El Caribe en la encrucijada

28/05/2001
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El sistema de las relaciones económicas internacionales ha devenido en la actualidad en un proceso altamente complejo, donde la actuación de los intereses económicos, políticos y militares del capitalismo desarrollado lograron incidir decisivamente en la recomposición del Orden Económico Internacional existente. En efecto, en el escenario mundial, los países capitalistas desarrollados lograron ocupar su soñada posición preponderante a través de un hábil e impetuoso proceso de utilización y desarrollo de su potencial científico-técnico, del manejo de políticas macroeconómicas que alargan los ciclos expansivos coyunturales y mediante la búsqueda y ampliación de los espacios económicos regionales sobre la base de una convergencia de intereses económicos y geopolíticos. En definitiva, la revolución tecnológica de los procesos y de la organización productiva ha promovido un mayor nivel de integración e interdependencia económica en el ámbito internacional, especialmente entre los países industrializados. A éste fenómeno de la economía mundial se le denomina globalización, el cual tiene una estrecha relación de causalidad con el proceso universal de internacionalización del capital. Así pues, la actual tendencia hacia la "aldea global" no es nueva ni casual y mucho menos fruto de la voluntad divina, sino por el contrario constituye un proceso objetivo que emana del propio desarrollo lógico e histórico del capitalismo como sistema. La globalización abarca diferentes ámbitos de la vida, incluyendo tanto el aspecto socioeconómico y político como el científico-técnico, el teórico- conceptual, el medio ambiental y el institucional. Sin embargo, la tendencia más sobresaliente es, sin dudas, la globalización e internacionalización de la actividad económica. No obstante, la imbricación de los mercados y la consiguiente destrucción de los sistemas estatales actuales en que encajan las actividades económicas, están generando grandes cambios estructurales que se traducen en la creciente concentración del ingreso y en formas de exclusión social que se manifiesta en todos los países. Estos negativos resultados, en ocasiones son presentados como condiciones previas para una nueva forma de crecimiento económico cuyos contornos aún no están definidos. En otras palabras, en este fin de siglo, el crecimiento económico tendría imperativamente como contrapartida el nacimiento de una nueva forma de organización social. Puede interpretarse esa simple observación como una amenaza o como un desafío, o por lo menos, como el presagio de una era de transición, y también de incertidumbre. Mercado financiero globalizado El aumento del comercio intraindustrial, la deslocalización y los sistemas regionales de producción, son solo algunos de los aspectos que dan cuenta del proceso de integración global del comercio. Por otra parte, en los últimos años la liberalización y desregulación de los flujos financieros acompañado del aumento de las Inversiones Extranjeras Directas y de las nuevas formas de internacionalización (NFI), especialmente entre los polos de la llamada tríada (Estados Unidos, Japón y la Unión Europea), han provocado un cambio importante en la internacionalización de las economías. La interdependencia económica se ha reforzado y se han creado nuevas redes y alianzas estratégicas entre las transnacionales a escala mundial y regional. El enorme monstruo del Mercado Financiero Globalizado ha creado una piramidación de transacciones que se alejan o, si se quiere, se independizan tanto de la base real de operaciones a la que supuestamente sirven, como de las regulaciones y políticas nacionales. El dominio financiero constituye quizás, la expresión más clara de la integración planetaria de los mercados. Se estima que ese Mercado Financiero maneja 70 veces más dinero que la Economía Real. Ahora bien, la seguridad y la rentabilidad de las operaciones financieras del mercado, no siempre coinciden con los objetivos más relevantes de la economía internacional en general y de los países en particular: contribuir y cerrar la brecha del atraso, atemperar los desequilibrios entre las naciones industrializadas, facilitar el ajuste estructural y la estabilización del Tercer Mundo y favorecer el crecimiento conjunto de la producción y el empleo a escala mundial. Valgan algunos ejemplos ilustrativos. En 1960 el 20% más rico de la población mundial obtenía el 70.2% de los ingresos, mientras el 20% más pobre recibía el 2.4% lo cual significa una relación de 30 a 1, para 1996 esta proporción era casi de 60 a 1. Como se sabe, la Globalización Neoliberal supone además, serios límites a la acción del Estado, especialmente para los países subdesarrollados. La transnacionalización de los flujos de comercio, tecnología y capital ha provocado la pérdida de importancia de las fronteras nacionales de los países, haciendo más complejo y difícil el diseño y efectividad de las políticas macroeconómicas. Como resultado de todo lo anterior, el margen de acción de los países subdesarrollados se ha reducido. Los planes de desarrollo son cada vez más condicionados por la inserción del país en el escenario internacional. El gendarme regional Esta realidad compleja y contradictoria del proceso de Globalización, está en la base del proceso que se está verificando en la Cuenca del Caribe, a partir del reconocimiento de dos tipos de fenómenos: -Un mundo globalizado que aplana y excluye a los no elegidos y a su vez la necesidad de tener bases propias de sustentación como las que están en el fundamento de los procesos integracionistas de la región. Esto es, el Mercado Común Centroamericano y la Comunidad del Caribe y en los Acuerdos de Concertación Política y Económica como el Grupo de los Tres, (México, Venezuela y Colombia) y la Asociación de Estados del caribe, (AEC). El fin de la llamada Guerra Fría ha conllevado a una relativa reducción de la importancia estratégica de la región caribeña, especialmente del Caribe Insular, para las grandes potencias y en particular para Estados Unidos, que por primera vez en la historia de cinco siglos de la región ejerce su carácter de potencia hegemónica en el plano político y militar. Los Estados Unidos han actuado siempre como gendarmes en la definición de la estrategia para los problemas relacionados con la Seguridad en el Caribe, la que ejerció durante el período de la Guerra Fría con el objetivo incuestionable de lograr la contención del Comunismo en la Región, que se había consolidado con el triunfo de la Revolución Cubana a partir del primero de Enero de 1959 y el apoyo que recibía de la Unión Soviética y el campo Socialista. Era el período a su vez de las experiencias de Gobiernos de izquierda en el Caribe Insular y Centroamérica, como Jamaica, Guyana, Nicaragua y Surinam. Se producen así los procesos de "ayuda" estadounidense a la militarización de gobiernos conservadores e incluso de la intervención militar. Al terminar la Guerra Fría surge una nueva problemática de seguridad en el Caribe para los Estados Unidos. Al disminuir la importancia relativa estratégica del Caribe, en términos de amenazas políticas y militares de otra potencia: la URSS, los Estados Unidos no enfrentan este desafío. No hay un desafío estatal. Surge así una nueva agenda en relación a la seguridad en el Caribe que proviene del desafío hacia un actor no estatal: el Narcotráfico. Debe recordarse que por el Caribe pasa más del 40% de la droga que se dirige a ese país. Los Estados Unidos tienen una nueva visión del Narcotráfico, el cual vinculan al terrorismo para utilizarlo como instrumento de Política Exterior e imponer su tradicional posición arrogante y prepotente. Uno de estos ejemplos es el "Ship rider agreement" que da la posibilidad a la flota norteamericana de persecución y entrada a las aguas territoriales y espacio aéreo de la región Caribeña. Existen los conocidos intentos de inmiscuirse en los asuntos venezolanos y el proclamado Plan Colombia. El peligro del terrorismo y los procesos de insurgencias populares en el Caribe están en la agenda actual de las preocupaciones de los EE.UU. en la estrategia de seguridad hacia la región. En esta problemática el diferendo Cuba - Estados Unidos sigue ocupando una posición estratégica. Estados Unidos sigue trazando su política exterior hacia Cuba bajo la amenaza de la Guerra Militar. Cuba no puede descartar esa posibilidad, máxime con la presencia ilegal de la Base de Guantánamo en nuestro territorio, que fue impuesto por la fuerza en 1902, al amparo de la Enmienda Platt, no reconocido por el Derecho Internacional Público. Esto se acompaña con el conocido proceso de bloqueo económico que tienen impuestos desde los inicios del proceso revolucionario cubano que ha devenido en un costo económico para el país de más de 67 000 millones de dólares sin entrar a considerar los costos sociales y humanos que representa el bloqueo en medicinas, alimentos, equipos, etc. y que se revierten negativamente para el pueblo cubano. El propósito de EE.UU. de desestabilizar a Cuba se ha convertido no solo en una amenaza para el país sino en una amenaza para la Región Caribeña. Bloques geoeconómicos Este cambio en la Política Exterior de EE.UU. hacia el Caribe, se produce cuando la globalización impulsa la conformación de grandes bloques geoeconómicos, que dominan la dinámica internacional, Unión Europea, Tratado de Libre Comercio de América del Norte y el más informal agrupamiento en torno a Japón y los llamados "tigres" en el Este de Asia. También cuando la concepción neoliberal dominante en la economía mundial, impone una tendencia al libre comercio en condiciones de reciprocidad, y la virtual supresión de los regímenes preferenciales, en el marco de una "aid fatigue", como algunos analistas han calificado eufemísticamente a la reducción sustancial de la ayuda al Tercer Mundo, proveniente de los centros capitalistas desarrollados. No se puede dejar de plantear que los Estados del Caribe han recibido algunas ayudas comerciales de los EE.UU. a través de varios mecanismos preferenciales establecidos en las últimas décadas. Así el Caribe Anglófono, que integra la CARICOM ha sido objeto de los beneficios, junto a países de África y el Pacífico, de la Convención de Lomé, y con Centroamérica desde principios de los 80, de la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC), establecida por Estados Unidos bajo la administración Reagan, y del acuerdo con Canadá, CARIBCAN, aproximadamente del mismo corte. Cuba, por su parte, por razones en cierta medida diferentes, se ha beneficiado de las preferencias comerciales y la amplia cooperación de la Unión Soviética y los países del bloque socialista europeo. La última edición de Lomé, la IV, tocó a su fin en Junio del 2000, cuando se firmó en Cotonou, Benin un nuevo Acuerdo preferencial siguiendo los lineamientos del anterior. Las exigencias de la Organización Mundial de Comercio (OMC), se suman a un desinterés creciente de Europa en el Caribe, por diversas razones, tales como el atractivo inversionista que representan los países del otrora bloque socialista europeo; la falta de vínculos caribeños de algunos nuevos miembros de la UE, y la tendencia a desviar la ayuda para el desarrollo a regiones del Tercer Mundo más necesitadas como África, dado que se percibe al Caribe como un espacio de mayor desarrollo relativo. La ICC y CARIBCAN, por sus limitaciones intrínsecas (dejaban fuera de las preferencias comerciales una lista de productos importantes de los países de la Cuenca), no tuvieron los resultados esperados y propagandizados por Washington en su momento, y la firma posterior del Tratado de Libre Comercio (TLC) en América del Norte, puso en crisis este régimen por las mayores preferencias que obtuvo México, en evidente detrimento de Centroamérica y el Caribe insular, que han visto detenerse o reducirse el flujo de inversiones, y sufrido el traslado de fábricas, y la subsiguiente pérdida de miles de empleos. El colapso del sistema socialista europeo, y ante todo de la Unión Soviética, sumió a Cuba de inmediato en la peor crisis de su historia independiente, de la que va recobrándose, en medio de un recrudecimiento de la hostilidad norteamericana. Integración continental o caribeña Para los países de la Cuenca en su conjunto, con excepción de Cuba por razones esencialmente políticas, un objetivo y al propio tiempo, un desafío central, lo constituye la proyectada Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) esbozada por la administración Bush y comenzada a instrumentar por el gobierno de Clinton. Estados Unidos constituye para casi todos estos países, tal vez con la excepción de los microestados del Caribe Oriental, más vinculados a Europa a través de Lomé, el mercado principal para el 70 u 80% de su comercio exterior, y seguramente la fuente principal de las inversiones y el turismo. Washington espera que el ALCA quede instalada para el 2005, lo que, sin duda, no es una meta fácil de cumplir, si se tienen en cuenta las resistencias internas dentro de EE.UU., tanto Congresionales como de significativos actores sociales. Para el Caribe, sin embargo, y en particular el Caribe insular, el ALCA ha sido hasta ahora, en cierta medida, más una amenaza, que una expectativa fructífera, en la medida en que el proceso negociador en curso, no ofrece respuestas para la problemática de las pequeñas economías, que no pueden, sino en un proceso gradual, incorporarse a esquemas de libre comercio. El tema no ha sido abordado en profundidad, dada la resistencia mostrada parcialmente por Estados Unidos, y algunas grandes economías latinoamericanas a considerar el caso particular de las pequeñas economías, y apenas un Comité Consultivo da seguimiento a la cuestión. Como consecuencia, y en particular los países de CARICOM, que han funcionado como eje integrador de la región, se plantean la profundización de ese proceso, a través de la creación de un verdadero mercado común, la aceptación de nuevos países, y la proyección hacia toda la Cuenca. Como es sabido, CARICOM ha sido exitoso en el terreno de la cooperación funcional y la coordinación de políticas exteriores, pero no ha avanzado sólidamente en el terreno de una integración económica efectiva. Intereses particularistas, y eso que algún historiador ha llamado el "nacionalismo de pequeñas islas" que dio al traste con la Federación de las Indias Occidentales creada por Inglaterra al momento de las independencias en los primeros años 60, sigue influyendo negativamente en la creación del mercado común caribeño. CARICOM trata ahora de impulsar el proceso, y se amplió con la admisión de Haití y Surinam. Por otra parte, la "West Indies Commission" lanzó a comienzos de los 90 la idea de ampliar la integración al resto de los países de la Cuenca, y así nació en 1994 la Asociación de Estados del Caribe (AEC), con la participación activa de Cuba, pese a la hostilidad de Estados Unidos. La AEC, sin embargo, avanza lentamente en su proceso de consolidación institucional, y hasta ahora los mayores resultados se han obtenido en áreas de cooperación funcional. Se trata de un agrupamiento de estados muy heterogéneos, si se atiende a sus características etno-históricas, culturales, lingüísticas y las asimetrías geográfico-económicas. Las tres potencias medias de la región, México, Venezuela, Colombia, involucradas en un proceso de especial relacionamiento económico entre ellas, el llamado "Grupo de los Tres"(G-3), y que pudieran constituir un motor dinámico del proceso integracionista en el área, no carecen de contradicciones entre ellas y ambigüedades frente al conjunto AEC. Por la lenta evolución de la AEC, el CARICOM siguiendo en esto una iniciativa de República Dominicana, aún aspirante a ingresar en ese agrupamiento, busca estrechar relaciones, y establecer un acuerdo de libre comercio con Centroamérica, como núcleo básico de un polo integrador que realce las posibilidades negociadoras del área en el proceso del ALCA. El proceso no carece de dificultades dadas las escasas relaciones tradicionales entre los países del istmo y el caribe anglófono, las diferencias etno-histórico-culturales, el hecho de que constituiría un mecanismo que duplica en cierta medida a la AEC, y que Centroamérica fortalece sus vínculos con México. Relaciones comerciales diversificadas Mientras tanto el Caribe anglófono e insular firmó el nuevo Acuerdo de Cotonou. Las negociaciones con Europa se enmarcan en el objetivo de que este nuevo Acuerdo le conceda a la región un tiempo de adaptación a la tendencia mundial al comercio en condiciones recíprocas, mediante el mantenimiento de algunas ventajas comerciales y formas de cooperación. Como se dijera, si bien los países europeos mostraron, al igual que Estados Unidos, un mayor desinterés por la región después de la terminación de la guerra fría (con la excepción tal vez de Francia, con sus Departamentos de Ultramar, y su instalación naval y coheteril en Cayena), los vínculos históricos, y algunos fenómenos más recientes, han contribuido al sostenimiento de los vínculos, e incluso a una cierta renovación del interés. En general, Europa coincide con el criterio caribeño que vincula la seguridad a la problemática económica y el desarrollo, y acepta, al menos en principio, la necesidad de que estas pequeñas economías tengan un período de gracia para adaptarse a las nuevas exigencias de la economía mundial. En esto la posición europea difiere, de la sostenida por Estados Unidos. Por ello, por los vínculos históricos y culturales, y por la necesidad de equilibrar de alguna manera el peso desmesurado de Estados Unidos, en la región, para los estadistas del Caribe anglófono y su activa diplomacia, la relación con Europa es estratégica. Para el Caribe, la conformación del TLC ha significado el cuestionamiento de los muy limitados beneficios ofrecidos por la Iniciativa de la Cuenca del Caribe (ICC) e incluso de su segunda versión, la ICC II. Las preferencias otorgadas a México en el bloque de América del Norte, la mano de obra más barata de ese país y las facilidades de transportación hacia EE.UU., se han traducido para el Caribe en el traslado de plantas y la pérdida de miles de empleos. A esto se añade la actitud norteamericana contra las preferencias comerciales, su poco interés en abordar el problema de las pequeñas economías en las negociaciones ALCA y su apoyo a la "Chiquita Brand Corp." en el litigio del banano ante la OMC que afecta intereses vitales de los micro estados del Caribe Oriental. En contrapartida, EE.UU. ha exigido una colaboración activa del Caribe en la lucha contra el narcotráfico y el lavado de dinero, imponiendo el ya comentado "ship rider agreement", que permite a sus fuerzas armadas penetrar en los territorios caribeños en persecución de los delincuentes. Este acuerdo, que no todos los estados del Caribe anglófono han aceptado, ha contribuido, por otra parte, a socavar la estrecha coordinación diplomática, que ha sido uno de los logros más destacados de CARICOM. En suma: arrogancia, miopía, egoísmo de gran potencia, signaron en los 90 la actitud de Estados Unidos hacia el Caribe, aumentando las contradicciones con una región que ellos mismos han considerado su tercera frontera y llevando al Caribe anglófono a multiplicar sus esfuerzos a favor de diversos esquemas de integración regional ampliada. EEUU: Ley del Comercio 2000 Desde la firma del TLC y el inicio de las negociaciones ALCA, la diplomacia del Caribe anglófono ha venido insistiendo ante Washington para lograr alguna forma de inclusión en el bloque de América del Norte o al menos, alcanzar algún arreglo que otorgue a los productos de la región, alguna forma de paridad con las preferencias otorgadas a México. En la Cumbre de Barbados entre el Presidente Clinton y los líderes caribeños en mayo de 1997, el mandatario norteamericano se comprometió a obtener la aprobación congresional de un paquete de medidas que amplía el contenido de la ICC en beneficio del Caribe. Al fin, el Congreso aprobó y el Presidente firmó en mayo del 2000 la "Trade Development Act of 2000" que otorga una serie de beneficios a países de África y el Caribe, y a juicio de algunos analistas, el paquete legislativo más importante sometido al Congreso desde la Ronda Uruguay de 1994 y que ya es considerado una victoria comercial para la administración demócrata. En lo que al Caribe se refiere, la nueva legislación otorga un régimen de virtual paridad con el TLC a los países beneficiarios de la ICC, principalmente en el importante renglón de los textiles, vestimentas, hilado, y para algunos productos no textiles. La medida debe estimular las inversiones, y el empleo en los países de la región. Al incluir a África, aunque no al Pacífico, la "Trade Act 2000", remedia una suerte de limitado Lomé norteamericano para el Tercer Mundo. Un aspecto significativo del Acta es que extiende los beneficios hasta el 2008, lo que permitirá a estos países disfrutar de sus beneficios en espera de la conclusión del ALCA que se prevé para el 2005. Implícitamente, con esto el gobierno norteamericano parece atender los reclamos de las pequeñas economías de que se atienda a sus demandas en el complejo proceso de negociaciones hemisféricas. Todo indica que el régimen preferencial otorgado por el "ACTA 2000" aunque limitado a una serie de productos, es beneficioso para los países Centroamericanos y Caribeños, y, de hecho, los inserta parcialmente en el bloque de América del Norte, como una solución intermedia, hasta su inserción definitiva en el acuerdo de libre comercio hemisférico de la Administración Clinton, que rectifican las posturas miopes seguidas hasta aquí por Washington, en una región que, en última instancia, continúa siendo estratégica para Estados Unidos. No obstante, también es de prever que la activa e inteligente diplomacia del Caribe anglófono, continúe promoviendo los vínculos con Europa y los diversos esquemas regionales de integración, dirigidos a crear economías de escala y capacidades competitivas en el área. El regionalismo de nuevo tipo, abierto y multilateral, es también una tónica de los tiempos, aunque no dejan de existir propugnadores de una mayor imbricación con la "economía post industrial más avanzada del mundo" en un "West Atlantic System" que englobe a Estados Unidos-Canadá y el Archipiélago Caribeño, como dijera el académico de Harvard, Orlando Patterson, oriundo de la región. El ser humano primero Desde comienzos de la década de los 90, el Caribe anglófono en particular ha estimulado y apoyado enérgicamente la incorporación de Cuba a los esquemas integracionistas regionales. Como lo ha expresado claramente Sir Edwin Carrington, Secretario General de CARICOM, "no podemos permitirnos pensar en un Caribe sin Cuba, Haití, República Dominicana o Surinam". Por sus dimensiones geográficas, como la isla más grande y poblada del archipiélago, sus recursos y capacidades humanas, desarrolladas gracias al esfuerzo revolucionario de cuatro décadas, y su posición central estratégica en la región, Cuba, sin duda, está llamada a desempeñar un papel de mayor significación en el desarrollo caribeño. La integración constituye una necesidad incuestionable para los países subdesarrollados y por ende para elevar el nivel de vida de toda la población y comenzar a satisfacer las apremiantes necesidades sociales acumuladas en toda la región. La integración hay que verla con una óptica de integralidad y en ese sentido reclaman cada vez más atención las formulas de cooperación e integración en sectores sociales que hasta hace poco se creía que nada, o casi nada, podían hacer en el marco de un esfuerzo integracionista. Hoy hay cada vez más comprensión de que uno de los puntos más débiles que han tenido los esfuerzos unitarios en toda la región ha sido el no haber logrado el verdadero efecto social. Siendo los aspectos socio-culturales menos conflictivos para lograr concertar posiciones y esfuerzos conjuntos, ésta resulta un área donde es necesario avanzar en profundidad y contribuir así a rescatar y a afirmar la credibilidad en el objetivo de integración. Los sectores de educación y salud pública, toda la amplia gama que supone el desarrollo espiritual más pleno del ser humano, reclama atención priorizada y privilegiada. Las naciones caribeñas tienen que poner en primer plano al ser humano. Solo así se logrará que todos y cada uno sienta como suyo, como algo esencial para sí mismo y para su progreso y bienestar, la acción integracionista. La sociedad civil del Gran Caribe tiene que participar activamente en este esfuerzo de concertación e integración que sea capaz de adaptarse a las condiciones surgidas en el planeta en los últimos años y enfrentar los principales desafíos que se levantan en el mundo de hoy, que es ya de por sí un reto colosal. Tratar de despojar de las insuficiencias y limitaciones que han experimentado los mecanismos integracionistas existentes y subsanar sus fallas supone sabiduría y audacia. La integración caribeña tiene que llegar a ser capaz de involucrar en su trabajo y gestión con acciones apropiadas, al más amplio espectro de la sociedad civil caribeña. Lograrlo significa el éxito. * Zoila González Maicas, Instituto Superior de Relaciones Internacionales, Cuba. Ponencia presentada en la Asamblea de los Pueblos del Caribe, Santo Domingo, 19-22 abril 2001

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