes de Brasil. Y esto podría ocasionar, en consecuencia, mayores presiones recesivas con un consiguiente alejamiento de los capitales extranjeros, provocando aún el éxodo masivo de empresas, como ha sucedido en Argentina.
Por otro lado, ante la pérdida de competitividad, con este esquema monetario de fomento de las importaciones, podrían darse, en poco tiempo, nuevos estrangulamientos externos. Así, no será una sorpresa si un país dolarizado, en poco tiempo, entra en un acelerado y continuado proceso de endeudamiento externo, gracias a la recuperada "credibilidad" internacional provocada por la propia dolarización; Argentina es nuevamente un ejemplo digno de considerar en este punto. Allí, luego de una primera reducción de su deuda externa a poco de introducida la convertibilidad, ésta creció de una manera sostenida, incrementándose en más de tres veces sobre los valores previos a la reforma monetaria, y sigue subiendo... Y Panamá, con sus 13 renegociaciones con el FMI, entidad que ha asumido una función de prestamista de última instancia, es otra muestra de la adicción al endeudamiento externo propio de este tipo de rigideces cambiarias.18
También de la experiencia panameña se puede concluir que la construcción de una amplia "integración financiera" internacional asoma como un requisito para evitar sobresaltos macroeconómicos mayores. Esto implica que, muchas veces, los ajustes se harán a través del portafolio de la banca privada, como mecanismo clave para el acceso al mercado de capitales externo, que servirá como válvula en los casos en que falten o sobren recursos financieros. De suerte que el sistema financiero desnacionalizado, concentrado, e integrado aún más al exterior será una banda de transmisión de recursos procíclica, sobre la cual debería recaer gran parte de los ajustes en una economía dolarizada.
Como si lo anterior fuera poco, con la dolarización se favorece el lavado de narcodólares, tanto por las facilidades que brinda la renuncia a la moneda nacional, como por la necesidad de establecer dicha "integración financiera". Es fácil imaginarse cuáles serán las repercusiones económicas y hasta políticas en sociedades frágiles, cuando se registre un mayor ingreso de capitales provenientes de actividades ilícitas.
- Mayores heterogeneidades sociales y productivas
En Argentina, tal como ha sucedido en Panamá, el problema del desempleo no ha sido resuelto con la vigencia de un tipo de cambio fijo. Por lo contrario en el caso argentino el número de desempleados se ha estabilizado a un nivel alto, nunca antes registrado. Además, aún en el caso de que aumente el número de empleos (muchos de los cuales serán de baja calidad), no hay como esperar un incremento del ingreso real de los trabajadores. En Panamá (país dolarizado desde hace un siglo y que nunca ha asumido el papel de modelo económico de América Latina), si bien el ingreso real es estable en términos de dólares, los salarios de los trabajadores no calificados, que son la mayoría de la población económicamente activa, se mantienen en niveles de subsistencia. De facto, la combinación de tipo de cambio irrevocable y neoliberalismo ahonda las tendencias concentradoras y excluyentes: basta ver lo que sucede en Argentina.
Como correlato de lo anterior, los dolarizadores esperan enfrentar el problema con una mayor flexibilización laboral, opción que, como se ha visto en la práctica, no necesariamente trae los frutos esperados. Esta creciente flexibilización y desprotección laboral, no solo que dificulta acuerdos equitativos entre empleadores y trabajadores, sino que ahondará aún más la conflictividad social. Dicha conflictividad, al profundizarse las disputas distributivas e incrementarse los reclamos de los grupos marginados y perjudicados, encontrará diversas expresiones en el enfrentamiento de la alianza pro-dolarización y los grupos que se la oponen, cuyas composiciones variarán en la medida que aparezcan las rigideces cambiarias y sociales que provoca este matrimonio por interés entre la dolarización y el neoliberalismo.
En suma, sin negar la importancia que tiene un manejo cambiario confiable para alentar la inversión productiva nacional y extranjera, convendría tener presente que la inversión no se mueve exclusivamente en función de las perspectivas devaluatorias. A más de la estabilidad de la moneda hay otras condiciones importantes como la rentabilidad de los respectivos negocios, la capacidad de pago del país y aún su crecimiento, sin olvidar las condiciones de tranquilidad social y de institucionalidad jurídica.
Todo lo anterior redundará en la profundización de estructuras fragmentadas. Y esto aumentará las tendencias para profundizar la heterogeneidad estructural del aparato productivo, pues las mejoras de productividad de determinados segmentos de la economía, en su mayoría considerados como modernos, aumentará con la intensiva importación de maquinaria ahorradora de mano de obra y la incorporación de modernas tecnologías, en detrimento de los sectores productivos tradicionales con empleos precarios, de baja calificación y pobres ingresos. De hecho crecerán las diferencias de productividades entre los segmentos moderno y tradicional, un asunto que ahondará las raíces estructurales del subdesarrollo
6. A modo de conclusión
La dolarización, por último, es una decisión artificial y autoritaria que reduce la capacidad de maniobra de un país. Con ella se elimina la gestión cambiaria y monetaria en contradicción con lo que sería la fijación de este importante precio a través del mercado. Se renuncia al control monetario por parte de un Estado subdesarrollado para subordinarse al control de un Estado más grande. ¿Será que los dolarizadores no son tan liberales como dicen ser y que únicamente se refugian en el dólar para completar o arraigar las reformas estructurales inspiradas por el WC, cuando, apegados a la esencia de su ideología, más bien deberían apoyar un sistema de cambios flexible? Lo que demostraría, entonces, que el mercado no está en juego sino simplemente se defiende "la actividad privada en sí misma" (de Sebastián 1999: 54).
De todas formas, su aplicación, como parte del modelo neoliberal, representaría una claudicación oficial para impulsar un proyecto de desarrollo, al menos desde una perspectiva incluyente para la sociedad nacional en su conjunto. Y esto es grave, puesto que para gobernar en una economía globalizante, si es que realmente se desea una inserción colectiva de la sociedad en el contexto internacional, lo menos que se puede hacer es entrampar a un país con un tipo de cambio rígido.
Por eso es preocupante que se recomiende abandonar el uso de herramientas básicas de la política económica, como la monetaria y cambiaria, atando aisladamente la economía a un sistema inflexible, que puede gestar problemas insospechados. Una cosa es adoptar temporalmente un esquema cambiario rígido para romper expectativas hiperinflacionarias o si las principales monedas del mundo operan con un modelo de cambios fijo, otra completamente distinta es adoptarlo en un mundo en que las principales monedas fluctúan unas frente a otras. La dolarización, lejos de ser un piloto automático o si se quiere una restricción estimulante, equivale a un nuevo bloqueo, a la amputación voluntaria e innecesaria de un dedo de la mano, con lo cual la tarea recaería en los otros cuatro, algunos de los cuales también sufren severas limitaciones
Es más, un país dolarizado, con toda la carga de recortes en su soberanía, prevalecientes hoy día, tendría menos capacidad de reacción y de gestión. Debilitaría aún más su capacidad para fortalecer y proteger el mercado interno, a la espera que los impulsos para su desarrollo provengan cada vez más de afuera. Y aunque pueda resultar paradójico, si se arrincona las políticas orientadas a favorecer el mercado interno, disminuirá también en forma ostensible el campo para el diseño y aplicación de una concepción estratégica que permita participar en forma activa en el mercado mundial. De facto, el proceso de reacomodo de la economía que provoca la dolarización ahonda las tendencias reprimarizadoras y las presiones desindustrializadoras en el aparato productivo, vigentes desde hace largo rato y que están procesando un régimen social de acumulación acorde con la nueva división internacional del trabajo impuesta por el capitalismo transnacional.
A fin de cuentas, los cambios requeridos para impulsar el desarrollo no surgirán espontáneamente con la introducción del dólar y tampoco con esquemas de apertura y liberalización a ultranza. En una economía dolarizada el desafío será mayor, pues una alternativa de política económica deberá incorporar también la desdolarización ordenada o sea la salida de la trampa que implica esta extrema rigidez cambiaria, cuando las condiciones lo permitan. A viejos retos habrá que ofrecer remozadas respuestas, viables en tanto beneficien a las mayorías, con la participación activa de las propias mayorías y con esquemas de mayor integración regional a nivel horizontal
Es tiempo, pues, de proponer respuestas que tengan en su mira la superación del modelo neoliberal para al menos civilizar el capitalismo. El asunto, visto desde una perspectiva integral del desarrollo, no se reduce, entonces, a una simple resolución del tema monetario y cambiario. Dolarizar o no dolarizar, esa no es la cuestión.
Bibliografía
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* Alberto Acosta. Ponencia para el Seminario "Régulation du système international: quelle place pour le FMI" Asamblea Nacional Francesa, París, 22 y 23 de junio del 2001
Notas:
1Ecuatoriano. Economista, Universidad de Colonia, Alemania. Miembro del Foro Ecuador Alternativo. Profesor universitario. Consultor internacional y del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales (ILDIS-FES) en Ecuador. Asesor de organizaciones indígenas y sociales. E-mail: alacosta@hoy.net y alacosta48@yahoo.com
2El dólar circula como moneda oficial en algunos territorios y colonias como Guam, Islas Marshall, Islas Marianas, Micronesia, Palau, Samoa, Islas Vírgenes e Islas Turks y Caicos. Otros pocos países y territorios, en diversas partes de mundo, utilizan otras monedas como el dólar australiano (Kiribati, Nauru, Tuvalu, Isla Norfolk, e Islas Cocos), el dólar neocelandés (Islas Cook, Niue y Tokelau), la libra esterlina (Santa Elena), la lira turca (norte de Chipre), o la corona danesa (Groenlandia).
3Su independencia de Colombia estuvo relacionada directamente con el interés norteamericano por asumir el control del canal interoceánico y en ese contexto surgió como país con su economía dolarizada desde 1904.
4Como muestra de este proceso democrático se tiene el rechazo de tres países -Reino Unido, Noruega y Dinamarca-, en los cuales sus sociedades, a través de sendas consultas populares, se expresaron en contra. Nada de esto sucedió en Ecuador o en El Salvador, en donde se simplemente se impuso la dolarización.
5Los tres ejes de poder mundial que se perfilan en la actualidad son los EEUU, la Unión Europea, así como Japón y China, con mayores posibilidades de que este último país asuma el liderazgo asiático en poco tiempo.
6La reflexión sobre de estas opciones monetarias, muchas de las cuales se inspiran en el pensamiento de Silvio Gesell (1862-1930), han cobrado una inusitada fuerza en plena "globalización" (Ver Schuldt 1997).
7Aquí cabe mencionar la convertibilidad en Hong Kong (1983), Argentina (1991), Estonia (1992), Lituania (1994) y Bulgaria (1997); así como la dolarización en Timor Oriental (2000) y en los tres países latinoamericanos mencionados: Ecuador (2000), El Salvador (2001) y Guatemala (2001), a los cuales se suma Panamá (1904); recuérdese que en Ecuador falló en 1997 un intento por introducir la convertibilidad. Recuérdes entes punto que entre los mismos esquemas dolarizados hay distintas características; para citar apenas un ejemplo, en Panamá no existe un Banco Central, mientras que en Ecuador el Banco Central no fue eliminado y, es más, conjuntamente con el Ministerio de Economía, mantiene aún una cierta capacidad como prestamista de última instancia.
8El tipo de cambio flexible que rige en países como Brasil, Chile, México, que han logrado superar de mejor manera los recientes choques externos que otros países con tipo de cambio fijo, como la Argentina.
9De acuerdo al conocido trilema macroeconómico, especialmente en economías abiertas y pequeñas, solo pueden ir juntas dos de las tres siguientes variables: (1) libre movilidad de capitales, (2) tipo de cambio fijo y (3) política monetaria independiente, lo cual da las siguientes combinaciones: (1) + (2) sacrifica la política monetaria: patrón oro (1870-1930/32) y globalización (?); (2) + (3) sacrifica la libre movilidad de capitales: Bretton Woods (1945-1971); (1) + (3) sacrifica el control del tipo de cambio: regímenes vigentes de tipo de cambio libre (1971 - ).
10Intentos que no tienen a la moneda como su único eje, pues el poder norteamericano se deriva no solo del dólar, tampoco basta su potencial económico, sino que su poderío se basa en el poder militar y político, así como en el cultural: el inglés como lengua franca es otro elemento de su fortaleza.
11Este asunto preocupa a Milton Friedman, quien, en una entrevista en la revista Forbes (3.5.1999), dijo que la moneda es un símbolo muy importante de la soberanía. Y a mí me parece que una nación, si quiere seguir siendo nación, necesita tantos símbolos de soberanía como sea posible.
12Estos países estarían entre los candidatos "preparados" para dolarizarse. Sobre los prerequisitos para la dolarización hay también una controversia aparte, en tanto un grupo de tratadistas (Guillermo Calvo y Ricardo Hausmann, por ejemplo) considera indispensable la introducción previa de una serie de reformas, mientras que otro grupo no da importancia a este asunto (Kurt Schuler y Robert Barro, para citar otros dos), pues creen que las reformas necesarias se implantarían en forma automática con la dolarización.
13En este país, en pleno proceso de conformación de su Estado independiente, luego de su liberación de Indonesia, el FMI presionó para que se adopte el dólar como moneda de uso corriente.
14El Ecuador es el mejor ejemplo de la improvisación. Su experiencia, no hay duda, constituye un manual de cómo no dolarizar... Este país llegó a la dolarización como resultado de una crisis compleja, en la cual jugó un papel demoledor el interminable ajuste fondomonetarista y la incapacidad de sus dirigentes políticos y económicos.
15Para muestra basta el Plan Colombia y su creciente regionalización. En el caso ecuatoriano la dolarización vino acompañada con el establecimiento de una base militar norteamericana en Manta, la única existente en América del Sur; situación que se repite en El Salvador en el aeropuerto de Comalapa y que podría darse en Guatemala en el Petén, en la frontera con Chiapas. Esta política militar se sostiene con el argumento común (mejor sería decir con el alibí) de luchar contra el narcotráfico.
16En los países indicados se recurrió a la manipulación y hasta al "terrorismo económico". Igualmente se intenta doblegar la resistencia social, sea con medios autoritarios y aún represivos, o con políticas sociales clientelares. En Ecuador se justificó la dolarización como vacuna para enfrentar una inexistente hiperinflación, cuya aunnciada proximidad no era real al no existir aquellas condiciones socioeconómicas que han desatado los procesos hiperinflacionarios (ver Schuldt y Acosta 1995 y 2000).
17Más allá de las diferencias entre la convertibilidad o caja de conversión y la dolarización, cabe destacar que los efectos de una economía con convertibilidad (dolarización minus) pueden ser asimilables en gran medida a los de una economía dolarizada. Por eso es relevante el caso argentino.
18Este país, durante las últimas décadas, ha recurrido más veces al FMI que otras economías que han atravesado por severas crisis como Haití, Jamaica, Argentina, Perú y Ecuador.
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