Lo que llaman amor es trabajo no pago

Durante la pandemia, 64 millones de mujeres perdieron sus empleos remunerados, mientras la mayoría de ellas debieron ocupar más tiempo en el trabajo de cuidados no remunerado que antes del gran confinamiento de 2020-21.

26/03/2021
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Ailén Possamay, Desobediencia doméstica / Eso que llaman amor es trabajo no pagado, Concepción, Chile, 2019.
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 Las mujeres del mundo trabajan un promedio de cuatro horas y veinticinco minutos al día en trabajo de cuidados no remunerado, mientras los hombres dedican una hora y veintitrés minutos al día en ese mismo tipo de trabajo. Esto es lo que observó la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en un estudio de 2018. ¿Qué es el trabajo de cuidados? El estudio de la OIT lo define como “el conjunto de actividades y relaciones destinadas a satisfacer las necesidades físicas, psicológicas y emocionales de adultos y niños, ancianos y jóvenes, frágiles y sanos”.

 

Hay dos tipos de trabajo de cuidados, de acuerdo a la OIT. El primero consiste en las actividades de cuidado directo (a veces denominadas como “cuidado personal” o “relacional”), como “dar de comer a un bebé, cuidar de una pareja enferma, ayudar a una persona mayor a darse un baño, realizar chequeos médicos o enseñar a niñxs pequeñxs”. El segundo tipo son las actividades de cuidado indirecto, “que no involucran un cuidado personal cara a cara, como limpiar, cocinar, lavar la ropa y otras tareas de mantenimiento del hogar (a veces denominadas como “cuidado no-relacional” o “trabajo doméstico”), que proporcionan las condiciones previas para el cuidado personal”. El trabajo de cuidados directo e indirecto operan en conjunto, son el trabajo físico y emocional que mantiene unido el tejido social.

 

 El estudio de la OIT muestra que las mujeres y niñas realizan tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado que se requiere para sostener a las familias y la sociedad. Si las personas que realizan ese trabajo recibieran el sueldo mínimo en sus respectivos países, la masa salarial sumaría 11 billones de dólares (o alrededor del 15% del PIB global, el tamaño de toda la economía digital). La necesidad de este trabajo de cuidados no remunerado —incluyendo cuidar a niñxs y personas mayores— ha impedido que las mujeres, y algunos hombres, entren a la fuerza laboral asalariada. En 2018, de acuerdo a la OIT, 606 millones de mujeres dijeron que el trabajo de cuidados no remunerado significaba que no podían buscar trabajo fuera de la casa, y 41 millones de hombres dijeron lo mismo.

 

Durante la pandemia, 64 millones de mujeres perdieron sus empleos remunerados, mientras la mayoría de las mujeres debieron ocupar más tiempo en el trabajo de cuidados no remunerado que antes del Gran confinamiento de 2020-21. En nuestro estudio Coronashock y patriarcado (noviembre de 2020), señalamos que durante la pandemia “el trabajo de cuidado ha aumentado exponencialmente y la carga extra sigue cayendo sobre las mujeres”. Son en su gran mayoría mujeres las que están supervisando la educación de lxs niñxs, manteniendo los hogares que luchan con la disminución de ingresos, y cuidando de las personas mayores en momentos en que son las más susceptibles a los peligros de la covid-19. La UNICEF señala que 168 millones de niñxs no han asistido a la escuela en casi todo un año.

 

Al mismo tiempo, la mayoría de las trabajadoras de cuidados de primera línea de nuestras sociedades, desde enfermeras a personal de aseo, son mujeres. Son estas mujeres quienes son aplaudidas como “trabajadoras esenciales” al mismo tiempo que sus condiciones laborales se deterioran y sus salarios se estancan, lo que las pone en riesgo de contraer el virus. El pasado junio, en un dossier llamado La salud es una elección política, documentamos cómo las trabajadoras sanitarias en Argentina, Brasil, India y Sudáfrica están luchando por mejorar sus condiciones laborales y por ganar un salario suficiente para mantener a sus familias. El dossier termina con una lista de dieciséis demandas que salieron de los sindicatos y movimientos en lucha en esos países, demandas que siguen tan vigentes como en junio. Esta pandemia ha evidenciado y agudizado nuestra percepción sobre cómo el patriarcado obstaculiza el progreso social.

 

 Nuestro equipo en Argentina, junto con el colectivo Mapeos Feministas, crearon un podcast para explorar el desigual impacto de la pandemia con una lente feminista. Este trabajo de documentación de la crisis y las luchas populares en el país llevó a la publicación de nuestro dossier más reciente, Destapar la crisis. Trabajos de cuidados en tiempos de coronavirus (dossier nº 38, marzo de 2021).

 

La pandemia puso una enorme presión sobre nuestras familias, y las mujeres están en el centro de este aumento de la carga laboral. Esta presión es resultado de un largo periodo de recortes de austeridad en las instituciones estatales, lo que ha producido un deterioro de los beneficios sociales (incluyendo el cuidado preescolar para niñxs y la alimentación nutritiva en las escuelas). Este problema de largo aliento está plasmado en la frase “crisis del cuidado”, acuñada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en 2009. Debido a este régimen de austeridad, la noción de familia ha sido ampliada, ya que quienes hacen labores de cuidado reciben recursos de otras personas de su comunidad. Estas redes de familia más amplias van más allá del parentesco, y emergen como una base esencial para la sobrevivencia durante la pandemia. 

 

Luz Bejerano, del Movimiento Transexual Argentino, relata que una compañera trans abrió una cocina comunitaria para alimentar a la gente y dar merienda a lxs niñxs. Silvia Campo, de Encuentro de Organizaciones, explica cómo su organización está trabajando en la trazabilidad de los casos de covid-19 y en la difusión pública de información sobre hospitales y servicios sanitarios. María Benitez, de la Federación de Organizaciones de Base, organizó su barrio y lograron que el dueño no desaloje a las familias durante la pandemia. Contra todo pronóstico, Luz, Silvia y María, junto con sus organizaciones, han mantenido unido el tejido social. Sus historias son inspiradoras y ejemplares.

 

Elizabeth Gómez Alcorta es la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad en el gobierno argentino. En diciembre de 2019, su ministerio estableció la Dirección Nacional de Cuidados, que ha trabajado en cuatro ejes principales. Primero, diseñar un mapa federal de los cuidados, que identifique los lugares de cuidado y de formación. Segundo, en febrero de 2020, la Dirección creó una Mesa Interministerial de Políticas de Cuidado para reunir a catorce ministerios cuyas agendas se intersectan con este tema. Tercero, en agosto de 2020, la Dirección comenzó la campaña “Cuidar en igualdad: necesidad, derecho y trabajo”, que realiza “Parlamentos de Cuidados” para escuchar a trabajadorxs de cuidados y cuidadorxs sobre su perspectiva respecto a asuntos clave. Finalmente, en octubre de 2020, el equipo de Gómez Alcorta formó una Comisión Redactora conformada por nueve expertxs que trabajan en un anteproyecto para una Ley de Sistema integral de cuidados.

 

“La bajada de la Campaña ‘Cuidar en igualdad’ me parece que resume gran parte de nuestra concepción de los cuidados”, me dijo recientemente Gómez Alcorta. “Decimos que son una necesidad (todes en algún momento de nuestra vida vamos a requerir de cuidados), y entonces, si son una necesidad, tiene que haber derechos alrededor (a ser cuidadx dentro de parámetros de calidad y a cuidar); y un trabajo (sea remunerado o no, implica esfuerzo y dedicación, que debe ser valorado socialmente). Tenemos por delante el gran desafío de sentar las bases de un Sistema integral de cuidados con perspectiva de género, que asegure derechos para todas, todos y todes, y que no reproduzca ni perpetúe estereotipos ni desigualdades de género y/o de clase”, me señaló, “queremos que sea una Ley que refleje la compleja y heterogénea realidad que hay en los territorios y en cada una de las poblaciones destinatarias”. Es por eso, dijo, que “es central el diálogo que está llevando adelante la Comisión Redactora. (…) Sabemos que la composición actual de las familias es diversa, entonces por un lado, trabajamos en clave de diversidad de familias e identidades, tratando de contemplar todas las situaciones. Por otro lado, nuestro país tiene una gran deuda a nivel social, tenemos altos índices de pobreza, y sabemos que las mujeres son las más perjudicadas por las crisis económicas; por eso sostenemos que una mejor redistribución de las tareas de cuidado no solo genera mayor equidad de género sino también redunda en mayor justicia social”. 

 

“Si bien podemos ver que se están resquebrajando algunos cimientos de lo que llamamos patriarcado, aún falta mucho”, dijo Gómez Alcorta. La responsabilidad compartida del trabajo de cuidados rara vez es una realidad, es por eso que “los varones tienen que involucrarse más, pero también sabemos que deconstruir hábitos y estereotipos puede llevar tiempo”. No obstante, la ministra señaló: “Tenemos la fuerte convicción de que estamos avanzando hacia un escenario en donde el cuidado esté mejor distribuido y sea socialmente reconocido y valorado como lo que es: el trabajo que hace que el mundo funcione”.

 

 

 

 

 

En el boletín de la semana pasada destaqué la campaña de las elecciones a la asamblea de Kerala, India. Ahora que se publicó el manifiesto del Frente de Democrático de Izquierda, hay un punto que merece atención especial: si la izquierda vuelve al poder, establecerá una pensión para las amas de casa. “Se reconocerá el valor del trabajo doméstico y se establecerá una pensión para las amas de casa”, dice el manifiesto. Este plan de pensiones tiene enormes implicaciones: reconoce que el trabajo doméstico tiene valor y remece las bases del patriarcado, que está construido sobre la dependencia económica de las mujeres.

 

Las luchas en Argentina y Kerala hacen eco de las palabras de Alaíde Foppa (1914-1980), poeta y activista que fue asesinada en Guatemala en 1980:

 

Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a dónde llegan

 

Fuente:  Instituto Tricontinental de Investigación Social.

 

 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/211564?language=es
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