Histórico triunfo electoral
- Opinión
Sin sorpresa alguna, el veredicto del electorado ecuatoriano expresado en los comicios del pasado domingo (26 abril) ha ratificado la continuidad del presidente Rafael Correa por un nuevo periodo de cuatro años, con 51,9 % de los votos (cifras oficiales, contabilizado el 78%). Si ya de por sí es un hecho histórico la reelección de un Presidente en ejercicio, cabe acotar que se da tras más de una década de inestabilidad política signada por la caída de tres presidentes constitucionales en ese lapso. Este resultado hace innecesaria una segunda vuelta -otro hecho inédito en tres décadas de gobiernos constitucionales-.
El sentido histórico de estas elecciones tiene que ver también con las ventanas que ha abierto la nueva Constitución, adoptada el pasado 28 de septiembre. En efecto, ésta amplió la participación democrática, permitiendo el voto opcional a los jóvenes de 16 a 18 años, a los extranjeros radicados en el país por más de cinco años, a los militares y policías, y a los migrantes radicados en Estados Unidos, Europa, América Latina y otras regiones. Así mismo, dispuso la conformación de la Asamblea Nacional, cuya tarea primordial será plasmar en leyes los cambios introducidos en la Constitución.
Pese a la trascendencia de esta cita electoral, la campaña no levantó mayor entusiasmo ciudadano. El escenario de la disputa política se situó en la televisión antes que en las calles. A diferencia de procesos anteriores en donde se imponían los candidatos con mayor poder económico, esta vez los partidos y movimientos políticos contaron con espacios equitativos en los medios de difusión pagados por el Estado. Si bien este hecho permitió efectivamente mayor equilibrio publicitario entre los y las contendientes, a la postre ésto se tradujo en una competencia de avisos y spots publicitarios, sacrificando el debate y las propuestas.
La oposición aduce que el oficialismo usó y abusó de la propaganda gubernamental, marcando un enorme desequilibrio en términos de exposición mediática. Sin embargo, otros factores de fondo han pesado más en el triunfo de Rafael Correa. El presidente reelecto ha logrado mantener la iniciativa, copando todos los espacios y marcando la agenda pública, debido a que ha sintonizado con la expectativa de un amplio movimiento de opinión que reclama y le apuesta al cambio. Al frente: una oposición desarticulada, con líderes desacreditados, sin ideas para contrarrestar las políticas del gobierno.
En efecto, los principales candidatos de la oposición de derecha ciertamente no eran desconocidos, pero sí fuertemente cuestionados: el ex presidente Lucio Gutiérrez, del Partido Sociedad Patriótica -PSP-, que fue derrocado a mitad de su mandato (en abril de 2005) por un levantamiento ciudadano que rechazaba la corrupción, nepotismo y su entreguismo a la política estadounidense, en esta ocasión alcanzó el 28% de los votos; y Álvaro Noboa, del Partido Renovador Institucional Acción Nacional -PRIAN-, el magnate bananero y el hombre más acaudalado del país, que se presentó por cuarta vez a las elecciones presidenciales alcanzó apenas el 11,6% de los votos. En esta ocasión, la gente le dio la espalada y de nada sirvieron sus millones, sus promesas y el reparto de alimentos en sectores pobres que efectuó, pese a estar prohibido por la ley.
Gutiérrez y Noboa buscaron llegar a un acuerdo respecto a una candidatura común, pero a la final ambos prefirieron correr por separado, aunque con pocas opciones: la razón, tratar de asegurar alguna presencia de sus partidos en la Asamblea Nacional. Los dos intentaron entrar a la segunda vuelta electoral, buscando canalizar la votación de una derecha que rechaza a Correa pero no está convencida del currículo y trayectoria de estos dos candidatos. A la final, fue Gutiérrez el que se benefició de esta estrategia, despuntado en las últimas semanas. Gutiérrez canalizó no solo la votación de derecha sino de sectores de la Iglesia tradicional (ligada al Opus Dei), de las provincias amazónicas de donde es oriundo y de sectores indígenas de la Sierra.
En esta contienda, señalan algunos analistas, la persona que eventualmente podía haber pateado el tablero era Martha Roldós, hija del ex Presidente Jaime Roldós Aguilera, progresista fallecido en mayo de 1981, en un accidente de aviación aun no esclarecido. Ella representaba al movimiento de centro Red Ética y Democracia -RED-, al movimiento Polo Democrático (compuesto por sindicalistas, militantes de izquierda y cristianos) y a algunos sectores sociales y ecologistas opuestos a la minería a cielo abierto. En estas últimas elecciones, apenas alcanzó el 4,4% de la votación. A la final se impuso un voto pragmático que prefirió votar por Correa ante un posible avance de la candidatura de Gutiérrez. También hay que decir que la campaña de Roldós se centró solo en atacar a Correa, sin proponer tesis que marquen diferencia con el proyecto de la “revolución ciudadana”. El otro candidato de la izquierda, Diego Delgado, un connotado luchador socialista, que se lanzó a la palestra, justamente para cuestionar el llamado “socialismo del siglo XXI” pregonado por Correa, alcanzó menos del 1 por ciento de los votos. Los restantes 3 candidatos quedaron por debajo del 2%.
Con excepción de Roldós, Delgado y Correa, todos los candidatos basaron su campaña en consignas de corte neoliberal -dar todas las facilidades al capital extranjero, defender la dolarización, rebajar los impuestos a los más ricos, etc.-, tesis que han sido rechazadas por una mayoría del pueblo ecuatoriano tanto en los procesos electorales como en las movilizaciones. Correa, que tras el triunfo del domingo, promete profundizar el “socialismo del siglo XXI”, podrá presentarse a otra reelección en el 2013, por ser ésta su primera elección bajo la nueva Constitución.
Probable mayoría parlamentaria
El triunfo de Correa en las urnas -el sexto en el contexto de su proyecto político- se puede atribuir a su carisma personal y a la gestión de su gobierno. En prácticamente tres años de existencia, el movimiento político que lo respalda (Alianza País), que se conformó para lanzar su candidatura en el 2006, no ha conseguido conformarse como tal en torno a un programa y una estructura organizativa definidos, como el propio Correo lo reconoció la noche de las elecciones. No es este variopinto conglomerado político el que le apuntala a Correa, sino al revés.
En la última fase de la campaña, Correa puso particular énfasis en pedir el voto para sus candidatos, especialmente para la Asamblea, con miras a asegurar la mayoría necesaria para garantizar la base legal para los cambios que plantea la "revolución ciudadana". Aún no se cuenta con resultados oficiales, pero las encuestas a boca de urna sugieren que acertó con esta estrategia, ya que Alianza País podría alcanzar entre 59 y 61 asambleistas, de un total de 124. En alianza con el Movimiento Popular Democrático (que obtendría de 4 a 7 escaños), y otras minorías, podría superar el 50%. El MPD, como también el Frente Amplio - Partido Socialista, partidos políticos tradicionales de izquierda, optaron por respaldar a Correa, asumiendo que su gobierno está abriendo y marcando posibilidades de cambio.
La principal fuerza de oposición en la Asamblea Nacional será Sociedad Patriótica, con un estimado 20 a 23 escaños, al igual que sucedió en la Asamblea Constituyente. Los partidos de derecha que antes dominaban el escenario político, como el Partido Social Cristiano (4 a 6 escaños) y el PRIAN (6 ó 7), han sufrido un fuerte desgaste. Hacia la izquierda, Pachakutik, que ha mantenido una postura crítica frente al gobierno, pero de apoyo en ciertos temas, se perfila con apenas 1 o 2 escaños.
En las elecciones del 2006, Alianza País no presentó candidatos al entonces Congreso Nacional, propugnando un voto de rechazo al desprestigio en que había caído el Congreso y la llamada "partidocracia". Pero este hecho significó un Congreso mayoritariamente conformado por los mismos partidos de derecha, con el cual Correa tuvo un forcejeo hasta logar su paralización. El Congreso fue sustituido por una Asamblea Constituyente, en la que Alianza País, obtuvo 80 de los 130 escaños. Dotada de "plenos poderes", esta Asamblea redactó una nueva Constitución y estableció un régimen de transición en el que una comisión legislativa y de fiscalización, dominada también por una mayoría oficialista, ha avanzado en la aprobación de algunas leyes.
Además de presidente, vicepresidente y asambleistas, se votó por 23 prefectos y viceprefectos provinciales, 221 alcaldes, 1039 concejales urbanos y 542 concejales rurales.
La reelección permitió que buena parte de alcaldes se mantengan en el puesto. En Guayaquil, el alcalde Jaime Nebot, -socialcristiano que en esta ocasión conformó el movimiento “Madera de Guerrero”-, fue reelecto con un 69% de la votación, derrotando a la candidata de Alianza País, María de los Ángeles Duarte, que era ministra de la Vivienda. En esta ciudad, la más poblada del país, se atrinchera la oposición de derecha, no obstante el presidente Correa, que es oriundo de la misma, también cuenta con un importante respaldo. De hecho, el 46% que Correa obtuvo en esta ciudad revela que una parte significativa del electorado votó por ambos políticos rivales: Correa para presidente y Nebot para alcalde.
Alianza País se perfila también como la fuerza política con mayor número de dignidades seccionales, al menos a nivel de prefectos provinciales y alcaldes de las capitales provinciales -incluyendo la Alcaldía de Quito, con Augusto Barrera-, pero con menor proporción que en la votación presidencial. De hecho, es a nivel de las dignidades seccionales que más se ha sentido el efecto de la falta de estructura de Alianza País. Además, hubo mucho cuestionamiento respecto de figuras políticas de los partidos tradicionales, que migraron al partido del presidente por oportunismo electoral, sin que pese la afinidad ideológica.
Profundizar los cambios
Al agradecer al pueblo ecuatoriano por el respaldo expresado en las urnas, Correa ratificó su "opción preferencial por los pobres" (una opción "no excluyente", dijo), a quienes atribuye su victoria. Destacó que, gracias a las políticas aplicadas por su gobierno, la crisis mundial se ha sentido menos en Ecuador que en países como España o Colombia, que tienen mayor desempleo (en Ecuador está en torno al 8,6%); y eso a pesar de la caída del precio del petróleo y de las remesas de los migrantes (principales fuentes de divisas),
Reiteró su apertura al diálogo con distintos sectores, para llegar a un acuerdo nacional con sectores de la oposición, en base a puntos programáticos, (previamente había reconocido incluso la posibilidad de conversar con Jaime Nebot). En cambio mantiene su negativa a negociar con Lucio Gutiérrez o Álvaro Noboa, que según él carecen de ideología y programa.
En conversación con la prensa extranjera, este lunes 27, señaló que su prioridad será profundizar en los cambios iniciados: adopción de leyes; apoyo a la economía popular y solidaria; educación pública de calidad, salud, vivienda, entre otros. También expresó la urgencia de poner fin a la impunidad bancaria, luego de la quiebra de inicios de la década, y planteó como plazo este año para saldar las deudas pendientes y encaminar los juicios a los banqueros responsables.
En el plano de la integración regional, destacó las iniciativas que permitirán crear una estructura financiera regional propia, que permita romper con la dependencia de los organismos multilaterales y la banca internacional. Entre ellas está el Sistema Único de Compensación Regional, en el marco del ALBA, y el Banco del Sur, que habría que profundizar, y otras a desarrollar, en lo posible a corto plazo, incluyendo el Fondo de Reservas del Sur. El presidente reelecto subrayó lo absurdo del esquema tradicional de la integración regional basada en la competencia, siendo que la base debería ser la cooperación.
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