El gasolinazo (segunda parte)

¿Hacia donde va el proceso de cambio? (II)

21/02/2011
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Introducción
 
El día 26 de diciembre del 2010 el vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, a la cabeza de un grupo de ministros lanzó el decreto supremo 748 en el cual se decretaba que el precio de la gasolina y el diesel iban a subir en un 70 y un 80% respectivamente. La medida supuestamente estaba destinada a nivelar los precios de los hidrocarburos bolivianos a los precios del mercado mundial, porque debido a los precios bajos de nuestros hidrocarburos éstos estaban destinados más al contrabando en los vecinos países que al consumo interno. Además de que el bajo precio de nuestros hidrocarburos suponía una supuesta sangría de nuestra economía, la cual para compensar el bajo precio de nuestros hidrocarburos tenía que subvencionar con muchos millones de dólares anuales.
 
 Inmediatamente después de la medida, los precios de los artículos básicos de consumo empezaron a subir, no sólo por la medida económica llamada ahora “gasolinazo”, sino porque este decreto había sido emitido justo entre navidad y año nuevo, fechas festivas en las cuales la demanda en el consumo de los productos básicos de la canasta familiar se incrementa naturalmente. Las protestas y medidas de descontento no se hicieron esperar. Aun en medio de los preparativos para las fiestas, la gente del pueblo, es decir, los inmediatos afectados por el alza de precios en los artículos de la canasta básica, empezaron a protestar espontáneamente. Desde las minas y Oruro empezaron a llegar noticias de que se organizaban marchas hacia la sede de gobierno y en otros lugares como Cochabamba, La Paz, Potosí y hasta Santa Cruz se organizaban cabildos para continuar organizando la protesta. En la ciudad de El Alto surgieron rápidamente marchas de protesta con consignas condenatorias ya no sólo contra el gasolinazo, sino también contra varios ministros, contra el vicepresidente y hasta el mismo presidente. Paralelamente el vicepresidente quiso, mediante reuniones con diferentes organizaciones sociales, explicar las bondades del decreto, pero poco a poco empezó a ser rechazado. Sin embargo cuando varios dirigentes de las organizaciones nacionales afines al MAS apoyaron públicamente al gasolinazo, muchos sectores de las bases empezaron a desconocerlos poco a poco. La Central Obrera Boliviana que al principio no se había pronunciado ni a favor ni en contra de la medida fue obligada por sus bases a tomar una postura condenatoria del decreto.
 
Cuando el presidente Evo Morales luego de su viaje al exterior quiso justificar la medida, se encontró con rechazos rotundos a sus argumentos, lo cual lo obligó a tener reuniones con muchos sectores para tener una visión más amplia de la aceptación o rechazo a la medida, y cuando se percató que el descontento estaba creciendo como una bola de nieve a nivel nacional, no sólo en el seno del pueblo, sino también entre las clases medias y hasta en el ejército donde empezó a correr el rumor del golpe de estado, tuvo que echarse para atrás y anular la medida el 31 de diciembre en la noche. Es muy posible que los rumores de que se preparaba un “cerco” indígena a La Paz y un bloqueo total de carreteras operado por los campesinos, especialmente del sector occidental, hayan influido mucho en esta decisión. Durante el anuncio de la derogación del decreto 748, el presidente Evo Morales dijo que lo hacía en cumplimiento a la promesa hecha por él cuando en aquel lejano enero del 2006 dijo que gobernaría obedeciendo al pueblo y no sirviéndose de él.
 
Desde el primero de enero de este año, no sólo que los precios de los productos básicos han continuado subiendo a pesar de haber sido anulado el decreto, sino que tanto funcionarios del gobierno como el vicepresidente y hasta el presidente, han señalado de modo insistente que si ahora no se pudo implementar el decreto 748, a la larga se tendrá que hacerlo, porque supuestamente no se puede seguir subvencionando el precio de la gasolina y el diesel. El problema surge cuando uno se pregunta que si el compañero presidente Evo prometió gobernar obedeciendo al pueblo, ¿por qué no consultó nunca con las bases o con el pueblo esta medida antes de tomarla? Pero lo más paradójico es que habiéndose manifestado el pueblo de diferentes maneras rechazando de modo contundente al gasolinazo, ¿por qué el Evo y su gobierno siguen empecinados en implementar esa medida sabiendo que el pueblo no está de acuerdo con ella? Esto es, ¿a quién o a qué estaría ahora obedeciendo el Evo y su gobierno?
 
Lo peor de todo fue el 22 de enero cuando en la celebración del primer año del Estado Plurinacional el vicepresidente y el presidente respectivamente dieron su informe a la nación. Había mucha expectativa en gran parte de la población respecto de lo que iba a decir el presidente no sólo por lo que había pasado desde la elección a gobernadores y alcaldes, sino también respecto del gasolinazo. Lo que la gente esperaba mínimamente era, si no la destitución de algunos ministros cuestionados, una autocrítica o por lo menos una reflexión en la cual el presidente iluminara con entendimiento el sentido actual del proceso de cambio y el porqué de varias medidas contradictorias operadas en el primer año del Estado Plurinacional. Pero nada de eso sucedió. El vicepresidente se puso a justificar las contradicciones internas y externas con un texto de Mao que expresaba bien a la China de ese entonces, pero que ahora tiene poco que ver con lo que está pasando en Bolivia, pues nuestras contradicciones actuales son política, económica e históricamente mucho más complejas que aquellas, porque ese texto de Mao, como muchos otros de Lenin y Trotsky son reflexiones “coyunturales” que tienen que ver más con lo que situacionalmente sucedía en ese entonces en esos países. No son reflexiones generales que se puedan aplicar mecánicamente a cualquier otra coyuntura política o histórica. Dicho de otro modo se sirvió de ese textito para decir que las contradicciones que hoy se dan en el proceso boliviano son normales y hasta naturales a cualquier otro proceso político y que por eso no hay de qué preocuparse, que en última instancia todo está bien, sino ahora, en un futuro próximo.
 
El presidente a su turno en vez de centrarse en el análisis de su último año de gestión que es lo que había que celebrar como primer año del Estado Plurinacional y Comunitario más allá del Estado Oligárquico, se puso a comparar toda su gestión de cinco años con las anteriores gestiones, la cual obviamente es loable, porque hubieron varios aciertos desde ese entonces, de lo cual gran parte de la población es consciente, pero, dada la situación política y económica suscitada no sólo por el gasolinazo, sino también por los varios desaciertos del último año de gestión se esperaba una reflexión al respecto del presidente que reubicara o aclarara el sentido mismo del proceso de cambio, lo cual no sucedió, ¿por qué? 
 
Para colmo, cuando hace pocos días la COB le planteó al Gobierno un incremento salarial que pudiera compensar el constante detrimento de la canasta familiar, no sólo que hubo un rechazo al pedido de la COB, sino que el presidente Evo dijo que la demanda salarialista de la COB era “irracional”, que por eso hasta le causaban “risa” las pretensiones salariales de los obreros, los cuales pedían un incremento del salario de hasta 8000 pesos (un poco más de mil dólares) siendo que el gobierno no contempla un incremento más allá del 8%, con lo cual el salario mínimo no llegaría ni a 800 pesos (un poco más de 100 dólares).    
 
Primera reflexión
 
En esta reflexión (Primera de tres) no se trata de condenar hormonalmente al gobierno del compañero Evo Morales, o a alguno de sus ministros, o a su vicepresidente. No se trata de tomar partido a favor o en contra del gasolinazo, sino previamente de entender del mejor modo posible las implicaciones sociales, políticas y económicas de la medida, pero no sólo en el contexto mundial de la crisis económica, sino especialmente en el contexto histórico, político y cultural en el cual se desenvuelve nuestro propio proceso de cambio. Se trata de entender los presupuestos implícitos contenidos en el decreto, pero a su vez lo que está contenido en el descontento y rechazo de muchos sectores populares a la medida llamada gasolinazo, es decir, se trata de reflexionar en torno de aquello que está presupuesto de modo implícito en el contexto político y económico de este decreto, pero también de lo contenido en el rechazo popular al decreto.
 
Lo primero que habría que preguntarse es ¿por qué el decreto no lo dictamina el presidente, sino el vicepresidente? Si era una medida tan importante para la economía del país, ¿por qué justamente cuando se emite el decreto estaba el presidente en ausencia? Porque ese viaje que hizo a Venezuela no era fundamental. Si aplicar la medida era tan importante, ¿por qué se esperó hasta el quinto año de gestión?, pero lo peor de todo, ¿por qué no se consultó previamente con las bases las causas, alcances o implicaciones de la medida? ¿Por qué se elaboró la medida literalmente de espaldas al pueblo? ¿Por qué hacerlo justo en medio de dos fiestas anuales (navidad y año nuevo) en las cuales todo el país participa desde el más pobre al más rico? Y lo más grave aún, ¿era la única medida que se iba a lanzar o era ese decreto parte de todo un paquete? Porque quienes habían elaborado el decreto sabían o habían calculado que iban a haber reacciones sociales, económicas y políticas al decreto este, pero nunca calcularon el tipo de reacción que hubo, porque la “razón calculadora” calcula en base a números, matemáticamente, o sea irrealmente, pero no en base a la política, es decir no en base a “la realidad” histórica o cultural en la cual se emite tal o cual medida.
 
Ahora sabemos, porque lo hemos visto en el devenir de los acontecimientos, que el “cálculo político” que se hizo para emitir el decreto fue pésimo, porque éste no supo calcular bien las consecuencias económicas, políticas y sociales de esa medida. La “razón calculadora” con la cual se elaboró y aplicó el decreto, se nota que fue meramente técnica, teórica -en el pésimo sentido de la palabra-, sin ningún tipo de conciencia política o económica, muchos menos popular. Durante los días siguientes al decreto mucha gente se preguntaba quién o quiénes habrían elaborado el decreto ley, si el vicepresidente, si el ministro de economía, o si la ministra de planificación, porque se notaba que no lo había hecho el presidente. Se nota bien que quienes elaboraron la medida tienen en sus cabezas bien metida y bien presente, como única, “la realidad” que el mercado capitalista y neoliberal ha producido en la segunda mitad del siglo XX, es decir, se nota que quienes han elaborado el decreto (los cuales más parecen Harvard boy’s, que gente comprometida con este proceso) “creen” que “la realidad” económica que ha producido este capitalismo neoliberal es la única posible, y que más allá de ella no se puede ir ni producir otro tipo de realidad y que por eso hay que someterse nomás al imperio de las leyes del mercado.
 
Muchos de los argumentos de varios funcionarios del gobierno que han justificado la medida y hasta del propio presidente giran en torno de que el precio del petróleo no lo ponen ellos, sino el mercado mundial, lo cual es cierto, pero, sólo en parte. Porque da la casualidad que una medida económica como ésta, no está hecha solamente bajo la presión de los precios del mercado, sino que es parte de toda una visión de la economía nacional y mundial, es decir, no basta con pensar o creer que porque el precio del petróleo a nivel mundial es tal o cual, entonces, todas las economías si quieren tener su economía balanceada deben adecuarse a los precios del mercado mundial (porque hay muchos países que subvencionan no sólo la gasolina, sino también muchos otros productos independientemente del precio del mercado mundial), sino que aparte de ello hay que tener la visión que el mercado mundial quiere que las economías locales tengan y además de ello, creer que es la única visión realista, verdadera y objetiva que hay, que más allá de eso cualquier otra visión de la economía local o mundial es falsa, irreal y utópica.
 
Si el nuevo Estado boliviano en su nueva carta magna se hubiese declarado como estado capitalista y moderno, no habría ningún problema, porque este tipo de medidas y decretos (como el 748) sería congruente y consecuente con nuestra constitución, pero da la casualidad que el Estado que acabamos de conmemorar su primer año de existencia dice que aparte de ser unitario social y de derecho, es Plurinacional y Comunitario. Pero además el compañero, hermano y presidente Evo ha dicho reiteradamente que el mal de todos los pueblos pobres del planeta es el capitalismo, el cual atenta no sólo contra los pobres del mundo, sino también contra la naturaleza y que por eso la solución a nuestros problemas sería el socialismo, lo cual en parte es también cierto. Si esto es así, ¿por qué entonces su gobierno persiste en desplegar medidas económicas de corte ya no sólo capitalista, sino inclusive neoliberal? En última instancia el problema no es tanto adoptar tal o cual medida económica de corte capitalista, para solucionar tal o cual problema económico, sino, lo que ello implica, es decir, las consecuencias que ello trae o acarrea a la economía nuestra y a la nación toda, de lo cual parece no darse cuenta nadie en el gobierno. Porque así como no es nomás producir mercancía capitalista, tampoco es nomás aplicar medidas económicas de corte capitalista para solucionar problemas económicos de un país como el nuestro. Todo esto tiene sus consecuencias.
 
En este tipo de casos volver al viejo Marx, es decir, al Marx maduro se torna inevitable para entender de mejor modo qué es lo que le pasa a un país como el nuestro cuando decide tener como imagen de lo que quiere ser a uno de tipo capitalista y en este caso a un país moderno como los de primer mundo. Porque eso es lo que pasa cuando los funcionarios del gobierno asumen ingenuamente como indicadores “reales o verdaderos” para medir o cuantificar nuestra economía, no sólo los indicadores de la teoría económica moderna, sino, los indicadores elaborados por las instituciones financieras mundiales, causantes no sólo del desequilibrio económico mundial, sino también de nuestra pobreza, como son los indicadores económicos elaborados por el FMI o el BM, sobre los cuales también han elaborado sus indicadores instituciones regionales como el BID y la CAF. Porque estos indicadores han servido y sirven para cualificar como buenas o malas, economías capitalistas en sentido estricto, es decir, para medir y ver en qué medida una economía nacional está acorde a los criterios del mercado mundial, el cual está hecho para proteger no sólo al capital financiero, sino también a las empresas transnacionales y la banca mundial. Qué casualidad que justo cuando varios organismos económicos mundiales alababan nuestra “macro economía”, nos sucede todo este desbarajuste.
 
Dicho de otro modo, cuando una economía local toma como criterio de evaluación, para saber si está bien o mal, este tipo de indicadores, lo que está haciendo es verse a sí misma con el espejo que proyecta este tipo de economía y cuando tal o cual economía local aparece como buena respecto de este tipo de indicadores, entonces se dice que una economía está sana, robusta o idónea, porque los números así lo indican, aunque la población local esté miserable económicamente hablando. Porque el criterio de evaluación no es el hambre o bienestar del pueblo, sino las instituciones financieras mundiales, a las cuales no les interesan los pueblos, ni mucho menos la madre naturaleza, sino la salud de las finanzas de las empresas transnacionales, de la banca privada y del capital financiero. De hecho el marco categorial de la economía moderna está hecho para hacer inteligible solamente esta dimensión de la realidad y nada más, por eso calcula sólo costos y beneficios entre las ganancias y las pérdidas. Por ello es una economía sin rostro humano y por eso mismo en el neoliberalismo el capitalismo aparece con rostro salvaje. Por eso se entiende que de haber nacido “la crítica” de la economía burguesa como “Economía Política” que trata de la producción y reproducción de “la vida” de los pueblos, países y naciones, ahora haya devenido la economía en una literal “ciencia de los negocios capitalistas” y nada más.
 
Pero para una economía o un país como el nuestro esto no es lo más grave, lo grave es que quienes dicen o afirman que quieren sacar de la miseria a nuestro país tengan como única esta visión de la economía, esto es lo grave. Porque el problema entonces ya no es de objetividad, o sea de una realidad puesta enfrente nuestro contra la cual queremos luchar, como la de los precios del mercado mundial, sino que ahora el problema es subjetivo, es decir, la visión que la economía capitalista produjo durante este tiempo, se impuso de tal modo en nuestras realidades, que ahora es parte de la subjetividad, o sea de la conciencia, la comprensión y cosmovisión de nuestros ministros y funcionarios del Estado Plurinacional, porque esta visión está puesta y enquistada en la interioridad de estos. Esto quiere decir que ahora ya no es necesario que la embajada norteamericana o el FMI estén monitoreando las medidas económicas que nuestros burócratas quieren implementar, sino que ahora nuestros mismos ministros y funcionarios, sin necesidad de este control “colonial”, ahora lo pueden hacer tan bien como los del Fondo Monetario o los de la embajada gringa lo habrían querido hacer, pero lo peor de todo es que ahora lo pueden hacer, hasta con presidente indio. Porque desde hace tiempo que poco a poco el presidente Evo Morales, ha ido asumiendo como propia o verdadera, “la realidad” que sus ministros le han enseñado y mostrado con muchos cuadros y estadísticas, que es la misma realidad que muestran los indicadores de las grandes instituciones financieras y de las ONG’s afiliadas a éstas y que estos ministros y funcionarios han aprendido no sólo en universidades extranjeras, sino inclusive en las nuestras, no sólo en la UMSA, sino también en la Universidad Católica donde se enseña en vez de la doctrina social de la iglesia, o la palabra de Dios, el modelo neoliberal como si fuese el nuevo evangelio, como si fuese en sí mismo verdadero, objetivo y real, cuando en realidad este modelo es uno de los más ideológicos que se han producido en la historia de la economía moderna.
 
¿Qué queremos decir con esto? Que la “colonialidad” de la racionalidad económica moderna, ahora está muy bien metida en la subjetividad de varios, sino de todos los funcionarios del nuevo Estado Plurinacional, el cual parece que se está recolonizando, pero ahora vía “racionalidad” de la economía moderna. Si bien es cierto que el MAS y el gobierno cuasi derrotaron políticamente a la oligarquía boliviana, económicamente este proceso está empezando a ser derrotado, pero no por esta oligarquía, sino por el modelo económico que el capitalismo mundial sigue imponiendo a toda economía débil o en vías de desarrollo capitalista como la nuestra. 
 
No sólo el capitalismo, sino especialmente el modelo neoliberal está diseñado y desarrollado sobre la base de muchos presupuestos implícitos de los cuales si no se es consciente, es muy fácil caer o recaer en ellos. Uno de esos prejuicios muy difundidos, que de modo sistemático se ha impuesto casi en todo el mundo, es el relativo a las inversiones, que sin dinero, o sea sin capital, poco o nada se puede hacer para producir desarrollo. Otro de esos prejuicios afirma que la única forma de desarrollar y modernizar a un país es por medio de la industrialización. Pero también que sin la ciencia y la tecnología modernas es imposible el desarrollo industrial de un país, etc., etc., etc. (Marx refiriéndose al primer prejuicio decía que para el burgués el capital lo es todo y el trabajo nada, porque para el burgués si no fuera por el capital estaríamos todavía en la edad de piedra. En cambio Marx demuestra en “El Capital”, que sin el trabajo no hay capital, que si no fuera por el trabajo humano y la naturaleza no habría nada, ni capital. A su vez demuestra que la industrialización capitalista es una forma de industrialización posible y nada más, no es la única, y que la ciencia y la tecnología modernas han sido desarrolladas desde la perspectiva de los intereses del capitalismo, esto es, no es ciencia en sentido estricto, sino una ciencia comprometida ideológicamente con los intereses y visión del capitalismo moderno, pero, que es posible desarrollar otro tipo de ciencia y tecnología no capitalista).
 
Sobre la base de estos prejuicios muchos funcionarios de varios ministerios están recurriendo como única forma de hacer gestión a los préstamos y la cooperación internacional. Lo grave del asunto es que los organismos internacionales incluyendo a las ONG’s invierten, financian o prestan dinero sólo para proyectos que no contradigan el régimen capitalista neoliberal, es más, prestan dinero o financian capitales sólo para proyectos en los cuales el orden económico mundial esté no sólo asegurado como institución, sino para que el orden económico mundial se siga manteniendo, esto es, para que los países ricos sigan siendo ricos y los países pobres sigan siendo pobres.  
 
Lo cual quiere decir que ya no basta con no seguir las recetas del FMI o del BM para evitar caer en su modelo, sino que aparte de ello hay que tomar serias distancias de sus criterios de medición y evaluación, porque éstas están diseñadas para evaluar a países que se comportan al modo capitalista. Si cualquier país quiere producir otra forma o tipo de desarrollo y para evaluarse a sí mismo toma como criterios de discernimiento a los indicadores del desarrollo capitalista producido no sólo por su economía, sino especialmente por sus instituciones, lo único que va a hacer es desarrollarse y crecer de acuerdo a la imagen y semejanza que proyectan no sólo las instituciones económico financieras internacionales, sino también de acuerdo a la concepción de economía presupuesta en el marco categorial del pensamiento económico moderno, el cual es por constitución capitalista y ahora neoliberal.
 
Dicho de otro modo, si el gobierno del presidente Evo Morales asume como propios, como buenos, racionales o correctos los indicadores de crecimiento económico que tienen los organismos internacionales, lo que estará haciendo en última instancia será conducir nuestro desarrollo o proceso de cambio de acuerdo a la imagen y semejanza de un país capitalista. Si esto es así, entonces ahora se entendería por qué las finanzas macro del país estarían bien, o sea saludables, pero la economía popular como siempre, mal. Porque a los organismos internacionales no les interesa que el pueblo o las economías populares estén bien, lo que les interesa es que las cuentas nacionales estén acordes y en equilibrio con las finanzas o banca internacional, que las economías nacionales estén pagando sus deudas, intereses y empréstitos. Y por eso mismo últimamente han estado celebrando el que Bolivia haya saneado su economía y esté pagando puntualmente sus deudas y que además de ello se siga endeudando para seguir pagando intereses a la banca internacional y al capital financiero. Intereses que en última instancia no los ponen los países deudores, sino que los impone la banca internacional, es decir, el capital financiero, o sea los mandamases del mercando mundial.
 
Pero lo peor de todo es aquello que implica o conlleva haber asumido como propios los criterios de evaluación de los organismos económicos internacionales. Así como el consumo de la mercancía capitalista “presupone” en última instancia toda la producción capitalista y por eso nos conduce a ella, haber implementado en la reorganización económica del país criterios estrictamente capitalistas está reconduciendo ahora nuestra economía hacia la forma de producción capitalista, es decir a producir y reproducir en nuestras relaciones económicas y sociales, lo que siempre hemos criticado y querido superar. Es cierto que Bolivia ya estaba inmersa en relaciones capitalistas desde que nació, pero, no toda nuestra economía, sino una parte de ella. Es decir, una parte de la nación era capitalista, en cambio otra parte, la mayoritaria, en la cual estaban y siguen estando muchas otras naciones, no. Por eso éramos y somos un Estado plurinacional, en el cual conviven no sólo naciones, sino economías, es decir, concepciones de la economía que son radicalmente distintas de la economía moderna, la cual por constitución aspira a dominar y hacer desaparecer estas otras economías. Como decía Zavaleta, Bolivia nunca fue una sociedad capitalista in toto, sino sólo en parte. Esto querría decir que, la famosa revolución democrático-cultural con la cual nació este proceso, ahora se estaría convirtiendo en otra forma de “reforma económica” que implicaría una vuelta a la normalidad de los gobiernos oligárquicos, es decir, una re-forma, o sea una vuelta a la forma de la economía moderna, la cual es capitalista. Solo así se podría entender no sólo por qué el gobierno del Evo sigue empecinado en subir el precio de la gasolina, si no ahora, por lo menos en dos años como acaba de decir uno de sus senadores. Pero no sólo eso, el decreto de alza del precio del azúcar en un casi 40% tendría el mismo sentido que el intento del alza del precio de la gasolina y el diesel, es decir, ahora el Estado boliviano ya no es más soberano en la dictaminación de sus precios, sino que ahora nuestro Estado ha elegido por sí mismo someterse al imperio de las leyes del mercado. Si antes Bolivia era colonia gringa, ahora nos habríamos liberado de ese amo para someternos a otro mucho más sofisticado llamado ahora “mercado mundial”, pero ya no por imposición física o colonialista, sino que ahora por opción o elección racional, porque cuando se piensa o se cree que la “racionalidad del mercado” es la única “racional”, las demandas populares como el incremento salarial aparecen ahora como “irracionales”, porque están en contra de la racionalidad del “mercado capitalista”, el cual tampoco es el único como también lo muestra Marx. Pareciera que el compañero y hermano presidente Evo hasta ahora no ha comprendido que la “racionalidad” de la producción y reproducción de la vida de los pueblos y la naturaleza, está en literal contradicción con la “racionalidad” de la economía del sistema-mercado-mundo-capitalista. Porque vista desde la perspectiva de la racionalidad del mercado, siempre las demandas populares van a aparecer como “irracionales”, en cambio visto desde la “racionalidad” de la producción y reproducción de la vida de las comunidades, pueblos y naturaleza, la racionalidad económica de este mercado, es, irracional.
 
Ahora bien ¿cuáles serían las consecuencias políticas de la adopción de la racionalidad y la perspectiva del mercado mundial en la implementación de tales medidas económicas? Estas consecuencias son las que estuvimos viendo todo el 2010, en sentido estricto inmediatamente después del gran triunfo electoral de diciembre del 2009. El lento, constante y paulatino abandono del Evo respecto de las bases y del pueblo en general en la discusión o consulta de decisiones. La separación de las instituciones gubernamentales de su conexión con las bases en la toma de decisiones, y a su vez, el lento y paulatino acercamiento del gobierno hacia los sectores empresariales, y los organismos internacionales afines a estos. Porque y es muy lógico que, si la visión del gobierno ahora es la que tienen los organismos económicos internacionales (la cual tiene el Evo a través de sus ministros y funcionarios, los que han sido a su vez funcionarios de varias instituciones creadas durante los gobiernos neoliberales y ONG’s ligadas a capitales transnacionales), la visión que tienen nuestros pueblos originarios y campesinos de la economía, la política y la cultura, ahora estaría demás, es más, ahora sería como un lastre y hasta un obstáculo que habría que superar en el tiempo más breve posible, porque la visión que de la economía y la realidad tienen éstos, no sólo que no sería moderna, sino que aparte de ser anticuada y obsoleta, no sería en absoluto viable ni racional, por eso mismo hasta causaría risa.
 
Sólo así se entiende por qué entre los ministros, viceministros y funcionarios de este gobierno haya gente eurocéntrica y colonizada que hasta se mofa en público de las costumbres y prácticas ancestrales de nuestros pueblos. No es uno sino varios los funcionarios que abiertamente se mofan y hacen la burla de los ponchos y polleras de gente de nuestro pueblo cuando ingresan a las oficinas gubernamentales a intentar debatir o enterarse de tal o cual medida o proyecto. Lo mismo sucede cuando en afiches, gigantografías o publicidad en general se quieren introducir elementos autóctonos, el rechazo hacia esta nueva visión por parte de muchos funcionarios gubernamentales es casi unánime. En este contexto no es casual entonces que el Evo haya dicho una vez que últimamente los movimientos sociales le hacen perder el tiempo. Ahora ya no parece tan ilógico que el presidente Evo haya empezado su mandato en el aquel lejano 2006 diciendo que quería gobernar obedeciendo a este pueblo ancestral que dice representar y que ahora diga que ha comprendido en este tiempo que la labor de un presidente es hacer buenos “negocios” para su país. El problema es que con la adopción de medidas económicas de corte capitalista, poco a poco se está viendo que quien se está beneficiando realmente con estos negocios no es el pueblo, sino las empresas. No es casual que ahora muchas empresas transnacionales sigan ganando y el pueblo que debiera ser el primer ganador siga perdiendo hasta su poder adquisitivo.
 
Dicho de otro modo, si la visión que ahora tiene el Evo y sus ministros de la economía y de lo que debiera ser un Estado moderno, es la misma visión que tienen los organismos internacionales, entonces ahora se entiende por qué el Evo prefiere escuchar más a los técnicos o “especialistas” de la economía moderna y no así a los dirigentes de las organizaciones de campesinos, trabajadores y pueblos originarios, mucho menos a la gente sencilla del pueblo. Porque desde la perspectiva de la economía, la cultura y el conocimiento del mundo moderno, sólo los especialistas formados en los grandes centros académicos de primer mundo entienden de estadísticas, de economía y finanzas modernas, pero no así el pueblo, el cual supuestamente lo único que sabe es pedir, reclamar o protestar, porque de gobernar, no sabría nada. Por ello ahora la racionalidad estaría en los pasillos del palacio, los ministerios y la vicepresidencia, pero en cambio en el pueblo o en aquellos que protestan, estaría la irracionalidad. Por eso también se entiende ahora que el mismo presidente Evo haya dicho que por el momento el pueblo boliviano no está preparado para “entender” el gasolinazo, pero que en un futuro sí lo estará. Porque desde la perspectiva del Estado Moderno, el Estado como “sujeto” de la política y el poder, es quien entiende bien estos problemas, en cambio el pueblo, no, porque en última instancia es objeto y no sujeto de este proceso de cambio. Frente a un panorama como este ¿Qué hacer entonces?
 
Transición hacia la segunda reflexión
 
No todo proceso de cambio es en sí mismo revolucionario, como proceso de cambio puede tener muchos otros sentidos, como el ser un proceso de transformación, o de reforma, pero también de retroceso o retorno a lo mismo que se quería superar. Si esto es así ¿cómo podríamos evaluar a nuestro proceso de cambio? ¿Con qué criterios saber o entender que lo que estamos produciendo es sino una revolución, por lo menos un proceso real de cambio? Como ya dijimos, la imagen que de país, nación o Estado proyectan los organismos internacionales o países capitalistas de primer mundo ya “no nos sirve”, porque en esa imagen de país está reflejado exactamente lo que no queremos hacer con el nuestro. No es que no queramos producir o tener riqueza, carreteras, aviones, aeropuertos, tecnología o industria como la de primer mundo, sino que, lo que no queremos es producir y reproducir las consecuencias que ello implica, porque ya sabemos y es lo que hemos padecido durante estos 500 años, que lograr esa riqueza es posible solamente a costa de la explotación inmisericorde de la naturaleza y del trabajo humano.
 
Desarrollar nuestra industria gasífera o petrolera no implica solamente cavar pozos de extracción para obtener ya sea el gas o el petróleo, sino que ello implica desequilibrar, poner en crisis y hasta destruir no sólo una parte del escaso equilibrio ecológico que hay en las zonas ubicadas para ello, pero también implica destruir la forma de vida de los pueblos y naciones que viven desde hace milenios en esas zonas. Implica lo que a lo largo de todo “El Capital” Marx describe: la destrucción sistemática de toda forma de vida comunitaria, es decir que, desarrollar nuestra ciencia, industria o tecnología a la moderna, o sea de acuerdo al modo cómo los países del llamado primer mundo (en explotación y robo diríamos nosotros) se han desarrollado, implicaría hacer lo mismo que ellos han hecho y siguen haciendo, destruir otras formas de vida distintas a la forma de la sociedad moderna, como las formas comunitarias de vida por ejemplo, pero a su vez, seguir destruyendo y explotando a la naturaleza.
 
Pero lo peor de todo, es que ello implicaría tener que seguir explotando, o sea robando, la mano de obra y el salario sino de otros pobres, en última instancia de los nuestros. Porque la riqueza de primer mundo es impensable sin la sistemática y constante explotación y robo del trabajo y la riqueza de los trabajadores de países pobres. El orden económico mundial está hecho para eso, para que los países de primer mundo tengan a quien explotar económica y culturalmente para poder tener ellos el tipo de vida que tienen. Por eso hablamos de la constante y sistemática transferencia de capital y plusvalor a países de primer mundo por parte de los nuestros. Las leyes económicas del mercado capitalista están hechas para eso y todo el sistema jurídico moderno está hecho para amparar legalmente todo este robo, de tal modo que la explotación y el robo aparezcan como algo sumamente legal, o sea limpio. En este sentido, creer o querer que nuestra economía y desarrollo se desarrolle respetando esas leyes perversas que el capitalismo y la modernidad han desarrollado, sería en última instancia estar de acuerdo con este tipo de “desorden” mundial que ha producido la globalización neoliberal.
 
Pero necesitamos desarrollar nuestra propia economía y cultura e historia, pero ya sabemos que no podemos hacerlo de acuerdo a la imagen o criterio que proyectan no sólo la modernidad, sino también las instituciones capitalistas y modernas por ella producidas. ¿De dónde entonces tomamos el criterio o imagen para poder evaluar nuestro proceso de cambio de tal modo que él se transforme en proceso revolucionario y no en un simple proceso de cambio que parezca más a una reforma que a una verdadera transformación?
 
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Juan José Bautista S.
Autor de Crítica de la Razón Boliviana
3era. Edición. Rincón Ediciones, La Paz – Bolivia. 2010.
https://www.alainet.org/en/node/147760
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